Baruch Spinoza

La ética de Spinoza

Con su muerte prematura, Descartes dejó para el racionalismo posterior el problema de desarrollar una teoría ética sobre bases puramente racionales. Spinoza es el filósofo racionalista que hizo de este tema una de sus ocupaciones fundamentales.

La ética de Spinoza parte del análisis del yo, la sustancia pensante. Descartes afirmó que la esencia del yo es el pensamiento, y caracterizó a la mente como activa y creativa en oposición a la materia, pasiva y reactiva. Spinoza hace de esa creatividad el punto de partida de su ética: el yo es deseo, posee una tendencia natural a desear y a lograr lo deseado. El deseo básico de toda sustancia, según Spinoza, es la auto-conservación, persistir en la existencia, evitar la muerte. De este deseo surgen dos emociones básicas:

Dependiendo de su cercanía al placer o al dolor surgen dos tipos de emociones:

Para Spinoza, el papel de la razón sigue las líneas marcadas desde la antigüedad: la razón debe liberarnos de las pasiones negativas y ayudarnos a lograr experimentar pasiones positivas. Mediante la razón podemos liberarnos del dolor, del mal y de los vicios. Podemos mitigar nuestros miedos y transformar nuestro odio en amor. Si lo logramos, nos liberamos de la tiranía de las emociones negativas y nos hacemos más libres, pues podremos perseguir aquello que deseamos sin aquello que nos lo impide.

Reaparecen en Spinoza temas clásicos como:

La filosofía política de Spinoza

El punto de partida de la filosofía política de Spinoza es consecuente con sus ideas éticas: el mejor gobierno es aquel que da a los ciudadanos (sustancias pensantes) la mayor libertad de acción para perseguir sus deseos. Además de adoptar un punto de partida clásico, Spinoza está influenciado por un filósofo moderno, Thomas Hobbes , en los siguientes puntos:

Spinoza añade un elemento que será crucial para su teoría política: el impulso del yo hacia el logro de sus deseos (egoísmo natural) sólo puede reducirse ejerciendo algún tipo de violencia sobre él. Pero cuanta más violencia se ejerza, cuanto más se coarte su libertad y se le impide lograr sus deseos, mayor resistencia ofrecerá la persona al dominio por parte de otros. Además, esa violencia puede provenir del exterior, de las fuerzas del Estado, o del interior del propio individuo, que mediante su razón domine su egoísmo natural.

Atendiendo al principio general de dar la mayor libertad posible a los individuos y ejercer sobre ellos la mínima coacción, ¿cuál es la forma de gobierno más aconsejable? Podemos establecer una gradación entre formas de gobierno según den más libertad a sus ciudadanos y, correspondientemente, requieran menos violencia sobre los ciudadanos para mantener el gobierno:

Esclavitud: Encontramos amos y esclavos. Unos tienen libertad plena y los otros carecen por completo de ella. Es necesaria máxima violencia para mantener a los hombres esclavos.

Feudalismo y Monarquía absoluta: Encontramos súbditos o siervos: no son esclavos, pero ceden la mayor parte de sus derechos a un monarca absoluto o a una nobleza. Es necesaria una gran violencia para doblegar la voluntad de los súbditos a la de su gobernante.

Democracia: En ella encontramos ciudadanos y gobernantes: Todos deben respetar las leyes pero conservan la mayor parte de sus derechos y libertades individuales: pensamiento, expresión, religión. Es necesaria una cierta violencia para mantener el gobierno, pero es la mínima imprescindible para vivir en sociedad. Racionalmente, la democracia es el mejor equilibrio entre libertad individual y seguridad colectiva. Por ser la mejor elección racional, la mayor parte de los ciudadanos la aceptarán sin necesidad de fuerza externa, sino por el dominio individual de la razón sobre los deseos.

Estado de naturaleza: Egoísmo natural: Nadie cede nada, máxima libertad individual e igualdad sin diferencias políticas entre los hombres. No hay violencia gubernamental, pero sí violencia entre los individuos.