Contexto histórico, vida y obra

santo tomás de aquino (1225-1274)

1. Vida de Tomás de Aquino

Tomás nació en el seno de una familia aristocrática del sur de Italia que en el pasado había detentado el condado de Aquino (de ahí su apellido). El castillo de la familia estaba situado en la localidad de Roccasecca, cercana a Nápoles, y allí fue donde Santo Tomás vino al mundo.

En aquellos tiempos, era costumbre que el hijo menor de una familia aristocrática emprendiera una carrera eclesiástica, así que Tomás fue enviado desde su más tierna infancia a la abadía benedictina de Monte Cassino y más tarde al estudio de los benedictinos en Nápoles. Su padre, Landolfo, seguramente albergaba la ambición de que su hijo ascendiera entre las filas de los benedictinos y terminara convirtiéndose en abad de Monte Cassino, un puesto de extraordinario poder eclesiástico. Tomás frustraría los planes de su familia cuando, en 1244, decidió abandonar la orden benedictina y unirse a la recientemente fundada Orden de Predicadores, conocida también como orden de los dominicos por el nombre de su fundador, Santo Domingo de Guzmán (1170-1221). Junto a los franciscanos, los dominicos eran una de las dos órdenes mendicantes fundadas en el siglo XII. Los miembros de ambas órdenes debían hacer voto de absoluta pobreza y dedicar su vida a la tarea característica de cada una de ellas: el servicio a los pobres, en el caso de los franciscanos, y la predicación, en el caso de los dominicos. Sus miembros solían habitar en las ciudades, en vez de en abadías o monasterios retirados en el campo, y muy pronto empezaron a copar puestos académicos relevantes en las Universidades que, desde hacía siglo y medio, estaban empezando a emerger en distintas ciudades de Europa.

La decisión de Tomás de ingresar en una orden mendicante causó consternación en su familia, que intentó disuadirle de seguir su vocación. Tomás llegó a ser secuestrado por su hermano Rinaldo y retenido bajo arresto domiciliario en el castillo familiar durante un año. Finalmente, al constatar su incapacidad para convencerle de que abandonase su vocación, su familia le permitió regresar con los dominicos.

Comienza entonces la formación académica de Santo Tomás, quien pasaría primiero por la Universidad de París para completar los tres años de educación en las artes liberales (el trivium, compuesto por lógica, gramática y retórica, y el quadrivium, es decir, la aritmética, la astronomía, la geometría y la música) y luego se trasladaría al Estudio General de los dominicos en Colonia, donde tendría como tutor a San Alberto Magno (1193-1280), uno de los principales introductores de Aristóteles en el pensamiento latino medieval. Durante cuatro años, Tomás trabajo en colaboración estrecha con San Alberto, organizando los apuntes de clase de su maestro y empezando a dar sus primeras lecciones sobre las Sagradas Escrituras. Fue por esta época, también, que sus compañeros dominicos empezaron a llamarle con el apodo de bovem mutum (i.e., «buey mudo»), debido a su robusta complexión y a su carácter seco, retraído y silencioso, que interpretaron como síntoma de estupidez. Antes de que Tomás acabara sus estudios, San Alberto pidió a su discípulo que se encargara de responder a las objeciones en un acto escolástico de disputa y, sorprendido por la pericia con la que Tomás se desempeñó en la tarea, lanzó al auditorio la siguiente admonición: «Vosotros llamáis a éste el Buey mudo, pero yo os aseguro que este Buey dará tales mugidos con su saber que resonarán por el mundo entero».

En 1252, Tomás regresaría a París para comenzar a dar lecciones sobre las Sentencias de Pedro Lombardo (c.1096-1164), un texto que recogía las enseñanzas de los Padres de la Iglesia organizadas en torno a diversos asuntos teológicos y que se había terminado convirtiendo, de facto, en el manual básico de todas las Escuelas de Teología del Medievo. También escribió por esta época un extenso comentario a las Sentencias, en el cual empezó ya a citar a Aristóteles como fuente de autoridad. Otros dos opúsculos importantes que datan de esta temprana fecha son De ente et essentia (Sobre el ser y la esencia) y De principiis naturae (Sobre los principios de la naturaleza). Ambos evidencian la influencia de dos grandes filósofos musulmanes: Avicena y Averroes.

En 1256 Tomás fue nombrado Maestro de Teología. Como tal, sus atribuciones eran tres: legere (dar lecciones), disputare (disputar) y predicare (predicar). La primera implicaba leer y comentar la Biblia, lo cual debió de constituir la actividad lectiva ordinaria de Santo Tomás. La segunda consistía en una forma de pedagogía más activa. En lugar de escuchar la lección del maestro, los estudiantes y otros miembros de la facultad proponían al maestro argumentos sobre un tema que este hubiera elegido previamente. Uno de los estudiantes más avanzados del maestro debía luego ofrecer respuestas preliminares a cada uno de estos argumentos. Finalmente, el maestro ofrecía una resolución definitva de la cuestión bajo disputa. Más tarde el maestro solía editar transcripciones de estas disputaciones en un formato publicable. Tenemos testimonio redactado de muchas de las disputas que Tomás sostuvo durante su trayectoria: sobre la verdad, el mal, las criaturas espirituales, las virtudes, el alma, el poder de Dios, la encarnación... Además, todos los años, durante el Adviento y la Pascua se celebraban disputas públicas a las que asistía la entera comunidad universitaria y en las que cuestiones de cualquier tipo (quaestiones quodlibetales) podían ser propuestas al maestro por parte de los estudiantes y de sus colegas. Que Santo Tomás teniá en alta estima esta modalidad didáctica queda de manifiesto en el hecho de que eligiera el modelo de la disputatio para estructurar las cuestiones que aborda en su Summa Theologiae.

Aunque París es el lugar al que más comúnmente se asocia el nombre de Santo Tomás, no permaneció allí durante toda su carrera. En junio de 1259 asistió al Capítulo General de los dominicos en Valenciennes y entre 1261 y 1265 se desempeñó como lector en el convento dominico de Orvietto. Parece que fue durante estos años cuando emprendió la redacción de su Summa Contra Gentiles, En 1265, sus superiores dominicos le encomendaron la fundación de un studium para la orden en Santa Sabina, en Roma. Allí permaneció durante tres años y comenzó a redactar la Summa Theologiae.

Tomás regresa a París en 1268. Su segunda estancia allí durará cuatro años, durante los cuales su ritmo de trabajo es frenético, compaginando la labor docente, la participación en la política universitaria y la composición de otras obras menores con la continuación de la Summa. En 1272, tras una disputa entre la Universidad y el obispo de París, Tomás regresa a Nápoles para fundar un nuevo studium para su orden. Allí, entre otras cosas, se dedicó a dar lecciones sobre los Salmos y las Epístolas de San Pablo y siguió inmerso en la redacción de la tercera parte de la Summa.

Después de celebrar la misa del 6 de diciembre de 1273, Santo Tomás interrumpió toda actividad académica y dejó de escribir. Según le refirió a su socius Reginaldo de Piperno, habia experimentado una visión mística de la esencia divina tras la cual todo lo que había escrito le parecía paja. Esta decisión supuso que Tomás dejara la Summa inconclusa.

A principios del año siguiente, Santo Tomás fue llamado por el papa Gregorio X al Concilio de Lyons. Mientras estaba en camino, chocó con una rama y cayó enfermo. Falleció el 7 de marzo de 1274 a los 49 años de edad.

2. La Escolástica del siglo XIII

El pensamiento de Santo Tomás es una amalgama de un conjunto de perspectivas filosóficas y teológicas de origen cristiano, judío, musulmán y pagano. Si Tomás se vio expuesto a todos estos puntos de vista fue debido a ciertas progresiones históricas que alcanzaron su punto culminante en el siglo XIII. Quizás la más significativa de todas ellas fue la ocupación musulmana de la Península Ibérica, que comenzó en el siglo VIII y se prolongaría hasta bien entrado el siglo XV. El contacto del mundo latino medieval con la cultura musulmana fue crucial para que la obra de Aristóteles fuera redescubierta por el occidente cristiano. Después de la caída del Imperio Romano, las únicas obras de Aristóteles que se conservaron en Europa occidental fueron las Categorías y el Sobre la interpretación, en edición de Porfirio traducida por Boecio. Los teólogos y filósofos musulmanes, en cambio, llevaban ya varios siglos escribiendo comentarios a tratados de Aristóteles como la Física, la Metafísica, el De Anima o la Ética a Nicómaco. Estas obras, así como los comentarios de pensadores musulmanes como Avicena y Averroes, empezaron a verterse progresivamente al latín a partir del siglo XII gracias a la labor, entre otros, de Gerardo de Cremona en la Escuela de Traductores de Toledo. Más tarde, la orden de los dominicos tendría un rol fundamental en la asimilación del pensamiento aristotélico al marco de la teología y la filosofía cristianas.

Otro desarrollo que venía produciéndose desde algunos siglos atrás y florece definitivamente en el XIII es la consolidación de un modo de ejercitar y enseñar la filosofía y la teología que conocemos hoy como escolástica o escolasticismo. El término hace referencia a las escuelas monásticas y catedralicias en las que esta modalidad de enseñanza y pensamiento comenzó a ejercitarse. La escolástica, sin embargo, está más fuertemente asociada a las Universidades, comunidades de profesores y estudiantes que empezaron a emerger a partir de las escuelas catedralicias a finales del siglo XI y de las cuales son ejemplos tempranos y célebres las Universidades de Bolonia, Coimbra, París, Salamanca, Oxford o Cambridge. En estas instituciones se impartía un curriculum que tomaba como punto de partida las siete artes liberales y que culminaba en los estudios superiores de Teología, Derecho o Medicina. Las universidades expedían sus propios títulos, como el de baccalaureus o magister (que llevaba aparejado el derecho a enseñar o licentia docendi). Fueron centros educativos en los que se promovió la interlocución académica de una manera nunca antes vista.

El espíritu de la escolástica puede resumirse en la siguiente divisa de cuño agustiniano: fides quaerens intellectum (i.e., la fe buscando entendimiento). Las verdades de la fe no se cuestionan, pero sí se busca entenderlas. La razón es sierva de la fe y la filosofía, de la teología. El punto de partida de todo pensador escolástico es, por supuesto, la Biblia. Sin embargo, los filósofos escolásticos eran plenamente conscientes de la diferencia entre aquellas verdades que pueden ser demostradas por la vía del argumento racional y aquellas otras cuya aceptación se basa única y exclusivamente en la fe. Las divergencias entre ellos se referían sobre todo a cuál era la extensión de lo que podemos conocer racionalmente y hasta qué punto la razón puede asistir en la comprensión del mensaje revelado. En cualquier casoy con la notable excepción de los averroístas latinos, de quienes hablaremos más adelantelos escolásticos coincidían en que los dictámenes de la razón y los dictámenes de la fe no pueden contradecirse entre sí: cuando esto sucede, o hemos razonado mal, o hemos interpretado mal las escrituras.

Un pensamiento como el escolástico se caracterizaba asimismo por la aceptación de que una serie de pensadores pasados constituían auctoritates (i.e., autoridades) a los que uno podía acudir con vistas a resolver cuestiones importantes. El grupo más importante de estas autoridades lo constituían los conocidos como Padres de la Iglesia, pensadores y teólogos que dieron forma a la doctrina cristiana entre los siglos I y VIII. Entre ellos destacaban los padres griegos San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianeno y los padres latinos San Agustín de Hipona, San Jerónimo y San Gregorio Magno. Algunos de ellos habían participado en concilios como los de Éfeso, Calcedonia o Nicea, en los cuales se había establecido la ortodoxia del credo cristiano. De todos ellos el más importante era, obviamente, San Agustín. En época de Santo Tomás, la teología tiene un tinte eminentemente agustiniano, y el auge del aristotelismo no va a cambiar esta situación. Los aspectos más estrictamente teológicos del pensamiento tomista tienen son claramente deudores de San Agustín: la naturaleza de la Gracia y la predestinación, la Visión Beatífica del altísimo, la libertad sin pecado de los que se salvarán y de los ángeles no caídos, o su concepción de la Trinidad. 

Es en los asuntos de corte más filosófico donde la huella aristotélica se vuelve prevalente en Tomás, quien fue, junto a su maestro San Alberto Magno, una de las puntas de lanza en el auge del aristotelismo en el siglo XIII. Mientras que los dominicos como ellos abrazaron a Aristóteles como una auctoritas más y abogaron por usar de su filosofía como medio para comprender los dogmas fundamentales de la fe católica, la otra gran orden mendicante, los franciscanos, se mostraron más suspicaces hacia la influencia de Aristóteles y cultivaron una teología más cercana a la ortodoxia neoplatónica agustiniana. Con todo, no hay que exagerar la oposición entre ambas corrientes de pensamiento: ni los dominicos dejaron de recurrir a la tradición agustiniana, ni los franciscanos permanecieron ajenos a las innovaciones filosóficas aristotélicas. 

3. La obra de Tomás y la summa theologiae

Aunque la monumental Summa Theologiae, con sus tres partes y más de tres mil páginas, es considerada la obra magna de Santo Tomás, lo cierto es que apenas cubre una quinta parte de su producción total. Santo Tomás fue un autor prolijo, que produjo una gran cantidad de obras teológicas y filosóficas durante su corta vida. Sus tres grandes proyectos fueron, por orden cronológico, su comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, la Summa Contra Gentiles y la Summa Theologiae; pero también escribió comentarios bíblicos, comentarios a obras de Aristóteles y otros filósofos, pequeños opúsculos acerca de temas filosóficos y teológicos, escritos polémicos, cartas, disputas sobre las más diversas cuestiones, obras litúrgicas, sermones y prédicas.

El antecedente más importante de la Summa Theologiae es la Summa Contra Gentiles, que Tomás redacta entre 1259 y 1264 mientras está simultáneamente inmerso en otros proyectos. En esta obra se propuso, en sus propias palabras, defender la verdad que la fe católica profesa contra los errores de aquellos que se le oponen. Es una obra de un cariz más filosófico que la Summa Theologiae, que se demora más en la argumentación de las posiciones que quiere defender y recurre menos a la cita de autoridad de la Biblia o las autoridades patrísticas.

Tomás comienza la redacción de la Summa Theologiae en 1266 y la interrumpe en 1273, cuando llevaba escritas 90 cuestiones de la parte tercera. Si la Summa Contra Gentiles pretendía ofrecer la versión más fuerte y elaborada de los argumentos en defensa de la fe cristiana, la Summa Theologiae (ST) cubre un abanico de cuestiones más amplio, pero a la vez ofrece un texto más accesible, pues tenía por objetivo convertirse en manual de instrucción para aquellos que hubieran de iniciarse en el estudio de la teología. En este sentido, la ST está dividida en tres partes que siguen la estructura neoplatónica del exitus-reditus (i.e., emanación y retorno). Los neoplatónicos creían que el mundo visible era una emanación necesaria del Uno, el principio de toda la realidad. El Uno ocupaba el rol del Bien platónico, y al Bien le corresponde por naturaleza verterse fuera de sí: no puede estar contenido en una sola cosa, así que busca manifestarse de maneras tan diversas como sea posible: toda la realidad sensible (así como la realidad espiritual y la realidad formal de las Ideas) surge por emanación del Uno, una vez que este se vierte fuera de sí mismo. El cristianismo adaptará este esquema a la doctrina revelada, reemplazando al Uno por Dios y la emanación necesaria por la creación libre y voluntaria. La creación es una elección de la voluntad libre de Dios, y todo lo creado manifiesta—si bien de manera imperfectala bondad divina. Todo viene de Dios y todo ha de volver a Dios: ese es el esquema neoplatónico del exitus-reditus.

En consonancia con esta estructura, Tomás empezará la primera parte de la ST tratando varias cuestiones relacionadas con la existencia de Dios y las cualidades de la esencia divina, culminando en el examen de las relaciones entre las tres Personas de la Santísima Trinidad. Pasará luego a discutir la creación de Dios, hablando primero de la creación en general, luego de los ángeles y por fin de los hombres.

Los seres humanos tenemos una existencia finita en la que tomamos múltiples decisiones morales que nos pueden acercar o alejar de la unión amorosa con nuestro creador. El reditus, el retorno a Dios, ocupa a Santo Tomás en las dos partes finales de la Summa. La segunda parte (dividida, a su vez, en dos partes: la prima secundae y la secunda secundae) examina los medios morales para el retorno a Dios. Empieza Tomás analizando la felicidad humana, concluyendo con Agustín que nuestros corazones no descansarán hasta que no estemos en presencia de Dios. A continuación se sumerge en la psicología moral humana, examinando la naturaleza de la virtud y el vicio. La prima secundae concluye con el examen de la ley moral que los seres humanos podemos discernir racionalmente y debemos seguir si queremos alcanzar el bien de la felicidad, así como la gracia que a los seres humanos les resulta necesaria si han de poder querer el bien. La secunda secundae procede a continuación a un análisis pormenorizado de las virtudes específicas que nos asisten en nuestro progreso hacia la felicidad.

Siguiendo a San Agustín, Tomás considera que la consecución final de la felicidad no puede lograrse por vías enteramente naturales. Es por ello que la tercera parte de la Summa se centra en los esfuerzos redentores de Dios en su encarnación en la persona de Jesús de Nazaret, así como la gracia que fluye a través de los sacramentos de la Iglesia, sin la cual nuestro retorno final a la fuente de nuestra existencia, satisfaciendo todos nuestros deseos naturales, jamás podría ocurrir.

La Summa se interrumpe abruptamente después de la discusión del sacramento de la penitencia. Llegados a este punto, Tomás dejó de escribir. Tras su muerte, su secretario, Reginaldo, compiló un suplemento a la parte tercera a partir de los comentarios de Tomás a las Sentencias de Lombardo. Este suplemento completa la discusión de los sacramentos y culmina con un tratado sobre la vida después de la muerte y la resurrección.

Cada una de las partes de la Summa está dividida en tratados y estos, a su vez, en cuestiones. Cada cuestión plantea un tema general en torno al cual se propondrán preguntas concretas. Cada una de estas preguntas constituye un artículo. Los artículos siguen siempre una misma estructura, basada en las disputas escolásticas: