NICOLÁS RIVADULLA LOSADA Y LUCÍA GIL BATALLA | Madrid-Santiago de Compostela
Isabel Sola Gupergui (San Adrián, Navarra, 1967) se graduó en Biología por la Universidad de Navarra, donde consiguió el Premio Extraordinario de Licenciatura. Tiene un máster en Ingeniería Biomédica y una tesis doctoral sobre el coronavirus en la Universidad Autónoma de Madrid. Esta tesis consiguió el Premio de Laboratorios Hipra a la mejor tesis doctoral en sanidad animal. Ahora es codirectora del laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC donde se trabaja en la creación de una vacuna contra el SARS-CoV-2. La investigadora afirma que “esa parte del camino es una parte que va más allá de la investigación que nosotros conocemos.”
—¿De qué manera le prepararon su tesis y sus investigaciones posteriores sobre la infección por coronavirus en animales para enfrentarse a un reto como el de conseguir una vacuna contra el SARS-CoV-2?
—Todo el conocimiento previo sobre una familia de virus es muy importante para poder enfrentarnos a ese nuevo desafío. Ese nuevo virus es de esa familia y, aunque hay muchas cosas que los hacen diferentes, es un virus humano, pero el que conocemos es un virus animal. Sencillamente se parece mucho en la forma de trabajar con ellos, en la forma en la que se multiplican. Todas estas características hacen que nuestro laboratorio tenga una ventaja a la hora de empezar a trabajar en este proyecto de la vacuna, porque tenemos el conocimiento por una parte y, por otra, todos los sistemas de trabajo los teníamos ya en funcionamiento. Ha sido simplemente cuestión de cambiar el interruptor y empezar con un virus nuevo empleando todos los sistemas que ya estaban funcionando antes.
—Como experta en los coronavirus, ¿cómo cambió su trabajo en el laboratorio antes y después de comenzar la pandemia?
—Como decía antes, seguimos trabajando en un virus que pertenece a la misma familia, y la clase de trabajo y de protocolos que utilizamos son esencialmente similares. En eso no hemos tenido que cambiar gran cosa. Lo que sí ha cambiado, por supuesto, es la presión de trabajo, el compromiso con trabajar en algo que se necesita cuanto antes. Y no solamente esta sensación de urgencia, de que tenemos que ser lo más eficientes posible en el trabajo, sino que somos un laboratorio de investigación. El desarrollo de una vacuna es un proyecto muy amplio en el que hay una parte importante de investigación, que es en lo que nosotros somos fuertes, pero, además, hay que mirar más adelante, lo que significa encontrar empresas que puedan producir en grandes cantidades nuestra vacuna. Hay que hacer ensayos clínicos en personas para demostrar que la vacuna es eficaz y es segura. Toda esa parte del camino es una parte que va más allá de la investigación que nosotros conocemos.
—Las vacunas que se están administrando son de diferentes tipos, por ejemplo, las de ARN mensajero, o las que utilizan un virus atenuado llamado “adenovirus”. ¿Cuál es el tipo más efectivo contra el SARS-CoV-2 y por qué?
—Cualquiera de estas clases de vacunas, que como muy bien decías, son de distinta naturaleza, todas las que se han autorizado es porque se ha demostrado que son eficaces y seguras. A partir de ahí, cada una de ellas tiene propiedades que pueden ser beneficiosas, dependiendo en qué contextos. Por ejemplo, las vacunas que utilizan adenovirus como vehículo tienen la ventaja de que la producción y el coste son sencillos y, por lo tanto, pueden producir más vacunas. Esto es fundamental cuando hay que vacunar a todo el mundo. Tiene también la ventaja de que a la hora de conservarlas y transportarlas de un lugar a otro son más sencillas que las de ARN mensajero, que requieren una cadena de frío muy potente. Dentro de estas diferencias, en lo que es la logística y la conservación, digamos que, las vacunas de ARN mensajero son una tecnología muy nueva. Hasta ahora no había ninguna vacuna autorizada con esta clase de tecnología, que es muy compleja, la de producir ARN y envolverlo en nanopartículas, pero están demostrando una gran eficacia y seguridad. Por otra parte, las vacunas de adenovirus son eficaces, son seguras, pero, tal y como dicen en las noticias, ahora que se han administrado a millones de personas, puede haber problemas de seguridad, que hay que resolver y enfrentarse a ellos. En cualquier caso, todas las vacunas que se han autorizado son eficaces y seguras. Puede suceder que algunas de ellas, como las de adenovirus, se decida que son muy buenas en personas de cierta edad, a partir de 60 años, pero conviene limitarlas en personas más jóvenes, para evitar estos problemas que se están viendo. Como todo, cada una de las candidatas a vacuna que se han autorizado tiene un gran beneficio y un inconveniente, por el precio o lo que sea. Lo que hay que conseguir es que el beneficio que da esté por encima de los inconvenientes que pueda tener, y siempre hay un contexto en el que una de estas vacunas es buena.
—¿Qué tipo de vacuna es la que está creando usted en su laboratorio y cómo y cuándo se podrá empezar a utilizar en humanos?
—La vacuna que estamos haciendo en nuestro laboratorio se parece a la de ARN mensajero. Es también un ARN que va a ir envuelto en unas partículas. En este sentido, es muy parecida a la de Pfizer y Moderna. Tiene dos cosas que la hacen diferente y que creemos que la hacen más potente. La primera, es que este ARN es uno que puede multiplicarse a sí mismo, que puede autoreplicarse, y eso quiere decir que, aunque pongamos un número de moléculas pequeño, ella sola puede multiplicarse. Por lo tanto, podemos poner una dosis más pequeña, costaría menos producirla porque lleva menos cantidad y se administraría con una dosis única. La segunda diferencia es que las vacunas de ARN que se están administrando llevan un solo componente del virus, que es la proteína de las espículas con estas proyecciones que forman la corona. Por su parte, la nuestra, además de llevar este componente del virus, lleva otros componentes que también son importantes para que la respuesta inmune sea más potente todavía y más completa. Por estas características, nuestra vacuna, seguramente, será más eficaz. ¿Por qué decimos que nuestra vacuna va a ser más eficaz ? Porque hemos hecho experimentos con una vacuna similar a esta para otro coronavirus humano que es mortal y hemos visto que, cuando hemos construido una vacuna casi idéntica a la que estamos haciendo para este nuevo virus, protege a los animales al 100% y hace que, además, la inmunidad sea completa, que no solo protege de la enfermedad, sino que protege de que el virus se pueda replicar y transmitir. De ahí que tengamos estos resultados previos que apoyan que nuestra candidata a vacuna tiene buen potencial.
—¿Podría describirnos cómo ha sido el proceso para crear su vacuna y cuáles son los pasos que todavía quedan hasta que se pueda administrar?
—En el desarrollo de una vacuna podemos diferenciar tres grandes pasos: uno de ellos es construir la vacuna en el laboratorio, mediante ingeniería genética, en la que uno construye los elementos que forman la vacuna, y hacer los primeros experimentos en el laboratorio; la siguiente etapa, es demostrar que esa vacuna que se ha construido en el laboratorio, en animales, como los ratones o hamsters, que son modelos sencillos, consigue inducir una buena respuesta inmune, consigue proteger a los animales frente a la infección, de la enfermedad y la muerte; y la siguiente etapa, es cuando ese candidato ya se prueba en humanos y se demuestra que en humanos también puede proteger. Lo que nosotros hemos hecho hasta ahora es construir este prototipo en el laboratorio mediante ingeniería genética. Lo hemos caracterizado en cultivos celulares, hemos profundizado en cómo hacerlo, cómo mejorarlo, hemos ido incorporando los cambios que han aparecido en las nuevas variantes, la variante británica, la sudafricana y la brasileña. Estos cambios, que son muy nuevos, los hemos incorporado en nuestro prototipo para tenerlo actualizado al máximo. Estamos a las puertas de probarlo en animales y demostrar que es tan eficaz como lo ha sido su primo hermano. Quedaría la siguiente etapa de probarlo en humanos. ¿Cuándo estaría disponible? Si todo va bien, y en ciencia siempre hablamos con cierto nivel de incertidumbre porque las respuestas las ves cuando has hecho el experimento, esperaríamos tener o haber llegado a experimentos en humanos en el último trimestre del 2021.
— ¿Qué ventajas tendría su vacuna comparada con las ya existentes, que no llegan al 100% de efectividad?
—Como decía antes, las dos grandes diferencias de nuestra vacuna con respecto a otras que hay ya en el mercado que son de ARN mensajero, son que nuestro ARN se multiplica a sí mismo. Significaría que habría que dar una dosis más pequeña y que, por lo tanto, el coste de producir las vacunas sería menor, y esto es muy importante. El coste hace que pueda llegar a mucha más gente y simplificaría también la producción. Si tenemos que dar 100 veces menos la dosis de nuestra vacuna, eso significa que se podrían producir al mismo tiempo 100 veces más dosis. Eso significa que se podría vacunar a la gente más rápidamente, de acuerdo con esta propiedad de que es autorreplicativo. La otra propiedad de la que hablábamos es que nuestra vacuna tiene más componentes del virus, con lo cual la inmunidad posiblemente va a ser más completa. Esto significa que la duración de la inmunidad va a durar más tiempo y, a lo mejor, no es necesario inmunizar dentro de un año. Es decir, puede proporcionar inmunidad a más largo plazo. Y por último, nosotros tenemos experiencia en administrar esta vacuna de forma intranasal, no intramuscular, sino ponerla en la nariz. Al introducirla en los animales vemos que funciona fenomenal y que protege a los ratones al 100 %. Esto significaría que esta vía de administrar la vacuna es mucho más sencilla que tener que ponerla intramuscularmente. Tienen también la ventaja de que está preparando a nuestro sistema inmune justo por donde entra a nuestro cuerpo, en la misma puerta de entrada, que es la mucosa respiratoria. Y esa inmunidad que se produce en la puerta de entrada es muy potente porque al virus no le permite ni siquiera entrar en nuestras células. Si no pueden entrar en nuestras células, no se puede replicar y entonces no va a causar enfermedad, pero tampoco va a poder contagiar a otros. Es decir, que daría una inmunidad esterilizante, porque no deja que el virus crezca y se contagie a otros, y así se interrumpe la cadena de contagios y de transmisión a otros. Es la inmunidad ideal a la que aspira cualquier vacuna.
—En España hay nueve vacunas en proceso. ¿Qué diferencias hay con otros países como Estados Unidos, Alemania o Inglaterra donde ya lo han conseguido?
—La principal diferencia, como os decía antes, es que el proceso de desarrollo de una vacuna empieza produciendo ese prototipo de vacuna en el laboratorio, probándolo en animales y en humanos y, finalmente tiene que llegar a las fábricas, a las grandes compañías farmacéuticas que son las que tienen la capacidad de producir millones de dosis de vacunas y llevarlas al mercado. En España todos los candidatos a vacunas que se están desarrollando vienen de laboratorios de investigación que tienen experiencia en hacer otras vacunas, de laboratorios que tienen experiencia en coronavirus, como el nuestro. Digamos que hemos empezado por la casilla uno del camino de las vacunas y hemos desarrollado candidatos en el laboratorio, las estamos probando en animales, y luego tenemos que llegar a las compañías farmacéuticas, que son las que pueden producir las vacunas. A veces este salto no es sencillo porque, a lo mejor, en España ni siquiera hay grandes compañías farmacéuticas que puedan hacer las vacunas. A diferencia de lo que sucede aquí, en otros países como EEUU o el Reino Unido, en el caso de las vacunas que ellos han desarrollado la iniciativa ha partido de la propia farmacéutica. Es decir, que la fábrica que va a producir las vacunas, ella misma busca a un laboratorio y toma la tecnología del laboratorio para, directamente, producir las vacunas. Por lo tanto, han saltado directamente casi a la casilla 10 del proceso de fabricar vacunas, lo que les ha permitido ir de una forma más rápida, porque la iniciativa ha venido de la gran compañía farmacéutica como ha podido ser Moderna, Pfizer o AstraZeneca, que se han aliado con un laboratorio de investigación y se ha puesto casi desde el principio a producir vacunas, a llevar ensayos clínicos en humanos y a producirlas para distribuirlas. En España, de donde ha partido la iniciativa es de pequeños laboratorios de investigación, que estamos dando los pasos poco a poco. Esta es la gran diferencia y de ahí la velocidad de un proceso o de otro.
—Como codirectora de un laboratorio tan importante como el Centro Nacional de Biotecnología, ¿qué necesitan los científicos en España para ser más competitivos internacionalmente?
—A pesar de que somos un país pequeño, a pesar de que la inversión en ciencia nunca ha sido tan potente como en otros países, y como ha sido siempre en la historia, en España hay muy buena calidad científica. Por una parte, hay muy buena formación de los científicos españoles y, cuando una persona hace una tesis doctoral en España y quiere continuar en el extranjero su carrera, están muy bien valorados, porque tienen muy buena formación, son gente trabajadora, con nuevas ideas y son gente creativa. Aquí en España, aunque a pequeña escala, nuestras ideas son tan competitivas como las de otros países. Se publica en revistas internacionales tan buenas como en las que puedan publicar los grandes grupos americanos, británicos y de otros países europeos. La diferencia está en nuestra pequeña escala: somos relativamente pocos y hay poca inversión. Los candidatos a vacunas que se están desarrollando en España son tan competitivos y tan buenos, como desarrollos e ideas, como los que se están haciendo fuera. La gran diferencia es la que señalamos antes: que en España ese salto a las grandes compañías farmacéuticas no es tan sencillo.; aquí no tenemos este tejido empresarial e industrial tan potente como en otros países que han producido vacunas de forma más rápida.
—Además es usted mujer y científica. ¿Cómo ve la situación de las mujeres investigadoras en España y qué cree que queda todavía pendiente de mejorar?
—Aquí lo que sucede es que en carreras de ciencia, en particular las que tiene que ver con la biología, cuando empezamos la carrera investigadora hay tantas mujeres como hombres, o quizás hay alguna mujer más. Pero, cuando va avanzando la carrera investigadora hacia los puestos de más responsabilidad, los jefes de laboratorio, ahí sigue habiendo predominio de hombres, y esto es algo que llevamos arrastrando desde el pasado. Yo espero que las cosas vayan cambiando; es decir, que si empezamos el mismo número de mujeres que de hombres a hacer la tesis doctoral, y empezamos esa carrera investigadora igualados, terminemos la carrera investigadora como jefes de laboratorio y responsables de proyectos un número parecido. ¿ Y cómo se consigue esto? Pues por una parte, desde el punto de vista de las instituciones, no debería haber discriminación y, de hecho, no la hay. En las oposiciones se pueden presentar tanto hombres como mujeres en igualdad de condiciones, pero socialmente, a la hora de renunciar a la carrera profesional por razones personales, quizá todavía hay más mujeres que hombres que lo hacen, y esto, con el tiempo, espero que sea algo que cambie. Que una mujer no tenga que renunciar a su carrera profesional por tener una familia, por tener una vida familiar, una vida personal más plena. Ojalá consigamos cambiar la sociedad de forma que las tareas en casa, la responsabilidad familiar, se comparta entre hombres y mujeres. Y las mujeres, si quieren llegar hasta el final de la carrera investigadora, lleguen sin que hayan tenido que renunciar a nada. Este es un cambio que se va construyendo poco a poco y en el que todos tenemos que contribuir; primero, sabiendo que una mujer tiene el mismo potencial que un hombre para ser un investigador, para dirigir un laboratorio; y segundo, que la sociedad contribuya a que esto sea posible y a que las mujeres puedan alcanzar todos los puestos a los que ellas quieran llegar sin ninguna clase de limitación.
—Recientemente hemos visto en las noticias que algunas vacunas como Janssen y AstraZeneca pueden producir trombosis. ¿Cuál es la causa de este efecto secundario y cómo se puede prevenir?
—La causa directa no la sabemos todavía. Es lo que en ciencia llamamos “el mecanismo por el que se produce algo”. Digamos que es lo más complejo y lo más difícil que uno puede hacer en ciencia. Se hace a través de la observación, y la observación indica que se han producido casos de trombos y de trombocitopenia, que es la bajada del número de plaquetas, en muy pocas personas de las que se han vacunado. Se lo poquito que se sabe todavía de cuál es el mecanismo, parece que se debe a una respuesta inmune equivocada o errónea. ¿Qué es lo que sucede con estas vacunas? Estas vacunas de AstraZeneca y Janssen consisten en un vehículo de adenovirus, que es un virus domesticado y atenuado que actúa como un vehículo que lleva un pasajero, que es la proteína del coronavirus. La lleva para presentarla al sistema inmune, este la reconoce y puede reaccionar contra el virus. Cuando uno vacuna a alguien con esta vacuna, está introduciendo en esa persona millones de vehículos que llevan el pasajero que nos interesa, pero el vehículo es complejo y tiene muchas piezas; nuestro sistema inmune no distingue y genera una respuesta contra el vehículo y también, contra nuestra proteína de interés, la del coronavirus. De toda esa respuesta inmune, parece ser que algunos de los anticuerpos reconocen al vehículo y luego reconocen cosas nuestras, reconocen una parte de nuestras plaquetas, y, al reconocerlas, hacen algo que no debería suceder, que se unen a las plaquetas, se activan y producen trombos. ¿En cuántas personas sucede esto? Desde luego que sucede en muy pocas. ¿Cuáles parecen ser esas personas? Parece que podrían ser mayoritariamente mujeres jóvenes. ¿Por qué sucede en mujeres jóvenes? Por razones genéticas, por razones hormonales; normalmente en las mujeres se dan con más frecuencia estas enfermedades autoinmunes. Son enfermedades en las que nuestro sistema inmune reacciona con demasiada potencia, que en lugar de actuar contra lo extraño, reacciona contra lo propio, y es lo que podría estar sucediendo con estas vacunas. Lo que están haciendo las agencias reguladoras es ver si pueden definir cuáles son las personas que tienen más riesgo de tener estos efectos adversos, que podrían ser, como digo, mujeres jóvenes. Lo ideal sería poder utilizar esta vacuna en otros grupos de población en los que el riesgo sea mínimo. Esto, por una parte, es lo que se está haciendo, y por otra, es muy importante identificar el problema, es decir, que los médicos puedan saber cuándo una persona se ha vacunado y qué síntomas pueden tener que indiquen que puede haber problemas, para reaccionar lo antes posible y salvar a esa persona. Parece que hay una serie de síntomas que están claros y que hay tratamientos que pueden ser muy eficaces. Por lo tanto, los médicos tienen que estar acostumbrados a reconocer cuáles son los síntomas y saber cuál es el tratamiento que tienen que dar para que el riesgo de las vacunas se reduzca al mínimo.
—Para prevenir el contagio y bajar las cifras de personas infectadas se pueden tomar medidas muy variadas como la distancia social y el uso de mascarillas. ¿Qué quedará de esas medidas en el futuro aunque se consiga controlar la COVID-19 y cuándo cree que se conseguirá una normalidad completa?
—Iremos viendo cuándo las cosas vayan mejorando. En principio, viendo la situación en la que nos encontramos y viendo el ritmo al que están llegando las vacunas, puede ser que en el último trimestre de este año podamos tener un nivel de población vacunada por encima o alrededor del 70%. Eso significaría que, en una gran mayoría de la población, el virus iba a tener dificultades para transmitirse, y eso impediría estos contagios tan extensos que estamos viendo ahora. Aún así, habrá que ir viendo conforme vayan aumentando las vacunaciones el efecto que eso tiene en los contagios. Esto se está viendo ya en países que han vacunado muy rápidamente a la gente, como por ejemplo Israel, o algún otro país en los que han visto que, conforme va aumentando el nivel de vacunaciones, los contagios disminuyen. En función de esto, habrá que ver si nos podemos ir librando de algunas de estas medidas o no del todo. Pienso que abandonar las mascarillas o cierta distancia social no debe ser algo que sea de un día para otro. Es decir, que digamos que ya tenemos el 70% de la población vacunada y pensemos en un adiós a las mascarillas y a la distancia. ¿Por qué? Porque sabemos que las vacunas hacen algo muy importante: protegen de la enfermedad, protegen de la muerte, pero no protegen completamente de que una persona vacunada se pueda infectar y pueda contagiar a otros. Sabemos también que las vacunas no protegen al 100%, es decir, que puede haber personas que, o bien no se han vacunado todavía, o que no han tenido una protección completa con la vacuna. Mientras exista esa parte de la población que todavía no está protegida, no podemos olvidarnos de las precauciones que estamos tomando ahora. Todavía hay una incertidumbre importante porque no sabemos cuánto tiempo va a durar la inmunidad, es decir, lo que sabemos hasta ahora, es que parece que la protección y la inmunidad, cuando uno se vacuna, puede durar 4, 5 ó 6 meses, pero no sabemos si va a durar un año o dos. Nos encontramos todavía en una situación en la que no podemos garantizar que, a partir de que te vacunes, la población va a estar perfectamente, y vamos a recuperar nuestra vida de antes. Tenemos que ir vigilando, y tenemos que ir con cuidado para no tomar medidas demasiado alegremente y que nos devuelvan a una situación a la que no queremos volver. Entonces, es muy importante que nos vayamos vacunando todos, lo que va a cambiar completamente la situación general, pero creo que el uso de mascarillas y la distancia habrá que ir desprendiéndose de ellos poco a poco, conforme veamos cómo va cambiando la situación epidemiológica. En cualquier caso, algunas de estas cosas que hemos aprendido son positivas. Hemos visto que el uso de las mascarillas y la distancia nos ha protegido frente a la gripe, por ejemplo. Afortunadamente, ha habido muy pocos casos de gripe durante la pandemia porque el uso de las mascarillas está protegiendo de otras infecciones respiratorias. Quizás es una buena costumbre que en la época de gripe en invierno nos protejamos con mascarillas como hacen en otros países, como Japón, que son más dados a esto. La higiene de las manos protege también de la transmisión. O sea, que hay ciertas medidas que han podido venir para que las incorporemos a nuestra vida y que las utilicemos cuando sea necesario.
—Ya para finalizar, ¿qué ha aprendido de esta pandemia que nos pueda ser útil para prevenir pandemias futuras y cuál sería la posibilidad de desarrollar una vacuna contra todos los tipos de coronavirus?
—Quizás una de las principales lecciones que hemos aprendido todos es algo que en teoría sabíamos: siempre decíamos que los coronavirus son virus emergentes, es decir, que pueden aparecer, que tienen potencial pandémico. ¿Por qué decíamos esto? Porque los coronavirus existen en la naturaleza, en reservorios, que son los murciélagos, y desde ahí hemos visto en el siglo XXI que este es el tercer coronavirus que salta desde su reservorio natural, que son los murciélagos, a los humanos. Por lo tanto, la posibilidad de que aparezca otro coronavirus que cause una epidemia o una pandemia, es una posibilidad bastante realista. Por lo tanto, hay que estar preparados. ¿Y cómo lo hacemos? Pues es importante hacer una vigilancia de los virus que hay en los murciélagos, que en algún momento pueden llegar a saltar. Vigilarlos en el sentido de ver cómo son, qué secuencia tienen y, a partir de ahí, la idea de construir por adelantado una vacuna, como tú mencionabas, una vacuna que tenga el potencial de defendernos contra distintos coronavirus que son de la misma familia, que tienen cosas en común y que tienen cosas diferentes. Todo este proyecto de desarrollar esta vacuna que nos proteja contra distintos coronavirus es un proyecto muy ambicioso, porque no es tan sencillo conseguir una vacuna que proteja contra virus que sean distintos, pero es una línea de trabajo muy interesante en la que habrá que seguir investigando. También la idea de ir experimentando y probando antivirales y medicamentos que tengan efecto frente a distintos virus de la misma familia y que en el momento en que pueda aparecer un coronavirus, podamos recurrir a nuestra estantería de los antivirales y echar mano de uno que reconoce y que protege frente a distintos coronavirus sin necesidad de tener que empezar a hacer el trabajo, sino que ya esté medio hecho, y que eso nos permita dar una respuesta muy rápida. ¿Todo esto qué implica? Implica trabajo de investigación e invertir en ciencia. Pero la ciencia no se hace de un día para otro, es decir, no es un programa de ordenador que se ejecuta en unos segundos, sino que son ciencias experimentales que requieren de todo un tiempo de experimentación en el laboratorio, en animales, y todo esto requiere tener personal formado y requiere tener laboratorios de alta seguridad que funcionen. Es decir, hay que estar preparados y no a la espera con los brazos cruzados, sino con los deberes hechos; y tener los deberes hechos implica que la gente se forme en ciencias, en particular en estas familias de virus que sabemos que pueden causar problemas y que tengamos a punto la formación del personal, las instalaciones y el conocimiento de estas familias,; todo esto implica una colaboración de científicos, de autoridades, que son las que dan el dinero finalmente, y que en la sociedad haya gente interesada en trabajar en esto. Es un desafío ambicioso, complejo, en el que creo que todos podemos estar implicados y ayudar a que, si esto sucede, quizás estemos un poquito mejor preparados que ahora.
—Quería hacerle una pregunta relacionada con el proceso de fabricación de las vacunas. ¿Cuál es el paso más costoso o el paso más complicado a la hora de realizar una vacuna como la que están creando ustedes?
—En el proceso de producción a gran escala, la dificultad que hay depende de la tecnología con la que se construyan las vacunas, porque no todas las vacunas son iguales. El caso de las vacunas de ARN mensajero es un proceso más complejo porque implica químicamente hacer una serie de reacciones en las que, por una parte, se produce un ARN mensajero; y por otra parte, se produce el envoltorio y se hace la combinación. Todo esto tiene que llevar muchos controles de calidad para asegurar que la vacuna que estamos produciendo es tan buena y eficaz como la que uno ha probado al principio. Pero cada vez que se produce un lote en una empresa, hay que garantizar que es igual de buena que la del principio y, además, que no tiene ninguna cosa que nos pueda hacer daño. En el caso de estas vacunas de ARN, la producción es realmente compleja, y de ahí que tengan ese pequeño inconveniente. A pesar de que son muy eficaces y seguras, la parte de la producción es el principal inconveniente de esas vacunas. En el caso de las vacunas de adenovirus, se producen de forma más sencilla porque es un trabajo que se realiza en las células y ellas solas van produciendo la vacuna; es más sencillo de producir pero tienen otros inconvenientes, porque quizás el nivel de eficacia no llegue a los extremos de las vacunas de ARN.
—Al recibir las dos dosis de una vacuna, ¿por qué hay personas que se infectan?
—La mayor parte de las vacunas que se están administrando han demostrado que nos protegen de la enfermedad y de la muerte, pero no dan una inmunidad esterilizante completa. Eso significa que el virus puede llegar a esa persona que está vacunada y se va a encontrar con una resistencia, que es la respuesta inmune. Esa respuesta que tiene nuestra inmunidad no le va a permitir causar una enfermedad grave, no le va a permitir hacernos daño, pero sí que va a poder jugar un poco; es decir, el virus va a poder entrar en las células de nuestra nariz, se va a multiplicar y, si esa persona se hace una PCR, va a dar positivo y mostrar que se ha infectado y que va a poder infectar a otros. Siempre que una persona vacunada no tiene inmunidad del 100%, esterilizante, se va a poder infectar aunque la infección sea mínima; es decir, a ella no le va a causar daño, pero va a poder contagiar a otros. Por otro lado, también está el factor de que no todas las personas respondemos igual a las vacunas. En general, las personas mayores tienen menos capacidad para dar una respuesta inmune potente. También hay personas que tienen un sistema inmune que es menos fuerte o potente que el de otros. Esto lo que hace es que la eficacia de la vacuna no sea del 100%; es decir, que de 100 personas vacunadas, 95, 90 u 85 se protegen, pero hay un porcentaje mayor o menor que no se protege del todo. Esas personas siguen siendo vulnerables, pueden seguir infectándose o, incluso, teniendo la enfermedad. Esto no es todo o nada; las vacunas están siendo muy eficaces, tienen porcentajes de eficacia muy buenos, pero la protección no es del 100%, y, por lo tanto, no podemos desprendernos alegremente de las medidas de precaución n que ya estamos tomando, porque hay una parte de la población que todavía está desprotegida.
—Acaba de decir que el coronavirus nos los contagiaron los murciélagos. ¿Cómo es el proceso del contagio y qué podemos hacer en el futuro para evitar esta transmisión?
—El salto a la especie humana de un virus nuevo que viene de animales que contienen estos virus es algo que se puede producir pero que no sabemos cuándo, porque depende de que aparezca un virus que adquiera una propiedad nueva que le permita saltar a la especie humana y pasar de una persona a otra, transmitirse muy bien de humano a humano. La forma que tenemos de evitar una situación como la que hemos vivido es aumentar la vigilancia, y esto se consigue normalmente cuando una persona se encuentra mal y tiene una infección o no sabe lo que tiene; sencillamente no respira bien o tiene una neumonía, va al hospital y ahí va a averiguar qué es lo que le ocurre. Hay una serie de pruebas que permiten identificar cuál es la causa, el virus o la bacteria que está causando la enfermedad. Estas son técnicas de diagnóstico moleculares que permiten identificar que se tiene el virus de la gripe. Por eso es muy importante incorporar a esa vigilancia los coronavirus, de forma que, en el momento que una persona va al hospital y tiene una neumonía o un proceso respiratorio que no se sabe muy bien a qué se debe, se pueda identificar rápidamente si es un coronavirus y activar todos los procesos de alerta que identifiquen con quién has estado, dónde has estado o de dónde puede venir esto. De esta forma podremos limitar la transmisión lo antes posible y evitar que no nos enteremos de que hay un virus circulando cuando tenemos ya 10.000 personas que se han podido infectar. Entonces, el aspecto de la vigilancia epidemiológica, de poder detectar en los sistemas de diagnóstico de los hospitales, que hay un coronavirus que está causando enfermedad es importante. Es importante tener muy presente que estos virus pueden causar epidemias o pandemias. Identificarlos lo antes posible es esencial para evitar que el virus tenga esta expansión viral que se nos escapa de las manos y ya es complicado poder controlarlo. Por eso, la respuesta rápida es fundamental para evitar que el virus no nos supere y esté demasiado extendido como para contenerlo.