Tamar Novas Pita (Santiago, 1986) es un actor de cine y televisión conocido por sus actuaciones en películas como Mar Adentro, Los fantasmas de Goya y Los abrazos rotos. También por su papel de Sebastián en Alta Mar y de German en El desorden que dejas, ambas producciones de Netflix. Empezó su carrera con 11 años, con un papel secundario en La lengua de las mariposas y desde ahí ha participado en numerosas series y películas en Galicia y en España. El actor recuerda con cariño sus clases del Bachillerato Internacional en el IES Rosalía y valora "la formación como algo fundamental" porque "te da un espacio para saber qué quieres hacer y qué te gusta".
—Con 12 años eres elegido en un casting para actuar en La lengua de las mariposas. ¿Cómo recuerdas esa experiencia y cómo te influyó para ser actor?
—Yo tuve mucha suerte. Viéndolo con perspectiva, porque fue mucha casualidad, vinieron por mi colegio e hicieron casting a muchos niños de todo Santiago. En mi colegio, La Salle, escogieron al chico protagonista, Manuel Lozano, y yo recuerdo tener que leer un poema de Antonio Machado que ni siquiera sabía muy bien de qué iba; era sobre la Guerra Civil en España y eso es lo que recuerdo. Luego fue todo un poco azaroso: me volvieron a llamar, me explicaron que iban a hacer una película y que si me apetecía participar en ella. Yo lo viví un poco como eso. Tenía 11 años, no sabía qué iba a hacer y fue como una montaña rusa, como un parque de atracciones. Hasta años después no me planteé estudiar el oficio de actor, pero lo vivo como un regalo, como una cosa que te pasa de casualidad y que, desde luego, es una suerte.
—Después estudias en este instituto y haces Comunicación Audiovisual en la Universidad de Santiago. ¿De qué manera te prepararon tus estudios para ser actor?
—Yo creo que son cosas que se ayudan unas a otras. A mí me ayudó haber trabajado en cine y televisión antes de empezar a hacer Comunicación Audiovisual. Al mismo tiempo, yo en este instituto vine para hacer el bachillerato y tuve la suerte de entrar en un programa llamado Bachillerato Internacional. Recuerdo especialmente las clases de literatura, de lengua o de filosofía. Creo que tanto en el audiovisual, como en una carrera, como en un instituto donde las asignaturas te pueden interesar, puedes empezar a darte cuenta de lo que te gusta. Aquí siempre se daba la posibilidad de escribir, de hacer ensayos; incluso, de filosofía. Y recuerdo a una profesora como Ana María Platas Tasende, que nos hablaba de Buero Vallejo, y que hablábamos de teatro. Entonces, por mi experiencia yo considero la formación como algo fundamental. Creo que te da un espacio para saber qué quieres hacer, qué te gusta y para hacer las cosas sin una expectativa de cómo es en el trabajo, ya que en el trabajo vas a trabajar. Entonces, tanto en Comunicación Audiovisual como en la experiencia en este instituto, se te da un espacio de búsqueda. Claro que si tienes la oportunidad de tener profesores que te estimulan a ello; y en mi caso ha sido así.
—¿Recuerdas con cuantos años viniste aquí, al IES Rosalía de Castro?
—Tendría 16 años. Hice mi primera película con 11-12 años y hasta cuatro años después no hice Mar adentro, y yo, en esos 4 años, en los que recuerdo que a veces llamaban a mis padres para hacer castings para alguna serie, pero tanto mis padres como yo pensamos que el ambiente de trabajo no es el entorno de un niño; el ambiente del entorno de un niño es probar, como estáis haciendo vosotros aquí ahora, conocer el oficio de una forma casi lúdica. Y yo creo que es así como se aprenden las cosas.
La primera película la hice en verano, estaba de vacaciones, y mis padres y yo consideramos que, aunque me había gustado mucho, no era el momento de ponerse a trabajar. Por eso creo que hay que darse tiempo antes de saber lo que uno quiere hacer para no condicionarse. Es decir, que aquí no estamos para trabajar, estamos para aprender.
—A partir de ahí, ¿cuáles fueron los pasos que seguiste para llegar a trabajar en este oficio y cuáles fueron los más complicados y por qué?
—A mí me gustaba mucho de pequeño todo lo teatral, pero nunca fui a una clase de teatro hasta los 16, cuando hice la segunda película, y todo era un poco más en serio. Pensé que si quería seguir dedicándome a esto tenía que formarme. Lo que quiero decir es que muchos actores ya al principio tienen la boca a cien, ya empiezan a hacer teatro y en mi caso no fue así. Fue gracias a tener la oportunidad de trabajar que vi que me gustó y hubo un momento en el que me dije: “Esto es un oficio. Si quiero dedicarme a esto, hay que formarse”. Y yo quería hacer una carrera, quería tener la oportunidad de estar en la universidad y lo que más me atraía era la comunicación audiovisual, el periodismo y, al mismo tiempo, me formé aquí en Santiago, en una escuela de teatro que se llama Espazo aberto donde había también varios compañeros del Rosalía. Entonces yo empecé a formarme en el teatro y lo compaginaba con Comunicación Audiovisual. Al mismo tiempo hacía una serie que se llamaba A vida por diante en la TVG, y considero que con eso iba aprendiendo poco a poco. Y luego también influyó el azar. Tuve mucha suerte porque el último año de universidad me fui a Madrid y llevo 15 años viviendo allí porque he podido seguir trabajando y me sigo formando. A día de hoy sigo yendo a clases de interpretación con varios maestros y compagino el trabajo con el estudio. Cuando no estoy trabajando intento estudiar, seguir jugando y aprendiendo; y cuando toca trabajar, pues trabajar.
—Siempre hay muchas influencias en cualquier oficio. ¿Cuáles son las tuyas en cuanto a películas, directores, actores o guionistas?
—A mí al principio me gustaba Amenábar y recuerdo que, cuando me llamaron para hacer el casting de Mar Adentro, yo cogí el teléfono y, cuando me enteré de que era para hacer una película de Amenábar, colgué el teléfono pensando que era una broma de mis amigos, porque sabían que a mí me gustaba mucho Alejandro Amenábar. Entonces Amenábar fue siempre una inspiración del cine de este país para mí. Recuerdo también que me gustaba mucho de Spielberg, E.T., que era una película que me encantaba y mantengo esas ilusiones del cine desde niño e intento mantenerlas. O sea, me sigue encantando ese tipo de cine al que vas para viajar. Y luego te encuentras mucha otra gente como Isabel Coixet, que es una directora fantástica. Pero también me gusta ir al cine a comer palomitas y ver una película de acción. Como espectador me gusta mucho el cine.
—El cine es un trabajo en equipo. ¿Cómo son las relaciones que tienes en los rodajes con otros actores y con otras personas de diferentes oficios y cómo influyen en la tarea que haces como actor?
—Yo creo que toda la gente hoy en día tiene trabajos efímeros, y creo que es igual que en cualquier trabajo, aunque en el cine se crean relaciones muy intensas con la gente con la que trabajas durante unos meses porque se genera intimidad. A mí me gusta tener la sensación de que es un trabajo en equipo; no le veo el sentido de otra manera. Tanto en el teatro como en el cine mantengo ese espíritu de equipo. A mí me encantaba desde pequeño jugar al fútbol y me gusta tener la sensación de que algo es en grupo; creo que se disfruta más. Entonces intento aprender lo máximo posible de los compañeros, como vosotros estáis ahora. No es solo venir a clase a aprender o a hacer los trabajos, es estar con tu gente, y cada vez es más importante que seamos personas que pensamos en lo colectivo, en hacer las cosas acompañados.
—Cuando eras más joven, ¿cómo pensabas que era dedicarte a este oficio y cuáles son las diferencias entre lo que ocurre y lo que pensabas en ese momento que pasaría?
—En La lengua de las mariposas, me acuerdo de ver a Fernando Fernán Gómez y le recuerdo sentado en una silla, cerca del río Tambre, con sol, en la hierba, recién afeitado. Entonces para mí el cine era un sitio un poco mágico, un lugar en el que te cambiaban, te ponían en un sitio, se jugaba a que las cosas ocurrieran, y ocurrían. Me gusta mantener esa sensación. Obviamente, yo ahora no voy al trabajo a hacer lo que me da la gana y a divertirme como cuando tenía 11 años, pero creo que es fundamental para que una película tenga vida y alma, tener la sensación de que es un juego y que hay que tener una ilusión. A mí me parece que cualquier trabajo, con ilusión y con la sensación de que te apasiona lo que haces es mucho más especial. Me quedo más con lo que se mantiene desde los 11 años que con lo que se aprende: que tienes que estar en tu marca, que tienes que tener el micro en un sitio, que se te tiene que oír o que tienes que situarte de una forma que te vea la cámara. Esas son cosas que se aprenden con la práctica. Pero lo que no se aprende, lo que hay que controlar que no se pierda es la ilusión de hacerlo. Eso creo que se nota, que lo nota la cámara. Por eso, cuando veo un actor que me gusta, sé que está emocionado con lo que está haciendo, que se divierte, que tiene ganas de estar ahí. Y eso es lo bueno del cine: se contagia ese espíritu. Y nos gusta ir al cine, ver la televisión o ver una entrevista si ahí hay gente interesada por lo que hace. Creo mucho en ese contagio sano.
—Desde tu primera película en 1999, ¿cuáles te parecen tus mejores trabajos o a cuáles les tienes un especial cariño y por qué?
—A mí me ha gustado hacer casi todo lo que he hecho, he aprendido algo e intento que me guste. Pero me hicieron mucha ilusión, por ejemplo, las primeras experiencias en el teatro. Para mí fueron importantes porque me daban la sensación de crear algo que estaba un poco en mi mano. Cuando empiezas a trabajar tienes a un montón de gente que te ayuda que están para hacerte el trabajo más fácil, y creo que el teatro ha sido mi espacio como actor de empezar a sentir que la cosa depende de ti. Me acuerdo de mis primeras experiencias de teatro o incluso clases de teatro que fueron muy importantes para mí como actor. Y una obra de teatro que hice llamada El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, que fue en Madrid. La primera vez que me subí al teatro en el Centro Dramático Nacional fue una experiencia muy especial para mí, me lo pasé muy bien. Hacía de un chico gallego de 17 años que llegaba a Madrid para ser actor. Entonces, de alguna manera era algo como que yo conocía y que podía tener la sensación de que yo sabía de lo que hablaba. Como cuando te piden que cuentes una historia de algo que tú sabes, de algo que te gusta. Es más, puedes sentir que estás compartiendo algo.
—¿Cómo te preparas para construir un personaje, qué obstáculos te encuentras habitualmente y cómo los superas?
—El guión es muy importante. Supongo que, como vosotros ahora, las preguntas que has elegido tú, el trabajo que has hecho tú antes es muy importante para luego a la hora de estar ahí estar tranquilo. Estar relajado es lo fundamental. El poder estar ahí con algo que igual es difícil, como en un partido de fútbol, el saber que tú te has preparado para hacer eso, que te has imaginado cómo va a ser, aunque luego sea de otra manera, pero te da mucha seguridad. Como los jugadores de tenis. Me parece que el tenis es una metáfora muy buena de lo que es el cine: tú te aprendes un guión, sabes dónde puede ir la pelota, por dónde te puede venir y lo divertido es que no sabes dónde va a ir, pero tú vas a intentar estar vivo para hacerlo.
En cuanto a los obstáculos, ante algo inesperado, saber que vas a salir de esa. Si, de repente pasa algo que no te esperabas, como en el cine pasa a veces que no hay luz, el que se dedica a la iluminación tiene que buscar la manera de que se vea la cara de los actores, pues lo importante es saber que tú tienes la experiencia y el oficio para solucionar eso.
—¿Y alguna vez te han pasado cosas como que haya problemas técnicos?
—Sí. Yo acabo de hacer una película que es muy de acción, una cosa que yo no había hecho antes, una película para la navidad, como estas películas navideñas en las que surge algo mágico, algo que tiene que ver con la magia de la navidad, es la historia de un personaje al que le pasan cosas en las que no cree. Yo en el rodaje me sentía un poco nervioso porque tenía que hacer una escena en la que un coche tenía que chocar y, aunque está controlado, a veces pasan cosas con las que te puedes asustar o momentos en los que hacían falta especialistas, que es algo que siempre se pequeño me gustaba, que te cuelguen a 20 metros y que te tengas que caer. Esas cosas son muy divertidas. Y hubo un día que tenía que estar colgado a 10 metros con unas alas y, claro, a 10 metros no hace el mismo viento que en el suelo; entonces, cuando subía y estaba colgado con unas alas, porque tenía que hacer de ángel en un belén, vino un poco de viento y tuvieron que agarrarme con unos cables para que no saliera volando. Entonces son cosas con las que te asustas pero son cosas del cine; que si a uno le gusta el cine de esa manera, yo me siento afortunado de poder jugar a eso.
—Eres un actor ya muy experimentado. Por eso, en el momento que tienes que actuar, ¿cuáles son tus secretos para conseguir una buena interpretación?
—Los compañeros. Pensar que lo que no se te ocurra a ti se le va a ocurrir al compañero, y mirar así a la gente da más confianza. Y yo me he encontrado con actores mucho mejores que yo y lo que ves que tienen de bueno es que confían en ti. Como si te pasan la pelota jugando al fútbol. Si alguien confía en que, cuando alguien te pase la pelota vas a marcar gol, es muy probable que eso te dé más confianza para marcar gol.
—Usted como actor, ¿ha sufrido alguna escena en la que haya estado arrepentido de estar ahí?
—Vaya pregunta. Muy difícil. Yo tengo la suerte de que no. Me he arrepentido de cómo lo he hecho, de no haberme preparado más, pero, en general yo soy muy aventurero. Considero que todo lo que me pasa, de alguna manera, me sirve para algo; igual lo he pasado mal, pero arrepentido no. Además, recomiendo que nadie se permita eso, que, si se da cuenta de que lo que quiere es no estar ahí, no esté ahí. Yo no creo nada en este sufrimiento nocivo. Yo creo que el sufrimiento es el esfuerzo, que te cuesta mucho, que no te sale, pero tiene que ser algo que te anime a ser mejor. No creo que sea beneficioso pasarlo mal en un trabajo.
—La pandemia lo ha cambiado todo en el último año. ¿De qué modo te ha afectado la COVID-19 a ti personalmente, pero también al mundo del cine y a tus colegas?
—Yo estaba rodando una serie de 4 capítulos en México cuando empezó todo esto y tuvimos que parar. Era una serie por la que íbamos a estar 4 meses en México y tuvimos que volver. Creo que fue el 15 de marzo, que cerraron las fronteras por el estado de alarma, cuando nosotros aterrizamos justo en España. Y esa serie no se ha retomado, no se ha podido hacer. Costaba mucho dinero y lo que supuso pararla en ese momento supuso que no la pudiéramos hacer, y es una pena. Es perder un trabajo, como le ha pasado a mucha gente, pero creo que no es nada comparado con lo que ha pasado en los hospitales o en las residencias. Al final yo tengo un trabajo que me ha hecho más consciente de que yo no soy tan fundamental a la hora de si pasa algo como esto. Mi trabajo no tiene que ver con hacer una operación a corazón abierto o cuidar de la salud de alguien. Eso también te baja un poco la tierra. He tenido un familiar que ha fallecido y eso es lo que más pena me da. En el trabajo, todos hemos perdido oportunidades laborales, pero nada comparado con perder a un familiar.
—Alguno de nosotros puede estar soñando con hacer lo mismo que tú algún día. ¿Qué le recomendarías?
—Que si lo estáis haciendo ahora con 12 años, que os ocupéis de divertiros. No estoy yo para dar consejos, no soy profesor, pero creo que cuanto más ocupado estás en pasártelo bien, en que te guste lo que haces, lo haces mejor. Que sea algo que te apetezca todo el rato hacer, que no sea una obligación y que no se convierta en algo que te quite el sueño de una mala manera; que sea algo que te apasione.
—Y ya por último, si miras hacia adelante, ¿cómo ves en el futuro la situación de tu oficio como actor pero también del audiovisual, tanto aquí en Galicia como en Madrid o en el resto del mundo?
—Yo no sabría decir, porque a mí incluso cosas de las que podéis saber más vosotros, como YouTube o TikTok, que son también formatos de expresión audiovisual, para mí es algo completamente novedoso y no me lo esperaba ni hace unos meses. Todo lo que ha pasado, incluso durante la pandemia, todo lo que ha pasado, incluso series que se hacían desde casa, o gente que de repente quieren ser youtubers, como mis primos. Y lejos de que me parezca que eso sea el futuro, porque no lo sé, habrá alguno que podrá ganarse la vida así. Creo que, cada vez más, los formatos, los tipos de series u otros productos tienen que ver con eso, con lo que hemos vivido. Entonces yo lo que sí que veo es que cada vez más vamos a necesitar juntarnos todo el rato, que las cosas se hagan en grupo, que sea muy claro que necesitamos estar con otros seres humanos e, idealmente para mí, presentes físicamente. Pero si no, uno encaja que yo en mi casa durante 2 meses voy a necesitar una pantalla para ver a alguien, para ver los ojos de alguien. No sé cómo será, pero siempre surgirá alguna manera de contarse las historias en grupos pequeños. Los cines a mí me encantan, pero ahora cada vez la gente va menos al cine. No sabría responder.