LA CANTANTE CALVA:
El matrimonio Martin llega a casa de los Smith. Tras saludarse con los Smith viven una situación embarazosa en la que no tienen nada que decirse. Como no saben de qué hablar, conversan sobre cualquier cosa, y fingen asombro e interés para mantener la apariencia social de que están debatiendo sobre algo interesante:
SEÑORA MARTIN.–(Graciosa.) Pues bien: hoy he presenciado algo extraordinario, algo increíble.
SEÑOR MARTIN.–Dilo ya, querida.
SEÑOR SMITH.–Nos vamos a divertir.
SEÑORA SMITH.–Por fin.
SEÑORA MARTIN.–Pues bien: hoy, cuando iba al mercado para comprar verduras, que son cada vez más caras…
SEÑORA SMITH.–¡Adónde vamos a ir a parar!
SEÑOR SMITH.–No debes interrumpir, querida, mala.
SEÑORA MARTIN.–Vi en la calle, junto a un café, a un señor, convenientemente vestido, de unos cincuenta años de edad, o ni siquiera eso, que…
SEÑOR SMITH.–¿Quién, cuál?
SEÑORA SMITH.–¿Quién, cuál?
SEÑOR SMITH.–(A su esposa.) No hay que interrumpir, querida; eres fastidiosa.
SEÑORA SMITH.–Querido, eres tú el primero que ha interrumpido, grosero.
SEÑOR MARTIN.–¡Chitón! (A su esposa.) ¿Qué hacía ese señor?
SEÑORA MARTIN.–Pues bien: van a decir ustedes que invento, pero había puesto una rodilla en tierra y estaba inclinado.
SEÑOR MARTIN, SEÑOR SMITH, SEÑORA SMITH.–¡Oh!
SEÑORA MARTIN.–Sí, inclinado.
SEÑOR SMITH.–No es posible.
SEÑORA MARTIN.–Sí, inclinado. Me acerqué a él para ver lo que hacía…
SEÑOR SMITH.–¿Y?
SEÑORA MARTIN.–Se anudaba los cordones de los zapatos que se le habían desatado.