África González

Inmunóloga

La profesora González (centro) en su laboratorio del Centro de Investigaciones Biomédicas (CINBIO) de la UVigo. / CEDIDA

“Es verdad que han empezado a hablar de la vacuna rusa o de la china, pero lo importante es saber de qué están hechas”

La investigadora confiesa lo complicado que es desarrollar una vacuna, ya que debe pasar diferentes etapas antes de ser aprobada

MARIO COMOJO GESTO Y BERTA MASIDE LÓPEZ | Vigo-Santiago de Compostela

África González Fernández (Madrid, 1962) se licenció en Medicina y Cirugía en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) con premio extraordinario.​ Realizó la especialidad de Inmunología en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid entre 1986 y 1991, al mismo tiempo que escribía la tesis doctoral. La leyó en la Universidad de Alcalá en 1991 y,​ al acabar su especialidad, pasó cuatro años en el Laboratory of Molecular Biology de Cambridge (RU) bajo las órdenes del Premio Nobel César Milstain. Allí realizó estudios sobre el proceso de hipermutación somática y avanzó en el uso de técnicas innovadoras en su campo de investigación. En 1996 vuelve a España con una beca de retorno como docente en la Universidad de Vigo. Allí crea la primera área de Inmunología en Galicia y se convierte en catedrática de Inmunología en 2009. De 2016 a 2020 es presidenta de la Sociedad Española de Inmunología y forma parte, entre otros muchos proyectos, de plataformas europeas y españolas de nanomedicina.​

—Como inmunóloga, catedrática de universidad y cofundadora de la empresa Nanoimmunotech, ¿cómo se ha visto modificado su trabajo por la COVID-19?

—Inicialmente el centro lo cerraron y, por tanto, nos tuvimos que ir a casa. Nos afectó mucho porque teníamos un proyecto muy importante y tuvimos que pararlo.

—Como investigadora en vacunas, ¿cómo es su experiencia con el desarrollo de estas?

—Desarrollar una vacuna es bastante difícil. Lleva mucho tiempo porque pasa por muchas etapas: primero, se hacen estudios en laboratorios; después, una etapa de ensayos preclínicos en los animales, que habitualmente se hacen en ratones y monos antes de ir a humanos; y, luego, están todas las fases clínicas de los ensayos en humanos. Eso normalmente lleva mucho tiempo. Hemos visto ahora que con las vacunas para la COVID en menos de un año hemos podido tener varias vacunas con mucha eficacia.e ha visto que, poniendo dinero y muchos grupos a trabajar, es posible conseguirlo.

—En la creación de las vacunas, ¿qué pasos hay que seguir para que una vacuna llegue a estar aprobada?

—En la primera fase, una vez que ya se hayan hecho los estudios in vitro, hay que hacer unos ensayos que se llaman preclínicos. Normalmente se desarrollan modelos animales en ratones, hamsters, cobayas y monos. Después, las fases clínicas requieren un mínimo de tres fases. Esto es obligatorio para que una vacuna se pueda aprobar. En la primera fase se utilizan pocas personas, todas voluntarias, que suelen probar varias dosis. Aquí se estudia si hay toxicidad. En la fase dos ya se incrementa el número de personas. Lo que se estudia es si hay respuestas inmunitarias frente a la vacuna y su seguridad. En la fase tres ya se estudia si la vacuna protege de la enfermedad, se ve si hay respuesta o no, se estudia si protege de la enfermedad y también hay que analizar la seguridad. Una vez que esas fases clínicas están listas, las agencias reguladoras analizan todos los datos y, si todo está correcto y el beneficio de la vacuna supera los supuestos efectos secundarios, esa vacuna se aprueba. Ahora están aprobadas la vacuna de Pfizer, la de Moderna, la de AstraZeneca y también la de Janssen, por lo que tenemos cuatro vacunas aprobadas para la COVID-19.

—Debido a los diferentes tipos de vacunas, ¿están creando otras para niños de nuestra edad?

—Por debajo de doce no se ha aprobado, todavía, ninguna vacuna, pero hay algunas empresas que ya están anunciado vacunas para edades entre doce y dieciocho años. Algunas ya se habían probado para mayores de dieciocho. Hay algunas vacunas que se está viendo que son eficaces.

—Estamos asistiendo a la llegada de diferentes nombres comerciales para las vacunas. ¿Cuáles son los principales tipos de vacunas y qué diferencias presentan entre ellas?

—Es verdad que han empezado a hablar de la vacuna rusa o de la china. Lo importante es saber de qué están hechas. Por una parte, las vacunas de Pfizer y Moderna, que son muy parecidas, están basadas en ARN. El ARN es un tipo de código genético que es el intermedio del ADN y la proteína. Esas vacunas, al inyectarlas en nuestro cuerpo, van recubiertas por una cubierta de lípidos que protege y el ARN va dentro. Lo que sucede es que la célula con esa información construye esa proteína. Es como si fuéramos con un plano a una fábrica, fabricamos muchas de estas estructuras y la empresa construye muchas y, una vez que ya hayamos acabado, el plano se tira y esas estructuras salen de la célula. El sistema inmunitario va a ver a esa proteína extraña, va a reaccionar frente a ella, para después tener células de memoria que van a responder cuando llegue el virus y esa persona va a quedar protegida contra el virus. Estas son las vacunas de ARN. La otra vacuna autorizada, la de AstraZeneca, está basada en un virus que ya conocemos, un adenovirus. Han modificado el adenovirus y han puesto una proteína del virus de la COVID-19, que es una mezcla de los dos. Ese “adenocoronavirus”, al ser inoculado, es un virus que no se replica. Al presentar las proteínas vamos a hacer que nos den respuesta tanto frente al adenovirus como frente a esa proteína. Otro tipo de vacunas son aquellas en las que utilizamos solo la proteína. Se suelen utilizar proteínas de tipo recombinante, que se hacen en el laboratorio. Normalmente se utilizan células de insecto, de baculovirus, bacterias o levaduras. Crecemos la proteína en grandes cantidades y con eso se prepara la vacuna. También pueden ser patógenos atenuados o muertos.

Xacobo con una de sus compañeras en una de las grabaciones del proyecto Xeoclip. / CEDIDA

—¿Cómo afectan las vacunas a nuestro sistema inmunitario?

—Lo que se pretende con las vacunas es engañar al sistema inmunitario. Le estamos metiendo algo que se parece al patógeno, pero no queremos producir la enfermedad. Entonces, el sistema inmunitario ve lo que le hemos metido, le engañamos, se cree que ha entrado un virus o una bacteria y lucha contra él. Ahí se producen células de memoria que van a estar preparadas para la siguiente vez que venga el patógeno. Como lo hemos engañado, esa proteína, o ese ARN, o ese adenovirus, no produce la enfermedad pero sí que induce una buena respuesta inmunitaria. Es tan potente, que se ha visto que, en algunos de ellos, produce una protección de más del 95%. Por tanto, produce una buena respuesta inmunitaria y esa memoria va a quedar en nuestro organismo. ¿Cuánto tiempo? No lo sabemos. No sabemos si va a quedar un año o si vamos a tener que revacunar. Todavía no lo sabemos.

—Con toda la polémica que se está creando sobre los efectos secundarios de las vacunas, ¿de qué modo considera que está justificada?

—La mayor parte de los efectos secundarios de las vacunas son muy muy leves, duran muy pocos días. Suelen ser un poco de fiebre, malestar y cansancio, casi como si tuviéramos una gripe. Y esto lo que nos está indicando es que la respuesta inmunitaria está haciendo su efecto, que está funcionando ante esa vacuna. De hecho, las personas jóvenes son las que más efectos secundarios están teniendo. Otro tema aparte es la aparición de unos trombos muy raros, que se están viendo con alguna de las vacunas. Como digo, son casos muy raros y, si los comparamos con la muerte que puede producir la COVID o también las secuelas que la propia enfermedad produce , los beneficios de la vacunación, incluyendo esta con la que se ha relacionado el estado de trombos, pesan muchísimo más los beneficios que produce la vacunación. ¿Qué es lo que han decidido las autoridades españolas? Pues viendo cuáles eran los efectos secundarios, sobre todo en las personas menores de sesenta años y para minimizar riesgos, han decidido poner la vacuna solamente para mayores de sesenta años. Esta medida también la han adoptado otros países europeos, por ejemplo, Alemania e Italia; Francia ha decidido por encima de cincuenta y cinco e Inglaterra por encima de treinta. Aunque son casos muy raros, esta es una decisión para que, por lo menos, a la gente joven este problema no le afecte.

—¿Y qué pasa si una persona recibe una dosis si es menor de sesenta años?

—A las personas que ya han recibido una dosis, nosotros, dentro de la Sociedad Española de Inmunología, de la que fui presidenta durante cuatro años hasta el 2020, lo que les decimos es que mejor que reciban la segunda vacuna de esa misma compañía. Los estudios científicos han demostrado que esas dos dosis de vacunas dan una protección muy buena. Tampoco se han visto muchos casos de trombos, sobre todo en Inglaterra, después de recibir la segunda vacuna. Por tanto, los riesgos que van a tener estas personas van a ser mínimos. Nosotros pensamos que se debe poner la segunda dosis de la vacuna AstraZeneca. En el caso de que el gobierno decida dejar una vacuna, se ha visto que protege un 70% solo durante unos meses, pero no sabemos después qué va a pasar. Otras personas y otros gobiernos han decidido mezclar vacunas. Ahora mismo se están haciendo estudios, pero todavía no tenemos las conclusiones de si podemos mezclar una de Pfizer y otra de AstraZeneca, porque son diferentes. La primera, como decía, es un adenovirus y estamos creando respuesta en distintas partes, tanto con la proteína S como con el adenovirus. Si hacemos una, no sabemos si estamos haciendo efecto más o menos; por tanto, nosotros decimos que se tiene que poner la segunda dosis de la vacuna.

—Como inmunóloga, ¿cuál es su opinión sobre la fatiga pandémica, es decir, sobre el hecho de que estemos todos cansados?

—Yo no sé si todo el mundo está cansado y habría que hacer estudios. Verdaderamente, ¿qué es fatiga pandémica? Porque, por una parte, hay una serie de empresas que están trabajando mucho más que antes; por ejemplo, empresas que hacen mascarillas, cosas del entorno sanitario, se está también haciendo mucho teletrabajo. A lo mejor esas personas no están cansadas. El concepto de fatiga pandémica está relacionado con unas expectativas. La gente pensaba que esta pandemia iba a durar poco tiempo. Lo que tenemos que hacer es aprender a convivir con el virus. Si seguimos, como estamos haciendo, todas las normas del COVID y haciendo lo que nos piden, como dices tú, esa fatiga pandémica será menor. Cada vez hay más gente vacunada, más gente que cumple las normas, y yo creo que, si seguimos así,nos va a dar una cierta tranquilidad.

—La estrategia del Reino Unido es vacunar a mucha gente con una sola dosis, mientras que en España se intenta completar la vacunación con las dos dosis. ¿Cuál de las dos estrategias puede ser más beneficiosa a corto y a largo plazo y por qué?

—Yo creo que la estrategia que tomó Reino Unido fue porque tenían pocas vacunas. Si tuviéramos muchas vacunas, la mejor estrategia sería poner las dos dosis. Es lo que se ha demostrado científicamente que induce buena protección, que es mejor poner las dos dosis. La estrategia, como dices tú, de Reino Unido, es muy buena a corto plazo, pero a largo plazo, no lo sabemos.

—Según sus conocimientos en inmunología, ¿por qué hay personas que reaccionan peor a la enfermedad y qué características se conocen que empeoran nuestra reacción al virus?

—Hay tres tipos de factores: intrínsecos, de la propia persona, porque se ha visto que la edad es lo que más perjudica y, cuanto mayor seas, más te afecta la enfermedad, ya que el sistema inmunitario lo tienen alterado. Se llama inmunosenescencia. Sin embargo, los niños lucháis mucho mejor contra la enfermedad y tenéis menos síntomas. Otro factor es el sexo: los varones enferman de forma más grave de la COVID. Por otra parte, también lo que afecta mucho es la genética, el tomar diferentes fármacos, el ejercicio moderado o la alimentación. Luego, hay otros factores extrínsecos, que ya no dependen de nosotros; por ejemplo, la exposición al Sol, que está muy relacionada con la vitamina D, determinados fármacos, la nutrición, el ejercicio o el dormir. Después, hay otros factores que dependen del virus, que dependen de cuántos nos hayan entrado a nuestro organismo y las mutaciones del virus.

—Después de recibir las dos dosis de la vacuna contra la COVID-19, ¿de qué modo podríamos infectarnos y qué deberíamos hacer para evitarlo?

—Si recibes las dos dosis de la vacuna las posibilidades de infectarse son muy bajas. Hasta que no tengamos el 60%- 80% de la población vacunada no deberíamos bajar la guardia. Debemos seguir con las medidas tal cual las tenemos.

—Las personas que ya pasaron la COVID-19, ¿de qué modo estarían beneficiadas con la vacuna o es que ya no la necesitan?

—Las personas que se infectaron, lo que se ha visto es que, si reciben la vacuna muy pronto, como tienen el sistema inmunitario que se está poniendo en marcha, tienen muchos más efectos secundarios con la vacuna. Entonces, como se ha visto que el sistema inmunitario se mantiene bien durante seis meses, si hace seis meses que se ha contagiado de COVID-19 y si son menores de 55 años, se tiene que esperar 6 meses para recibir una dosis. Si son mayores de 55 años, se dice también que esperen 6 meses, pero que reciban las dos dosis.

—Debido a las mutaciones del virus en el futuro, ¿de qué modo podríamos tener que vacunarnos cada año como con la vacuna de la gripe y cómo serán esas vacunas?

—En principio tenemos buenas noticias, porque no es como el virus de la gripe que muta, sino que cambian las cepas. En este virus no hay cambio de cepa, hay mutaciones y tenemos variantes; no cambia mucho. Tiene un ARN muy grande que, cuando se replica, es capaz de reparar esas secuencias. Las vacunas protegen en gran parte de las nuevas variantes. Hay menor respuesta frente a la variante sudafricana y brasileña. Por ahora las vacunas no habría que cambiarlas. Pero tenemos que estar preparados. Si aparece alguna variante, las vacunas que se podrían hacer más rápido, son las vacunas de ARN.

—¿Cuál es la vacuna más eficaz y mejor, que no lleva mucho tiempo hacerla?

—Las que cuestan menos tiempo son las de ARN, que es lo que se ha visto, que se puede hacer mucha cantidad en muy poco tiempo. Lo malo es que son más caras porque los componentes para hacer esas vacunas son más caros. El problema no es hacer la vacuna, el problema es la distribución y la conservación, porque hay que mantener la cadena de frío. Las mejores vacunas para la COVID son aquellas con los patógenos atenuados. Lo que nos ha sorprendido es que tenemos un nivel de protección con estas vacunas muy bueno, pero no sabemos si nos va a durar más de un año.

—¿Los animales en los que se prueban las vacunas pueden contraer el virus?

—Sí. Lo que se hace cuando se prueban en animales es infectarlos para ver si la vacuna les protege ante el virus. Estos son los primeros ensayos, los preclínicos. Se ha visto en zoológicos que se infectan los leones, los tigres, los gatos, los hurones y visones. De hecho, en Rusia están creando una vacuna para los animales, para que estén protegidos contra la COVID-19.

—Como ha dicho que la vacuna AstraZeneca te produce trombos, me preguntaba si con la vacuna Janssen pasaría lo mismo.

—Los casos de trombosis, como ya dije, es muy difícil que tengas, pero creo que en una rueda de prensa dijeron que vacunaron a 54 millones de personas y solo 222 de ellas sufrieron trombosis. Por lo tanto, la incidencia es muy baja. Si el efecto está producido por los adenovirus, podría también darse con la vacuna Janssen y la vacuna Rusa. No tenemos datos de la vacuna rusa y de Jansen, pero ya se vieron algunos casos. Podría ser debido al propio adenovirus o a otros excipientes. Ahora se está investigando a qué se deben los trombos. En unos estudios alemanes y austríacos se ha visto que pueden deberse a una respuesta inmunológica, de forma que se generasen anticuerpos frente a las plaquetas, lo que las activa y así forman coágulos y disminuyen las plaquetas.

—Para finalizar esta entrevista, ¿qué hemos aprendido con esta pandemia?

—Yo creo que hemos aprendido muchísimo. Por una parte, en el desarrollo tecnológico, ya que nunca antes se habían comercializado vacunas de ARN. También se han desarrollado tests de diagnóstico rápido, PCR. Por otra parte, se ha visto que teníamos que comprar todo de fuera, lo que nos ha hecho ver que teníamos que ser más autónomos en Europa. También hemos aprendido que necesitamos muy pocas cosas para vivir, que podemos trabajar a distancia y que se pueden hacer muchas cosas con las nuevas tecnologías. Por último, también tendríamos que prepararnos más, por si vienen otras pandemias futuras.