Contexto, vida y obra

Contexto, Vida y Obra

1. La Ilustración Francesa

El siglo XVIII es el siglo de la Ilustración. La intelectualidad de la época, a la vista de los espectaculares desarrollos científicos de los últimos tiempos, deposita toda su confianza en la capacidad de la Razón para guiar al género humano por la senda de un progreso continuo. Los ilustrados conciben a la razón como:

En Inglaterra la ilustración se desarrolló en paralelo con la filosofía empirista, en un clima tolerante y sosegado después del convulso siglo XVII. En Alemania—lo veremos en la figura de Kant—la ilustración adquirirá un cariz altamente filosófico y especulativo, y su interés principal se centrará en el análisis de la razón como lugar donde han de enraizarse los principios que rijan la vida humana tanto por lo que respecta al conocimiento, como por lo que respecta a la actuación ética y política. En Francia, en cambio, su desarrollo se inserta en un clima prerrevolucionario, donde los temas que más interesan tienen que ver con la acción humana.

La ilustración francesa se origina a partir de una triple influencia:

La ilustración francesa cristaliza en la Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios, obra colectiva que pretende aglutinar todo el saber de la época, y donde tienen cabida todos los conocimientos técnicos despreciados por la tradición. Estuvo dirigida por Diderot y D’Alembert, y colaboraron nombres como Montesquieu, Rousseau, Voltaire o D’Holbach. Pretendían difundir la cultura, crear una opinión crítica y antidogmática, y criticar todos los prejuicios arrastrados por la tradición.

Los philosophes franceses adquirieron un papel relevante en la sociedad de la época: fueron protagonistas de debates en salones, y sus obras se distribuyeron por todo el continente, convirtiendo la cultura francesa en referencia europea. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente filosófico, la ilustración francesa no supuso una novedad, sino una mera popularización (y, en ocasiones, radicalización) de lo ya pensado por el empirismo inglés y el racionalismo continental. Fueron anticlericales y críticos hacia la religión institucionalizada, pero sus planteamientos religiosos eran dispares: oscilan entre el deísmo, el ateísmo materialista o la defensa de la religión natural.

Es en el terreno del pensamiento histórico y político donde sus aportaciones fueron verdaderamente originales. Así, el pensamiento de Montesquieu y Rousseau será decisivo para elaborar el concepto moderno de democracia, y autores como Condorcet son clave en la concepción moderna de la historia como ámbito de un progreso indefinido—entendiendo el progreso como un aumento y generalización del bienestar y el perfeccionamiento moral de los individuos—.

2. Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

Jean-Jaques Rousseau nació en Ginebra en 1712. Después de huir, con dieciséis años, de su ciudad natal, es acogido en casa de la baronesa de Warens, donde se instruye. En París contactará con los philosophes y colaborará en la elaboración de la Enciclopedia. En 1749 la Academia de Dijon convocó un premio para el mejor ensayo que respondiese a la cuestión de si las artes y las ciencias han mejorado moralmente a los hombres. Rousseau ganará el premio con su Discurso sobre la ciencias y las artes, que critica el optimismo de los enciclopedistas y defiende que las artes y las ciencias no sólo no han ayudado a hacer mejores a los hombres, sino que han contribuido a su corrupción. Al año siguiente vuelve a concursar con su Discurso sobre los orígenes y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, que esta vez no será premiado y Rousseau publicará en 1758.

Sus planteamientos ideológicos y su complicado carácter le terminarían alejando de los enciclopedistas. En 1762 publica sus obras fundamentales: El contrato social y Emilio o sobre la educación—obras que fueron prohibidas y lo obligaron a huir de París y emprender un periplo que, después de llevarlo a Ginebra y Berlín, le hizo recalar en casa de Hume en Inglaterra—. La convivencia termina mal, y Rousseau regresa a París. Terminaría siendo acogido por el marqués de Girardin, en Erménonville. Allí escribe sus obras de madurez, principalmente de carácter autobiográfico. Destacan las Confesiones y las Ensoñaciones del paseante solitario. En 1778, Rousseau fallece repentinamente.

La influencia póstuma de Rousseau fue notable, y la Revolución Francesa le reconoció como uno de sus más señalados inspiradores. Sus críticas a la civilización, su exaltación del sentimiento y su nostalgia por la naturaleza le convierten también en un precursor del romanticismo.