Sea, por ejemplo, la pregunta siguiente: ¿me es lícito, cuando me hallo apurado, hacer una promesa con el propósito de no cumplirla? Fácilmente hago aquí la diferencia que puede comportar la significación de la pregunta: de si es prudente o de si es conforme al deber hacer una falsa promesa. Lo primero puede suceder, sin duda, muchas veces. Ciertamente, veo muy bien que no es bastante el librarme, por medio de ese recurso, de una perplejidad presente, sino que hay que considerar detenidamente si no podrá ocasionarme luego esa mentira muchos más graves contratiempos que estos que ahora consigo eludir; y como las consecuencias, a pesar de cuanta astucia me precie de tener, no son tan fácilmente previsibles que no pueda suceder que la pérdida de la confianza en mi sea mucho más desventajosa para mi que el daño que pretendo ahora evitar, habré de considerar si no sería más sagaz conducirme en este punto según una máxima universal y adquirir la costumbre de no prometer nada sino con el propósito de cumplirlo. Pero pronto veo claramente que una máxima como ésta se funda sólo en las consecuencias inquietantes. Ahora bien; es cosa muy distinta ser veraz por deber de serlo o serlo por temor a las consecuencias perjudiciales; porque, en el primer caso, el concepto de la acción en si mismo contiene ya una ley para mi, y en el segundo, tengo que empezar por observar alrededor cuáles efectos para mí puedan derivarse de la acción. Si me aparto del principio del deber, de seguro es ello malo; pero si soy infiel a mi máxima de la sagacidad, puede ello a veces serme provechoso, aun cuando desde luego es más seguro permanecer adicto a ella. En cambio, para resolver de la manera más breve, y sin engaño alguno, la pregunta de si una promesa mentirosa es conforme al deber, me bastará preguntarme a mí mismo: ¿me daría yo por satisfecho si mi máxima —salir de apuros por medio de una promesa mentirosa— debiese valer como ley universal tanto para mi como para los demás? ¿Podría yo decirme a ml. mismo: cada cual puede hacer una promesa falsa cuando se halla en un apuro del que no puede salir de otro modo? Y bien pronto me convenzo de que, si bien puedo querer la mentira, no puedo querer, empero, una ley universal de mentir; pues, según esta ley, no habría propiamente ninguna promesa, porque sería vano fingir a otros mi voluntad respecto de mis futuras acciones, pues no creerían ese mi fingimiento, o si, por precipitación lo hicieren, pagaríanme con la misma moneda; por tanto, mi máxima, tan pronto como se tornase ley universal, destruiríase a sí misma.
Kant. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Capítulo 1
Breve reseña del autor, mencionando la procedencia del fragmento a comentar.
Contexto: el texto a comentar es un ejemplo de la doctrina kantiana del imperativo categórico, que Kant ha expuesto en las líneas inmediatamente anteriores a este fragmento.
Kant analiza un ejemplo concreto de obligación moral: ¿debo mantener mis promesas por encima de todo o puedo romperlas si ello me saca de un apuro?. Kant concluye de la aplicación a este ejemplo de su doctrina del imperativo categórico que sólo la primera opción es posible.
El fragmento comienza con la preguna de si es lícito (justo, permitido, véase diccionario de la RAE) romper una promesa que ahora, en el momento de cumplira, resulta inconveniente, nos pone en apuros. Kant plantea también la cuestión desde otro punto de vista, relacionado con el anterior: ¿podemos hacer una falsa promesa, es decir una promesa que no tengamos intención de cumplir, para salir de un aprieto? Kant distingue desde el principio dos sentidos a estas preguntas:
Si es prudente romper una promesa o hacer una falsa promesa. Por prudencia Kant entiende elegir lo que nos conviene hacer en cada caso con vistas a lograr nuestros fines (aquí podemos comparar con lo que otros filósofos como Aristóteles entienden por prudencia, viendo los puntos de acuerdo y las diferencias entre ambos). Así pues, la cuestión inicial se plantea desde este punto de vista como ¿puedo romper una promesa si con ello logro mis objetivos (sean éstos los que sean)?
Si es conforme al deber romper una promesa o hacer una falsa promesa. Una acción es "conforme al deber" (Kant nos ha explicado ya) se entiende una que sigue los principios de la moralidad (sean éstos los que sean). La cuestión inicial se plantea desde este punto de vista como ¿romper una promesa es moral o más bien la moral me obliga a cumplir mis promesas pase lo pase?
La distinción entre 1 y 2 no es nueva, ya la ha hecho Kant en párrafos anteriores al fragmento a comentar, donde ha distinguido entre: a) acciones contrarias al deber, b) acciones conformes al deber, y c) acciones por deber. La distinción entre 1 y 2 se corresponde con la distinción entre a) y b).
Tras plantear las dos opciones, Kant pasa a analizar la primera de ellas: ¿puedo romper mi promesa o prometer en falso si con ello me libro de un perjuicio? Kant aporta varias razones:
Puede pasar (y ser incluso frecuente) que romper una promesa sea lo que me convenga en un momento dado.
La decisión de romper o mantener una promesa depende de las consecuencias que se deriven en uno y otro caso.
Ser descubierto en una metira conlleva desventajas para quien miente: los demás pierden la confianza en él.
No es fácil prever todas las consecuencias de nuestras acciones, de modo que un hombre prudentepuede mantener una promesa no por deber sino porque no puede prever todas las consecuencias y en la duda, considera más prudente mantener siempre su promesa. El hombre prudente sólo hará promesas que pueda cumplir (y tratará siempre de cumplirlas) porque sabe (por experiencia, por prudencia) que las consecuencias de nuestras acciones son muchas veces impredecibles. Es mejor cumplir incluso cuando ello nos acarree inconvenientes, que no cumplir y arriesgarnos a sufrir consecuencias imprevistas.
En este punto, Kant distingue al hombre prudente del hombre moral, aquel que cumple sus promesas porque es su deber: "es cosa muy distinta ser veraz por deber de serlo o serlo por temor a las consecuencias perjudiciales" Kant vuelve aquí a plantear la distinción entre acciones "conformes al deber" y acciones "hechas por deber". El hombre prudente puede actuar conforme al deber de cumplir sus promesas, pero lo hace por temor a consecuencias perjudiciales. El hombre moral también actua conforme al deber, pero además lo hace porque es su deber, no por otras razones o inclinaciones.
Hasta aquí, Kant nos ha vuelto a presentar doctrinas que ya ha presentado anteriormente en este capítulo aunque ahora aplicadas al caso de la mentira: su oposición al consecuencialismo, su distinción entre acciones conformes al deber y por deber. Pero en la segunda mitad del fragmento, Kant da un giro a su exposición y nos dice que, para salir de dudas sobre si es moral o no romper promesas para lograr así nuestras metas, basta con aplicar su principo del imperativo categórico: ¿puedo querer que mi máxima se convierta en ley universal?
Aplicado este principio al caso que nos ocupa, se trata de analizar la pregunta: ¿puedo querer que todos los seres racionales rompan sus promesas si con ello se libran de apuros? Kant nos dice que, sin necesidad de mucha discusión o experimento, todo ser racional se convence de que no es posible querer que esta máxima sea ley universal. ¿Por qué? pues porque:
Sería un esfuerzo vano (inútil) prometer algo que ya sé que los demás no van a creer. Para poder prometer algo, es necesario que aquellos a los que se lo prometemos nos crean. Pero si supongo que todos obran como yo, no me creerán, y por tanto no podré siquiera hacer la promesa.
Incluso si inicialmente me creyeran, ellos mismos dejarían de creerme poco después, pues obran igual que yo y no creen en los demás.
Así pues, Kant muestra que la máxima personal de mentir para salir de un apuro no puede ser una ley universal, pues la propia acción de mentir se vuelve imposible. Mentir para salir de un apuro no es parte de la ley moral. Lo contrario, debemos ser veraces y cumplir nuestras promesas sí lo es y por tanto es lo debemos hacer si queremos actuar moralmente.
El párrafo anterior expone la doctrina general del imperativo categórico. En este párrafo se aplica esta doctrina.
En el párrafo siguiente, Kant afirma que el conocimiento del imperativo categórico es universal a todos los hombres.
En este ejemplo se ven las características que para Kant definen a la acción moral (desarrollar brevemente) :
Autonomía
Formalidad
Racionalidad
Universalidad
Máxima / Ley
Acción conforme al deber / por deber
Resumir las novedades aportadas por Kant a la Ética moderna y su crítica a teorías anteriores: rechazo de la prudencia (la Ética no se ocupa de dirigir nuestra acción para lograr mejor nuestros fines), del consecuencialismo y de la Ética entendida como teoría sobre lo que es bueno.
Relacionar los ideales de la Ilustración con el tipo de moral que propone Kant.