Vida e influencias

Karl Marx: Vida e Influencias

La filosofía moderna, que comenzó con Descartes y halló su culminación con Kant, nos legó una comprensión del hombre como un ser problemáticamente escindido: en el reino de la naturaleza somos animales sometidos a las leyes físicas, mientras que en el reino de la libertad somos sujetos racionales y autónomos. ¿Cómo es posible que habitemos a la vez en dos dimensiones tan claramente incompatibles? El gran reto de la filosofía postkantiana consistirá en devolvernos una visión unitaria de la vida humana, en la que naturaleza y libertad no estén separadas por semejante abismo.

En cierto modo, la obra de Marx intenta abordar ese reto: en su pensamiento vamos a encontrar una tentativa de comprender cómo todos los aspectos de la vida humana emergen de la actividad material de los hombres concretos. Este intento cristaliza en una propuesta teórica de análisis de las sociedades humanas y de su devenir histórico que Marx puso al servicio no sólo de la comprensión del pasado, sino también de la crítica de su tiempo presente —la sociedad industrial del siglo XIX— y de la elaboración de propuestas de emancipación política para el futuro. El impacto que su pensamiento ha tenido en el devenir político del sigo XX ha sido incalculable, y su influencia en la sociología, la economía y la ciencia política actuales sigue siendo digna de estimación.

1. Breve biografía de Karl Marx

Karl Marx nació en Trier, Prusia, el 5 de mayo de 1818. Hijo de un abogado judío convertido al protestantismo, estudió derecho en Bonn y Berlín. En esta última ciudad entró en contacto con los círculos hegelianos y empezó a interesarse por la filosofía, materia en la que terminó especializándose con una tesis doctoral sobre Demócrito y Epicuro. Durante unos años estuvo muy cercano a los pensadores de la izquierda hegeliana, colaborando con La Gaceta del Rin desde 1842 hasta que la censura le forzó a marcharse a París. Allí dirigiría los Anales Franco-Alemanes y escribiría su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843) y los Manuscritos de economía y filosofía (1844). También será en Francia donde inicie su amistad con Friedrich Engels (1820-1895), que se convirtió en su colaborador más cercano. 

Expulsado de Francia, marchará luego a Bruselas y publicará, junto a Engels, La Sagrada Familia (1845). El contacto con la realidad de las luchas obreras lo terminaría alejando de la izquierda hegeliana —alejamiento que cristaliza en sus Tesis sobre Feuerbach y en La Ideología Alemana—. En 1847 ingresa en la Liga de los Comunistas y en 1848 redacta, junto con Engels, el famosísimo Manifiesto del Partido Comunista. Ese mismo año se une a la revolución que había estallado en París, y marcha a Colonia con la esperanza de que la revuelta se extienda también a Alemania. Sin embargo, la revolución fracasará, y Marx tendrá que exiliarse en Londres, donde residirá entre penurias económicas hasta su muerte el 14 de marzo de 1883. 

Será en Inglaterra donde la actividad teórica de Marx —que había arrancado desde la filosofía en Alemania, y se había comprometido con las luchas políticas en Francia— vire decisivamente hacia la economía política. Allí escribió sus obras de crítica económica más acabadas: los Grundrisse, la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859) y El Capital, cuyo primer tomo aparece en 1867.

En la figura de Marx confluyen el filósofo, el historiador, el economista, el periodista y el agitador político. Su vasta obra es un crisol que recoge y unifica ideas que se hallaban dispersas en su tiempo, elaborando a partir de ellas un original y potentísimo análisis crítico de la sociedad de la época. Para poder adentrarnos en su filosofía, es preciso que atendamos primero a las fuentes de las que bebe su pensamiento.

2. Fuentes del pensamiento marxiano (I): la filosofía hegeliana

G.W.F. Hegel (1770-1831) era, para Marx, la cumbre del pensamiento cristiano-burgués, y según él cualquier pensador de su época debía medirse con el legado del filósofo alemán. De Hegel asume Marx su concepción dialéctica del desarrollo histórico, así como el concepto de alienación. En cambio, rechaza su tesis de que el motor de la historia es el desarrollo del espíritu: al reducir al hombre a autoconciencia, el idealismo hegeliano conduce a una concepción abstracta de la naturaleza humana. Para Marx, el motor de la historia serán los hombres materiales y concretos.

Marx llegó a Berlín cuando Hegel ya había fallecido, y su contacto con las doctrinas del maestro se produjo a través de un grupo de discípulos suyos conocidos como la izquierda hegeliana. Frente a los hegelianos de derechas, la izquierda aplicó el método dialéctico de Hegel a un análisis materialista de la realidad. De todos ellos, el filósofo que más influyó a Marx fue Ludwig Feuerbach, gran crítico de la religión que consideraba que el concepto de Dios era una creación del hombre en la cual este proyectaba su propia esencia: en Dios, el hombre se pone a sí mismo fuera de sí, y de este modo se aliena a sí mismo. Marx —que en lo fundamental acepta esta crítica— señalará que Feuerbach sigue viendo al hombre de manera genérica, como un sujeto contemplativo, y radicalizará sus planteamientos materialistas: si queremos entender por qué el hombre piensa como piensa, hemos de atender a las prácticas y a las relaciones sociales concretas de los hombres concretos, porque son ellas las que van a determinar su manera de pensar, y no a la inversa.

3. Fuentes del pensamiento marxiano (II): la tradición socialista

Con la emergencia de la sociedad industrial y las enormes desigualdades e injusticias sociales que comportó su implementación, una serie de autores como Henri de Saint-Simon, Charles Fourier o Robert Owen empezaron a lanzar propuestas de mejora de la sociedad basadas en medidas como la supresión de las herencias, la sustitución de la moneda por bonos de trabajo, la sustitución de la empresa privada por la cooperativa, la distribución rotativa del trabajo, etc. Más adelante Engels denominaría a estos autores socialistas utópicos, para distinguirlos del socialismo científico que Marx habría inaugurado.

Marx tuvo en gran aprecio las críticas y propuestas de estos autores, y gran parte de su pensamiento se construye en diálogo con la tradición socialista y en abierta polémica con pensadores socialistas de su época como el francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865). Sin embargo, los socialistas utópicos hacían una mera condena moralizante al capitalismo, y no un análisis científico riguroso de los mecanismos que movían al sistema de producción. Sus propuestas de reforma, asimismo, eran soluciones pacíficas que apelaban a la buena voluntad de todos, y eran ciegas al antagonismo de clase y a la necesidad de tomar partido por el proletariado en su enfrentamiento con la burguesía.

4. Fuentes del pensamiento marxiano (III): la economía política

Marx recibe una influencia decisiva del pensamiento económico de Adam Smith y, sobre todo, de David Ricardo. Frente al pensamiento de los fisiócratas franceses, los economistas británicos señalaron que el elemento decisivo en la creación de la riqueza de una nación no es la tierra, sino es el trabajo. Adam Smith fue pionero en los análisis de las ventajas productivas que supone la división social del trabajo en los talleres y las fábricas, y los desarrollos de Ricardo en torno a la teoría del valor-trabajo y la ley de hierro de los sueldos (que señala que los salarios reales tienden de forma natural hacia el nivel mínimo necesario para la subsistencia de los trabajadores) fueron decisivos para que Marx forjase los análisis sobre el concepto de plusvalía que luego plasmaría en El Capital.

A pesar de esta influencia decisiva, Marx criticó a los economistas políticos por exponer las leyes de la economía capitalista como si fuesen leyes naturales, eternas, sin darse cuenta de que son el producto contingente del desarrollo histórico. Un desarrollo histórico que, además, se ha levantado sobre la alienación del trabajo humano—realidad a la que no prestan ninguna atención—. El libre mercado y la división social del trabajo defendidas por Smith contribuyen a esa alienación.