Los Discursos: del buen salvaje a la desigualdad civil

Los Discursos: Del buen salvaje a la desigualdad civil

1. Discurso sobre las artes y las ciencias: el diagnóstico de la sociedad dieciochesca.

Los ilustrados tenían fe en el progreso. Con ellos la historia deja de ser concebida como el escenario de la salvación para ser pensada como el escenario de la emancipación del hombre por su desarrollo autónomo. Confiaban en que el triunfo de la razón conduciría a un extraordinario desarrollo científico-tecnológico que permitiría un mayor conocimiento y dominio de la naturaleza para ponerla al servicio del hombre. Al mismo tiempo, el uso de la razón ayudaría a crear proyectos de vida individuales y colectivos mejores y más justos.

Rousseau fue el primer crítico destacado de esta visión. La primera semilla de duda la sembró en la obra que le granjeó el premio de la Academia de Dijon, el Discurso sobre las Artes y las Ciencias. En este breve ensayo, Rousseau argumenta que, lejos de lo que la opinión común sostiene, las ciencias y las artes han ayudado a corromper moralmente al hombre. La razón es simple: quienes se dedican a las ciencias y las artes no buscan la verdad o la belleza, sino el reconocimiento público por sus logros. Están movidos por una voluntad malsana por imponerse frente a los demás. De este modo, el prestigio social que hemos asociado a los logros artísticos y científicos ha contribuido a crear unas sociedades artificiales en las que domina la competitividad y, como resultado, la desigualdad, con todos los males que esta trae consigo: la opresión de los más por los menos; la génesis de pasiones depravadas (ambición, ansia de honores, deseo de cosas superfluas, envidia, resentimiento); la artificiosidad de la vida, en la que los individuos son juzgados por sus meras apariencias y no por su valor moral; el triunfo de la mentira y la impostura; la creación de seres débiles, dependientes de los demás y de los artilugios técnicos que facilitan la vida; etc.

En definitiva, en el Discurso sobre las Artes y las Ciencias vemos reflejadas ya algunas de las ideas que van a atravesar toda la obra posterior de Rousseau, y que hallarán un desarrollo ulterior en escritos posteriores.

2. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres: el buen salvaje y los orígenes de la sociedad civil

Este ataque a las sociedades de su tiempo lo realiza Rousseau tomando como referencia crítica cierta imagen del hombre no corrompido por la sociedad. Y es que Rousseau afirma repetidamente que una sola idea está en el centro de su visión del mundo, a saber, que los seres humanos son buenos por naturaleza pero se ven corrompidos por la sociedad. Esta imagen del buen salvaje está ligada a una tradición encomiasta de las virtudes de los hombres primitivos que tiene su origen en los primeros encuentros del hombre europeo con tribus indígenas tras el descubrimiento de América. Dentro de la tradición literaria francesa, una referencia destacada es el ensayo «Los caníbales», de Michel de Montaigne, pero también son importantes las relaciones que van publicando los jesuitas franceses a raíz de su labor misionera en la Louisiana y el Canadá. Rousseau liga estas imágenes de la inocencia de los salvajes al marco interpretativo de las sociedad políticas legado por Hobbes y por Locke, quienes diferenciaron el estado civil del hombre de su pretendido estado de naturaleza. El estado civil, obviamente, es la sociedad organizada, con sus leyes convencionales y sus gobiernos. El estado de naturaleza, por su parte, es la situación en la que se encontrarían los hombres antes, o al margen, de la creación de sociedades organizadas, en la que sus vidas estarían regidas por ciertas leyes o derechos naturales. Hecha esta distinción, se trata de descubrir cómo es el hombre natural, el hombre que vive en un estado de naturaleza, y de explicar cómo se ha podido llegar, desde ese estado, a la situación actual.

Rousseau es consciente de que el estado de naturaleza no es un estado observable, sino una hipótesis obtenida por abstracción: sustrayendo de la vida humana todo lo que en ella es fruto de la sociedad (distinciones económicas, políticas y morales, pasiones y deseos ligados a la vida en común, convenciones…). Que tal ser humano haya existido efectivamente es lo de menos, pues de lo que se trata es de descubrir la auténtica naturaleza humana para valorar y juzgar, a partir de ella, a la sociedad actual, e iniciar una reforma moral y política que desemboque en una sociedad más acorde con nuestra verdadera naturaleza.

El buen salvaje

Una vez eliminadas la convencionalidad y el artificio con el que la sociedad recubre la naturaleza, descubrimos que:

Todas estas características las comparten los seres humanos con otros animales. Hay, no obstante, dos rasgos que les distinguen de cualquier especie. Estos rasgos son los que, finalmente, apartan al ser humano del estado de naturaleza y le hacen degenerar en un ser social, miembro de una comunidad política. Se trata de:

Esta concepción del hombre en estado natural se contrapone netamente a la de Hobbes, para quien el hombre es egoísta y mezquino por naturaleza. También se contrapone a la versión cristiana, según la cual el hombre está manchado por el pecado original. Para Rousseau, en cambio, los rasgos que aquí hemos descrito adscriben una "bondad natural" al hombre—aunque más bien habría que hablar de su inocencia natural, ya que bondad y maldad son cualidades morales, y la moral es un producto social—. Es con la creación de las sociedades humanas que el hombre degenera, pierde esa inocencia, y se torna—como decía Hobbes—un lobo para el hombre. 

Del estado de naturaleza al estado civil

Dado que la sociedad, el supuesto agente de corrupción de la humanidad, está compuesta enteramente por seres humanos naturalmente buenos, ¿cómo puede el mal echar raíces? Rousseau tiene que buscar una explicación sutil de este desarrollo. Las consideraciones que vierte en el Discurso sobre la desigualdad se verán luego complementadas en otras obras, como el Emilio.

En el Discurso sobre la desigualdad, Rousseau imagina una evolución multietapa de la humanidad desde la condición más primitiva hasta algo parecido a una sociedad moderna y compleja. Rousseau niega que esto sea una reconstrucción de la historia tal como fue en realidad. En cada paso de esta evolución imaginada, los seres humanos cambian sus relaciones materiales y psicológicas entre sí y, correspondientemente, su concepción de sí mismos, o lo que Rousseau llama el "sentimiento de su existencia". 

Las primeras uniones de hombres debieron surgir del crecimiento de las poblaciones humanas y de la constatación de las ventajas de la cooperación en actividades como la caza y la recolección de alimentos o la protección mutua frente a los peligros y las catástrofes naturales. 

Según Rousseau, la fundación de estas primeras pequeñas comunidades supone un momento crucial en la historia humana. La costumbre de vivir unidos debió hacer que desarrollasen ciertos lazos afectivos y pasiones antes desconocidas: el amor conyugal y paterno, la amistad, los celos, la envidia, las preferencias, el orgullo, etc. Sobre todo, se produce aquí un cambio en el impulso natural que los humanos tienen para cuidar de sí mismos: la competencia entre los humanos para atraer parejas sexuales los lleva a considerar su propio atractivo a ojos de los demás y cómo ese atractivo se compara con el de los posibles rivales. El incremento del ocio y la aparición de formas de entretenimiento comunitario también habrían impulsado este tipo de sentimiento competitivo.

Con todo esto, dice Rousseau, nace un nuevo tipo de impulso egoísta, una preocupación por nuestro éxito o fracaso relativo como miembros del grupo social, al que va a denominar amour-propre (amor propio). Este amor propio hace que nuestra necesidad de ser reconocidos por los demás empiece a cobrar un valor importante y que ser tratado con respeto por los otros se convierta en un interés central de los seres humanos que viven en sociedad. 

La presentación del amour-propre en el Discurso sobre la desigualdad paree sugerir que Rousseau la concibe como una pasión completamente negativa y como la fuente de todos los males que trae consigo la convivencia social. Tal y como se la describe en el Discurso, la necesidad de reconocimiento suscitada por nuestro amor propio tiene siempre un aspecto comparativo, de modo que los individuos no se contentan simplemente con que otros reconozcan su valor: también buscan ser estimados como superiores a ellos. Este aspecto de nuestra naturaleza creará conflictos a medida que las personas intenten exigir este reconocimiento a los demás o reaccionen con ira y resentimiento cuando se les niega. Pero luego veremos cómo en el Emilio Rousseau ofrece una caracterización más matizada del amor propio: nuestro amour-propre es tanto la causa de la caída de la humanidad como la promesa de su redención, pues desarrolla las capacidades racionales de los humanos y su sentido de sí mismos como criaturas sociales. Rousseau va a sostener que la tendencia abrumadoramente dominante, a nivel histórico y social, es que el amor propio adquiera formas “inflamadas”, tóxicas y autodestructivas. Pero también sostendrá que hay, al menos en principio, posibilidades de organización de la vida social y de la educación individual que logran que el amor propio adopte un carácter más benigno. Este proyecto de contener y aprovechar el amour-propre encontrarán su expresión en El contrato social y el Emilio.

Además, Rousseau no cifra en la aparición del amour-propre el origen de todos los males del hombre. Es más, en cierto momento señala que esas sociedades primitivas en las que esta pasión hace su primer acto de presencia seguramente fueron el momento más feliz de la humanidad, un perfecto término medio entre la indolencia de los salvajes que vivían en soledad y la hipocresía y la desigualdad reinantes en las sociedades complejas. El momento en el que se sella la perdición del hombre llega más tarde: el amor propio no alcanza su plena toxicidad hasta que no se combina con un crecimiento en la interdependencia material entre los seres humanos. En el Discurso sobre la desigualdad, Rousseau traza el crecimiento de la agricultura y la metalurgia y el primer establecimiento de la propiedad privada, junto con la aparición de la desigualdad entre quienes poseen tierras y quienes no. En una sociedad desigual, los seres humanos que necesitan tanto el bien social del reconocimiento como bienes materiales como alimentos, calor, etc. se enredan en relaciones sociales que son perjudiciales tanto para su libertad como para su sentido de valía personal. Los subordinados necesitan superiores para tener acceso a los medios de vida; los superiores necesitan subordinados para trabajar para ellos y también para darles el reconocimiento que anhelan. En tal estructura, hay un claro incentivo para que las personas distorsionen sus verdaderas creencias y deseos para alcanzar sus objetivos. Por lo tanto, incluso aquellos que reciben el aparente amor y adulación de sus inferiores no pueden encontrar satisfacción para su amour-propre

El resultado de todo esto sería una suerte de guerra de todos contra todos. Para evitar ese estado de guerra, los hombres instituyeron gobiernos y leyes, dando origen a las sociedades políticas y los Estados. Sin embargo, los Estados así instituidos, aunque lograron evitar la conflictividad general, sólo sirvieron para consolidar la situación de desigualdad e injusticia a la que se había llegado, y las leyes así formuladas se convirtieron en nuevas cadenas que impedían la libertad humana.