El Hombre como homo faber

LA NATURALEZA HUMANA: EL HOMBRE COMO HOMO FABER

Para adentrarnos en el pensamiento de Marx tomaremos como punto de partida su concepción del ser humano.

A Marx le interesa el hombre como sujeto que construye la sociedad, como protagonista de la historia. Ese hombre es el hombre concreto, material; y su relación con el entorno que lo rodea no se da a través de la contemplación, sino a través del trabajo.

Para Marx el hombre es, ante todo, homo faber. A través del trabajo establecemos una relación con nuestro entorno natural que no está al alcance de otros animales: mientras ellos se adaptan al medio a través de sus pautas de conducta inalterables, nosotros, mediante el trabajo, transformamos el medio natural para adaptarlo a nuestras propias necesidades, y al hacerlo vamos, también, transformándonos a nosotros mismos.

Dado que el hombre es un animal comunitario, el trabajo humano no tiene lugar en soledad, sino que se desarrolla siempre en interacción con los otros. La propia sociedad, según Marx es un producto histórico, fruto de la actividad autocreadora del ser humano. Y como cada sociedad surge de un desarrollo histórico distinto, en cada una de ellas las relaciones sociales serán diferentes. Es más: en cada sociedad, en cada momento histórico, el hombre es distinto, porque él mismo es un producto histórico. Marx resume esto en una frase lapidaria: «No es el hombre el que inventa el fuego, sino el fuego el que inventa al hombre».

En definitiva, si pudiésemos hablar de una esencia del hombre, Marx diría que el ser humano es un ser material, condicionado por su vida natural y social, y que va construyéndose a sí mismo a través del trabajo.

Ahora bien, el trabajo no sólo nos construye, sino que además nos libera: es la piedra de toque de nuestra emancipación y de nuestra realización como seres humanos, pues a través de él dejamos de estar dominados por la naturaleza y adquirimos control sobre nuestra vida.

Esta última idea va a tener una gran rentabilidad crítica a la hora de analizar cómo tiene lugar el trabajo en las sociedades históricas —y más en concreto en la sociedad capitalista—. Pues Marx constata que, en las condiciones en las que se ha desarrollado hasta ahora, el trabajo no ha sido nunca un medio de emancipación, sino un instrumento para la dominación y la explotación del hombre por el hombre. El resultado de esta dinámica es que el hombre, históricamente, ha vivido alienado, enajenado de su propia naturaleza.