Angela Ferrari

Dental/mental

Ángela Ferrari Lassalotte

Video y fotos digitales

3´48´´


Mauricio Orduña – Cámara

Yorely Natalia Valero Ladino – Edición


CDMX, México

2020


“Recuerdo la sed.

Cada vez que la veía me sentía inexplicablemente aliviado… era muy ansioso se ve… Ella constituyó lo que yo luego denominé como mi primera novia. Era más grande que yo. En esa época no dejé el alcohol -y este me daba más sed aún-; pero sí dejé de tomar agua, quería estar seco, con la piel seca, con los labios secos, con la boca seca, con el esófago seco, con los pulmones secos, con los globos oculares secos, me secaba desde afuera hacia adentro y al revés. Todo porque prefería su saliva. La prefería ante cualquier otro líquido, ante cualquier otro fluido. Ella tenía muchísima y espesa. Y se deslizaba despacio, con suspenso. Generé la teoría de que la saliva toma rutas distintas en el cuerpo ajeno dependiendo de su propia densidad. A partir de ver, sentir u oler su saliva, yo empezaba a salivar también y a transpirar copiosamente como un cerdo a punto de ser macerado. Mis manos, mis pies y mis axilas se humedecían, se diluían. Luego, cuando su saliva se secaba sobre mi cuerpo no me lavaba ni me bañaba para poder seguir oliéndola durante el resto del día. Y su olor me calentaba tanto que sentía escalofríos desde las costillas hacia abajo.

Para mí todas las salivas saben y huelen distintas, o al menos las que he probado hasta ahora. Solo después de llevar un tiempo secas, comienzan a oler igual. Son como perfumes efímeros, individuales, únicos y de otra consistencia por supuesto. Tienen pocas notas, pero son irrepetibles; difieren sobremanera del olor del cuerpo y del aliento mismo.

No solo me desequilibraba el olor de su saliva, todos sus olores me desequilibraban también y la olía hasta que ya no había nada más que oler, la bañaba oliéndola porque luego de vernos la dejaba inodora. En cada inhalada me entraban ganas de morderla, de comérmela, de ser gigante para poder metérmela entera en la boca de un mordisco, de tener dientes y muelas en vez de uñas, así tendría más dentadura para morderla con pies y manos.

Cuando sonreía me quedaba mirándola y le decía como un tonto “Me encanta cuando sonreís”. A lo que ella solo podía contestar con otra sonrisa o diciendo “Gracias” o “Me alegra” o “También me encanta cuando sonreís”, entonces me reprochaba a mi mismo no tener nada interesante para decir ni responder a lo que ella estuviera diciendo. Me debatía instantáneamente si su sonrisa me gustaba tanto porque en realidad me gustaban sus huesos. Después de todo, los dientes son el único tejido óseo que se puede ver de las personas, entonces me preguntaba qué me pasaría si le abriera la carne desde los labios, tirando del labio inferior hacia el cuello y del superior hacia la frente ¿qué sentiría yo al desnudarla de su carne y piel para poder verla en blanco y conocerle todo el cráneo? ¿Me enamoraría aún más? Automáticamente, por supuesto me horrorizaba de mí mismo por pensar ese tipo de cosas. Me erizaba como un animal y la vergüenza me endurecía la nuca, miraba para otro lado como si la variación visual fuera vital para pensar en otra cosa, para que mi mente cambiara de tema, y le ofrecía algo de tomar o de comer para distraerme con alguna actividad productiva y terrenal.”

Cita proveniente de “Invertebrados” novela de Ángela Ferrari.

En el cuerpo humane así como la postura, el estado de los pies, la hidratación de la piel, etc., la boca parece ser una parte del cuerpo de la cual nos debemos responsabilizar absolutamente. El no hacerlo puede generar vergüenza, pena y/o angustia, etc..

Y por supuesto, también puede recibir desde mimos hasta agresiones.

La boca es de donde salen las palabras, desde la boca se exhala, se lacta, se toma, se alimenta, se traga, se chupa, se besa, se vomita, se hacen señas, se grita, se silba, se ladra, se maúlla, se murmura, se saliva, se silencia, se succiona, se muerde, se mastica, se sienten sabores, se hacen burbujas de saliva, se juega, allí se comienza a deglutir, se muestran los dientes para sonreír y para amenazar, entre otras cosas.

Su forma replica un auditorio o los auditorios replican su forma. Los sonidos que emite pueden ser de forma voluntaria (como los que componen el lenguaje) o involuntaria (como los sonidos de la lengua, del choque entre los dientes, de tragar saliva, etc.).

La boca tiende a tener un rol crucial en la interacción humana en general y en la sexualidad.

También es la cavidad que experimenta muerte por primera vez, la pérdida de los dientes de leche es de alguna forma la primera defunción más evidente y consciente (de la que se tiene memoria) que experimenta el cuerpo. En algunas culturas los sueños en los que la persona soñante pierde los dientes son asociados a la inseguridad.

Asimismo la boca puede remitir al miedo, al miedo de ser pobre y no poder pagar tratamientos, al miedo de ser un ancianito/a sin dientes, a la muerte. Pero puede remitir también a un paisaje interior que no podemos ver, al que no se tiene acceso, a las múltiples cavidades, a las bocas del cuerpo. A través de la boca podemos ver el interior de otros cuerpos.

Asimismo, los dientes parecen ser la única superficie ósea visible, el único espacio donde los tejidos óseos están desnudos y desprotegidos. Y si bien cumplen una función protectora y hasta pueden utilizarse como armas blancas mordiendo, desgarrando, mascando también revelan nuestra higiene personal. Mucha gente se siente avergonzada por su propia dentadura.

Es posible que el nivel de auto-higiene suela ser asociado con el grado de amor propio.

Se puede tener la fantasía de que de alguna forma la boca como orificio revela “verdad”, nos muestra nuestro endoesqueleto, nuestra intimidad, nuestro auto-cuidado.

Vengo trabajando con las cavidades y su amorosidad desde hace ya un tiempo y para este proyecto en particular realicé mi primer video solista en el cual documenté el comienzo de un tratamiento con una dentista mexicana.

Me fue muy difícil conseguir una dentista de confianza (no solo debido al deadline de menos de una semana) si no porque la gente me decía que les daba miedo o vergüenza ir al dentista, por lo que no habían ido en años inclusive. O bien si eran de otros estados y no de la CDMX, me respondían que iban a sus respectivos dentistas cuando retornaban a sus hogares de antaño.

En este caso la recepcionista me había dicho que no habría problema en grabar, pero al llegar la burocracia de autor se impuso y me lo prohibieron. A pesar de que le rogué durante 45 min solo me permitió sacarle fotos a la pantalla donde aparecían las fotos de mi boca.

Igualmente, la recomiendo ampliamente.