Friedrich Nietzsche

La muerte de Dios

El más importante de los acontecimientos recientes, «la muerte de Dios» … empieza ya a proyectar sobre Europa sus primeras sombras… parece que se ha puesto un sol, que se ha trocado en duda una antigua y profunda confianza… Hasta puede decirse, en términos generales, que el acontecimiento es demasiado grande, demasiado lejano, demasiado apartado de la comprensión de todo el mundo para que pueda extrañarse que no haya producido ruido la noticia, y que las masas no… puedan saber lo que se hundirá, por haber sido minada esa fe: todo lo que se apoya en ella y con ella se enlaza y de su savia vive, por ejemplo, toda la moral europea… ¿Estaremos tal vez demasiado dominados todavía por las primeras consecuencias de tal acontecimiento? ¿Es que esas primeras consecuencias, contra lo que debía esperarse, no nos parecen tristes y sombrías, sino que, al revés, se nos presentan como una especie de luz nueva, difícil de describir, como una especie de dicha, de alivio, de serenidad, de aliento, de aurora?... Efectivamente, nosotros los filósofos, los espíritus libres, ante la nueva de que el Dios antiguo ha muerto, nos sentimos iluminados por una nueva aurora: nuestro corazón se desborda de gratitud, de asombro, de expectación y curiosidad, el horizonte nos parece libre otra vez, aun suponiendo que no aparezca claro; nuestras naves pueden darse de nuevo a la vela y bogar hacia el peligro: vuelven a ser lícitos todos los azores del que busca el conocimiento; el mar, nuestra alta mar, se abre de nuevo a nosotros, y tal vez no tuvimos jamás un mar tan ancho.

La ciencia y la voluntad de verdad

Resulta que la ciencia descansa también sobre una fe y que no puede existir ciencia condicionada. No solo es menester haber dado de antemano contestación afirmativa a la pregunta de si es necesaria la verdad, sino que esa afirmación ha de estar concebida en términos tales que exprese el principio, la fe y la convicción de que no hay cosa más necesaria que la verdad y que en relación a esta todo lo demás es secundario. ¿Y qué es esa resuelta voluntad de alcanzar la verdad? ¿Es la resolución de no dejarse engañar? ¿Es la resolución de no engañar? ... la fe en la ciencia, fe que es indudable que existe… se ha formado a pesar de la demostración constante de la inutilidad y del peligro que hay en el ansia de verdad y en la máxima «La verdad a toda costa»… Por consiguiente, el apego a la verdad no significa «yo no quiero dejarme engañar», sino «yo no quiero engañar, no quiero engañarme a mí mismo ni a los demás», pues no queda otra solución, y esto nos lleva al terreno de la moral… De modo que la pregunta, ¿a qué la ciencia? Se reduce al problema moral ¿a qué la moral, si la vida, la Naturaleza y la historia son inmorales?

La moral como problema

No veo a nadie que se haya atrevido a criticar los juicios de valor; busco inútilmente en este campo intentos emprendidos por la curiosidad científica... Apenas he encontrado unos inicios rudimentarios de una historia de los orígenes de estos sentimientos y de estas valoraciones (lo que difiere de una crítica de éstos y por supuesto de una historia de los sistemas éticos)... Estos historiadores de la moral (principalmente los ingleses) son mentirosos, pues suelen sufrir ingenuamente la exigencia de una moral determinada, convirtiéndose, sin advertirlo, en sus defensores y en su escolta. Admiten, de este modo, ese prejuicio difundido en la Europa cristiana... según el cual la acción moral se caracteriza por el desinterés, la renuncia a uno mismo, el sacrificio personal, el sentimiento de solidaridad, la compasión, la piedad. El fallo habitual de sus hipótesis consiste en afirmar no sé qué pacto de los pueblos, al menos de los pueblos domesticados, respecto a ciertos preceptos de moral, y en concluir determinando la obligación absoluta de éstos para cada uno de nosotros; o, por el contrario, tras haber aceptado la verdad de que las valoraciones difieren necesariamente según los pueblos, concluir en la ausencia de obligación de toda moral; ambas conclusiones son pueriles... el valor de un precepto como “debes” es muy diferente e independiente de semejantes opiniones acerca del mismo precepto y de la cizaña de error que haya podido invadirlo... Una moral puede haber nacido muy bien de un error; esta constatación ni siquiera ha abordado el problema de su valor. Nadie hasta ahora ha examinado, entonces, el valor de la más famosa de las medicinas, llamada moral. Esto exigiría ante todo decidirse a poner en cuestión este valor. ¡Pues bien! ¡En esto precisamente consiste nuestra empresa!