Antonio Pose

Médico

El doctor Pose en el patio del Instituto Rosalía de Castro durante el encuentro. / L. G.

“Yo hablaría de una nueva normalidad, pero no de una como la que teníamos antes de la pandemia”

El doctor santiagués afirma que seguramente el virus del COVID-19 se transformará en un virus estacional, probablemente como el de la gripe

BERTA MASIDE LÓPEZ Y MARIO COMOJO GESTO | Santiago de Compostela

Antonio Pose Reino es licenciado en Medicina y Cirugía en 1979 por la USC y doctor por la misma universidad en 1994. Además, es Jefe de Sección de Medicina Interna del CHUS , coordinador de la Unidad de Pluripatología y Edad Avanzada del mismo centro y profesor titular de Universidad y director de la cátedra institucional de la USC. Fue miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Hipertensión Arterial (HTA), presidente de la Sociedad Gallega de HTA y Riesgo Vascular y de la Academia Médico-Quirúrgica de Santiago y coordinador del Grupo de Riesgo Vascular de la Sociedad Gallega de Medicina Interna.. El doctor Pose está seguro de que “esto va a resurgir, porque siempre detrás de una guerra o una pandemia las cosas crecen de forma espectacular”.

—Como jefe de medicina interna del CHUS y director de la cátedra de cronicidad de la USC, usted asumió la primera línea de asistencia al coronavirus. ¿Cuáles fueron las medidas más importantes adoptadas desde el punto de vista hospitalario para afrontar la pandemia en un primer momento?

En un primer momento te quedas totalmente despistado y casi bloqueado, porque te sobreviene algo con lo que no tienes ninguna experiencia, algo nuevo. Además, estás viendo lo que ha pasado en otros sitios, en otros países, en otras autonomías y te das cuenta del peligro que entraña. Lo primero que hicimos fue unirnos porque “la unión hace la fuerza”. Pensamos en juntarnos varios servicios para poder afrontar mucho mejor la pandemia. Unimos neumología con medicina interna, lo que nos hizo más fuertes y así contamos con más profesionales; también nos apoyamos en la dirección del hospital, que es muy importante, y en las directrices que nos venían marcadas desde el gobierno autonómico. La verdad, lo más importante fue coordinarse, organizarse y establecer una primera línea de actuación mirando en donde íbamos a tratar a esos pacientes, localizar el sitio y el personal más adecuado, y empezar a trabajar en la organización, coordinados.

—Estas medidas aplicadas ocasionaron retrasos en diagnósticos de otras enfermedades importantes. ¿Podría usted realizar una valoración de esta situación en el caso de Galicia y, particularmente, de Santiago?

Cuando tiene lugar una situación de este tipo te dedicas a tratar lo primero que ves delante, lo que consideras más importante, pero el resto de pacientes siguen existiendo y sigue habiendo, por lo menos, los mismos. Si potencias mucho la asistencia en un sitio y el número de médicos es el mismo, tienes que desatender a otros enfermos, y eso es lo que ha ocurrido, no solo en Santiago sino también a nivel mundial. Esto se ha acentuado principalmente con los pacientes crónicos, porque a los pacientes agudos tienes que atenderlos obligatoriamente. Los pacientes crónicos los vas dejando en segunda línea y al final te das cuenta de que hay muchos pacientes crónicos, y entre ellos van los que padecen cáncer, que se retrasa el diagnóstico y, por lo tanto, empeora el pronóstico. La Sociedad Española de Oncología considera que casi un veinte por ciento de pacientes con diagnóstico de cáncer se han retrasado por culpa de la COVID-19; esto significa la quinta parte de los pacientes. Estos pacientes, cuando se diagnostiquen y se empiecen a tratar, su pronóstico puede ser peor. Otros pacientes con cáncer que tenían que recibir quimioterapia no pudieron recibirla porque las instalaciones estaban ocupadas por pacientes de COVID-19 o porque el personal no podía atenderlos. Por lo tanto, a esas personas se les fue demorando el tratamiento. Demorar un mes el tratamiento de quimioterapia puede tener relevancia clínica y eso también tiene importancia. A los pacientes con problemas coronarios tampoco pudimos seguirlos estrechamente, se descompensaron más y esto puede provocar que aparezcan más problemas coronarios en un futuro, como más infartos o más ictus. El problema de cronicidad con la pandemia se ha intensificado mucho. La COVID-19 es una enfermedad aguda, producida por un virus, que genera daño agudo pero que se está viendo que deja secuelas de cronicidad. A mayores de los crónicos que están esperando para ser atendidos, aparecen otros nuevos que son los crónicos generados por esta enfermedad. Es decir, que el problema de la cronicidad se ha incrementado de una forma espectacular desde que ha aparecido la COVID-19.

—¿Actualmente se ha recuperado la normalidad?

Los políticos utilizan una palabra que es la nueva normalidad. Llegar a la normalidad antigua, no digo que sea imposible, pero, por lo menos por ahora, es muy difícil. Sin embargo, sí podemos hablar de nueva normalidad. Esto quiere decir que, si tenemos suerte y las vacunas son efectivas, probablemente la COVID-19, se transformará en una enfermedad estacional, posiblemente como la gripe. Si esto fuera así, volveríamos a una nueva normalidad. Probablemente tendríamos que usar mascarilla, aunque sea en las épocas de diciembre a febrero; a lo mejor el resto del año no o quizás sí, si hay algún brote esporádico. Decir que volvemos a la normalidad es muy difícil. Ahora mismo en el hospital hay más de veinte pacientes ingresados con COVID-19; eso significa que si estuviéramos en la normalidad, no habría ninguno. Si hay veinte ingresados, será que sigue habiendo nuevos casos. De aquí a cinco años veremos lo que ocurre. El virus está mutando mucho, las vacunas también progresan mucho pero también tienen problemas. Yo hablaría de una nueva normalidad, pero no de una normalidad como la que teníamos antes de la pandemia.

—Toda la población se ha visto profundamente afectada por la pandemia, pero en especial nuestros mayores. ¿Cómo está afectando a este colectivo y qué impacto puede tener la vacunación?

Los mayores son, con los niños, las personas más frágiles de la sociedad, pero lo que pasa es que uno se preocupa más por los niños, porque los mayores ya han vivido su vida y mucha gente piensa que ya socialmente pasaron a estar jubilados y ya pasaron a estar fuera de lo que es la sociedad activa y no nos preocupan tanto. Esto hizo que, quizás, hubiera un poco de despiste en el manejo de los pacientes mayores al principio y, por eso, hubo tantas protestas. Primero, porque tienen muchas enfermedades crónicas. El ser mayor es un factor de riesgo y el tener enfermedades crónicas también es un factor de riesgo; es como una bomba explosiva. Si esto lo juntas en un centro común para todos, como pueden ser las residencias o los centros sociosanitarios, es muy fácil que allí algo muy pequeño se extienda de una forma muy rápida. Esto fue lo que hizo que las residencias y los centros sociosanitarios fueran sin duda los lugares más afectados durante la pandemia. Gracias a las vacunas, parece que la situación ha cambiado.

—Con respecto a la vacuna AstraZeneca, ahora se está vacunando con ella a gente entre los sesenta y sesenta y cinco años, ¿qué piensa de esta nueva decisión?

Yo doy clase en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela en varios cursos, pero principalmente en cuarto. La semana pasada se vacunaron los alumnos de cuarto, llamaron a casi cuatrocientos alumnos para vacunarse en un día con la vacuna de AstraZeneca y ya se sabía el riesgo inherente que tenía la vacuna, que es mínimo, el riesgo de desarrollo de trombos. Pues ellos se fueron a vacunar tranquilamente porque sabían que el beneficio supera al riesgo. De todas formas, hay que decir que lo que ha pasado con esta vacuna es irregular, porque no se puede dar información tan contradictoria: hoy vale para los mayores de sesenta, mañana para los jóvenes, pasado mañana para los mayores de setenta o hay países donde las retiran del mercado. Todo esto genera una sensación de falta de confianza en la población. Entiendo que es difícil encajar toda la información y no sabría decir para qué población va a servir. Con la vacuna de Janssen también aparecieron trombos en EEUU y este país la ha paralizado. Probablemente los trombos pueden aparecer con cualquiera de las vacunas porque con esta enfermedad se desarrollan muchas trombosis y esto puede tener que ver con la propia enfermedad. Entonces, generar anticuerpos para esta enfermedad podría también estar relacionado con la formación de trombos y puede aparecer con todas las vacunas. De todas formas, es excepcional y hay pocos casos por cada millón de vacunados. Al final tendremos que asumir que existe un riesgo, aunque sea pequeño, y seleccionar mejor a la población.

—En concreto, en la ciudad de Santiago de Compostela, con unas características muy particulares (elevada población universitaria, dependencia fuerte del turismo, coincidencia con el Año Xacobeo), ¿cuál ha sido el impacto del coronavirus?

Al igual que en todas las ciudades y países que dependen muchísimo del turismo, el impacto en Santiago ha sido espectacular. Espectacular no sólo para el turismo, sino para todo tipo de negocios. A pesar de los ERTE, muchos negocios han tenido que cerrar. Los negocios relacionados con el turismo han cerrado cantidad de ellos. Con respecto al Camino de Santiago, te puedo decir, porque vivo muy cerca de aquí, que todos los días cuando me iba a trabajar, a las 7 de la mañana, antes de la pandemia había peregrinos que hacían el Camino de Santiago a Fisterra y ahora no veo ninguno. Estoy seguro de que esto va a resurgir, porque siempre detrás de una guerra o una pandemia las cosas crecen de forma espectacular. Cuando se arrasa una tierra o un monte, después empieza a florecer de una forma especial y yo creo que esto es lo que va a pasar. Pero el impacto que ha tenido en Santiago es muy grande y muy grave.

—Con la crisis del coronavirus, su trabajo como médico en un centro de salud de Santiago se ha convertido en una profesión de alto riesgo. ¿Cómo lo ha vivido usted y cómo recuerda los momentos más complicados?

Afortunadamente hemos dejado a los jóvenes que estuvieran en la primera línea. Yo organizo desde el servicio y como Jefe de Servicio, con el Servicio de Inmunología, qué profesionales van a estar más estrechamente en contacto con los pacientes. Hemos puesto a los más jóvenes, más activos, más ágiles, para estar en la primera línea. Nosotros organizamos, vemos los historiales clínicos, pero no directamente a los pacientes. Además, han participado médicos especialistas de cualquier otra especialidad, cirujanos, cardiólogos, neurólogos, que ayudaban y estaban en primera línea. La primera línea en los Centros de Salud fue diferente. Lo que se hizo fue potenciar muchísimo la telemedicina, la asistencia a distancia, algo para lo que no estábamos muy preparados, ya que en vez de consultar a un paciente y verlo, te cuenta lo que le pasa y más o menos te puedes orientar y le pides pruebas. Esa es una medicina que se está imponiendo ahora, pero no es lo mismo que la medicina presencial.

—Con respecto al ritmo de vacunación de la población, ¿cuándo se podrá alcanzar la inmunidad de rebaño en Galicia y cómo cree que se está enfrentando el sistema a su administración?

No depende en absoluto de mí. Ojalá que se pudiera alcanzar lo más rápido posible. Aquí tenemos una infraestructura para vacunar muy buena. Es decir, por los equipos y sitios para vacunar se podría alcanzar de forma inmediata, prácticamente en tres meses. El problema es que las vacunas no llegan, se paraliza su producción, no sabemos a quién vacunar. Todo esto está generando importantes problemas y demoras en la vacunación. Yo estoy convencido de que, sin estos problemas, al final del verano tendríamos la inmunidad de rebaño y a más del setenta por ciento de la población vacunada.


El profesor Pose durante el encuentro en el patio del claustro del Instituto Rosalía de Castro de Santiago. / L. G.

—Hay personas que cuando tienen las dos dosis de la vacuna vuelven a contraer el virus. ¿A qué se debe esto?

—No está tan claro que sea así. En primer lugar, hay falsos positivos porque estás vacunado, tienes anticuerpos y pueden detectar falsos positivos en el exudado Nasofaríngeo. En segundo lugar, también puede ser que te infectes con una cepa que sea resistente a las vacunas. De momento, la mayoría de las cepas son sensibles y, por tanto, es muy raro que esto ocurra. Y, en tercer lugar, puede ocurrir que la vacuna no prenda. No todo el mundo genera anticuerpos. Si no generas anticuerpos, aun siendo joven y teniendo un sistema inmunológico bueno, no eres capaz de generar anticuerpos y si viene el virus te afecta igual. Bien porque no respondas o porque tu sistema sea incompetente; por ejemplo, las personas muy mayores, o aun siendo jóvenes, puede ser que no respondan, o puede ser un falso positivo o por cepas que sean resistentes a las vacunas que de momento prácticamente no hay.

—En cuanto a los niños y adolescentes, ¿de qué manera considera necesaria la vacunación de esta población para conseguir la inmunidad deseada?

—Los niños y adolescentes sufren la enfermedad de forma muy ligera, suave, y, frecuentemente, de forma asintomática. El problema de los niños y adolescentes, más que por la infección, es por la transmisión de la enfermedad. Transmiten a los padres, a los abuelos, que es a los que más daño les puede hacer. No creo que la vacuna a los niños, excepto a aquellos que tienen enfermedades crónicas, sea una prioridad. El motivo de la vacunación en niños y adolescentes es diferente del de los mayores. En el caso de los mayores es para protegerlos y en el de los niños es para proteger a los demás de la propagación de la infección.

—En numerosas ocasiones me he preguntado si no sería mejor vacunar a más población con una sola dosis que suministrar las dos dosis necesarias en la mayoría de las vacunas. ¿De qué modo piensa usted que esta forma de actuar hubiera evitado una tercera y una posible cuarta ola?

—Realmente hay muchos expertos que opinan lo mismo. Se ha visto que, con la mayoría de estas vacunas, la primera dosis ya inmuniza. Yo de hecho lo he comprobado: cuando me he puesto la primera dosis de la vacuna a los quince días ya tenía anticuerpos. Pero no sabemos el tiempo que va a durar porque los ensayos clínicos se hicieron con las dos dosis de la vacuna. Si vacunas a una población que a lo mejor dentro de tres meses ya no está vacunada estás haciendo algo que es ir en contra de lo científico. Lo científico es lo siguiente: si se han hecho las pruebas con dos dosis de vacuna deberíamos poner las dos dosis. Excepto con alguna, como la de Janssen, que es de una única dosis, porque ya se hizo el ensayo así y los anticuerpos persisten en el tiempo. En una situación de emergencia, lo que dices podría estar bien, pero siempre teniendo en cuenta que no sabes cuánto tiempo va a durar la inmunidad.

—Se está viendo en estas últimas vacaciones que la gente está bastante cansada de las restricciones. También se dice que han aumentado los casos de ansiedad y depresión. ¿Cuáles son las principales consecuencias de esta fatiga y cómo hay que enfrentarse a ellas?

—Uno de los problemas importantes de la pandemia no es solo el que la padece sino también el que padece las consecuencias de las medidas para evitar que se extienda la pandemia, el confinamiento y el aislamiento. Por ejemplo, las personas mayores, que han quedado confinadas y aisladas en las residencias y que no se podían visitar en absoluto. Por ejemplo, los jóvenes que han tenido que quedarse aislados en sus casas. La verdad es que a la juventud habría que regalarle un año de vida porque este año lo han pasado de una forma muy especial, aislados, sin contactos. Es cierto que lo hemos tenido que pasar todos y, más o menos, te vas contentando aunque pensemos que “mal de muchos, consuelo de tontos”. La realidad es que la gente más sensible ha tenido problemas de ansiedad y depresión y está acudiendo a consultas médicas por este motivo. La gente con enfermedades mentales o predisposición a ellas, el hecho de verse confinada o aislada, ha hecho que manifieste enfermedades latentes. Las enfermedades mentales también han aumentado de forma importante. Lo hemos tratado de evitar a través de la comunicación mediante internet, que te hace no estar tan aislado al poder tener una comunicación, aunque sea a través de máquinas. Sin embargo, el hecho de no tener un contacto físico y presencial, ha hecho que las personas se vuelvan distantes y con tendencia al aislamiento.

—Tal y como hacen los visitantes de otros países como Japón, ¿de qué modo cree que la mascarilla y otras formas de protegernos de futuros virus han llegado para quedarse?

—Las mascarillas han sido espectaculares. De hecho, este año no hubo gripe. La vacuna hizo un papel, pero la ponemos todos los años; sin duda se debe a las mascarillas. Hace muchos años, cuando veía a los japoneses y orientales, yo me preguntaba por qué las llevan, ya que, desde luego, no todos ellos iban a estar inmunodeprimidos. Pero, realmente, las mascarillas protegen y protegen mucho. Realmente vamos a tener que seguir usándolas y durante la época de la gripe tendríamos que llevarlas. Además, probablemente, ahora las vamos a tener que usar por la COVID-19, si se convierte en una enfermedad estacional. Posiblemente, durante ese período vamos a tener que seguir usando mascarillas. Por otra parte, las mascarillas protegen de distinta forma. Las mascarillas quirúrgicas protegen más a la persona con la que estás hablando, mientras que las FFP2 protegen a las personas con las que estás hablando y al que la lleva. En mi caso, como tengo la vacuna, utilizo la quirúrgica porque no necesito más protección. Esta mascarilla se tolera mejor que la otra, con la que no se puede hacer ejercicio. Al final, inhalaba el dióxido de carbono que exhalo, cansándome antes. En suma, las mascarillas sin duda han venido para quedarse durante un tiempo. Creo que, si fuese diseñador de mascarillas, me pondría a ver qué mascarilla más chula podría hacer.

—¿Cuánto tiempo nos podrá llevar superar esta crisis de la COVID-19 desde el punto de vista sanitario, social o económico y cómo cree que lo vamos a hacer?

—El asunto económico es el que más va a tardar. El problema social también es muy importante, ya que el distanciamiento y el confinamiento nos han llevado a hacernos más introvertidos. Si contactas menos con los demás, cada vez te montas tu mundo más solo, y eso puede ser un problema en la juventud que se está creando en este periodo. El problema sanitario, en breve, si no se resuelve completamente, se manejará de forma controlada, que es lo que estamos haciendo ahora. El problema económico, por muchas inyecciones que nos dé Europa, como no sean de penicilina, no veo claro que se resuelva sólo con esas inyecciones. El tiempo va a ser muy importante. Tardaremos años.

—¿Cuáles son las lecciones derivadas de esta pandemia que debemos aprender a aplicar para mejorar nuestro sistema de salud?

—Los japoneses dicen que las pandemias son una desgracia, pero hay que verlas como una oportunidad, igual que las guerras. Una oportunidad para sacar lo mejor de ti mismo, para, por ejemplo, fomentar el humanismo y la colaboración. Y en este sentido yo creo que una de las enseñanzas más importantes de la pandemia es la necesidad de colaborar unos con otros, de ser humanitarios, de proteger a los más débiles y de ser solidarios.