El Ser Humano

1. EL RACIOVITALISMO COMO FILOSOFÍA DE LA VIDA HUMANA

El vivir, la realidad radical sobre la que Ortega construye su filosofía, consiste en un haz de interacciones con el mundo que no se reducen meramente al pensar y al conocer. El conocimiento es una actividad vital más. Pensamos porque vivimos, no al revés. Vivir es lo primero, y cualquier otra cosa acontece en nuestro vivir. La vida es, en este sentido, lo verdaderamente inmediato y evidente, y la filosofía del sujeto tiene que abrir paso a una filosofía de la vida.

Ortega no renuncia a la pretensión de conocer racionalmente la vida humana, para lo cual hace falta partir de «categorías» propias de la razón vital, que sustituyan las de la razón matemática. Estas categorías de la vida, que estructuran la existencia humana y permiten explicarla, son:

Las cosas tienen una naturaleza fijada, que puede ser definida, objetivada. Pero la vida humana, que es «lo que hacemos y lo que nos pasa», es una sucesión no predeterminada de acontecimientos que componen el vivir de un yo histórico. La esencia del hombre no quedará definida ni por ser cuerpo ni por ser materia, sino por ser drama y acontecimiento. El hombre no es una cosa (ni siquiera una cosa espiritual), y por lo tanto no se deja definir por categorías apropiadas para describir cosas. «El hombre —dice Ortega— no tiene naturaleza, sino que tiene historia».

A la vida le corresponden, pues, tres atributos.

La vida humana resulta de la realización de proyectos en un mundo histórico. Ese proyectarse produce evolución y cambio en las circunstancias, que por eso mismo son, también, históricas.

2. LA FILOSOFÍA ORTEGUIANA DE LA TÉCNICA

Ortega atenderá de manera creciente el tema de la técnica desde los años treinta por la peculiar encrucijada de la cultura occidental en ese momento histórico. El filósofo español es consciente de que, en la era del maquinismo, la técnica ha alcanzado un nuevo estadio en el que está suplantando a la naturaleza y postulándose como «base absoluta de sustentación» del vivir humano. En este contexto, su Meditación de la técnica (1933) replantea las relaciones del hombre con la técnica.

La técnica, dice Ortega, no es más que un complejo de actividades humanas que reforman la naturaleza para satisfacer las peculiares necesidades del hombre. Mientras que el animal depende orgánicamente de la naturaleza, la actividad técnica, que existe desde que el hombre es hombre—pues el hombre es, para Ortega, un animal técnico—, suple las limitaciones del entorno natural para satisfacer las necesidades humanas. En la época de la tecnificación global, Ortega nos advierte de que la técnica no debe suplantar una vida, sino ser una función de ella.

La actividad técnica da al hombre una creciente independencia y distancia respecto del entorno natural, y le permite entrar dentro de sí, ensimismarse, para luego lanzarse al mundo con sus propias estrategias y objetivos, que es lo que da contenido al vivir humano. El mundo de los objetos externos, que el hombre construye y habita físicamente, se refleja en los mundos interiores de los individuos. La era de la técnica no representa a este respecto un cambio en el ser del hombre, que siempre ha tenido que idearse y proyectarse a sí mismo, y que por eso mismo siempre ha sido técnico. La vida siempre ha sido «fabricación de sí misma».

¿Qué cambia, entonces, en la nueva era de la civilización técnica? Según Ortega, que la actividad técnica ha alcanzado tal dimensión y magnitud que el hombre está «irremediablemente adscrito a ésta y colocado en ella como el hombre primitivo en su contorno natural».

La técnica del hombre primitivo era una técnica del azar, en la cual los inventos son pocos y suelen ser fruto del descubrimiento casual. La técnica del artesano surge cuando la acumulación de técnicas es suficiente para que se produzca una primera división del trabajo, dado que ningún individuo puede manejar todas las técnicas conocidas. Aparecen en este momento los oficios, que se van diversificando cada vez más. Con la emergencia de lo que Ortega denomina la técnica del técnico se producen, sin embargo, dos cambios cruciales:

En nuestra civilización, nuestra visión del mundo está muy influida por los modelos científico-técnicos, y sin embargo el funcionamiento de la técnica cada vez es más autónomo y más incomprensible. El producto de nuestra técnica ya no es el instrumento que nosotros dominamos y hacemos funcionar para cubrir nuestras necesidades, sino la máquina que funciona por sí misma. Estamos rodeados de artefactos técnicos, pero su funcionamiento nos resulta misterioso. Por eso han acabado convirtiéndose, para el común de los hombres, en una segunda naturaleza.