Cómo hacer un comentario de texto
PAUTAS PARA RESPONDER A LA PRIMERA PREGUNTA DEL EXAMEN DE LA EVAU
El enunciado de la primera pregunta del Examen de Historia de la Filosofía en la EvAU es el siguiente:
1.Exponga las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas.
¿EN QUÉ CONSISTE EL EJERCICIO?
Fijémonos en que:
Exponer las ideas fundamentales del texto no es otra cosa que resumirlo.
Exponer la relación que existe entre las ideas del texto es analizar su estructura argumentativa.
Estas son las dos tareas que tendremos que realizar en nuestra respuesta a la primera pregunta. Sin embargo, también conviene que hagamos otras dos cosas que no se piden explícitamente:
Hemos de demostrar que conocemos a qué autor y qué obra pertenece el texto en cuestión, así como el tema general de la obra y el tema concreto del fragmento seleccionado. Todo esto habrá que plasmarlo en un párrafo introductorio.
Resumir es exponer qué dice el autor. Analizar la estructura del texto es exponer cómo lo dice. Pero también es importante explicar por qué dice lo que dice y de la manera en que lo dice. A medida que vayamos exponiendo las ideas del texto y su estructura, hemos de referirnos a las teorías del autor en las se apoyan estas ideas. Ahora bien, hemos de traer la teoría siempre al hilo de lo que el texto dice. Al fin y al cabo, estamos ante un ejercicio de comentario, y eso requiere que evitemos caer en los dos extremos siguientes:
Comentar un texto no es parafrasearlo: no debemos quedarnos en una mera repetición con nuestras propias palabras de lo que el texto dice.
Comentar un texto no es usarlo como pretexto para hablar de otras cosas. Si el texto habla, p.ej. de lo Igual en sí, no debemos usar el texto de excusa para explicar la Teoría platónica de las Formas, sino que deberemos usar la teoría de las Formas para explicar el texto.
Antes de abordar el ejercicio, es preciso que hagamos una
LECTURA COMPRENSIVA DEL TEXTO
Es conveniente hacer dos lecturas: una rápida, para obtener una visión aproximada del contenido, y una más pausada y atenta, subrayando los conceptos y las afirmaciones más relevantes.
Hemos de asegurarnos de que hemos entendido el texto. Al principio, no hace falta una comprensión completa: basta con que podamos identificar «de qué va», es decir, cuál es el tema abordado y cómo lo resuelve el autor.
Tengamos en cuenta que hay que hacer un esfuerzo por ser lo más objetivos posible: el autor dice lo que dice y no podemos distorsionarlo adscribiéndole afirmaciones que no hace.
Nuestra lectura comprensiva deberá quedar plasmada en el resumen, en el cual hemos de esforzarnos por plasmar las ideas del autor con nuestras palabras.
Teniendo en cuenta estas pautas, deberemos construir nuestra respuesta siguiendo la siguiente
ESTRUCTURA
Introducción: habrá que situar el texto (identificar autor, corriente, contexto histórico, etc.). Culminamos la introducción señalando el problema que aborda el texto. Hay que intentar formular este problema de la manera más concreta posible (e.g. Platón se pregunta si el alma es inmortal, Santo Tomás plantea la posibilidad de demostrar la existencia de Dios, etc.).
Desarrollo: lo dividiremos, a su vez, en tres partes.
a) Resumimos las ideas principales del texto. El resumen supone una síntesis de lo afirmado por el autor en el fragmento. Se trata de reflejar las ideas principales del mismo y no debe ocupar más del 25% de la extensión del texto. Tengamos siempre en cuenta que resumir no es limitarse a copiar las frases que creemos que son más importantes: tenemos que redactar el resumen con nuestras propias palabras, aunque en ocasiones utilicemos ciertas expresiones técnicas que no admiten que las cambiemos por sinónimos. Al estar refiriéndonos de continuo al texto, puede ser que necesitemos citar alguna frase, para lo cual habrá que entrecomillarla.
En la medida de lo posible, hemos de resumir las ideas del texto en una redacción continua. Sólo si nuestra redacción no es especialmente buena cabe la opción de enumerar las ideas principales mediante guiones.
b) Analizamos la estructura argumentativa del texto. Se trata de averiguar de dónde parte el autor y adónde llega. Dado que el ensayo filosófico es expositivo-argumentativo, podemos hablar de estructuras típicas en este tipo de escritos y también de distintas clases de argumentos (ver apéndices).
c) Por último, tenemos que explicar cuál es el fundamento teórico de las afirmaciones que realiza el autor en el texto. Aquí es donde incorporamos los conocimientos adquiridos en clase acerca de los distintos problemas filosóficos estudiados, pero (recordemos) siempre en función de nuestra necesidad de explicar el texto.
Si tenemos buen conocimiento y soltura para redactar, esta explicación podemos hacerla a medida que vamos realizando nuestro análisis, en vez de dejarla para el final.
Conclusión: aquí recapitulamos muy brevemente lo que hemos dicho. Es el único momento en el que podemos proyectarnos más allá del texto, de una de estas dos maneras:
a. Contraponiendo las ideas del autor a otras posiciones opuestas que conozcamos con respecto al mismo problema que aborda el texto.
b. Intentando conectar las ideas abordadas en el texto con otros aspectos del pensamiento del autor, o poniéndolo en diálogo con otros autores que lo influyeron o se hayan visto influidos por él.
Esta proyección, si es que vamos a hacerla, ha de ser siempre muy breve. Además, si vemos que nos va a quitar demasiado espacio o tiempo para hacer el resto del examen, podemos ahorrárnosla perfectamente.
APÉNDICE I: ALGUNOS TIPOS DE ARGUMENTACIÓN:
Argumentación deductiva: es un tipo de argumentación en el que, a partir del enunciado de una o varias tesis generales cuya verdad se da por supuesta, se infieren conclusiones cuya verdad se sigue (se deduce) de la verdad de aquellas primeras tesis. Si de la afirmación de un hecho se sigue la afirmación de otro, podemos decir que hay una relación necesaria entre ambos o que el primero lleva al segundo.
Ejemplo: si en un texto se comienza afirmando el hecho de que la televisión ocupa gran parte del tiempo libre del niño y esto supone una menor dedicación a las tareas escolares y ello, a su vez, lleva a un empeoramiento de su rendimiento académico, se puede concluir que la televisión es uno de los factores que conducen al fracaso escolar en la población infantil.
Las argumentaciones deductivas son muy comunes cuando se habla de relaciones causales, donde son habituales las siguientes estructuras formales:
Modus ponens: si se admite una relación necesaria de causalidad entre dos hechos o fenómenos (relación de causa-efecto) y se afirma también la presencia del que es considerado causa, habrá de concluirse que el efecto también ha de darse.
Ejemplo: Si admitimos que siempre que llueve venimos en transporte privado al instituto y es un hecho que ha llovido, habremos de admitir que hemos venido en transporte privado.
Modus tollens: Si se admite la relación causal entre dos hechos y se niega que el efecto haya tenido lugar, habrá de concluirse con la negación de la causa.
Ejemplo: En un diálogo platónico Sócrates afirma que, si la virtud fuera un saber, entonces sería enseñable, pero, dado que no es enseñable, habrá de concluirse que no es un saber.
Reducción al absurdo: llamada también argumentación indirecta o apagógica, consiste en suponer que es cierta la tesis del rival y mostrar que aceptarla nos lleva inevitablemente a conclusiones absurdas, inaceptables o incluso a incurrir en contradicción.
Generalización inductiva: Todos los argumentos vistos hasta ahora son deductivos, sin embargo el pensamiento humano también es inductivo. La inducción consiste en pasar de una serie de casos particulares a la afirmación de una ley o enunciado general o universal. Ya Aristóteles distinguía entre la inducción incompleta cuando no se agotan todos los casos de la realidad que se estudia, y la completa cuando sí se agotan. La inducción incompleta es errónea, a pesar de que los hombres caigamos en ella en innumerables ocasiones.
Ejemplo: si de un saco de 10 manzanas extraigo 7 y compruebo que son verdes, puedo afirmar, aunque no es del todo seguro, que todas las manzanas de ese saco son verdes (inducción incompleta), si extraigo las 10 sí puedo afirmar que todas son verdes (inducción completa).
Argumentación por analogía: Consiste en extraer conclusiones en un dominio comparándolo con lo que sucede en un dominio más conocido.
Ejemplo: los políticos y los economistas suelen intentar hacernos comprender el funcionamiento de la economía de un país comparándola con el funcionamiento de la economía doméstica.
Argumentación paradigmática o por ejemplos: consiste en presentar ejemplos concretos que ilustran lo que se está afirmando.
Argumentación por contraste: consiste en presentar una antítesis entre dos ideas contrarias.
Argumentos de autoridad: es una forma de argumentación doxástica que consiste en justificar una posición mediante el recurso a la teoría o afirmaciones de alguna eminencia en la materia que se está tratando. Durante la baja Edad Media la autoridad por excelencia de la filosofía griega para el pensamiento cristiano fue Aristóteles, a quien a menudo se le denominaba “el Filósofo”
Argumentación a partir de la experiencia personal: consiste en utilizar la propia experiencia vital como fuente de justificación para defender lo que se afirma.
APÉNDICE II: CONECTORES DISCURSIVOS
Los conectores discursivos guían el hilo expositivo-argumentativo del texto, establecen una relación lógica entre las partes de un texto organizando la información. Se trata de un grupo variado de palabras: adverbios, preposiciones, conjunciones y locuciones adverbiales, preposicionales o conjuntivas. Entre otros conectores, podemos destacar:
ADITIVOS: Suman información a la anterior (además, también, encima, es más, de hecho…).
ADVERSATIVOS O CONTRA-ARGUMENTATIVOS: Expresan oposición entre dos ideas, son los conectores que se utilizan para expresar las antítesis de las que hemos hablado más arriba (En cambio, al contrario, sin embargo, no obstante, ahora bien…).
DISYUNTIVOS: Presentan dos opciones o posibilidades (O, o bien…).
DISTRIBUTIVOS: Distribuyen en el tiempo o en el espacio (físico o lógico) una o más ideas (Ora…ora, bien…bien, ya…ya… Unas veces… otras…).
EXPLICATIVOS: Clarifican lo expuesto anteriormente (O sea, es decir, esto es…).
REFORMULADORES: En otras palabras, mejor dicho, dicho de otro modo…).
RECTIFICATIVOS: Corrigen lo anterior (Mejor dicho, más exactamente…).
CAUSALES: Presentan una causa de lo afirmado con anterioridad (Porque, puesto que, ya que…).
CONSECUTIVOS O ILATIVOS: Presentan una consecuencia de lo afirmado con anterioridad (Así que, de tal modo que, como consecuencia, por consiguiente, entonces…).
CONCESIVOS: Presentan un obstáculo inefectivo (A pesar de, aunque…). Cuando el obstáculo superado aparece primero, el conector concesivo se expresa de esta forma: A pesar de ello, aun así, en cualquier caso…
CONDICIONALES: Expresan una condición para que lo afirmado tenga lugar (Si… entonces, en caso de que, Bajo estas circunstancias…).
FINALES: Expresan una finalidad (Para, a fin de que…).
COMPARATIVOS: Introducen una comparación o analogía de igualdad (Del mismo modo que, Igualmente, en igual medida…).
DE ORDENACIÓN: Ordenan el discurso (Antes de nada, en primer lugar, en segundo lugar, a continuación, finalmente, por último…).
RECAPITULATIVOS: Concluyen o cierran el discurso (En definitiva, en resumen, como conclusión…).
Para analizar las relaciones lógicas entre las ideas de un texto puedes servirte de la identificación de los conectores discursivos del mismo.
APÉNDICE III: EJEMPLO PRÁCTICO
—Vayamos, pues, ahora —dijo— hacia lo que tratábamos en nuestro coloquio de antes. La entidad misma, de cuyo ser dábamos razón al preguntar y responder, ¿acaso es siempre de igual modo en idéntica condición, o unas veces de una manera y otras de otras? Lo igual en sí, lo bello en sí, lo que cada cosa es en realidad, lo ente, ¿admite alguna vez un cambio y de cualquier tipo? ¿O lo que es siempre cada uno de los mismos entes, que es de aspecto único en sí mismo, se mantiene idéntico y en las mismas condiciones, y nunca en ninguna parte y de ningún modo acepta variación alguna?
—Es necesario —dijo Cebes— que se mantengan idénticos y en las mismas condiciones, Sócrates.
—¿Qué pasa con la multitud de cosas bellas, como por ejemplo personas o caballos o vestidos o cualquier otro género de cosas semejantes, o de cosas iguales, o de todas aquellas que son homónimas con las de antes? ¿Acaso se mantienen idénticas, o, todo lo contrario a aquellas, ni son iguales a sí mismas, ni unas a otras nunca ni, en una palabra, de ningún modo son idénticas?
—Así son, a su vez —dijo Cebes—, estas cosas: jamás se presentan de igual modo.
Platón, Fedón
Introducción
Este fragmento pertenece a la obra Fedón, un diálogo escrito por el filósofo griego Platón (427-347 a.C.). En este diálogo perteneciente al periodo de madurez de su autor, Sócrates, antes de morir, discute con los pitagóricos Simmias y Cebes acerca de si el alma es inmortal. A lo largo del diálogo, Sócrates va ofreciendo una serie de argumentos sucesivos a favor de la inmortalidad del alma. El fragmento que procedemos a comentar pertenece a uno de los argumentos más célebres del diálogo, el argumento de la afinidad. En él se establece un contraste entre los objetos sensibles y las Formas: mientras que los primeros "jamás se presentan de igual modo", las Formas son siempre idénticas a sí mismas.
Resumen
Las ideas principales que el personaje de Sócrates defiende en este fragmento son, por tanto, dos.
La primera es que las Formas, que para Platón son la realidad en sí y que constituyen el fundamento último de la realidad visible, son inmutables, no cambian y se mantienen idénticas a sí mismas. Dicho de otro modo, nunca dejan de ser lo que son: "Lo igual en sí, lo bello en sí, lo que cada cosa es en realidad, lo ente […] se mantiene idéntico y en las mismas condiciones, y nunca en ninguna parte y de ningún modo acepta variación alguna".
La segunda idea es que las cosas que pueblan la realidad sensible, y que son lo que son porque participan de las Formas puras, nunca son idénticas a sí mismas, sino que a la vez son y no son lo que son: "la multitud de cosas bellas, como por ejemplo personas o caballos o vestidos o cualquier otro género de cosas semejantes [...], todo lo contrario a aquellas, ni son iguales a sí mismas, ni unas a otras nunca ni, en una palabra, de ningún modo son idénticas [...] jamás se presentan de igual modo"
Estructura
Desde un punto de vista formal, estamos ante un texto de estructura dialogada, como es habitual en Platón. El interlocutor principal y quien presenta las tesis de Platón es Sócrates, que en este fragmento habla con Cebes. Sócrates guía con sus preguntas a Cebes, quien se limita a asentir a lo que el primero dice.
En su primera intervención, Sócrates pregunta a Cebes si "la entidad misma", "lo que cada cosa es en realidad"—es decir, las Formas, de las que da ejemplos ilustrativos como lo igual en sí o lo bello en sí—es algo que cambia su ser, o por el contrario es algo que se presenta siempre inmutable e idéntico a sí mismo. Cebes confirma que estas cosas son siempre idénticas a sí mismas. Posteriormente, Sócrates pregunta lo mismo con respecto a "la multitud de cosas bellas", o "de cosas iguales". Cebes vuelve a responder, pero en sentido contrario: nos dice que esas cosas "jamás se presentan de igual modo".
En definitiva, lo que aquí está haciendo Platón es establecer un contraste o antítesis entre dos tipos de realidades, la de las Formas y la de las cosas sensibles, a cada una de las cuales atribuye rasgos contrapuestos: la identidad consigo mismas a las primeras, la falta de identidad consigo mismas a las segundas.
Por qué el texto dice lo que dice
En este fragmento se vislumbra claramente la comprensión dualista acerca de la estructura de la realidad que Platón sostuvo a partir de su período de madurez. Al igual que otros pensadores de la tradición post-eleática, Platón asume la tesis de Parménides de que lo que es tiene que ser idéntico a sí mismo, pero rechaza la conclusión de que la realidad que captamos por los sentidos sea una mera ficción. En vez de eso, Platón distingue dos niveles en la realidad: existe una realidad fundamental, constituida por unas entidades abstractas denominadas Formas o Ideas, que son siempre lo que son y, por tanto, son inmutables y eternas. Las cosas que percibimos con los sentidos son lo que son porque participan del ser puro de estas Formas. Sin embargo, los objetos sensibles son mezcla de ser y no ser: no se presentan nunca del mismo modo. Por eso, estos objetos no pueden ser objeto de verdadero conocimiento. Mientras que la epistéme, la verdadera ciencia, debe orientarse al conocimiento del ser de las Formas, sobre lo sensible, nos dirá Platón, sólo cabe tener opinión.
En el contexto del Fedón, Platón desplegará esta teoría acerca de la realidad en varias ocasiones con objetivos distintos. En el argumento de la afinidad—al que, recordemos, pertenece este fragmento—, Platón hará uso del contraste entre las cosas sensibles y las Formas para defender la posibilidad de que el alma, en la medida en que posee características que son afines a las que las Formas exhiben, esté exenta de la descomposición que aguarda a todas las cosas sensibles y pueda ser, por tanto, inmortal.