La trayectoria intelectual de Descartes

La trayectoria intelectual de Descartes

1. El Mundo de Descartes

La infancia y juventud de René Descartes (1596-1650) transcurrieron durante un tiempo de relativa paz y estabilidad en Francia. Las guerras de religión que habían enfrentado a católicos y calvinistas hugonotes durante la segunda mitad del siglo XVI habían terminado formalmente en 1598 con el Edicto de Nantes promulgado por el rey Enrique IV, mediante el cual se ofrecía a los hugonotes tolerancia religiosa (si bien se les prohibía realizar ceremonias públicas en París). Entre 1598 y 1626, Francia disfrutó de un periodo de relativa paz interna.

España, uno de los enemigos históricos de Francia, había empezado a mostrar signos de debilitamiento desde la década de 1570. Las Provincias Unidas de los Países Bajos proclamaron entonces su independencia. En 1588 se produjo la derrota de la Armada Invencible ante la flota inglesa.

En 1618, cuando Descartes alcanzaba la madurez, dio comienzo la Guerra de los Treinta Años en el Sacro Imperio Romano-Germánico. En un principio, Francia se unió a las fuerzas católicas que apoyaban al Imperio de los Habsburgo. Pero en 1631, con el cardenal Richelieu en el poder, los franceses se aliaron con la Suecia protestante del rey Gustavo Adolfo, que había invadido Alemania un año antes. En 1635, Francia le declara la guerra al Imperio y a España. Suecia y Francia salieron victoriosas de la Guerra, finalizada formalmente con la Paz de Westphalia de 1648. Los tratados de paz dieron carta de naturaleza al nuevo orden europeo compuesto por Estados-Naciones soberanos e independientes que llevaba fraguándose desde los albores de la Modernidad. Con ellos, además, Francia se convirtió en la nueva potencia hegemónica en el panorama europeo.

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Los principios de la Edad Moderna fueron también tiempos de convulsión intelectual. En el siglo XV, con la caída de Constantinopla, nuevos textos griegos se hicieron accesibles en Occidente—entre ellos las obras de Platón. La tradición aristotélica escolástica seguía predominando en las universidades, pero cada vez más languideciente y con menos ímpetu.

En 1513, una sesión del Quinto Concilio Laterano convirtió en artículo de fe que la existencia de Dios y la inmortalidad del alma podían probarse mediante el mero recurso a la razón. Poco después, en 1517, la publicación de las noventa y cinco tesis de Lutero daría el pistoletazo de salida la Reforma Protestante, que desgarró la cristiandad durante todo el siglo XVI. El Concilio de Trento (1545-1563) condenó al protestantismo como una herejía y prohibió firmemente la innovación filosófica. La filosofía aristotélica se convirtió en ortodoxia eclesiástica para la Europa católica de la Contrarreforma.

Sin embargo, desde mediados del siglo XVI se estaban produciendo importantes avances en el ámbito de la filosofía natural, y nuevas doctrinas estaban ganando prevalencia. Estamos en los albores de lo que acabaría siendo la Revolución Científica, cuyo pistoletazo de salida fue la publicación póstuma del De Revolutionibus de Nicolás Copérnico en 1543. Copérnico defendía un modelo cosmológico que situaba al Sol en el centro del universo y a la Tierra girando en torno a él cada 365 días, así como rotando sobre su propio eje cada 24 horas. El modelo copernicano, de resultar verdadero, implicaba un golpe profundo contra los cimientos de la física aristotélica, que afirmaba, entre otras cosas, que la materia terrestre tiende de manera natural a ocupar su lugar propio en el centro del universo. La doctrina copernicana causó poco revuelo en un principio—se la tenía por una mera hipótesis para facilitar los cálculos astronómicos—, pero fue ganando adeptos y viéndose asociada a otras doctrinas novedosas, como la tesis de Giordano Bruno de que el universo es infinito y las estrellas del firmamento son otros tantos soles como el nuestro. Nuevas observaciones astronómicas realizadas por Tycho Brahe llevaron más tarde a Johannes Kepler a refinar el modelo de Copérnico con la constatación de que las órbitas de los planetas son en realidad elípticas y no circulares. En 1610, Galileo Galilei dirigió por primera vez un telescopio al firmamento y constató, entre otras cosas, que existían cadenas montañosas en la superficie de la Luna, que Venus tenía fases como las lunares, o que en torno a Júpiter orbitaban varias lunas. Estas observaciones desmentían la doctrina aristotélica de que los astros son esferas etéreas y de que todos ellos giran en torno a la Tierra. Galileo y Kepler abrazaron la doctrina copernicana, no ya como mera hipótesis de cálculo, sino como una verdad física irrefutable. En su libro El mundo Descartes también iba a defender el copernicanismo, pero después de enterarse de la condena de la Inquisición a Galileo en 1632 decidió no publicarlo.

En los albores del siglo XVII existía también un vivo interés por las teorías no aristotélicas de la estructura de la materia, como la alquimia o el atomismo antiguo. Descartes acepta el concepto de átomo en sus escritos tempranos y, aunque más adelante matizará su postura, su teoría de la materia y del mundo material en general se construye en oposición directa a la teoría aristotélica.

2. El colegio de la Flèche

Entre 1606 y 1615 Descartes cursó estudios en el prestigiosísimo colegio jesuita de La Flèche. Allí fue introducido a la tradición aristotélica dominante tal y como venía siendo interpretada por los filósofos escolásticos en las universidades católicas de Europa desde tiempos de Santo Tomás. Los jesuitas eran, además, excelentes profesores de matemáticas, y el rigor de esta disciplina inspiró los pensamientos iniciales de Descartes en rebelión contra la filosofía de su tiempo. Poco tiempo después de culminar sus estudios, Descartes descubrió algunos resultados matemáticos por los que hoy es merecidamente famoso. Pero desde sus días en el colegio ya cobró conciencia de que, en comparación con la claridad de las matemáticas elementales, la filosofía estaba necesitada de una profunda reforma. Más adelante decidiría cargar sobre sus propios hombros con semejante tarea.

La Compañía de Jesús (nombre formal de la orden religiosa de los jesuitas) fue fundada en España en 1539 por San Ignacio de Loyola. En plena ola de la Reforma Protestante, los jesuitas nacieron con el objetivo de defender la fe católica, y el medio fundamental a través del que desarrollaron su labor fue la educación. La orden fundó nuevos colegios y universidades y asumió el control de muchas escuelas existentes en todos los rincones del orbe.

Los colegios jesuitas, de gran renombre por la gran calidad de sus enseñanzas, atraían a estudiantes de procedencias y aspiraciones diversas. En los seis primeros años de instrucción se centraban en las artes del trivium (gramática, retórica y dialéctica), mientras que en los tres años finales el currículum se completaba con el estudio de las matemáticas y la profundización en las disciplinas filosóficas: lógica, filosofía natural, metafísica y moral. El currículo de los jesuitas seguía la enseñanza de Aristóteles, guiada por los comentarios de los maestros jesuitas a los textos aristotélicos. Aristóteles tenía conocimiento de los textos de Pedro de Fonseca y Francisco Suárez, y sus estudios de filosofía aristotélica se prolongaron hasta 1620. Además, en retórica estudió a Cicerón, autor latino a través del cual pudo familiarizarse con las doctrinas de los atomistas, Platón, los escépticos y los antiguos estoicos. Algunos comentaristas jesuitas describían con detalle—para luego rechazarla—la teoría platónica de que el conocimiento emerge de la pura aprehensión intelectual de Formas separadas del mundo sensible. Descartes acabaría elaborando una teoría del conocimiento más cercana a esta doctrina de Platón que a la del Aristóteles que él estudió. En cualquier caso, su paso por el colegio le dejó la sensación de que el profundo desacuerdo existente entre escuelas filosóficas reducía cualquier posición defendida por ellas al rango de lo meramente probable. Dado que ninguna de ellas alcanzaba el grado de certeza y evidencia de la matemática, era mejor darlas a todas por falsas y partir desde cero.

La matemática enseñada por los jesuitas comprendía tanto las ramas abstractas (aritmética y geometría) como las aplicadas, incluyendo no sólo las clásicas del quadrivium (astronomía y música) sino también óptica, perspectiva, mecánica y arquitectura civil y militar. Tanto la astronomía como la óptica estaban experimentando por entonces una revisión radical.

Tras su paso por La Flèche, Descartes estudió Derecho en la Universidad de Poitiers, graduándose en 1616. Su padre quería que desarrollara una carrera como abogado para que la familia pudiera lograr un título nobiliario, pero Descartes se mostró reacio y, en vez de ello, acabó alistándose en el ejército.

3. Soldado y Matemático

En 1618 Descartes es une a las fuerzas de Mauricio de Nassau, Príncipe de Orange, general del ejército de las Provincias Unidas. Cuando se une al ejército en Breda, las Provincias Unidas estaban en el noveno año de una tregua con España que duraría hasta doce. Como parte de las fuerzas de defensa contra los españoles, Descartes permaneció en Breda sin entrar en acción.

Mientras estaba en la guarnición en Breda, Descarte conoce al filósofo natural Isaac Beeckman, un evento que cambiaría su vida. Los dos conversaron por primera vez el 10 de noviembre de 1618 frente a un cartel que proponía un problema matemático. Descartes estaba ya por entonces interesado en las matemáticas aplicadas y en la arquitectura militar, y ambos hombres se alegraron de encontrar a alguien versado en matemáticas y que hablara en latín. Muy pronto, Beeckman empezó a desafiar a Descartes con problemas de matemática, musicología, cinemática e hidrostática. Animó a Descartes a pensar en los objetos materiales como compuestos de pequeñas esferas redondas o indivisibles átomos de materia. En sus primeros escritos, Descartes abrazaría esta doctrina atomista.

A principios de 1619, Descartes ofreció una solución al antiguo problema de la trisección del ángulo, usando un compás de su propio diseño, y descubrió las soluciones algebraicas a varias clases de ecuaciones cúbicas. Este trabajo le granjeó una nueva comprensión de la relación entre construcciones geométricas y cuestiones algebraicas. Su técnica de tratar las ecuaciones algebraicas como relaciones entre líneas rectas se convirtió en la base de la geometría analítica.

El 26 de marzo de 1619, Descartes le comunicó a Beeckman que había visualizado una ciencia completamente nueva acerca de las cantidades. Combinando líneas que representan cantidades continuas o discretas, el nuevo método podría solucionar «todos los problemas que se pueden plantear concernientes a cualquier tipo de cantidad».

No hay evidencia de que Descartes quisiera encontrar un nuevo método de ningún tipo. Él y Beeckman sencillamente trabajaban en problemas específicos de matemática pura y aplicada. Lo que le sucedió el 1619 presagiaba toda una vida de fascinación y devoción al método, que acabó extendiéndose más allá de la matemática a la física y la metafísica.

4. El Método y la misión vital de Descartes

A pesar de sus logros matemáticos, Descartes no tenía certeza de lo que le depararía el destino. En abril del 1619 escribe a Beeckman sobre sus planes de unirse al ejército en Alemania, donde se estaba gestando la Guerra de los Treinta Años. Los protestantes calvinistas de Bohemia habían desafiado la autoridad del príncipe católico, Fernando, que se había convertido en Emperador en marzo. Al llegar a Alemania, Descartes asiste a la coronación de Fernando en Frankfurt, y de camino a Bavaria para reunirse con el ejército, el invierno le atrapa en la pequeña localidad de Neuburg, al norte de Munich. Allí pasa el invierno y encuentra el tiempo necesario para meditar junto a la estufa de su habitación. Sus reflexiones le llevan a convencerse de la necesidad de extender la claridad de su nueva ciencia de la proporción al resto de ciencias, buscando conexiones claras y distintas entre ideas en otros campos para lograr la misma perspicuidad que ha hallado en el álgebra y la geometría. Y como los principios de las otras ciencias deben derivarse de la filosofía primera y de la filosofía natural, resuelve establecer primero alguna certeza allí. Al parecer, su decisión de reformar las ciencias se vio inspirada en parte por tres sueños que tuvo el 10 de noviembre de 1619. Según sus propias declaraciones, fue en su habitación y junto a su estufa en aquel invierno de 1619 cuando Descartes ideó su código moral provisional. En cualquier caso, hoy sabemos que parte de ese código procede del Traité de la sagesse de Pierre Charron: una copia del libro fue enviada a Descartes por un padre jesuita durante aquel invierno.

Charron era un escéptico, y parce que Descartes estaba bien al tanto del renacer del pensamiento escéptico en su época. Aunque compartía con los antiguos escépticos el deseo de investigar sus creencias y eliminar sus errores, no se sintió inclinado hacia el escepticismo, que duda por el mero hecho de dudar y busca quedar siempre en la indecisión. Por el contrario, Descartes anhela la certeza de las demostraciones matemáticas.

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Durante la década de 1620, Descartes continuó trabajando en problemas científicos y matemáticos. Puede que visitara Ulm y consultara con el matemático Johannes Faulhaber. Puede que estuviera presente en la Batalla de la Montaña Blanca de noviembre, cuando Federico fue derrotado y forzado al exilio en La Haya, donde más tarde, en 1642, Descartes trabaría amistad con su hija la Princesa Isabel de Bohemia (nacida en 1618). Entre 1623 y 1625 estuvo en Italia.

Continuó estudiando filosofía. Para 1630 estaba familiarizado con las obras de los antiaristotélicos italianos: Campanella, Sebastian Basso, Giordano Bruno, Bernardino Telesio, Lucilio Vanini. Estaba al tanto del destino de Bruno y Vanini—respectivamente, en 1600 y en 1619, y que Campanella había sido confinado en su convento durante varios años por su antiaristotelismo y luego encarcelado veintisiete años por herejía. Al retornar a París en 1625 debió saber de la prohibición dictada el año anterior por la Facultad de Teología de la Sorbona de la defensa del atomismo y la alquimia por antiaristotélicas.

Durante estos años, Descartes trabajó intermitentemente en un libro sobre «matemática universal», que presentaba su nuevo método. El manuscrito inconcluso se publicó en latín en 1701 como Reglas para la dirección del espíritu. La obra contiene veintiún reglas de un proyecto que debía constar de treinta y seis. En ella, Descartes se propone extender el método matemático a toda disciplina posible. Defiende, además, que las ciencias en general dependen de ciertas “naturalezas puras y simples” que todo investigador debe buscar en primer lugar. Años más tarde, Descartes destilaría su nuevo método en la segunda parte del Discurso del Método.

Descartes vuelve a París en 1625, y allí permanecerá hasta 1628, trabando contacto con un grupo de intelectuales que incluía a Marin Mersenne. Es por entonces cuando descubre la ley del seno de la refracción y resuelve el problema de la refracción de la luz, lo cual informa su trabajo sobre las lentes telescópicas. Los rumores de su método se extienden. Abandona la redacción de las Reglas y vira hacia la metafísica y la fundación de una nueva ciencia natural.

5. El Giro Metafísico

Entre 1628 y 1629, Descartes reformula su agenda intelectual. Dedicará el resto de su vida a la labor intelectual. Durante su desarrollo, retendrá su método de búsqueda de nociones simples, pero su explicación de la base cognitiva del método cambia.

A finales de 1628 regresará a Holanda, país en el que permanecerá durante más de veinte años, buscando soledad para trabajar y cambiando frecuentemente de residencia.

Por primera vez, se dedica de lleno a reflexiones metafísicas. Sus primeros nueve meses en Holanda los dedica a ello exclusivamente. En abril de 1630 le escribe a Mersenne que ha descubierto «cómo demostrar verdades metafísicas de un modo más evidente que las demostraciones de la geometría». Su carta también reporta que sus investigaciones acerca de Dios y el alma le habían permitido descubrir los fundamentos de la física. En la misma carta anuncia la tesis metafísica radical de que «las verdades metafísicas, que llamáis eternas, han sido establecidas por Dios y dependen enteramente de Él, como el resto de sus creaciones». Esta posición difería de la ortodoxia escolástica aristotélica que sostenía que las verdades eternas están fundadas en la esencia de Dios, bien en su ser o en su intelecto, así como del punto de vista platónico que sostenía que las verdades eternas son independientes de Dios y están fundadas en las Formas eternas que determinan la estructura racional del pensamiento y de todas las cosas existentes.

6. El entierro de el mundo

Descartes interrumpe sus investigaciones metafísicas durante el verano de 1629 para resolver el problema científico de los parhelia. Esta investigación le sirve de acicate para sumergirse más a fondo en la física en general, a la que dedica los tres años siguientes. Surge así el proyecto de El Mundo, una obra que iba a constar de tres partes: un tratado de la luz, con su física general, un tratado del hombre que cubriese la fisiología humana, y un tratado sobre el alma. Sólo sobreviven las dos primeras partes, que no llegaron a ver la luz en vida del autor. Las posiciones que allí defendían eran profundamente antiaristotélicas a múltiples niveles: 

Descartes compone toda la obra como una fábula, en la que Dios crea de cero un universo «como el nuestro». Dios crea una materia única uniforme, cuya esencia es la extensión, compuesta por corpúsculos que varían únicamente en tamaño, forma y movimiento, y cuyas configuraciones dan cuenta de las propiedades y conductas de los objetos. Además, desde el principio de los tiempos Dios imprime una cantidad fija de movimiento a esta materia. Como Dios es inmutable, actúa siempre de la misma manera produciendo el mismo efecto, de modo que preserva esta cantidad de movimiento desde el principio hasta el final. Las leyes universales del movimiento cifran esta actividad divina de creación y preservación del movimiento de la materia. Descartes enumera tres reglas principales según las cuales Dios causa el funcionamiento de la naturaleza, entre las cuales se encuentra el principio de inercia. Estas leyes dependen únicamente de la acción continua de Dios de conservación de las cosas.

En la Europa de la Contrarreforma, contravenir de esta manera la autoridad de Aristóteles en materia cosmológica podía resultar problemático. Y en efecto, en 1633, cuando se entera de la condena de la Inquisición a Galileo, Descartes decide que es más prudente no publicar El Mundo. Aun así, no renunciará nunca a su física y dedicará sus años subsiguientes a ir dándola a conocer progresivamente y, sobre todo, a ir generando un estado de opinión favorable a su recepción. Años más tarde, en sus Principios de Filosofía, Descartes se atreverá por fin a dar a la imprenta los principios de su física, que fue el primer intento sistemático por parte de un autor moderno de ofrecer una explicación unificada de la mecánica terrestre y la celeste. Su combinación de profundidad y extensión carecía de precedente, y fue la base indispensable para la labor que luego emprendería Sir Isaac Newton de unificar la mecánica y la astronomía. No es accidental que Newton estuviera leyendo y anotando los Principia de Descartes durante la década de los 1660, que es cuando empieza a perfilar su sistema.

7. El Discurso del Método

Descartes, como decíamos, no abandona su proyecto de reformar las ciencias. En 1637 ofrece una muestra de su método con la publicación conjunta del Discurso del Método y la Dióptrica, la Geometría y los Meteoros. Escribe estas obras en francés. Usa el Discurso para introducir su programa científico al público, para esbozar algunos resultados metafísicos y para solicitar financiación para sus investigaciones científicas. En la parte cuarta se anticipan sus reflexiones metafísicas en torno al escepticismo, el cogito, la distinción real entre el cuerpo y el alma, la existencia de Dios y la conexión entre certeza y verdad.

Los ensayos publicados junto con el Discurso debían exhibir los resultados del método. Descartes provee la base de la geometría algebraica, incluido lo que luego se dio en denominar el sistema de coordenadas cartesianas. Tomadas conjuntamente, Dióptrica y Meteoros ofrecían una explicación corpuscularista y mecanicista de la luz, el color y otras cualidades secundarias en términos del movimiento de las partículas y el efecto de esos movimientos en los sujetos. El color se convierte en una sensación dependente del perceptor.

Aunque Descartes afirma que los presupuestos de su física se deducen de la metafísica, en el Discurso no ofrece todavía esta deducción. Su intención provisional era defender los principios de su física por sus efectos, es decir, por su capacidad para explicar una amplia variedad de fenómenos, incluidas nuevas observaciones empíricas. La parte cuarta del Discurso no menciona la idea crucial de que la esencia de la materia es la extensión y los prometidos fundamentos metafísicos de su física llegarán con las Meditaciones.

En carta de 1638, Descartes explicaba a un jesuita de La Flèche la razón por la que había omitido la prueba metafísica de su física del Discurso: en ella, empleaba argumentos escépticos que no se atrevía a hacer públicas a una audiencia general.

8. Las meditaciones metafísicas

Los corresponsales de Descartes pronto le presionaron para que proporcionara los prometidos fundamentos metafísicos y la versión completa de su física. En 1639 promete publicar su metafísica, que apareció en latín como Meditationes de Prima Philosophia en 1641, acompañada de objeciones hechas por filósofos y teólogos y de respuestas de Descartes.

Aunque al publicar su metafísica Descartes cumplía su promesa de proporcionar los fundamentos de su física, la obra no revela su intención real. Descartes nunca la hizo pública y pidió a Mersenne, a quién sí reveló por carta que «la pequeña metafísica que te envío contiene todos los principios de mi física», que guardara silencio al respecto. La razón de esta petición es sencilla: la física cartesiana es antiaristotélica de principio a fin, y Descartes quiere que sus lectores reconozcan la verdad de sus principios antes de percatarse de que conllevan la destrucción de los aristotélicos. Descartes quería contar con el apoyo de las autoridades eclesiásticas y que no bloqueasen su publicación.

9. Últimos años

En 1643 Descartes le escribió a la Princesa Isabel de Bohemia que así como creía que es necesario, una vez en la vida, haber reflexionado apropiadamente sobre los principios de la Metafísica, porque son los que nos proporcionan conocimiento de Dios y el alma, también creía que sería muy dañino ocupar el intelecto frecuentemente con este tipo de meditaciones, porque eso impediría que el intelecto se dedicara a las funciones de la imaginación y los sentidos que guían la acción práctica y ayudan en la investigación de la naturaleza.

Una vez publicada su metafísica, Descartes se empleó a fondo en la redacción de un libro de texto que cubriese su filosofía completa. Los Principios de Filosofía, que Descartes proyectó con el objetivo de que reemplazaran el currículum aristotélico de los colegios y universidades, aparecieron en 1644. Su primera parte reexponía la metafísica; la segunda revelaba los principios fundamentales de la física, incluyendo la tesis de que la esencia de la materia es la extensión, la negación del vacío y las tres leyes del movimiento. La tercera describía la formación de los sistemas solares y la transmisión de la luz. La cuarta estaba dedicada a la formación de la Tierra y la explicación de varios fenómenos físicos.

Durante los años 40, Descartes se enfrascó en polémicas en torno a la ortodoxia religiosa de su filosofía. También se enfrascó cada vez más en cuestiones de índole antropológica. Su última publicación en vida fue Las pasiones del alma, publicado en francés en 1649. Contenía la teoría cartesiana de las emociones y su psicología moral. Respondía preguntas de la Princesa Isabel, muy interesada en cuestiones metafísicas concernientes a la interacción del cuerpo y el alma. Otro escrito importante de esta época es el registro de la conversación que Descartes y el joven Frans Burman tuvieron en Egmond, Holanda, a mediados de abril de 1648. Allí leemos importantes interpretaciones del propio Descartes de los argumentos clave de las Meditaciones.

A finales de 1649, Descartes aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia para convertirse en filósofo de la corte en Estocolmo, poco después de que Suecia celebrara la paz de 1648. El clima le resultó inhóspito, y murió de neumonía el 11 de febrero de 1650.