Miguel Falomir Faus (Valencia, 1966) es licenciado y doctor en Historia del Arte por la Universidad de Valencia, donde fue profesor titular hasta que, en 1997, se incorporó a la plantilla del Museo del Prado, y fue nombrado Jefe de Pintura Italiana y Francesa. Con el transcurso de los años, asumió nuevos cargos dentro del museo hasta que, en 2015, fue nombrado director adjunto de Conservación e Investigación. Dos años más tarde, el 17 de Marzo del 2017, fue nombrado nuevo director del museo. Un espacio que ha sufrido con el confinamiento, pero que ahora, según Falomir, puede sentirse "muy afortunado aún así, pues Madrid es una de las pocas capitales europeas que tiene abiertos los museos" porque "en otras capitales como Londres o Viena los museos están cerrados".
—Somos conscientes de que la situación actual derivada de la COVID-19 ha tenido un fuerte impacto en el mundo de la cultura y de los museos. En el caso del Museo del Prado, que usted dirige, ¿Cómo le está afectando?
— Nos afecta de diferentes formas. El impacto más evidente de la pandemia en el Museo del Prado es una muy fuerte caída del número de visitantes, que son en un 65-70% extranjeros. Después de tres meses cerrados volvimos a reabrir el 6 de junio y, desde entonces, prácticamente solo los madrileños han podido acercarse al Museo. El año pasado tuvimos cerca de 800.000 visitantes entre enero y febrero. Evidentemente, esa caída ha llevado aparejada una caída muy fuerte en los ingresos del museo. El año pasado el museo cubría el 70% de los gastos gracias a los ingresos de las entradas de los visitantes o del restaurante, de la tienda de regalos o de varias actividades. Eso ha sido una caída mayor que el número de visitantes.
También nos ha afectado en el día a día. Ha habido actividades que han tenido que ser pospuestas, más que canceladas, y ha habido muchos trabajadores que estaban, y están aún, teletrabajando. Esos son los tres principales efectos tremendos que está teniendo la COVID en el Museo.
Podemos considerarnos muy afortunados aún así, pues Madrid es una de las pocas capitales europeas que tiene abiertos los museos. En otras capitales, como Londres o Viena, los museos están cerrados.
—¿Cómo está gestionando esta nueva situación y cuáles son las medidas COVID principales para visitar el Prado?
—Desde que reabrimos el día 6 de Junio, la mayoría de medidas que hay son las que estamos experimentando: el uso de la mascarilla o gel hidro alcohólico. También hemos colocado un medidor de temperatura para quien quiera visitar el museo. El museo también está aforado, es decir, no pueden visitar el museo más de un número determinado de personas, que depende del nivel de riesgos que tengamos en cada momento.
Otra cosa que tal vez no sabéis es que el aire del museo tiene una muy buena calidad. El museo tiene una calidad de nivel 1 que, para que os hagáis una idea, es la calidad que hay en los hospitales. Nosotros creemos que ofrecemos una seguridad muy elevada, y la mejor demostración es que, aunque es cierto que hemos tenido algún caso de COVID en nuestros trabajadores, ellos lo han contraído en casa y no en el museo.
—Usted habla de que el aire tiene una calidad de gran pureza. ¿Cómo controlan eso?
—Eso son unas máquinas que depuran el aire, algo que eso es importantísimo, puesto que el aire no puede repercutir en el estado de conservación de los cuadros. Hay un espacio cerrado sometido siempre a unos niveles de exigencia de calidad medioambiental, pues tiene que haber una temperatura constante, una calidad constante y una humedad elevada. Para que os hagáis una idea, un museo para pasar de tener una calidad B a una calidad A, necesita una semana para poner a funcionar esas máquinas.
—El museo ya tiene más de doscientos años de historia. ¿Qué otras crisis importantes ha sufrido en los últimos dos siglos y cómo se comparan con la pandemia actual?
—La gran crisis que sufrió el museo fue la gran crisis que sufrió este país, es decir, la guerra civil. Fue en ese momento cuando el museo cerró durante 3 años, y muchos de esos cuadros acompañaron al museo de la República, rumbo a Suiza. Después de ese momento hubo un par de días de huelga y, sin duda, después de la guerra civil, el momento que más tiempo hemos estado cerrados ha sido por motivo de la COVID.
—En la guerra civil, ¿hubo algún cuadro que se deteriorara?
—No. Fue prácticamente un milagro excepto el famoso cuadro Carga de Lutos de Goya, que sufrió un desperfecto, lo que fue una pena. Los demás cuadros que salieron, volvieron, y eso fue algo milagroso. Y no deja de ser significativo que el único cuadro que se dañó fuera uno sobre guerra.
—Sabemos que el museo tiene en su colección obras que representan epidemias y enfermedades, como algunos grabados de Goya. ¿Cuáles son para usted las más representativas y qué tienen de especial?
—La pintura hasta el siglo XX ha sido una ventana abierta al mundo y ha representado momentos trágicos y momentos felices. El museo tiene una serie de cuadros que muestran pandemias y epidemias; por ejemplo, cuadros religiosos, ya que se pensaba que algunos santos tenían un efecto protector contra las pestes, como San Roque, o el mismo San Sebastián, que en muchos cuadros aparecen con llagas de la peste y de otro tipo de enfermedades. En el museo también tenemos cuadros del siglo XIX, mucho más modernos, que reflejan cómo la vida ha ido cambiando; y tenemos cuadros incluso de vacunaciones. En una ocasión, en la cuenta de Instagram del museo, dedicamos un día a los cuadros donde se demuestra como se vacunaba atendiendo a la vaca, ya que de la vaca es de donde se extrae el suero y de ahí el nombre de las vacunas. Allí vemos cómo aparece la propia vaca dentro del dispensario o de la consulta del doctor, que está extrayendo el suero de la vaca para inocular en algún paciente. De hecho, hay muchos cuadros de muy diversa naturaleza que aluden a esta serie de desgracias típicas que sufre la humanidad.
—¿Cómo deciden entre todas esas obras las que están expuestas en el museo y las que se quedan almacenadas?
—Es un proceso difícil en el sentido de que el Prado es una especie de iceberg, porque apenas una novena parte de sus fondos están expuestos. Hay unos 1700 cuadros expuestos y cerca de 3000 que están depositados en otros museos de toda España. Galicia es uno de los lugares que más cuadros del museo tienen depositados. Los hay principalmente en Santiago, en Pontevedra y en A Coruña. Si vais a esos museos, veréis que a menudo en la cartela pone que esos cuadros son del Museo del Prado. Hay otras obras que están en los almacenes, esperando a que se restauren, esperando a que se expongan o se presten a otras exposiciones.
Evidentemente, el criterio principal es el de la calidad, aunque en la actualidad es un término sujeto a debate. Todos sabemos que Velázquez, Tiziano, que El Bosco, que Rubens o Goya son pintores cuyos cuadros se deben colgar Estamos realizando una ampliación que confiamos en que concluya dentro de 4 años, que nos permitirá colgar 300 o 400 piezas más. En resumen, el criterio principal es la calidad y la representatividad, es decir, que sean de todos los siglos, de todos los lugares y que sean de los mejores pintores del mundo.
—Desde su perspectiva como historiador del arte, ¿podría decirnos qué aportan este tipo de obras a la historia, especialmente a la historia de las pandemias?
—Una pintura lo que hace es representar la vida, representar la historia, porque lo que tenemos que tener muy claro es que en la historia hemos tenido momentos muy trágicos, muy aciagos. Al igual que tenemos muchos cuadros de guerras, que muestran los efectos terribles que las guerras han tenido, también los hay de pandemias y de crisis sanitarias. Es importante que, cuando hablamos de historia, pensemos que ha habido momentos positivos, pero que también ha habido momentos muy negativos, y que en ese momento hubo artistas que prestaron su talento para plasmar el sufrimiento de la gente.
—En cuanto a esta temática de epidemias, enfermedades y catástrofes, en el Prado, ¿Cuál cree que ha sido el período artístico más fructífero y por qué?
—Yo diría que hay dos períodos donde se le dedica mucha atención a este tema. Uno es el Barroco, porque probablemente ningún siglo fue tan trágico en la historia europea como el siglo XVII, que fue un siglo de guerras, que traen hambre y pobreza, y todo ello trae aparejadas epidemias terribles. El otro período sería la Edad Media, en la que se pinta la terrible peste negra de 1348. Y luego, desde otra perspectiva distinta como he dicho antes, están las obras de finales del siglo XIX y principios del XX que reflejan cómo la sociedad va evolucionando. Muestran cómo la medicina va mejorando, cómo se empiezan a tomar las primeras medidas higiénicas y cómo se crean las primeras vacunas. Y todo eso tiene también una plasmación en la pintura. Sobre todo, hay un movimiento o manifestación pictórica en España muy a finales del siglo XIX, que es la pintura social. Después de muchas décadas dedicadas a la pintura histórica, la pintura que habla del pasado, los artistas y el público quieren una pintura más apegada a la realidad. Y dentro de la pintura social vemos un subgénero que es la pintura médica, donde vemos a los artistas mostrando hospitales, mostrando consultas de médicos o mostrando procesos de vacunación. Yo diría que sí, que esos son los tres momentos más fructíferos: el Barroco, la Edad Media y finales del siglo XIX y principios del XX.
—Suponemos que las pandemias son, en gran parte, una fuente de inspiración para los artistas. ¿De qué modo lo ve usted?
—Es evidente que los sentimientos extremos inspiran a los artistas. Para ellos, poder representar desde la alegría más grande hasta el sufrimiento más estremecedor les permite demostrar su talento a la hora de expresar emociones, que es una de las tareas más difíciles que tiene un artista en cualquier momento. Aparte de eso, pensad que en el arte antiguo hay mucha pintura que se hace por encargo, es decir, que alguien le pide al artista que pinte un tema específico. Hay muchos cuadros que entran en la categoría de exvotos. Seguro que en los santuarios gallegos todavía hay muchos exvotos. Se hacen cuando alguien está enfermo y le hace una promesa a un santo o a la Virgen y le prometen una obra si se restablecen. Algunos de los cuadros que tenemos en el fondo son grandes exvotos hechos por encargo de monarcas, de nobles o por cofradías para pedir la intercesión de tal o cual santo o de tal figura divina para que les proteja de una peste o de una enfermedad. Y esa es también una fuente importante de encargos a los artistas que explican que algunos de los cuadros del museo hayan sido hechos.
—¿Cree que el arte contemporáneo reflejará este momento histórico al igual que lo hacían los artistas en el pasado?
—El arte contemporáneo no puede ser ajeno a la sociedad nunca. Si en estos momentos tenemos todos claro que lo más importante que nos está pasando es la pandemia, obviamente el arte contemporáneo no solo lo reflejará, sino que me atrevo a decir que ya lo está reflejando. De hecho, ya ha habido exposiciones de obras hechas por artistas de arte contemporáneo, muchas de ellas en los soportes del arte contemporáneo, que no es necesariamente la pintura, que están ya reflejando los estragos causados o cómo nos está afectando a todos El día que el arte no refleje lo que pase en la sociedad, estará desconectado de ella y perderá buena parte de su razón de ser.
—Volviendo al museo, ¿existe algún tipo de acuerdo entre el Prado y otros museos para volver a dinamizar la cultura y cuáles son los retos en este sentido?
—Desde el primer momento en que llegó la pandemia, ha habido unos intercambios constantes entre los tres grandes museos de Madrid. Yo, desde el primer momento, mantuve reuniones con el director del Reina Sofia y con el director del Thyssen para coordinar acciones, para compartir experiencias y también para ayudarnos mutuamente. Desde ese momento, sigue habiendo ese intercambio constante de ideas, de ayudas, de soluciones. De hecho, no fue casual que todos abriéramos el mismo día, y que lo hiciéramos con todas las medidas. Eso estaba consensuado. En resumen, mantenemos reuniones con los grandes museos de Madrid, que, repito, son el Reina Sofía y el Thyssen.
—¿Tienen en el museo algún plan estratégico para recuperar el número de visitantes que habitualmente tiene el Prado?
—Por desgracia, recuperar esos millones de visitantes, como podéis imaginaros, no depende únicamente de nosotros. Depende, en primer lugar, de que la pandemia acabe o de que la vacunación alcance cifras totales. En segundo lugar, como os he dicho contestando a vuestra primera pregunta, la inmensa mayoría de nuestros visitantes son extranjeros; es más, son extranjeros de otros continentes. Es curioso porque son norteamericanos, son coreanos o japoneses; yo creo que tardarán un poquito más en venir.
Por otra parte, el que hayamos estado abiertos ha contribuido a que la imagen del Prado aumente y sea todavía mejor ahora de lo que lo era antes de la pandemia. En ese sentido ha sido importante, como lo es también toda la actividad online que hemos desarrollado y que, además, nos ha permitido contar con más seguidores en todos los continentes, sobre todo en Latinoamérica. Ya intentaremos que nuestra programación sea lo más atractiva posible para que estos visitantes vuelvan, pero, repito, sabiendo que esa mayoría son turistas y extranjeros estamos absolutamente supeditados a lo que sea la evolución general de la pandemia.
—Y ya para finalizar, ¿Qué futuras exposiciones tiene usted pensadas para presentar en el museo?
—Estamos programando las exposiciones que teníamos previstas el año pasado. Ahora tenemos dos exposiciones, una dedicada a pintura mitológica y pasiones mitológicas; y otra, dedicada a Marinus, un pintor flamenco del siglo XVI. Y concluimos el año con dos exposiciones, una dedicada a Tornaviaje, que es sobre arte americano del renacimiento y del Barroco en España; y otra, dedicada a la pintura sevillana del Barroco. De momento esas son nuestras propuestas, esperando que se puedan hacer. No creáis que es fácil, porque hay cuadros que no pueden viajar. En la exposición que tenemos sobre pasiones mitológicas, un cuadro no pudo venir porque los cuadros deben ir siempre acompañados de alguien del museo. Ese cuadro está en Reino Unido y la Unión Europea no deja que venga nadie de allí, por lo que no se pudieron traer ni siquiera las exposiciones que se están haciendo ahora; no se han hecho tal y como estaban diseñadas. Muchas de ellas son más pequeñas porque hay menos dinero, o porque algunas obras no pudieron viajar por proceder de países con alta incidencia de COVID, con lo cual, todo eso también está afectado por la pandemia.