El giro copernicano kantiano

El giro copernicano kantiano

1. La concreción de la pregunta crítica: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?

El análisis kantiano del conocimiento se centra en nuestra capacidad de juzgar. Un juicio es una operación mental mediante la que unificamos conceptos en una proposición acerca de un objeto. Los juicios siguen generalmente la forma «S es P», y son siempre verdaderos o falsos.

Filósofos anteriores habían ofrecido clasificaciones binarias de nuestros juicios. Hemos visto la división de Hume entre juicios sobre cuestiones de hecho y juicios sobre relaciones de ideas; también Leibniz  había distinguido las verdades de hecho de las verdades de razón. Kant, en cambio, nos va a ofrecer dos criterios para clasificar los juicios.

Relación de los juicios con la experiencia

Es un criterio que apela a la procedencia de los juicios y a su forma de justificación.

Relación del sujeto con el predicado

Es un criterio que apela al modo en que los juicios son construidos.

Los juicios analíticos son siempre a priori y, aunque universalmente válidos, no nos dan ningún tipo de conocimiento: a lo sumo sirven para explicitar el significado del sujeto del juicio. En cuanto a los juicios a posteriori, son siempre sintéticos y, aunque es cierto que amplían lo que sabemos, no nos proporcionan un conocimiento universal y necesario. Si no hubiera ningún otro tipo de juicios, la ciencia sería imposible, y la única fundamentación del conocimiento científico sería, como señaló Hume, la costumbre.

Sin embargo, Kant afirmará que existe en el repertorio de nuestro conocimiento un tercer tipo de juicios: los juicios sintéticos a priori. Es decir, Kant sostiene que hacemos juicios que amplían nuestro conocimiento sin necesidad de ser validados por la experiencia y, por lo tanto, de una manera completamente universal y necesaria.

En la Introducción de la Crítica de la Razón Pura afirma Kant que, aunque todo conocimiento comienza en la experiencia, no todo él procede de ella. En nuestro trato cognoscitivo con la realidad empírica hay entremezclados elementos que son independientes de la experiencia e irreducibles a ella. Más concretamente: todo conocimiento consta de una materia que nos es dada a posteriori por los objetos, pero esta materia es ordenada en virtud de formas que viene puesta a priori por la subjetividad. Según Kant. serán estas formas a priori las que expliquen la posibilidad de la ciencia.

De este modo, las tres preguntas de la crítica de la razón que señalábamos en el apartado anterior quedan reformuladas de la siguiente manera:

La respuesta a estas preguntas pasará por el análisis de las distintas facultades que la razón humana moviliza en la elaboración del conocimiento—un análisis que buscará las formas a priori mediante las que cada facultad ordena la materia del conocimiento—.

2. La síntesis a priori en la sensibilidad y los fundamentos de la matemática: La estética trascendental

Frente a empiristas y racionalistas, Kant establece una distinción cualitativa tajante entre dos facultades cognoscitivas como son la sensibilidad y el entendimiento. La sensibilidad es la facultad que nos permite recibir impresiones de objetos, de manera inmediata, en forma de intuiciones sensibles. El entendimiento, por su parte, es nuestra capacidad de pensar los objetos con la mediación de representaciones conceptuales, de conceptos. Mientras que la sensibilidad es una facultad fundamentalmente receptiva, el entendimiento se caracteriza por su actividad espontánea.

La estética trascendental es la parte de la crítica de la razón pura que se pregunta por las condiciones trascendentales de nuestra sensibilidad —es decir, por la parte pura de nuestra facultad sensible—. ¿Existen elementos universales y a priori en nuestra sensibilidad? Parecería que esto es una contradicción en sus términos: por un lado, todos los filósofos han señalado que la experiencia sensible es particular y subjetiva; por otro lado, lo a priori se define precisamente por su independencia de la experiencia. ¿Cómo podría haber algo a priori en nuestras intuiciones sensibles?

La respuesta de Kant es que, aunque la materia de nuestras intuiciones sensibles sea estrictamente particular y empírica, la forma en que organizamos esa materia es a priori y común a todos los individuos: existen unas formas a priori de la sensibilidad que organizan toda experiencia posible, y sin las cuales ninguna intuición nos podría ser dada.

Esas formas a priori de la sensibilidad, según Kant, no son otras que el espacio y el tiempo. Cualquier objeto sensible se nos da en el espacio (en una posición con respecto a los demás) y en el tiempo (en un momento dentro de una sucesión ordenada según el antes y el después), con lo cual espacio y tiempo tienen que ser previos a toda experiencia posible: no nos son dados en la experiencia en tanto que contenidos, sino que conforman la estructura que constituye, a priori, toda nuestra experiencia; que la hace posible.

Dirá Kant que espacio y tiempo son objeto de intuición pura, pues los captamos de modo inmediato y con independencia de todo contenido empírico. Ahora bien, es precisamente esta capacidad que tenemos de intuir a priori el espacio y el tiempo lo que constituye, según Kant, el fundamento de la cientificidad de la matemática:

Recapitulando, podemos decir que toda intuición sensible emerge de una síntesis a priori de las impresiones o sensaciones como materia diversa, y de la intuición pura de espacio y tiempo como formas a priori de la sensibilidad, que ordenan y unifican la diversidad de la materia que nos es dada. Al objeto que emerge de esta síntesis lo denomina Kant fenómeno.

3. La síntesis a priori en el entendimiento y los fundamentos de la ciencia natural: la analítica trascendental

Si mediante la sensibilidad los objetos nos son dados, el entendimiento es la facultad mediante la cual los pensamos y comprendemos. La lógica trascendental es la parte de la crítica de la razón pura que estudia el funcionamiento a priori del entendimiento. En su primera parte, la analítica trascendental, Kant examina los elementos y los principios a priori del entendimiento, sin los cuales ningún objeto puede ser pensado.

¿Qué hace falta para pensar un objeto, para comprenderlo? Subsumirlo bajo un concepto: decir «Esto que veo es una casa», o «Lo que tengo en la mano es un bolígrafo». El concepto es una representación unitaria que engloba una multiplicidad de objetos (todos los bolígrafos particulares caen bajo el mismo concepto de bolígrafo), y el entendimiento es una facultad que genera conceptos por su actividad espontánea, y que los usa para pensar los objetos. Por todo ello, el entendimiento es también la facultad de juzgar, pues cuando asociamos un objeto a un concepto estamos construyendo un juicio.

Kant afirma que además de conceptos elaborados a partir de la experiencia sensible como «casa», «tejado», «bolígrafo» o «instrumento» (que nos permiten elaborar juicios de experiencia como «El tejado de la casa es rojo» o «El bolígrafo es un instrumento de escritura»), existen en nuestro entendimiento conceptos puros a priori como los de «sustancia», «causa» o «existencia». La tradición empirista había dictaminado que estos conceptos son derivados de la experiencia, y ya hemos visto cómo Hume había restringido en gran medida la validez de nuestros conceptos de «causa» y de «sustancia», que para él residían en meros hábitos asociativos. Kant, en cambio, considera que dichos conceptos no solo no se derivan de la experiencia, sino que son precisamente los que hacen posible que tengamos experiencias. 

¿Qué conceptos puros hay en el entendimiento? Para deducir cuáles son, Kant realiza previamente un examen lógico de los tipos de juicio que nuestro entendimiento es capaz de realizar. Juzgar, piensa Kant, es aplicar una norma del pensamiento que dicta la forma correcta de unificar la pluralidad fenoménica proporcionada por la sensibilidad. A cada uno de los tipos de juicio iría asociada una categoría o concepto puro del entendimiento.

Kant va a defender que sin la subsunción de las sensaciones bajo las doce categorías del entendimiento nuestras percepciones constituirían un caos inconexo, desprovisto de cualquier tipo de orden, y no podrían ser pensadas ni conocidas. Sin la actividad el entendimiento, lo recibido por la sensibilidad no podría granjearnos conocimiento alguno. Las categorías, pues, son condición de toda experiencia posible.

Nos hallamos aquí ante el núcleo de la teoría del conocimiento kantiana: la tesis central de Kant es que el conocimiento necesita de la síntesis de las intuiciones de la sensibilidad y los conceptos del entendimiento: «Sin sensibilidad ningún objeto nos sería dado y, sin entendimiento, ninguno sería pensado. Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas». En esta síntesis a priori, el entendimiento toma como materia al fenómeno intuido por la sensibilidad, y lo somete a las formas a priori del entendimiento, que en este caso son las categorías o conceptos puros[*]. No hay conocimiento posible sin esta síntesis de materia y forma.

¿Cómo explicamos a partir de este análisis del entendimiento la posibilidad de los juicios sintéticos a priori en la física? Buena parte de la física recibe su carácter científico de la matematización del espacio y el tiempo, pero esto no es suficiente: hay que explicar por qué las leyes de Newton son científicas—dicho de otro modo, por qué tenemos un conocimiento universal y necesario de los principios que rigen el movimiento y la interacción de los cuerpos en el tiempo y el espacio—. Según Kant, estos principios son derivables de los principios fundamentales del entendimiento, los cuales a su vez son deducibles de las categorías. Por tanto, es en la tabla de las doce categorías que encontramos el fundamento de la física como ciencia[].

[*] Kant señala el papel intermediario que juega en este proceso el esquematismo trascendental de la imaginación, que genera esquemas a partir de las intuiciones para que el entendimiento pueda subsumirlas bajo los conceptos.

[] En la analítica de los principios de la Crítica de la Razón Pura, Kant intenta esbozar cuáles son los principios a priori del entendimiento que descansarían a la base de la ciencia física. Ahora bien, Kant nunca quedó satisfecho con esta explicación, como pone de manifiesto el proyecto tardío del Opus Postumum.

4. el idealismo trascendental kantiano

De la estética y la analítica trascendental se deduce que el conocimiento humano precisa siempre de una materia, que le es dada por los sentidos, y de una forma a priori que es puesta por el propio sujeto: al nivel de la sensibilidad se sintetizan las impresiones bajo las condiciones del espacio y el tiempo, dando lugar a los objetos de la experiencia; al nivel del entendimiento se sintetizan los objetos mediante las categorías, dando lugar a los conceptos y a los juicios. Sin estas operaciones del sujeto no sería posible el conocimiento de ningún objeto de experiencia. Esto significa que nuestro conocimiento, según Kant, sólo puede tener por objeto a los fenómenos, a los objetos en tanto que son dados a nuestra conciencia y aparecen sometidos a las condiciones que esta les impone. Por el contrario, las cosas en sí mismas, desligadas de las condiciones de nuestra experiencia, nos son completamente desconocidas: no podemos conocer nada con independencia de las formas que nosotros mismos ponemos en los objetos que conocemos. Al objeto en sí mismo, en tanto que independiente de nuestra experiencia, lo denomina Kant noúmeno. Este concepto tiene una utilidad puramente negativa, pues nos sirve para señalar los límites de nuestro conocimiento —límites que coinciden con los de la experiencia posible—: no podemos conocer el noúmeno.

Los lectores de la primera edición de la Crítica de la Razón Pura entendieron que lo que allí se defendía era una teoría del conocimiento fenomenista, que negaba toda posibilidad de conocer la realidad. Para deshacer el malentendido, en la segunda edición de la obra Kant definió su sistema como un idealismo trascendental: esto significa que en su filosofía las condiciones de posibilidad del conocimiento tienen su origen en el sujeto, que es el que impone la forma del conocimiento a los contenidos de la experiencia. Para Kant, la subjetividad es trascendental porque es ella la que da universalidad y necesidad al conocimiento mediante sus intuiciones y conceptos puros. Su filosofía supone, según él, un giro copernicano, porque deja de buscar las fuentes de la ciencia en el objeto y las localiza en la subjetividad misma. Esa universalidad y necesidad que Aristóteles o Santo Tomás buscaban en el objeto, y que Hume no veía por ninguna parte, Kant las hace residir en la propia conciencia trascendental, que mediante la actividad espontánea del entendimiento opera la síntesis entre conceptos universales e intuiciones sensibles particulares.

Sin embargo, Kant no dejó de considerarse un realista empírico, pues sostenía que los contenidos del conocimiento tienen que venirnos dados necesariamente a través de nuestra experiencia de la realidad externa. A lo que él se oponía era al realismo trascendental, es decir, a la tesis de que podemos conocer las cosas tal como son en sí, independientemente de nuestras condiciones subjetivas de experiencia. Esta negación del realismo trascendental se hace patente en el análisis de las pretensiones científicas de la metafísica que Kant lleva a cabo en la dialéctica trascendental, que pasamos a considerar en el apartado próximo.