En Marzo

-Consagrados a San José

en la Solemnidad 19.03.24

-En Su Pasión y Muerte de Cruz

con Las Horas de Su Pasión

Semana Santa

Viernes Santo


EVANGELIO

Marzo 29, 2024


Juan 18, 1-19,42
Prendieron a Jesús y lo ataron

Santo Rosario

Por El Reino





AUDIO Youtube:

Fiat Divina Voluntad


TEXTO Web: 

Virgen María, La Reina del Cielo


Mayo 13, 1917 

Ntra. Señora de Fátima a los 3 pastorcitos

Rezad el Rosario todos los días

Para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra

A Jesús Eucaristía en la Voluntad Divina, démosle en reverencia, con nuestra alma y voz:


El Himno Eucarístico

Tantum Ergo Sacramentum

Semana Santa

2024



Para este momento litúrgico que celebramos como Iglesia, habiéndonos unido a Jesús desde feb. 5 hasta Marzo 23 haciendo la Semana Santa en Divina Voluntad: con las 24 Horas de Su Pasión y las enseñanzas para nuestro estudio y práctica de cada Hora, les dejamos el link con todo el material ofrecido para que en esta Semana Mayor continuemos acompañando a Jesús, Reparando, Rehaciendo los actos, girando en cada acto de su Pasión y dando la Correspondencia debida al Padre, por la Pasión y Muerte de Jesús.


Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Contiene:

Las 24 Horas de la Pasión

Giros

Enseñanzas, Estudio y Práctica para cada Hora de la Pasión

Semana Santa

Viernes Santo


EVANGELIO

Juan 18, 1-19,42



Lectura del santo Evangelio según San Juan
Prendieron a Jesús y lo ataron

18

1.Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos.

2.Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos.

3.Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.

4.Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?»

5.Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos.

6.Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra.

7.Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».

8.Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»

9.Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.»

10.Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.

11.Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»

12.Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron

13.y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.

14.Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.

15.Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote,

16.mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.

17.La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.»

18.Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.

19.El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.

20.Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.

21.¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.»

22.Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?»

23.Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»

24.Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás.

25.Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?» El lo negó diciendo: «No lo soy.»

26.Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?»

27.Pedró volvió a negar, y al instante cantó un gallo.

28.De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.

29.Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?»

30.Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.»

31.Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.»

32.Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
33.Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»

34.Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»

35.Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»

36.Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»

37.Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

38.Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él.

39.Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?»

40.Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás era un salteador.

19

1.Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.

2.Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura;

3.y, acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.

4.Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él.»

5.Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre.»

6.Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él.»

7.Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»

8.Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más.

9.Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le dio respuesta.

10.Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?»

11.Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.»

12.Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César.»

13.Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá.

14.Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey.»

15.Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.»

16.Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,

17.y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,

18.y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19.Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.»

20.Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.

21.Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: "El Rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos".»

22.Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»

23.Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo.

24.Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.

25.Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.

26.Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

27.Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

28.Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»

29.Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.

30.Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

31.Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.

32.Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.

33.Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,

34.sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

35.El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.

36.Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.

37.Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

38.Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.

39.Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.

40.Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.

41.En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado.

42.Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.


Palabra del Señor

"Gloria a Ti, Señor Jesús"

Semana Santa

2024

Continuamos unidos a Ti, en Tu Pasión


Recibamos:



Iniciamos,

‘El Reino de mi Divina Voluntad en medio a las criaturas.  Libro de Cielo.  Llamada a las criaturas al orden, a su puesto y a la finalidad para la que fueron creadas por Dios’.


Sierva de Dios Luisa Piccarreta

"El Evangelio del reino de la Voluntad Divina"

Semana Santa

Viernes Santo

🎙️ "CRUZ ADORADA, finalmente te abrazo..."

Hora 18 de la Pasión de Jesús

Jn 19, 15-18, 25

15.Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.»

16.Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,

17.y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,

18.y allí le crucificaron

25.Junto a la cruz de Jesús estaban su madre

AUDIO


La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad

Día 28

⚜️ La hora del dolor.  La Pasión.

Hija mía queridísima, Yo oía el estruendo de los golpes que llovían sobre el cuerpo desnudo de mi Hijo, oía las burlas, las risas satánicas y los golpes que  le daban sobre la cabeza en el momento de coronarlo de espinas. Lo vi cuando Pilatos lo mostró al pueblo, desfigurado  e  irreconocible, sentí ensordecer con  el “crucifícalo”, “crucifícalo”, lo vi ponerse la cruz sobre sus espaldas, agotado, atormentado, y Yo, no pudiendo resistir aceleré el paso para darle el último abrazo y enjugarle el rostro todo bañado de sangre. ¡Pero qué! Para Nosotros  no  había piedad, los crueles soldados lo arrancan de mi lado con las cuerdas y  lo hacen caer. Hija querida, qué pena desgarradora el no poder socorrer en tantas penas a mi querido Hijo, por eso cada pena abría un mar de dolor en mi traspasado corazón. Finalmente lo seguí al Calvario, donde en medio de penas inauditas y espasmos horribles fue crucificado y levantado en la cruz, y sólo entonces me fue concedido quedarme a los pies de la cruz, para recibir de sus labios agonizantes el don de todos mis hijos y el derecho y sello de mi maternidad sobre todas las criaturas. Y poco después,  entre  espasmos inauditos expiró.

Fiat Divina Voluntad




Jn 18, 38

Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él.

  AUDIO


Vol. 14-32 (2); junio 1, 1922

"no esperó mi respuesta, no tuve el bien de hacerme comprender, le habría dicho: ‘La verdad soy Yo, todo en Mí es verdad; verdad es..."

 

“….Pilatos me preguntó: ‘¿Cómo, Tú eres rey?’ Y Yo inmediatamente le respondí: ‘Rey soy Yo, y he venido al mundo a enseñar la verdad.’ Con esto Yo quería abrirme camino en su mente para hacerme conocer, y él, sintiéndose como golpeado me preguntó: ‘¿Qué cosa es la verdad?’ Pero no esperó mi respuesta, no tuve el bien de hacerme comprender, le habría dicho: ‘La verdad soy Yo, todo en Mí es verdad; verdad es mi paciencia en medio de tantos insultos; verdad es mi mirada dulce entre tantas burlas, calumnias, desprecios; verdad son mis modos afables, atrayentes, en medio de tantos enemigos, que mientras ellos me odian Yo los amo, y mientras quieren darme la muerte Yo quiero abrazarlos y darles la vida; verdad son mis palabras dignas y llenas de sabiduría celestial; todo en Mí es verdad”. La verdad es más que sol majestuoso, que por cuanto se quiera pisotear, surge más bello, más luminoso y hace avergonzar a los mismos enemigos, haciéndolos caer por tierra, a sus pies…”.

Fiat Divina Voluntad



Jn 19, 1-3
1.Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.

2.Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura;

3.y, acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.

AUDIO


Vol. 36-22 (6) Julio 30, 1938

"El verdadero amor se ve por la espontaneidad"

(6) La más bella característica de mi amor es la espontaneidad, tan es así, que las mismas penas que me dieron en la Pasión, primero las formaba en Mí mismo, las amaba, las cubría de besos y después las ponía en las mentes de las criaturas para que me las hicieran sufrir a mi Humanidad; no hubo pena que las criaturas me dieran que no hubiese sido primero querida por Mí, en orden secundario vinieron las criaturas, por eso mis penas estaban empapadas por mi amor, cubiertas por mis besos ardientes, y poseen la virtud creadora para hacer resurgir a las almas a amarme. 

El verdadero amor se ve por la espontaneidad, un amor forzado no se puede decir verdadero amor, pues pierde la frescura, la belleza, la pureza, y ¡oh! cómo se vuelven infelices en los sacrificios, inconstantes, y mientras parece que aman, como es forzado, o por necesidad, o por personas de las que no pueden librarse, se sienten infelices y amargadas. Un amor forzado vuelve esclavas a las pobres criaturas, en cambio mi amor fue libre, querido por Mí, Yo no tenía necesidad de ninguno. Amé, me sacrifiqué hasta dar la Vida, porque quise y amé. Por eso cuando veo en el alma un amor espontáneo, me rapta y digo: Mi amor y el tuyo se dan la mano, por lo tanto podemos amarnos con un solo amor”.

Fiat Divina Voluntad



Jn 19, 6

Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!»

AUDIO


Vol. 19-28 (2) Junio 20, 1926


(2) “Hija mía, cuando Pilatos dijo ‘Ecce Homo’, todos gritaron: ‘Crucifícalo, crucifícalo, lo queremos muerto’.  También mi mismo Padre Celestial y mi inseparable y traspasada Mamá, y no sólo aquellos que estaban presentes sino todos los ausentes y todas las generaciones pasadas y futuras, y si alguno no lo dijo con la palabra, lo dijo con las acciones, porque no hubo uno solo que dijera que me querían vivo, y el callar es confirmar lo que quieren los demás. Este grito de muerte de todos fue para Mí dolorosísimo, Yo sentía tantas muertes por cuantas personas gritaron crucifícalo, me sentí como ahogado de penas y de muerte, mucho más que veía que cada una de mis muertes no llevaba a cada uno la vida, y aquellos que recibían la vida por causa de mi muerte no recibían todo el fruto completo de mi pasión y muerte. Fue tanto mi dolor, que mi Humanidad gimiente estaba por sucumbir y dar el último respiro, pero mientras moría, mi Voluntad Suprema con su Omnividencia hizo presentes a mi Humanidad muriente a todos aquellos que habrían hecho reinar en ellos, con dominio absoluto al Eterno Querer, los cuales tomarían el fruto completo de mi Pasión y muerte, entre los cuales estaba, a la cabeza, mi amada Madre, Ella tomó todo el depósito de todos mis bienes y de los frutos que hay en mi Vida, Pasión y Muerte, ni siquiera un respiro mío perdió y del cual no custodiase el precioso fruto, y de Ella debían ser transmitidos a la pequeña recién nacida de mi Voluntad y a todos aquellos en los cuales el Supremo Querer habría tenido su Vida y su Reino. Cuando mi Humanidad expirante vio puesto a salvo y asegurado el fruto completo de mi Vida, Pasión y Muerte, pudo reemprender y continuar el curso de la dolorosa Pasión. Así que es sólo mi Voluntad la que lleva toda la plenitud de mis bienes y el fruto completo que hay en la Creación, Redención y Santificación. Donde Ella reina, nuestras obras están todas llenas de vida, ninguna cosa está a la mitad o incompleta, en cambio donde Ella no reina, aunque hubiera alguna virtud, todo es miseria, todo es incompleto, y si producen algún fruto es amargo y sin maduración, y si toman los frutos de mi Redención los toman con medida y sin abundancia, y por eso crecen débiles, enfermos y febriles, y por eso si hacen algún poco de bien, lo hacen a duras penas y se sienten aplastar bajo el peso de aquel poco de bien que hacen; en cambio mi Voluntad vacía la voluntad humana y pone en ese vacío la fuerza divina y la vida del bien, y por eso quien la hace reinar en ella hace el bien sin cansancio, y la Vida que contiene la lleva a obrar el bien con una fuerza irresistible, así que mi Humanidad encontró la vida en mi Pasión y Muerte y en quien debía reinar mi Voluntad, y por eso la Creación y la Redención estarán siempre incompletas, hasta en tanto que mi Voluntad no tenga su Reino en la almas”.

Fiat Divina Voluntad




Jn 19, 16-18

16.Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,

17.y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,

18.y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.


AUDIO

Vol. 24-6 (2)

siguiéndolo en el Calvario


Analogía entre el Edén y el Calvario. No se forma un reino con un solo acto

1 Estaba haciendo mi giro en el Fiat Divino y acompañaba a mi dulce Jesús en las penas de su Pasión, y siguiéndolo en el Calvario mi pobre mente se ha detenido a pensar en las penas desgarradoras de Jesús sobre la cruz, y Él moviéndose en mi interior me ha dicho: 

2 “Hija mía, el Calvario es el nuevo Edén donde le venía restituido al genero humano lo que perdió al sustraerse de mi Voluntad. Analogía entre el Calvario y el Edén: En el Edén el hombre perdió la gracia, sobre el Calvario la adquiere; en el Edén le fue cerrado el Cielo, perdió su felicidad y se volvió esclavo del enemigo infernal, aquí en el nuevo Edén le viene reabierto el Cielo, readquiere la paz, la felicidad perdida, queda encadenado el demonio y el hombre queda libre de su esclavitud; en el Edén se oscureció y se retiró el Sol del Fiat Divino y para el hombre fue siempre noche, símbolo del sol que se retiró de la faz de la tierra en las tres horas de mi tremenda agonía sobre la cruz, porque no pudiendo sostener la vista del desgarro de su Creador, causado por el querer humano que con tanta perfidia había reducido a mi Humanidad a este estado, horrorizado se retiró, y cuando Yo expiré reapareció de nuevo y continuó su curso de luz; así el Sol de mi Fiat, mis dolores, mi muerte, llamaron nuevamente al Sol de mi Querer a reinar en medio de las criaturas, así que el Calvario formó la aurora que llamaba al Sol de mi Eterno Querer a resplandecer de nuevo en medio a las criaturas. La aurora es certeza de que debe salir el sol, así la aurora que formé en el Calvario asegura, si bien han pasado cerca de dos mil años, que llamará al Sol de mi Querer a reinar de nuevo en medio a las criaturas. En el Edén mi amor quedó derrotado por parte de las criaturas, aquí en el Calvario triunfa y vence a la criatura; en el primer Edén el hombre recibe la condena de muerte para el alma y el cuerpo, en el segundo queda libre de la condena y viene reconfirmada la resurrección de los cuerpos con la resurrección de mi Humanidad. Hay muchas relaciones entre el Edén y el Calvario, lo que el hombre perdió en el primero, en el segundo lo readquiere; en el reino de mis dolores todo le viene dado y reconfirmado el honor, la gloria de la pobre criatura por medio de mis penas y de mi muerte. 


AUDIO

Vol. 24-6  (3-4)

"Necesidad de la muerte y resurrección de nuestro Señor"


(3) El hombre con sustraerse de mi Voluntad formó el reino de sus males, de sus debilidades, pasiones y miserias, y Yo quise venir a la tierra, quise sufrir tanto, permití que mi Humanidad fuese lacerada, le fuera arrancada a pedazos su carne toda llena de llagas, y quise también morir para formar por medio de mis tantas penas y de mi muerte, el reino opuesto a los tantos males que se había formado la criatura. Un reino no se forma con un solo acto, sino con muchos y muchos actos, y por cuantos más actos tanto más grande y glorioso se vuelve un reino, así que mi muerte era necesaria a mi amor, con mi muerte debía dar el beso de vida a las criaturas, y de mis tantas heridas debía hacer salir todos los bienes para formar el reino de los bienes a las criaturas; por eso mis llagas son fuentes que desbordan bienes, y mi muerte es fuente de donde brota la Vida a provecho de todos. 

(4) Así como fue necesaria mi muerte, fue necesaria a mi amor la Resurrección, porque el hombre con hacer su voluntad perdió la Vida de mi Querer, y Yo quise resucitar para formar no sólo la resurrección de los cuerpos, sino la resurrección de la Vida de mi Voluntad en ellos, así que si Yo no hubiese resucitado, la criatura no podría resurgir de nuevo en mi Fiat, le faltaría la virtud, el vínculo de la resurrección en la mía y por tanto mi amor se sentiría incompleto, sentiría que podría hacer más y no lo hacía y habría quedado con el duro martirio de un amor no completado; que después el hombre ingrato no se sirva de todo lo que he hecho, el mal es todo suyo, pero mi amor posee y goza su pleno triunfo”. 

Fiat Divina Voluntad



Jn 19, 16-17

“Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario”.

AUDIO

Contiene la cita completa



Vol. 36-28 (1-2) Septiembre 5, 1938

“La voluntad humana, cruz de la Divina, y la Divina, cruz de la humana”


“1 Siento la Vida del Fiat Divino en mi alma, la Cual quiere ser mi movimiento, mi respiro y latido, quiere tal unión con la voluntad humana, que ésta en nada se debe oponer a lo que quiere hacer, de otra manera se lamenta, se aflige y se siente puesta en la cruz por el querer humano. Mientras estaba en esto, mi amado Jesús repitiéndome su breve visita me ha dicho:

2 “Hija mía bendita, cuánto sufre mi Voluntad en la criatura, basta decirte que cada vez que la criatura hace su voluntad, pone en la cruz a la mía, así que la cruz de mi Voluntad es el querer humano, pero no con tres clavos como Yo fui crucificado sobre la cruz, sino con tantos clavos por cuantas veces se opone a la mía, por cuantas veces no es reconocida, y mientras quiere hacer el bien es rechazada con los clavos de la ingratitud. ¡Cómo es desgarradora esta crucifixión de mi Voluntad en la criatura! Cuántas veces se siente poner los clavos a su respiro, a su latido, a su movimiento, porque no siendo conocida, y que Ella es vida del respiro, del latido y del movimiento, entonces el respiro, el latido y el movimiento humanos le sirven de clavos que le impiden desarrollar en ellos el bien que quiere. ¡Oh, cómo se siente poner en la cruz por el querer humano! Ella con su movimiento divino quiere hacer despuntar el día en el movimiento humano, y la criatura pone en la cruz al movimiento divino, y con su movimiento hace despuntar la noche y pone en la cruz a la luz; ¡cómo se duele mi luz al verse reprimida, crucificada, puesta en un estado de inhabilidad por el querer humano! Mi Voluntad con su respiro quiere hacer respirar al respiro de la criatura para darle la vida de su santidad, de su fuerza, y la criatura con no recibirla le pone el clavo del pecado, de sus pasiones y debilidades; pobre de mi Voluntad, en qué estado de dolor y de continua crucifixión se encuentra en el querer humano, éste no hace otra cosa que poner en la cruz a nuestro amor, y todos los bienes que queremos darle son llenados con sus clavos. Sólo quien vive en mi Voluntad no la pone en la cruz, más bien puedo decir que Yo formo su cruz, pero es muy diferente su cruz de la mía, mi Querer sabe poner clavos de luz, de santidad, de amor, para volverla fuerte con nuestra misma fuerza divina, estos clavos no dan dolor, más bien la vuelven feliz, bella, con una belleza encantadora, y son portadores de grandes conquistas; y quien los ha probado, es tanta la felicidad que siente, que nos ruega, nos suplica que la tengamos siempre en la cruz con nuestros clavos divinos. Esto no puede cambiar, si las dos voluntades, humana y Divina no están unidas, la suya formará nuestra cruz, y la nuestra la suya. Es más, es tanto nuestro amor y nuestro celo, que no le dejamos libre ni siquiera un respiro sin nuestro clavo de luz y de amor para tenerla siempre con Nosotros, para poder decir: Lo que hacemos Nosotros hace ella, y quiere lo que Nosotros queremos”.

Fiat Divina Voluntad



Jn 19, 18 "y allí le crucificaron..."

AUDIO


Vol. 12-130 (1-2) Mayo 15, 1920

“La Divina Voluntad forma en el alma la crucifixión completa”


1 Me lamentaba con mi dulce Jesús diciéndole: “¿Dónde están tus promesas? No más cruz, no más semejanza Contigo, todo se ha esfumado y no me queda más que llorar mi doloroso fin”. Y Jesús, moviéndose me ha dicho en mi interior: 

2 “Hija mía, mi crucifixión fue completa, ¿y sabes por qué? Porque fue hecha en la Voluntad Eterna de mi Padre. En esta Voluntad la cruz se hizo tan larga y tan ancha, de abrazar todos los siglos, para penetrar en cada corazón presente, pasado y futuro, de modo que quedaba crucificado en cada corazón de criatura; esta Divina Voluntad ponía clavos a todo mi interior, a mis deseos, a los afectos, a mis latidos, puedo decir que no tenía vida propia, sino la Vida de la Voluntad eterna, que encerraba en Mí a todas las criaturas y quería que respondiera por todo. Jamás mi crucifixión podía estar completa y tan extendida para abrazar a todos, si el Querer eterno no fuera el actor. También en ti quiero que la crucifixión sea completa y extendida a todos. He aquí el por qué de las continuas llamadas que te hago en mi Querer, son las incitaciones para llevar ante la Majestad Suprema a toda la familia humana, y a nombre de todos hacer los actos que ellos no hacen. El olvido de ti, la falta de reflexiones personales, no son otra cosa que clavos que pone mi Voluntad. Mi Voluntad no sabe hacer cosas incompletas o pequeñas, y haciéndose corona en torno al alma, la quiere en Sí, y extendiéndola en todo el ámbito de su Querer eterno, pone el sello de su cumplimiento. Mi Querer vacía todo lo humano del interior de la criatura, y pone todo lo divino, y para estar más seguro va sellando todo el interior con tantos clavos por cuantos actos humanos pueden tener vida en la criatura, sustituyéndolos con otros tantos actos divinos, y así forma las verdaderas crucifixiones, y no por un tiempo, sino por toda la vida”.

Fiat Divina Voluntad



Jn 19, 25
25.Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.

AUDIO

Vol 21-16 (6-7) Abril 16, 1927

“Todo el secreto de su fuerza estaba en mi Voluntad reinante en Ella”.

(6) Después de esto estaba pensando en el dolor cuando mi dolorosa Mamá, traspasada en el corazón se separó de Jesús dejándolo muerto en el sepulcro, y pensaba entre mí: “¿Cómo fue posible que haya tenido tanta fuerza de dejarlo? Es cierto que estaba muerto, pero era siempre el cuerpo de Jesús, ¿cómo su amor materno no la consumió para no dejarle dar un solo paso lejos de aquel cuerpo extinto? Y sin embargó lo dejó. ¡Qué heroísmo, qué fortaleza!” Pero mientras esto pensaba, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho:

(7) “Hija mía, ¿quieres saber cómo es que mi Mamá tuvo la fuerza de dejarme? Todo el secreto de su fuerza estaba en mi Voluntad reinante en Ella. Ella vivía de Voluntad Divina, no humana, y por eso contenía la fuerza inmensurable. Es más, tú debes saber que cuando mi traspasada Mamá me dejó en el sepulcro, mi Querer la tenía inmersa en dos mares inmensos, uno de dolor y el otro más extenso de alegrías, de bienaventuranzas, y mientras el de dolor le daba todos los martirios, el de la alegría le daba todos los contentos y su bella alma me siguió al limbo y asistió a la fiesta que me hicieron todos los patriarcas, los profetas, su padre y su madre, nuestro amado San José; el limbo se transformó en paraíso con mi presencia y Yo no podía hacer menos que hacer participar a Aquélla que había sido inseparable en mis penas, hacerla asistir a esta primera fiesta de las criaturas, y fue tanta su alegría, que tuvo la fuerza de separarse de mi cuerpo, retirándose y esperando el momento de mi Resurrección como cumplimiento de la Redención. La alegría la sostenía en el dolor, y el dolor la sostenía en la alegría. A quien posee mi Querer no puede faltarle ni fuerza ni potencia, ni alegría, todo lo tiene a su disposición. ¿No lo experimentas en ti misma cuando estás privada de Mí y te sientes consumar? La luz del Fiat Divino forma su mar, te hace feliz y te da la vida”.

Fiat Divina Voluntad





Jn 19, 26-27

26.Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

27.Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

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De la Hora 21

La segunda hora de Agonía en la cruz

"Madre: “¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Y a Juan: “¡He ahí a tu Madre!”

Crucificado Jesús mío, tus penas aumentan cada vez más. ¡Ah, sobre esta cruz tú eres el verdadero Rey de los dolores! No se te escapa ni una sola alma en medio de tantas penas, más aún, a cada una le das tu misma vida. Pero las criaturas se resisten a recibir tu amor, lo desprecian y no lo toman en consideración; y tu amor, no pudiendo desahogarse, se hace cada vez más intenso y te tortura en modo inaudito; y en medio de estas torturas se pone a investigar para ver qué más le puede dar al hombre para vencerlo, y te hace decir: « ¡Oh alma, mira cuánto te he amado! ¡Si no quieres tener piedad de ti misma, ten piedad al menos de mi amor!”. Mientras tanto, viendo que ya no tienes nada que darle, habiéndole dado todo, vuelves tu débil mirada hacia tu Madre. También ella está más que moribunda a causa de tus penas y es tan grande el amor que la tortura, que la tiene crucificada junto contigo. Madre e Hijo se comprenden; y tú das un suspiro de satisfacción y te consuelas al ver que todavía puedes darles a las criaturas a tu Madre; y viendo en Juan a todo el género humano, con una voz tan tierna que enternece a todos los corazones, le dices a tu Madre: “¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Y a Juan: “¡He ahí a tu Madre!”. Tu voz penetra en su Corazón materno y junto con la voz de tu sangre sigues diciendo: “Madre mía, a ti te confío todos mis hijos. ¡Así como me amas a mí, ámalos también a ellos! Que todos tus cuidados y ternuras maternas sean para mis hijos. Tú me los salvarás a todos”. Tu Madre Santísima acepta. Y mientras tanto, son tan intensas tus penas, que de nuevo te reducen al silencio. ¡Oh Jesús mío!, quiero reparar todas las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, las blasfemias y las ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los inmensos beneficios que nos has dado dándonosla por Madre. ¿Cómo podremos agradecerte este beneficio tan grande? Recurro a tu misma fuente, ¡oh Jesús!, y te ofrezco tu sangre, tus llagas y el amor infinito de tu Corazón. ¡Oh Virgen Santísima, qué conmoción tan grande sientes al oír la voz de tu amado Jesús que te deja como Madre de todos nosotros! Te doy gracias, Virgen bendita, y para darte gracias como mereces te ofrezco la misma gratitud de tu Jesús. ¡Oh dulce Madre!, protégenos, cuídanos, no dejes que jamás te ofendamos en lo más mínimo, tennos siempre abrazados a Jesús y con tus manos átanos a él, de manera que nunca más podamos volver a huir de él. Quiero reparar con tus mismas intenciones todas las ofensas que le hacen a Jesús y las que te hacen a ti también, ¡oh dulce Madre mía!

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Jn 19, 26-27

26.Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

27.Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

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Vol. 15-35 (2) Julio 11, 1923

La obra de la Redención era la más grande y para ella elegí a una sola criatura

cuando Yo morí la confié a otro sacerdote, el cual fue San Juan.


(2) "Hija mía, por cuanto más grande es la obra que quiero hacer, tanto más es necesario que sea única y singular la criatura que elijo. La obra de la Redención era la más grande y para ella elegí a una sola criatura, dotándola de todos los dones, jamás concedidos a ninguno, para hacer que esta criatura contuviera tanta gracia de poderme hacer de Madre, y pudiese deponer en Ella todos los bienes de la Redención; y para custodiar mis mismos dones, desde que fue concebida hasta que me concibió la tuve oculta en la luz de la Santísima Trinidad, la cual se hacía custodia y tenía el oficio de dirigirla en todo; después, cuando quedé concebido en su seno virginal, siendo Yo el verdadero, la cabeza y el primero de todos los sacerdotes, tomé Yo la tarea de custodiarla y de dirigirla en todo, hasta el movimiento de su latido; y cuando Yo morí la confié a otro sacerdote, el cual fue San Juan. Un alma tan privilegiada que contenía todas las gracias, única en la mente divina, única en la historia, no quise dejarla hasta el último de sus respiros sin la asistencia de un representante mío. ¿Acaso he hecho esto a otras almas? No, porque no conteniendo tanto bien, tantos dones y gracias, no es necesaria tanta custodia y asistencia.

Fiat Divina Voluntad




Jn 19, 26-29

26.Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

27.Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

28.Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»

29.Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.

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Vol. 36-3 (1-2) Abril 20, 1938

Cómo el “tengo sed” de Jesús en la cruz, continúa aún a gritar a cada corazón: “Tengo sed”.

“1 Mi vuelo continúa en el Querer Divino, y siento la necesidad de hacer mío todo lo que ha hecho, poner en ello mi pequeño amor, mis besos afectuosos, mis adoraciones profundas, mi gracias por todo lo que ha hecho y sufrido por mí y por todos, y habiendo llegado al momento cuando mi amado Jesús fue crucificado y levantado en la cruz entre espasmos atroces y penas inauditas, con acento tierno y lastimero, tanto que me sentía romper el corazón, me ha dicho: 

2 “Hija mía buena, la pena que más me traspasó sobre la cruz fue mi sed ardiente, me sentía quemar vivo, todos los humores vitales habían salido por mis llagas, que como tantas bocas quemaban y sentían una sed ardiente que querían apagar, tanto, que no pudiendo contenerme grité: ‘Sitio’. Este ‘sitio’ permanece siempre en acto de decir: ‘Tengo sed’. No termino jamás de decirlo, con mis llagas abiertas y con mi boca quemada digo siempre: ‘Yo ardo, tengo sed, ¡ah! dame una gotita de tu amor para dar un pequeño refrigerio a mi sed ardiente’. Así que en todo lo que hace la criatura Yo le repito siempre con mi boca abierta y quemada por la sed: ‘Dame de beber, tengo sed ardiente’. Y como mi Humanidad dislocada y llagada tenía un solo grito: ‘Tengo sed’, por eso, conforme la criatura camina, Yo grito a sus pasos con mi boca ardida: ‘Dame tus pasos hechos por mi amor para calmar mi sed’; si obra, le pido sus obras hechas sólo por mi amor para refrigerio de mi sed ardiente; si habla, le pido sus palabras; si piensa, le pido sus pensamientos como tantas gotitas de amor para alivio a mi sed ardiente. No era solamente mi boca la que se quemaba, sino toda mi Santísima Humanidad sentía la extrema necesidad de un baño de refrigerio al fuego ardiente de amor que me quemaba, y como era por la criatura que Yo me quemaba en medio de penas desgarradoras, por eso solamente ellas podían, con su amor, extinguir mi sed ardiente y dar el baño de refrigerio a mi Humanidad. Ahora, este grito: ‘Sitio’, lo dejé en mi Voluntad, y Ella tomaba el empeño de hacerlo oír a cada instante en los oídos de las criaturas, para moverlas a compasión de mi sed ardiente, para darles mi baño de amor y recibir su baño de amor, aunque sean pequeñas gotitas, como alivio de mi sed que me devora, pero, ¿quién me escucha? ¿Quién tiene compasión de Mí? Sólo quien vive en mi Voluntad, todos los demás se hacen los sordos y acrecientan con su ingratitud mi sed, lo que me deja intranquilo, sin esperanza de alivio. Y no solamente mi ‘sitio’, sino todo lo que hice y dije lo dejé en mi Voluntad; estoy siempre en acto de decir a mi Mamá doliente: ‘Madre, he ahí a tus hijos’. Y la pongo a su lado como ayuda, por guía, para hacerla amar por hijos, y Ella a cada instante se siente poner por su Hijo al lado de sus hijos, y ¡oh, cómo los ama como Mamá, y les da su Maternidad para hacerme amar por ellos como Ella me ama! Y no sólo esto, sino que con dar su Maternidad pone el amor perfecto entre las criaturas, a fin de que se amen entre ellas con amor materno, que es amor de sacrificio, de desinterés y constante. ¿Pero quién recibe todo este bien? Quien vive en nuestro Fiat. Esta criatura siente la Maternidad de la Reina; Ella, se puede decir que pone su corazón materno en la boca de sus hijos para que succionen y reciban la Maternidad de su amor, sus dulzuras y todas sus dotes, de las cuales está enriquecido su materno corazón”.

Fiat Divina Voluntad

Reparemos 

con las Horas de la Pasión


Para hoy viernes Santo, también acerquémonos a contemplar con las siguientes Horas de la Pasión el Evangelio:

Hora 8, 10, 11, 15, 16, 17, 18, 20, 21, 22, 23


HORA DE LA PASIÓN VIERNES SANTO



Les entregamos a continuación el contenido de Oro Divino de cada acto vivido por Jesús en las Horas de la Pasión para hoy: 




Hora 8

De las 12 de la noche a la 1 de la mañana

 La Captura de Jesús


“Oh Jesús mío, ya es media noche; escuchas que se aproximan los enemigos, y Tú limpiándote y enjugándote  

sangre, reanimado por los consuelos recibidos vas de nuevo a donde están tus amados discípulos, los llamas, los amonestas y te los llevas junto contigo, y vas al encuentro de tus enemigos, queriendo reparar con tu  prontitud mi lentitud, mi desgano y pereza en el obrar y en el sufrir por amor tuyo.

Pero, oh dulce Jesús, mi bien, que escena tan conmovedora veo: Al primero que encuentras es al pérfido Judas, el cual acercándose a Ti y poniéndote un brazo alrededor de tu cuello te saluda y te besa; y Tú, amor entrañable, no desdeñas besar aquellos labios infernales, lo abrazas y te lo estrechas al corazón, queriéndolo arrancar del infierno y dándole muestras de nuevo amor.

Mi Jesús, ¿cómo es posible no amarte? Es tanta la ternura de tu amor que debiera arrebatar a cada corazón a amarte, y sin embargo no te aman. Y Tú, oh mi Jesús, en este beso de Judas, soportándolo, reparas las traiciones, los fingimientos, los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad, especialmente de los sacerdotes. Tu beso, además, manifiesta que a ningún pecador, con tal de que venga a Ti humillado, rehusarías darle el perdón.

Ternísimo Jesús mío, ya te entregas en manos de tus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir lo que  ellos quieran. También yo, oh mi Jesús, me entrego en tus manos, a fin de que Tú, libremente, puedas hacer de mí lo que más te agrade; y junto contigo quiero seguir tu Voluntad, tus reparaciones y sufrir tus penas. 

. …Así que siempre contigo quiero estar, oh mi Jesús, ni siquiera un minuto quiero dejarte solo; y para estar más segura, ponme dentro de Ti, y yo estaré en tu mente, en tus miradas, en tu corazón y en todo Tú mismo, para hacer que lo que haces Tú, pueda hacerlo también yo….

. …¡Ah, cómo me desciende dulce la palabra que dirigiste a Judas:

«Amigo, ¿a qué has venido?» (Mt 26,50)

Y siento que a mí también me diriges las mismas palabras, no llamándome amiga sino con el dulce nombre de hija: «Hija, ¿a qué has venido?» Para oír que te respondo: «Jesús, a amarte». «¿A qué has venido?», me repites si me despierto en la mañana; «¿a qué has venido?», si hago oración; «¿a qué has venido?», me repites desde la Hostia Santa si vengo a recibirte en mi corazón.

¡Qué bello reclamo para mí y para todos! Pero cuántos a tu «¿a qué has venido?» responden: Vengo a ofenderte. Otros, fingiendo no escucharte se entregan a toda clase de pecados, y a tu pregunta «¿a qué has venido?» responden con irse al infierno. ¡Cuánto te compadezco, oh mi Jesús! Quisiera tomar las mismas cuerdas con que van a atarte tus enemigos, para atar a estas almas y evitarte este dolor. Pero de nuevo escucho tu voz ternísima que dice, mientras vas al encuentro de tus enemigos:

«¿A quién buscan?» (Jn 18,4)

Y ellos responden:

«A Jesús Nazareno». (Jn 18,5)

Y Tú les dices:

«Yo soy». (Jn 18,5)


Jesús es encadenado

Y ellos, pérfidos e ingratos, en vez de caer humildes y palpitantes a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan, te arrojan por tierra, te pisotean bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú, con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de aquellos que a pesar de los milagros, no se rinden a tu gracia y se obstinan de más.

Con tus sogas y cadenas consigues del Padre la gracia de romper las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con la dulce cadena del amor. 

Mi pacientísimo Jesús, estas cuerdas y cadenas parece que ponen algo de más bello a tu divina Persona. Tu frente se hace más majestuosa, tanto que atrae la atención de tus mismos enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; tu rostro divino se pone en actitud de una paz y dulzura suprema, capaz de enamorar a tus mismos verdugos; con tu tono de voz suave y penetrante, si bien pocos, los haces temblar, tanto que si se atreven a ofenderte es porque Tú mismo se los permites.

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Hora 10

De las 2 a las 3 de la mañana 

“Jesús es presentado a Anás”

“…Te encuentras en aquel momento en que Anás te interroga sobre tu doctrina y tus discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la gloria del Padre abres tu sacratísima boca, y con voz sonora y llena de dignidad

respondes:

«Yo he hablado en público, y todos los que aquí están me han escuchado». (Jn 18,20)

Ante estas dignas palabras tuyas, todos tiemblan, pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a Ti y te da una bofetada con la mano, tan fuerte de hacerte tambalear y ponerse pálido tu rostro santísimo. 

…Tus enemigos rompen en risas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, y Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte.

…junto contigo te reparo las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes, y por todas las faltas cometidas por murmuraciones.

Pero veo afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás, y tus enemigos te precipitan por las escaleras, y Tú amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche se precipitan en la culpa, aprovechándose de las tinieblas, y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe.” 

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Hora 11

De la 3 a las 4 de la mañana 

“Jesús en casa de Caifás”

“…«Pobre de mi Jesús, abandonado por todos, no hay quién te defienda».

…siento ensordecer por los insultos que te dicen, por las voces, por los gritos, por el correr de la gente. Amor mío, ¿cómo es que todos están contra Ti? ¿Qué has hecho que como tantos lobos feroces te quieren despedazar? 

«Hija mía, no he hecho nada de mal y he hecho todo, oh, mi delito es el amor, que contiene todos los sacrificios, el amor de costo inmensurable.; …tú estate en mi corazón, observa todo, ámame, calla y aprende; haz que tu sangre helada corra en mis venas para dar alivio a mi sangre que es toda llamas; haz que tu temblor corra en mis miembros a fin de que fundida en Mí puedas afirmarte y calentarte para sentir parte de mis penas, y al mismo tiempo adquirir fuerza al verme sufrir tanto; esta será la más bella defensa que me harás; sé fiel y atenta».

…ya llegas ante Caifás, Tú te muestras todo manso, modesto, humilde, tu dulzura y paciencia es tanta que hace aterrorizar a los mismos enemigos, y Caifás todo furor, quisiera devorarte. ¡Ah, cómo se distingue bien la inocencia y el pecado!

Amor mío, Tú estás ante Caifás como el más culpable, en acto de ser condenado. Caifás pregunta a los testigos cuáles son tus delitos. ¡Ah, hubiera hecho mejor preguntando cuál es tu amor!... Tú callas, sufres, y si los miras, la luz de tus ojos desciende en sus corazones, y no pudiendo soportarla se alejan de ti, pero otros llegan para darte más tormentos.


Las negaciones de Pedro

Pero entre tantas acusaciones y ultrajes veo que pones atentos tus oídos, tu corazón late fuerte como si fuera a estallar por el dolor. Dime, afligido bien mío, ¿qué sucede ahora?... reparas por aquellos que te ofenden por instigación de sus jefes, y por las ofensas de los eclesiásticos; y mientras unida contigo sigo tus mismas reparaciones, siento en Ti un cambio, un nuevo dolor no sentido hasta ahora. Dime, dime qué pasa. Hazme partícipe de todo, oh Jesús.

…«¡Ah! hija, ¿quieres saberlo? Oigo la voz de Pedro que dice no conocerme y ha jurado, ha jurado en falso, y por tercera vez, que no me conoce. ¡Ah! Pedro, ¿cómo? ¿No me conoces? ¿No recuerdas con cuántos bienes te he colmado? ¡Oh, si los demás me hacen morir de penas, tú me haces morir de dolor! ¡Ah, cuánto mal has hecho al seguirme desde lejos, exponiéndote a la ocasión!»

…pero tu corazón no se calma todavía y tratas de mirar a Pedro. A tus miradas amorosas, llenas de lágrimas por su negación, edro se enternece, llora y se retira de allí; y Tú, habiéndolo puesto a salvo te calmas y reparas las ofensas de los Papas y de los jefes de la Iglesia, y especialmente por aquellos que se exponen a las ocasiones. Pero tus enemigos continúan acusándote, y viendo Caifás que nada respondes a sus acusaciones te dice:

«Te conjuro por el Dios vivo, dime, ¿eres Tú verdaderamente el Hijo de Dios?» (Mt 26, 63)

Y Tú amor mío, teniendo siempre en tus labios palabras de verdad, con una actitud de majestad suprema y con voz sonora y suave, tanto que todos quedan asombrados, y los mismos demonios se hunden en el abismo, respondes:

«Tú lo dices Sí, ¡Yo soy el verdadero Hijo de Dios, y un día descenderé sobre las nubes del cielo para juzgar a todas las naciones!» (Mt 26, 64)

Ante tus palabras creadoras todos hacen silencio, se sienten estremecer y espantados, pero Caifás después de pocos instantes de espanto, reaccionando y todo furibundo, más que bestia feroz, dice a todos:

«¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? ¡Ya ha dicho una gran blasfemia! ¿Qué más esperamos para condenarlo? ¡Ya es reo de muerte!» (Mt 26, 65-66)

Son tales y tantos los tormentos que te dan, que la tierra tiembla y los Cielos quedan sacudidos… quisiera arrebatarte de las manos de tus enemigos, pero Tú no lo quieres, porque lo exige la salvación de todos, y yo me veo obligada a resignarme.”

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Hora 15 

De las 7 a las 8 de la mañana

Jesús ante Pilatos.  Pilatos lo envía a Herodes”

“Atado bien mío, tus enemigos unidos a los sacerdotes te presentan ante Pilatos, y ellos fingiendo santidad y

escrupulosidad, debiendo festejar la Pascua se quedan fuera en el atrio, y Tú, mi amor, viendo el fondo de su malicia reparas las hipocresías del cuerpo religioso.

También yo reparo junto contigo, pero mientras Tú te ocupas del bien de ellos, ellos en cambio comienzan a acusarte ante Pilatos, vomitando todo el veneno que tienen contra Ti, pero Pilatos mostrándose insatisfecho de las acusaciones que te hacen, para poderte condenar con motivo te llama aparte y a solas te examina y te pregunta:

«¿Eres Tú el rey de los judíos?» (Jn 18, 33)

Y Tú mi Jesús, verdadero rey mío respondes:

«Mi reino no es de este mundo; de lo contrario millares de legiones de ángeles me defenderían».

Y Pilatos conmovido por la suavidad y dignidad de tu palabra, sorprendido te dice:

«¿Cómo, Tú eres rey?» (Jn 18, 37)

Y Tú:

«Es como tú lo dices, Yo lo soy, y he venido al mundo para dar testimonio de la Verdad». (Jn 18, 37)

Y Pilatos sin querer saber más y convencido de tu inocencia, sale a la terraza y dice:

«Yo no encuentro culpa alguna en este hombre». (Jn 18, 38)

Los judíos enfurecidos te acusan de tantas otras cosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas las debilidades de los jueces cuando se encuentran de frente a los poderosos y sus injusticias, y ruegas por los inocentes oprimidos y abandonados. 


Jesús ante Herodes

…te hacen llegar ante Herodes, el cual en actitud soberbia te hace muchas preguntas, y Tú no respondes, no lo miras, y Herodes irritado porque no se ve satisfecho en su curiosidad y sintiéndose humillado por tu prolongado silencio, dice a todos que Tú eres un loco y sin juicio, y como a tal ordena que seas tratado, y para mofarse de Ti hace que seas vestido con una vestidura blanca y te entrega en las manos de los soldados para que te hagan lo peor que puedan.

Inocente Jesús, ninguno encuentra culpa en Ti, sólo los judíos, porque su fingida religiosidad no merece que

resplandezca en sus mentes la luz de la verdad. Mi Jesús, sabiduría infinita, cuánto te cuesta el haber sido declarado loco. Los soldados abusando de Ti te arrojan por tierra, te pisotean, te cubren de salivazos, te escarnecen, te golpean con palos, y son tantos los golpes que te sientes morir.

…Tú ruegas y reparas por las ambiciones de los reyes que ambicionan reinos para ruina de los pueblos, por las destrucciones que provocan, por tanta sangre que hacen derramar por sus caprichos, por todos los pecados de curiosidad y por las culpas cometidas en las cortes y en las milicias.

Mi Jesús, cómo es tierno el verte en medio de tantos ultrajes orando y reparando, tus palabras repercuten en mi corazón y sigo lo que haces Tú.”

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Hora 16 

De las 8 a las 9 de la mañana

“Jesús de nuevo ante Pilatos.  Es pospuesto a Barrabás.  Jesús es flagelado”

“…ya estás de nuevo ante Pilatos, y éste, al verte tan malamente reducido y vestido de loco, y sabiendo que ni siquiera Herodes te ha condenado, queda más indignado contra los judíos y se convence mayormente de tu inocencia y de no condenarte, pero queriendo dar alguna satisfacción a los judíos, como para aplacar el odio, el furor, la rabia y la sed que tienen de tu sangre, te propone a ellos junto con Barrabás, pero los judíos gritan:

«¡No queremos libre a Jesús, sino a Barrabás!» (Jn 18, 40)

Y entonces Pilatos no sabiendo ya qué hacer para calmarlos te condena a la flagelación.

…Tú, encerrado en Ti mismo piensas en dar a todos la vida, y poniendo atención te escucho decir:

«Padre Santo, mira a tu Hijo vestido de loco, esto te repara la locura de tantas criaturas al caer en el pecado; esta vestidura blanca sea ante Ti como disculpa por tantas almas que se visten con la lúgubre vestidura de la culpa. Mira oh Padre, el odio, el furor, la rabia que tienen contra Mí, que casi les hace perder la luz de la razón, la sed que tienen de mi sangre, y Yo quiero repararte todos los odios, las venganzas, las iras, los homicidios, y conseguir a todos la luz de la razón.

Mírame de nuevo Padre mío, ¿se puede dar insulto mayor?

Me han pospuesto al más grande malhechor, y Yo quiero repararte todas las posposiciones que se hacen, ¡ah, todo el mundo está lleno de posposiciones! Quién nos pospone a un vil interés, quién a los honores, quién a las vanidades, quién a los placeres, a los apegos, a las dignidades, a las crápulas y hasta al mismo pecado, y en modo unánime todas las criaturas, aun a cada pequeña tontería nos posponen, y Yo estoy dispuesto a aceptar ser pospuesto a Barrabás para reparar las posposiciones de las criaturas.”

Mi Jesús, me siento morir de dolor y de confusión al ver tu gran amor en medio de tantas penas y el heroísmo de tus virtudes en medio de tantas penas e insultos. 


Jesús Flagelado

Mi purísimo Jesús, ya estás junto a la columna, los soldados enfurecidos te sueltan para atarte a ella, pero no es suficiente, te despojan de tus vestiduras para hacer cruel carnicería de tu santísimo cuerpo. Amor mío, vida mía, me siento desfallecer por el dolor de verte desnudo, Tú tiemblas de pies a cabeza y tu santísimo rostro se tiñe de virginal rubor, y es tanta tu confusión y tu agotamiento, que no sosteniéndote en pie estás a punto de caer a los pies de la columna, pero los soldados sosteniéndote, no por ayudarte sino para poderte atar, no te

dejan caer.

Ya toman las sogas, te atan los brazos, pero tan fuerte que enseguida se hinchan y de la punta de los dedos brota sangre. 

Después, en torno a la columna pasan sogas que sujetan tu santísima persona hasta los pies, y tan fuerte que no puedes hacer ni siquiera un movimiento, y así poder ellos desenfrenarse sobre de Ti libremente.

…¿Cómo? Tú que vistes a todas las cosas creadas, al sol de luz, al cielo de estrellas, a las plantas de hojas, a los pajarillos de plumas, Tú, ¿desnudo? ¡Qué atrevimiento!... 

«Calla, oh hija. Era necesario que fuese desnudado para reparar por tantos que se despojan de todo pudor, de candor y de inocencia; que se desnudan de todo bien y virtud, de mi gracia, y se visten de toda brutalidad, viviendo a modo de brutos. En mi virginal rubor reparé las tantas deshonestidades y afeminaciones y placeres bestiales. Por eso atenta a lo que hago y ruega y repara conmigo y cálmate».

Flagelado Jesús, tu amor pasa de exceso en exceso, veo que los verdugos toman los flagelos y te azotan sin piedad, tanto, que todo tu santísimo cuerpo queda lívido; es tanta la ferocidad y el furor al golpearte, que están ya cansados, pero otros dos los sustituyen y tomando varas espinosas te azotan tanto, que enseguida de tu santísimo cuerpo comienza a chorrear a ríos la sangre, y lo continúan golpeando todo, abriendo surcos y lo llenan de llagas.

Pero aún no les basta, otros dos continúan, y con cadenas de fierro continúan la dolorosa carnicería. A los primeros golpes esas carnes llagadas se desgarran y a pedazos caen por tierra; los huesos quedan al descubierto y la sangre brota tanto, que forma un lago de sangre en torno a la columna.

…en esos gemidos Tú dices:

«Ustedes, todos los que me aman, vengan a aprender el heroísmo del verdadero amor; vengan a apagar en mi sangre la sed de sus pasiones, la sed de tantas ambiciones, de tantas vanidades y placeres, de tanta sensualidad; en ésta mi sangre encontrarán el remedio a todos sus males».

Tus gemidos continúan diciendo:

«Mírame, oh Padre, bajo esta tempestad de golpes, todo llagado, pero no basta, quiero formar tantas llagas en mi cuerpo para dar suficientes moradas en el Cielo de mi Humanidad a todas las almas, en modo de formar en Mí mismo su salvación, y después hacerlas pasar al Cielo de la Divinidad.

Padre mío, cada golpe de estos flagelos repare ante Ti, uno a uno cada especie de pecado, y conforme me golpean, así sea excusa para aquellos que los cometen. Que estos golpes golpeen los corazones de las criaturas y les hablen de mi amor por ellas, tanto, de forzarlas a rendirse a Mí».

Y mientras esto dices, es tan grande tu amor, si bien con sumo dolor, que casi incitas a los verdugos a que te azoten aún más.

Ya te quitan las cuerdas y Tú caes casi muerto en tu propia sangre; y al ver los pedazos de tus carnes te sientes morir por el dolor, al ver en aquellas carnes arrancadas de Ti, a las almas perdidas, y es tanto tu dolor, que agonizas en tu propia sangre.”

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Hora 17 

De las 9 a las 10 de la mañana

“Jesús coronado de espinas. “Ecce Homo”. Jesús es condenado a muerte”

“Mi Jesús, amor infinito, mientras más te miro más comprendo cuánto sufres. Ya estás todo lacerado y no hay

parte sana en Ti; los verdugos enfurecidos al ver que Tú en medio de tantas penas los miras con tanto amor, que tu mirada amorosa formando un dulce encanto, casi como tantas voces ruegan y suplican más penas y nuevas penas, y estos, si bien inhumanos, pero también forzados por tu amor, te ponen de pie, y Tú, no sosteniéndote caes de nuevo en tu propia sangre, y ellos, irritados, con patadas y con empujones te hacen llegar al lugar donde te coronarán de espinas.

Amor mío, si Tú no me sostienes con tu mirada de amor, yo no puedo continuar viéndote sufrir. Siento ya un escalofrío en los huesos, el corazón me late fuertemente, me siento morir, ¡Jesús, Jesús, ayúdame! Y mi amable Jesús me dice:

«Animo, no pierdas nada de lo que he sufrido; sé atenta a mis enseñanzas. Yo debo rehacer en todo al hombre, la culpa le ha quitado la corona y lo ha coronado de oprobios y de confusión, así que no puede comparecer ante mi Majestad, la culpa lo ha deshonrado haciéndole perder todo derecho a los honores y a la gloria, por eso quiero ser coronado de espinas, para poner sobre la frente del hombre la corona y restituirle todos los derechos a cualquier honor y gloria; y mis espinas serán ante mi Padre reparaciones y voces de disculpa por los tantos pecados de pensamiento y especialmente de soberbia; y serán voces de luz y de súplica a cada mente creada para que no me ofendan; por eso, tú únete conmigo y ora y repara junto conmigo».

Coronado Jesús, tus crueles enemigos te hacen sentar, te ponen encima un trapo de púrpura, toman la corona de espinas y con furia infernal te la ponen sobre tu adorable cabeza, y a golpes de palo te hacen penetrar las espinas en la frente, y algunas te llegan hasta los ojos, a las orejas, al cráneo y hasta detrás en la nuca. ¡Amor mío, qué desgarro, qué penas tan inenarrables! ¡Cuántas muertes crueles no sufres!

La sangre te corre sobre tu rostro, de manera que no se ve más que sangre, pero bajo esas espinas y esa sangre se descubre tu rostro santísimo radiante de dulzura, de paz y de amor, y los verdugos queriendo completar la tragedia te vendan los ojos, te ponen una caña en la mano por cetro y comienzan sus burlas. Te saludan como rey de los judíos, te golpean la corona, te dan bofetadas y te dicen:

«Adivina quién te ha golpeado». (Lc 22, 64)

Y Tú callas y respondes con reparar las ambiciones de quienes aspiran a reinos, a las dignidades, a los honores, y por aquellos que encontrándose en estos puestos, no comportándose bien forman la ruina de los pueblos y de las almas confiadas a ellos, y cuyos malos ejemplos son causa de empujar al mal y de que se pierdan almas.

Con esa caña que tienes en la mano reparas por tantas obras buenas vacías de espíritu interior, e incluso hechas con malas intenciones. En los insultos y en esa venda reparas por aquellos que ponen en ridículo las cosas más santas, desacreditándolas y profanándolas, y reparas por aquellos que se vendan la vista de la inteligencia para no ver la luz de la verdad.

Con esta venda impetras para nosotros el que nos quitemos las vendas de las pasiones, de las riquezas y los placeres. 

…¡Oh, cómo es bello estar con Jesús, aun en medio de mil tormentos! Y Él me dice:

«Hija mía, estas espinas dicen que quiero ser constituido rey de cada corazón; a Mí me corresponde todo dominio; tú toma estas espinas y pincha tu corazón y haz salir de él todo lo que a Mí no pertenece y deja las espinas dentro de tu corazón como señal de que Yo soy tu Rey y para impedir que ninguna otra cosa entre en ti. Después gira por todos los corazones, y pinchándolos haz salir de ellos todos los humos de soberbia, la podredumbre que contienen, y constitúyeme Rey de todos».


Jesús de nuevo ante Pilatos

Mi Jesús, estás desnudo, y en vez de vestidos te veo vestido de sangre, las carnes abiertas y destrozadas, los huesos al descubierto, tu santísimo rostro irreconocible; las espinas clavadas en tu santísima cabeza te llegan a los ojos, al rostro…

…con tu sangre quisiera inundar todo el mundo para encerrar en ella a todas las almas y conducirlas a Ti como conquista de tus penas. Y Tú, oh paciente Jesús, a duras penas parece que me miras por entre las espinas y me dices:

«Hija mía, ven entre mis atados brazos, apoya tu cabeza sobre mi seno y verás dolores más intensos y acerbos, porque lo que ves por fuera de mi Humanidad no es otra cosa que el desahogo de mis penas interiores. Pon atención a los latidos de mi corazón y oirás que reparo las injusticias de los que mandan, la opresión de los pobres, de los inocentes pospuestos a los culpables, la soberbia de aquellos que para conservar las dignidades, los cargos, las riquezas, no dudan en romper cualquier ley y en hacer mal al prójimo, cerrando los ojos a la luz de la verdad.

Con estas espinas quiero romper el espíritu de soberbia de “sus señorías”, y con las heridas que forman en mi cabeza quiero abrirme camino en sus mentes, para reordenar en ellas todas las cosas según la luz de la verdad. Con estar así humillado ante este injusto juez, quiero hacer comprender a todos que solamente la virtud es la que constituye al hombre rey de sí mismo, y enseño a quien manda, que solamente la virtud, unida al recto saber, es la única digna y capaz de gobernar y regir a los demás, mientras que todas las otras dignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y deplorables. Hija mía, haz eco a mis reparaciones y sigue poniendo atención a mis penas».

Amor mío, veo que Pilatos, al verte tan malamente reducido, se siente estremecer y todo impresionado exclama:

«¿Será posible tanta crueldad en los corazones humanos? ¡Ah, no era esta mi voluntad al condenarlo a los azotes!»

Y queriendo liberarte de las manos de tus enemigos, para poder encontrar razones más convenientes, todo hastiado y apartando la mirada, porque no puede sostener tu visión demasiado dolorosa, vuelve a interrogarte:

«Pero dime, ¿qué has hecho? Tu gente te ha entregado en mis manos, dime, ¿Tú eres rey? ¿Cuál es tu reino?»

A las preguntas apresuradas de Pilatos, Tú, oh mi Jesús, no respondes, y ensimismado en Ti mismo piensas en salvar mi pobre alma a costa de tantas penas. Y Pilatos, porque no respondes, añade:

«¿No sabes Tú que está en mi poder el liberarte o el condenarte?» (Jn 19, 10)

Pero Tú, oh amor mío, queriendo hacer resplandecer en la mente de Pilatos la luz de la verdad le respondes:

«No tendrías ningún poder sobre Mí si no te viniera de lo alto, pero aquellos que me han entregado en tus manos han cometido un pecado más grave que el tuyo». (Jn 19, 11)

Entonces Pilatos, como movido por la dulzura de tu voz, indeciso como está, con el corazón en tempestad, creyendo que los corazones de los judíos fuesen más piadosos, se decide a mostrarte desde la terraza, esperando que se muevan a compasión al verte tan desgarrado, y así poderte liberar.

…en cuanto sales fuera escuchas a la muchedumbre escandalosa que, ansiosa espera tu condena.

Pilatos imponiendo silencio para llamar la atención de todos y hacerse escuchar por todos, toma con repugnancia los dos extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, los levanta para hacer que todos vean a qué estado has quedado reducido, y en voz alta dice:

«¡Ecce Homo!» (“¡Aquí tienen al hombre!”)

Mírenlo, no tiene más figura de hombre, observen sus llagas; ya no se le reconoce; si ha hecho mal ya ha sufrido suficiente, más bien demasiado; yo estoy arrepentido de haberle hecho sufrir tanto, por eso dejémoslo libre».

…Ah, en este momento solemne se decide tu suerte, a las palabras de Pilatos se hace un profundo silencio en el Cielo, en la tierra y en el infierno. Y después, como en una sola voz oigo el grito

de todos:

«¡Crucifícalo, crucifícalo, a cualquier costo lo queremos muerto!» (Lc 23, 21)

Vida mía, Jesús, veo que tiemblas, el grito de muerte desciende en tu corazón, y en estas voces descubres la voz de tu amado Padre que dice:

«¡Hijo mío, te quiero muerto, y muerto crucificado!»

Ah, oyes también a tu Mamá, que si bien traspasada, desolada, hace eco a tu amado Padre: «¡Hijo, te quiero

muerto!» Los ángeles, los santos, el infierno, todos a voz unánime gritan: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Así que no hay alma que te quiera vivo. Y, ay, ay, con mi mayor rubor, dolor y horror, también yo me siento obligada por una fuerza suprema a gritar: «¡Crucifícalo!»

Mi Jesús, perdóname si también yo, miserable alma pecadora, te quiero muerto. Sin embargo, te ruego que me hagas morir junto contigo. Y Tú, mientras tanto, oh mi destrozado Jesús, movido por mi dolor parece que me dices:

«Hija mía, estréchate a mi corazón y toma parte en mis penas y en mis reparaciones; el momento es solemne, se debe decidir, o mi muerte, o la muerte de todas las criaturas. En este momento dos corrientes se vierten en mi corazón, en una están las almas que, si me quieren muerto es porque quieren hallar en Mí la vida, y así, al aceptar Yo la muerte por ellas son absueltas de la condenación eterna y las puertas del Cielo se abren para recibirlas; en la otra corriente están aquellas que me quieren muerto por odio y como confirmación de su

condenación y mi corazón está lacerado y siente la muerte de cada una de éstas y sus mismas penas del infierno.

Mi corazón no soporta estos acerbos dolores; siento la muerte a cada latido y a cada respiro, y voy repitiendo:

«¿Por qué tanta sangre será derramada en vano? ¿Por qué mis penas serán inútiles para tantos? ¡Ah, hija, sostenme que no puedo más, toma parte en mis penas, tu vida sea un continuo ofrecimiento para salvar las almas y para mitigarme penas tan desgarradoras!»

Corazón mío, Jesús, tus penas son las mías y hago eco a tus reparaciones. Pero veo que Pilatos queda atónito y se apresura a decir:

«¿Cómo? ¿Debo crucificar a vuestro Rey? Yo no encuentro culpa en Él para condenarlo». (Jn 19, 6)

Y los judíos haciendo escándalo gritan:

«No tenemos otro rey que el Cesar, y si tú no lo condenas no eres amigo del Cesar; loco, insensato, crucifícalo,

crucifícalo». (Jn 19, 15)

Pilatos, no sabiendo qué más hacer, por temor a ser destituido hace traer un recipiente con agua y lavándose las manos dice:

«Yo soy inocente de la sangre de este Justo». (Mt 27, 24)

Y te condena a muerte. Pero los judíos gritan:

«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (Mt 27, 25)

Y al verte condenado estallan en fiesta, aplauden, silban, gritan; mientras Tú, oh Jesús, reparas por aquellos que encontrándose en el poder, por vano temor y por no perder su puesto rompen las leyes más sagradas, no importándoles la ruina de pueblos enteros, favoreciendo a los impíos y condenando a los inocentes; reparas también por aquellos que después de la culpa instigan a la Ira divina a castigarlos.

Pero mientras reparas todo esto, el corazón te sangra por el dolor de ver al pueblo escogido por Ti, fulminado por la maldición del Cielo, que ellos mismos con plena voluntad han querido, sellándola con tu sangre que han imprecado. Ah, tu corazón desfallece, déjame que lo sostenga entre mis manos haciendo mías tus reparaciones y tus penas; pero tu amor te empuja aún más alto, e impaciente ya buscas la cruz…” 

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Hora 18

De las 10 a las 11 de la mañana

“Jesús toma la cruz y se dirige al calvario donde es desnudado”

“…el corazón te late con fuerza y en cada latido siento explosiones, torturas, violencias de amor, y Tú, no pudiendo contener el fuego que te devora, te afanas, gimes, suspiras, y en cada gemido te oigo decir: «¡Cruz!»

Cada gota de tu sangre repite: «¡Cruz!» Todas tus penas, en las cuales como en un mar interminable Tú nadas dentro, repiten entre ellas: «¡Cruz!» Y Tú exclamas:

«¡Oh cruz amada y suspirada, tú sola salvarás a mis hijos, y Yo concentro en ti todo mi amor!»


Segunda coronación de espinas

…¡La vestidura se atora en la corona y no pueden sacártela por arriba, así que con crueldad jamás vista te arrancan todo junto, vestidos y corona!

A tan cruel tirón muchas espinas se rompen y quedan clavadas en tu santísima cabeza; la sangre a ríos te llueve y es tanto tu dolor, que gimes; pero tus enemigos no tomando en cuenta tus torturas, te ponen tus vestiduras y de nuevo vuelven a ponerte la corona oprimiéndola fuertemente sobre tu cabeza, y hacen que las espinas te lleguen a los ojos, a las orejas, así que no hay parte de tu santísima cabeza que no sienta los

pinchazos de ellas.

Es tanto tu dolor que vacilas bajo esas manos crueles, te estremeces de pies a cabeza y entre atroces espasmos estás a punto de morir, y con tus ojos apagados y llenos de sangre, con trabajos me miras para pedirme ayuda en medio de tanto dolor.

…las ansias de la cruz se hacen más ardientes y quieres inmolarte ya sobre ella, aun para bien de tus mismos enemigos. Pero mientras te estrecho a mi corazón, Tú estrechándome al tuyo me dices:

«Hija mía, hazme desahogar mi amor, y junto conmigo repara por aquellos que hacen el bien y me deshonran. Estos judíos me visten con mis ropas para desacreditarme mayormente ante el pueblo, para convencerlo de que Yo soy un malhechor. Aparentemente la acción de vestirme era buena, pero en sí misma era mala. Ah, cuántos hacen obras buenas, administran sacramentos, los frecuentan pero con fines humanos e incluso perversos, pero el bien mal hecho lleva a la dureza; Yo quiero ser coronado una segunda vez, con dolores

más atroces que en la primera, para romper esta dureza y así, con mis espinas, atraerlos a Mí.

Ah, hija mía, esta segunda coronación me es mucho más dolorosa, la cabeza me la siento nadando entre espinas, y en cada movimiento que hago o golpe que me dan, tantas muertes crueles sufro. Reparo así la malicia de las ofensas, reparo por aquellos que en cualquier estado de ánimo en que se encuentren, en vez de pensar en la propia santificación se disipan y rechazan mi Gracia, y regresan a darme espinas más punzantes, y Yo soy obligado a gemir, a llorar con lágrimas de sangre y a suspirar por su salvación. ¡Ah! ¡Yo hago todo por amarlas, y las criaturas hacen de todo para ofenderme! Al menos tú no me dejes solo en mis penas y en mis reparaciones».


Jesús toma la cruz

Destrozado bien mío, contigo reparo, contigo sufro, pero veo que tus enemigos te precipitan por las escaleras, el pueblo con furor y ansias te espera; ya te hacen encontrar preparada la cruz, que con tantos suspiros buscas, y Tú con amor la miras y con paso decidido te acercas a abrazarla, pero antes la besas, y corriéndote un estremecimiento de alegría por tu santísima Humanidad, con sumo contento tuyo vuelves a mirarla y mides

su largo y su ancho.

En ella estableces la porción para todas las criaturas, las dotas suficientemente para vincularlas a la Divinidad con nudo de nupcias y hacerlas herederas del Reino de los Cielos; después, no pudiendo contener el amor con el cual las amas, vuelves a besar la cruz y le dices:

«Cruz adorada, finalmente te abrazo; eras tú el suspiro de mi corazón, el martirio de mi amor, pero tú, oh cruz, tardaste hasta ahora, mientras mis pasos siempre se dirigían hacia ti. Cruz santa, eras tú la meta de mis deseos, la finalidad de mi existencia acá abajo, en ti concentro todo mi Ser; en ti pongo a todos mis hijos y tú serás su vida y su luz, su defensa, su custodia, su fuerza.

Tú los ayudarás en todo y me los conducirás gloriosos al Cielo. Oh cruz, cátedra de sabiduría, sólo tú enseñarás la verdadera santidad, sólo tú formarás los héroes, los atletas, los mártires, los santos. Cruz bella, tú eres mi trono y debiendo Yo partir de la tierra, tú permanecerás en lugar mío; a ti te entrego en dote a todas las almas. A ti las confío para que me las custodies y me las salves».

Y diciendo esto, ansioso te la haces poner sobre tus santísimos hombros. Ah mi Jesús, la cruz para tu amor es

demasiado ligera, pero al peso de la cruz se une el de nuestras enormes e inmensas culpas, enormes e inmensas cuanto es la extensión de los cielos, y Tú, quebrantado bien mío, te sientes aplastar bajo el peso de tantas culpas, tu alma se horroriza ante la vista de ellas y siente la pena de cada culpa; tu santidad queda turbada ante tanta fealdad, y por esto poniendo la cruz sobre tus hombros, vacilas, jadeas, y de tu santísima

Humanidad brota un sudor mortal.

…quiero darte a nombre de todas las criaturas: Amor por quien no te ama, alabanzas por quien te desprecia, bendiciones, agradecimientos, obediencia por todas.

Declaro que en cualquier ofensa que recibas, yo quiero ofrecerte toda yo misma para repararte, hacer el acto opuesto a las ofensas que las criaturas te hacen y consolarte con mis besos y mis continuos actos de amor.

Pero veo que soy demasiado miserable, tengo necesidad de Ti para poderte reparar de verdad, por eso me uno a tu santísima Humanidad, y junto a Ti uno mis pensamientos a los tuyos para reparar mis pensamientos malos y los de todos; uno mi boca a la tuya para reparar las blasfemias y las malas conversaciones; uno mi corazón al tuyo para reparar las inclinaciones, los deseos y los afectos malos; en una palabra, quiero reparar todo lo que repara tu santísima Humanidad, uniéndome a la inmensidad de tu amor por todos y al bien inmenso que haces a todos.

Pero no estoy contenta aún, quiero unirme a tu Divinidad y perder mi nada en Ella, y así te doy el todo: Te doy tu amor para confortar tus amarguras; te doy tu corazón para reconfortarte por nuestras frialdades, incorrespondencias, ingratitudes y poco amor de las criaturas; te doy tus armonías para aliviarte el oído de las blasfemias que le llegan; te doy tu belleza para reconfortarte de las fealdades de nuestras almas cuando nos ensuciamos en la culpa; te doy tu pureza para aliviarte por las faltas de rectitud de intención, y por el fango y

podredumbre que ves en tantas almas; te doy tu inmensidad para aliviarte de las estrecheces voluntarias donde se meten las almas; te doy tu ardor para quemar todos los pecados y todos los corazones, a fin de que todos te amen y ninguno más te ofenda; en suma, te doy todo lo que Tú eres para darte satisfacción infinita, amor eterno, inmenso e infinito.


La vía dolorosa al calvario

Oh Jesús, me miras y veo que reparas por aquellos que no llevan con resignación su propia cruz, sino que maldicen, se irritan, se suicidan y cometen homicidios; y Tú impetras para todos amor y resignación a la propia cruz; pero es tanto tu dolor, que te sientes como destrozar bajo la cruz.


Jesús cae por primera vez

Son apenas los primeros pasos que das y ya caes bajo de ella, y al caer te golpeas en las piedras, las espinas se clavan más en tu cabeza, mientras que todas tus llagas se abren y sangran nuevamente; y como no tienes fuerzas para levantarte, tus enemigos, irritados, a patadas y con empujones tratan de ponerte en pie.

Caído amor mío, deja que te ayude a ponerte en pie, te bese, te limpie la sangre y junto contigo repare por aquellos que pecan por ignorancia, por fragilidad y debilidad, y te ruego que des ayuda a estas almas.


Jesús encuentra a su Madre Santísima

Vida mía, Jesús, tus enemigos haciéndote sufrir penas inauditas, han logrado ponerte en pie, y mientras caminas vacilante oigo tu respiro afanoso, tu corazón late más fuerte y nuevas penas te lo traspasan intensamente, sacudes la cabeza para quitar de tus ojos la sangre que los llena, y ansioso miras.

Ah mi Jesús, he entendido todo, es tu Mamá que como gimiente paloma va en tu busca, quiere decirte una última palabra y recibir una última mirada tuya, y Tú sientes sus penas, su corazón lacerado en el tuyo, y enternecido y herido por vuestro común amor la descubres, que abriéndose paso a través de la muchedumbre, a cualquier costo quiere verte, abrazarte y darte el último adiós.

Pero Tú quedas aún más traspasado al ver su palidez mortal y todas tus penas reproducidas en Ella por la fuerza del amor.

Y si Ella continúa viviendo es sólo por un milagro de tu Omnipotencia. Ya diriges tus pasos al encuentro de los suyos, pero con trabajo podéis intercambiar las miradas.

¡Oh dolor del corazón de ambos! Los soldados lo advierten y con golpes y empujones impiden que Madre e Hijo se den el último adiós, y es tan grande la angustia de los dos, que tu Mamá queda petrificada por el dolor y casi está por sucumbir; el fiel Juan y las piadosas mujeres la sostienen, mientras Tú de nuevo caes bajo la cruz.


Jesús cae por segunda vez

Entonces tu doliente Mamá, lo que no hace con el cuerpo porque se ve imposibilitada lo hace con el alma, entra en Ti, hace suyo el Querer del Eterno y asociándose en todas tus penas te hace el oficio de Mamá, te besa, te repara, te cura, y en todas tus llagas derrama el bálsamo de su doloroso amor.

Mi Penante Jesús, también yo me uno con la traspasada Mamá, hago mías todas tus penas y en cada gota de tu sangre, en cada una de tus llagas quiero hacerte de mamá, y junto con Ella y contigo reparo por todos los encuentros peligrosos y por aquellos que se exponen a las ocasiones de pecar, o que obligados a exponerse por la necesidad quedan atrapados por el pecado.

Tú entre tanto gimes caído bajo la cruz, los soldados temen que mueras bajo el peso de tantos martirios y por la pérdida de tanta sangre; no obstante esto, a fuerza de latigazos y patadas, con dificultad llegan a ponerte de pie. Así reparas las repetidas caídas en el pecado, los pecados graves cometidos por toda clase de personas y ruegas por los pecadores obstinados, y lloras con lágrimas de sangre por su conversión.


La llaga del hombro

…veo que no te sostienes bajo el peso enorme de la cruz. Ya tiemblas todo, las espinas a los continuos golpes que recibes penetran siempre más en tu santísima cabeza, la cruz por su gran peso se hunde en tu hombro formando una llaga tan profunda que descubre los huesos, y a cada paso me parece que mueres, y por lo tanto te ves imposibilitado para seguir adelante.

Pero tu amor que todo puede te da la fuerza, y conforme sientes que la cruz se hunde en tu hombro, reparas por los pecados escondidos, que no siendo reparados acrecientan la crudeza de tus dolores… 


El Cirineo carga la cruz de Jesús

…al Cireneo a ayudarte a llevar la cruz, el cual, de mala gana y refunfuñando, no por amor sino por fuerza te ayuda. Y entonces en tu corazón hacen eco todos los lamentos de quien sufre, las faltas de resignación, las rebeliones, los enojos y los desprecios en el sufrir; pero mucho más quedas herido al ver que las almas consagradas a Ti, a quienes llamas por compañeras y ayudas en tu dolor te huyen, y si Tú las estrechas a Ti con el dolor, ah, ellas se desvinculan de tus brazos para ir en busca de placeres y así te dejan solo para sufrir.

Fatigado Jesús mío, con trabajo caminas y todo encorvado, pero veo que te detienes y tratas de mirar. Corazón mío, pero, ¿qué pasa? ¿Qué quieres? Ah, es la Verónica, que sin temor a nada, valientemente con un paño te limpia el rostro todo cubierto de sangre, y Tú se lo dejas estampado en señal de gratitud.

Generoso Jesús mío, también yo quiero enjugarte, y no con un paño, sino que quiero ofrecerte todo mi ser para darte alivio, quiero entrar en tu interior, y darte, oh Jesús, latidos por latidos, respiros por respiros, afectos por afectos, deseos por deseos; lo que quiero decir es que quiero arrojarme en toda tu santísima inteligencia, y haciendo correr todos estos latidos, respiros, afectos y deseos en la inmensidad de tu Voluntad, intento multiplicarlos al infinito.

Quiero, oh mi Jesús, formar olas de latidos, para hacer que ningún latido malo repercuta en tu corazón, y así, endulzar todas las internas amarguras de tu corazón. Intento formar olas de deseos y de afectos, para alejar todos los deseos y afectos malos que pudieran, mínimamente entristecer tu corazón.

Intento también, oh mi Jesús, formar olas de respiros y de pensamientos, para alejar cualquier respiro o pensamiento que pudiera, mínimamente desagradarte… 

Oh, mi Jesús, haz que todo mi interior nade en la inmensidad del tuyo, así podré encontrar amor suficiente, y

voluntad inmensa, para impedir que entre en tu interior amor malo, ni voluntad que pudiera desagradarte.

Oh mi Jesús, para estar más segura te suplico que selles con tus pensamientos los míos, con tu Voluntad la mía, con tus deseos los míos, con tus afectos y con tus latidos los míos, a fin de que sellados por los tuyos, no tomen vida sino sólo de Ti.

Sobre aquella llaga, oh Jesús, que te da dolor por las tantas blasfemias, es mi intención que estas partículas de mi cuerpo, te digan siempre: “te bendigo”.

Sobre aquella llaga que te causa dolor por las tantas ingratitudes, intento poner una porción de mi cuerpo roto, para atestiguarte mi gratitud, por mí, y por todos.

Sobre aquella llaga, oh Jesús, que tanto te hace sufrir por las frialdades y ausencias de amor, intento poner tantas partículas de mi carne lacerada, que te digan siempre: “te amo, te amo, te amo”.

Sobre aquella llaga que te da dolor por las tantas irreverencias y falta de estima hacia tu Persona, intento poner

un pedazo de mí misma, deshecha por amor tuyo, que te diga siempre: “Te adoro, te adoro, te adoro”.

Oh mi Jesús, quiero difundirme en todo, y en aquellas llagas exacerbadas por las tantas incredulidades, es mi intención que los pedazos de mi cuerpo te digan siempre: “Creo, creo en Ti, oh mi Jesús, Dios mío, y en tu santa Iglesia, e intento dar mi vida para atestiguarte mi Fe”.

Oh, mi Jesús, me sumerjo en la inmensidad de tu Querer, y tomándolo, quiero suplir por todos, pedirte las almas de todos para encerrarlas en tu Voluntad.

Oh mi Jesús, me queda aún mi sangre, la que quiero verter, como bálsamo y como un calmante sobre tus llagas para endulzarte, de modo de poderte sanar del todo.

Intento aún, oh Jesús, hacer correr mis pensamientos en el corazón de cada uno de los pecadores, para corregirlo continuamente, a fin de que no ose ofenderte, y te ruego con las voces de tu sangre, a fin de que todos se rindan ante mis pobres oraciones, y así podré llevarlos a tu corazón.


Jesús consuela a las piadosas mujeres

Entre tanto los enemigos viendo mal este acto de la Verónica, te azotan, te empujan y te hacen proseguir el

camino. Otros pocos pasos y te detienes de nuevo, pero tu amor, bajo el peso de tantas penas no se detiene, y viendo a las piadosas mujeres que lloran por causa de tus penas, te olvidas de Ti mismo y las consuelas diciéndoles:

«Hijas, no lloréis por mis penas sino por vuestros pecados y los de vuestros hijos». (Lc 23, 28)

¡Qué enseñanza sublime! ¡Cómo es dulce tu palabra! Oh Jesús, contigo reparo las faltas de caridad y te pido la gracia de olvidarme de mí misma para que no recuerde otra cosa que a Ti solo.


Jesús cae por tercera vez

Pero tus enemigos, oyéndote hablar se llenan de furia, te jalan con las cuerdas, te empujan con tanta rabia que te hacen caer, y cayendo te golpeas en las piedras; el peso de la cruz te oprime y te sientes morir.. …Veo que tocas la tierra y boqueas en la sangre; pero tus enemigos te quieren poner de pie, tiran de Ti con las cuerdas, te levantan por los cabellos, te

dan patadas, pero todo en vano.

…casi arrastrándote te conducen al monte calvario. Mientras te arrastran siento que reparas todas las ofensas de las almas consagradas a Ti, que te dan tanto peso, que por cuanto Tú te esfuerzas por levantarte te resulta imposible. Y así, arrastrado y pisoteado llegas al calvario, dejando por donde pasas rojas huellas de tu preciosa sangre.


Jesús desvestido y coronado de espinas por tercera vez

…Te desnudan de nuevo y te arrancan vestidura y corona de espinas. Ah, gimes al sentir que te arrancan las espinas de tu cabeza; y al tiempo que te arrancan la vestidura, te arrancan también las carnes desgarradas que están adheridas a ella. Las llagas se abren de nuevo, la sangre corre a ríos hasta la tierra, y es tanto el dolor que caes casi muerto.

Pero nadie se mueve a compasión por Ti, mi bien, al contrario, con bestial furor te ponen de nuevo la corona de

espinas, te la clavan a golpes, y es tanto el tormento por las laceraciones y por el arrancar de tus cabellos amasados en la sangre coagulada, que sólo los ángeles podrían decir lo que sufres, mientras horrorizados retiran sus celestiales miradas y lloran.

…Jesús mirándome con sus lánguidos y moribundos ojos, parece que me dice:

¡Hija mía, cuánto me cuestan las almas! Aquí es el lugar donde los espero a todos para salvarlos, donde quiero reparar los pecados de aquellos que llegan a degradarse por debajo de las bestias, y se obstinan tanto en ofenderme que llegan a no saber vivir sin cometer pecados. Su razón queda ciega y pecan a tontas y a locas; he aquí el por qué me coronan de espinas por tercera vez.

Y con el desnudarme reparo por aquellos que llevan vestidos de lujo e indecentes, por los pecados contra la modestia y por aquellos que están tan atados a las riquezas, a los honores, a los placeres, que de ellos se forman un dios para sus corazones. Ah sí, cada una de estas ofensas es una muerte que siento, y si no muero es porque el Querer de mi eterno Padre no ha decretado aún el momento de mi muerte».

…te ruego que mi vida no sea otra cosa que la repetición de la tuya, y reafirma con tu bendición mi despojamiento; bendíceme de corazón y dame la fuerza de asistir a tu dolorosa crucifixión para quedar crucificada junto contigo.”

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Hora 20

De las 12 a la 1 de la tarde

Primera hora de agonía en la cruz. La Primera Palabra

“Crucificado bien mío, te veo sobre esta cruz, sobre tu trono de triunfo, en acto de conquistar todo y a todos los corazones, y de atraerlos tanto a Ti, que todos sientan tu sobrehumano poder.

Tu misma Humanidad que yace en un mar de dolores entre los espasmos atroces de la agonía, está silenciosa, tanto, que temo que de un respiro a otro Tú mueras.

Pero penetrando en tu interior veo que el amor desborda, te sofoca y no puedes contenerlo, y obligado por tu amor que te atormenta más que las mismas penas, con voz fuerte y conmovedora hablas como el Dios que eres, y dices:

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». (Lc 23, 34)

Y de nuevo quedas en silencio, inmerso en penas inauditas. Crucificado Jesús, ¿será posible tanto amor? ¡Ah! después de tantas penas e insultos, la primera palabra es el perdón, y nos excusas ante el Padre por tantos pecados; esta palabra la haces descender en cada corazón después de la culpa, y eres Tú el primero en ofrecerles el perdón. Pero cuántos te rechazan y no lo aceptan, y tu amor da en delirio y quieres dar a todos el perdón y el beso de paz.

A esta palabra tuya el infierno tiembla y te reconoce por Dios. La naturaleza y todos quedan atónitos y reconocen tu Divinidad, tu inextinguible amor, y silenciosos esperan para ver hasta dónde llega tu amor. Pero no es sólo tu voz, sino también tu sangre y tus llagas que gritan a cada corazón después del pecado:

«Ven a mis brazos, que te perdono, y el sello del perdón es el precio de mi sangre.»

Oh mi amable Jesús, repite esta palabra a cuantos pecadores hay en el mundo. Para todos implora misericordia, a todos aplica los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, por todos, oh buen Jesús, continúa aplacando a la divina Justicia y concede gracia a quien encontrándose en acto de tener que perdonar, no siente la fuerza. Mi Jesús, crucificado adorado, en estas tres horas de amarguísima agonía Tú quieres dar cumplimiento a todo, y mientras silencioso te estás sobre esta cruz, veo que en tu interior quieres satisfacer en todo al Padre.

Por todos le agradeces, satisfaces por todos y por todos pides perdón, y a todos consigues la gracia de que nunca más te ofendan. Y para obtener esto del Padre resumes toda tu vida, desde el primer instante de tu concepción hasta tu último respiro. Mi Jesús, amor interminable, deja que también yo recapitule toda tu vida junto contigo, con la inconsolable Mamá, con san Juan y con las pías mujeres.”


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Hora 21

De la 1 a las 2 de la tarde

Segunda hora de agonía en la cruz. 

Segunda, tercera y cuarta palabra sobre la cruz

“…Tú sufres atrozmente de amor y de dolor, las llamas que queman tu corazón se elevan tan alto, que están en acto de incinerarte; tu amor reprimido es más fuerte que la misma muerte, por eso, queriéndolo desahogar pones tu mirada en el ladrón que está a tu derecha, y queriéndoselo robar al infierno le tocas el corazón, y ese ladrón se siente todo cambiado, te reconoce, te confiesa por Dios, y todo contrito dice:

«Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino». (Lc 23, 42)

Y Tú no vacilas en responderle:

«Hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Y de él haces el primer triunfo de tu amor. Pero en tu amor veo que no es solamente al ladrón a quien le robas el corazón, sino a tantos moribundos. ¡Ah! Tú pones a su disposición tu sangre, tu amor, tus méritos y usas todos los artificios y estratagemas divinos para tocarles el corazón y robarlos todos para Ti. Pero aquí también tu amor se ve impedido. ¡Cuántos rechazos, cuántas desconfianzas y también cuántas desesperaciones! Y es tanto el dolor, que de nuevo te reduces al silencio.

Quiero, oh mi Jesús, reparar por aquellos que desesperan de la divina Misericordia en el punto de la muerte. Dulce amor mío, inspira a todos confianza y seguridad ilimitada en Ti solo, especialmente a aquellos que se encuentran en las estrechuras de la agonía, y en virtud de esta palabra tuya concédeles luz, fuerza y ayuda para poder volar de esta tierra al Cielo.


Tercera Palabra

…entre tantas penas no se te escapa ninguna alma, sino que das a cada una tu propia vida. Pero tu amor se ve impedido por las criaturas, despreciado, no tomado en cuenta, y no pudiendo desahogar se hace más intenso, te da torturas indecibles; y en estas torturas va investigando qué más puede dar al hombre para vencerlo y te hace decir:

«¡Mira, oh alma, cuánto te he amado, si no quieres tener piedad de ti misma, ten piedad de mi amor!»

Entre tanto, viendo que no tienes nada más qué darle, habiéndole dado todo, entonces ves a tu Mamá que está más que agonizante por causa de tus penas, y es tanto el amor que la tortura, que la tiene crucificada a la par contigo. Madre e Hijo os entendéis, y Tú suspiras con satisfacción y te consuelas viendo que puedes dar tu Mamá a la criatura, y considerando en Juan a todo el género humano, con voz tan tierna para enternecer a todos los corazones dices:

«Mujer, he ahí a tu hijo». (Jn 19, 26)

Y a Juan:

«He ahí a tu Madre». (Jn 19, 27)

Tu voz desciende en su corazón materno y unida a las voces de tu sangre continúa diciendo:

«Mamá mía, te confío a todos mis hijos; todo el amor que sientes por Mí tenlo por ellos; todas tus premuras y ternuras maternas sean para mis hijos; Tú me los salvarás a todos».

Tu Mamá acepta, pero son tantas las penas, que te reducen al silencio.

Quiero, oh mi Jesús, reparar las ofensas que se hacen a la santísima Virgen, las blasfemias y las ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los beneficios que Tú has hecho a todos dándonosla por Madre. ¿Cómo podemos no agradecerte por tanto beneficio? Recurrimos, oh Jesús, a tu misma fuente, y te ofrecemos tu sangre, tus llagas y el amor infinito de tu corazón. Oh Virgen santísima, ¿cuál no es tu conmoción al oír

la voz del buen Jesús que te deja como Madre de todos nosotros?

Y Tú, vencida por su amor y por la dulzura de su acento, sin más aceptas y nosotros nos volvemos tus hijos. Te agradecemos, oh Virgen bendita, y para agradecerte como mereces te ofrecemos los mismos agradecimientos de tu Jesús. Oh dulce mamá, sé Tú nuestra Madre, tómanos a tu cuidado y no permitas jamás que te ofendamos, ni aun mínimamente; tennos siempre estrechados a Jesús, con tus manos átanos a todos a Él, de modo de no poderle huir jamás.

Con tus mismas intenciones quiero reparar por todas las ofensas que se hacen a tu Jesús y a Ti, dulce Mamá mía.

Oh mi Jesús, mientras estás inmerso en tantas penas, Tú abogas aún más por la causa de la salvación de las almas; y yo no me estaré indiferente, sino que como paloma quiero sobrevolar sobre tus llagas, besarlas, endulzarlas y sumergirme en tu sangre para poder decir contigo: “¡Almas, almas!” Quiero sostener tu cabeza traspasada y dolorida para repararte y pedirte misericordia, amor y perdón por todos.


Cuarta Palabra

Penante Jesús mío, mientras estrechada a tu corazón me abandono numerando tus penas, veo que un temblor

convulsivo invade tu santísima Humanidad, tus miembros se debaten como si quisieran separarse uno de otro, y entre contorsiones por los atroces espasmos, Tú gritas fuertemente:

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46)

A este grito todos tiemblan, las tinieblas se hacen más densas, y la petrificada Mamá palidece y casi se desmaya. Mi vida, mi todo, mi Jesús, ¿qué veo? Ah, Tú estás próximo a morir, las mismas penas tan fieles a Ti están por dejarte; y entre tanto, después de tanto sufrir, ves con inmenso dolor que no todas las almas están incorporadas en Ti, más bien descubres que muchas se perderán, y sientes la dolorosa separación de ellas que se arrancan de tus miembros.

Y Tú, debiendo satisfacer a la divina Justicia también por ellas, sientes la muerte de cada una y las mismas penas que sufrirán en el infierno, y gritas fuertemente a todos los corazones:

«¡No me abandonen! Si quieren que sufra más penas estoy dispuesto, pero no se separen de mi Humanidad. ¡Éste es el dolor de los dolores, es la muerte de las muertes, todo lo demás me sería nada si no sufriera su separación de Mí! ¡Ah, piedad de mi sangre, de mis llagas, de mi muerte! Este grito será continuo a vuestros corazones: ¡No me abandonen!»

Amor mío, cuánto me duelo junto contigo, Tú te sofocas; tu santísima cabeza cae ya sobre tu pecho; la vida te abandona.

Mi amor, me siento morir, también yo quiero gritar contigo: ¡Almas, almas! No me separaré de esta cruz, de estas llagas, para pedirte almas…” 

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Hora 22

De las 2 a las 3 de la tarde 

“Tercera hora de agonía en la Cruz.  

Quinta, sexta y séptima palabra sobre la cruz.  Muerte de Jesús”

“…el corazón te late tan fuerte, que levantándote las costillas te atormenta en modo tan desgarrador y horrible, que toda tu santísima Humanidad sufre una transformación que te hace irreconocible.

El amor que incendia tu corazón te seca y te quema, y Tú no pudiendo contenerlo, sientes fuertemente el tormento, no sólo de la sed corporal por el derramamiento de toda tu sangre, sino mucho más por la sed ardiente de la salud de nuestras almas.

Tú, como agua quisieras bebernos para ponernos a todos a salvo dentro de Ti, por eso, reuniendo tus debilitadas fuerzas gritas:

«¡Tengo sed!» (Jn 19, 28)

¡Ah! esta palabra la repites a cada corazón:

«Tengo sed de tu voluntad, de tus afectos, de tus deseos, de tu amor; agua más fresca y dulce no puedes darme, que tu alma. ¡Ah! no me dejes quemar, tengo sed ardiente, por lo cual no sólo me siento quemar la lengua y la garganta, tanto que no puedo más articular palabra, sino que me siento también secar el corazón y las entrañas. ¡Piedad de mi sed, piedad!»

Y como delirante por la gran sed te abandonas a la Voluntad del Padre. Ah, mi corazón no puede vivir más al ver la impiedad de tus enemigos, que en lugar de agua te dan hiel y vinagre, y Tú no los rechazas. Ah, comprendo, es la hiel de tantas culpas, es el vinagre de nuestras pasiones no domadas que quieren darte, y que en lugar de confortarte te queman de más.

Quiero reparar el dolor que Tú sufres por todas las almas que se pierden y la pena que te dan aquellas, a las cuales, mientras Tú permites que tengan tristezas, abandonos, ellas en vez de ofrecértelos a Ti como alivio de la sed ardiente que te devora, se abandonan a sí mismas y así te hacen penar más.


Sexta Palabra

Moribundo bien mío, el mar interminable de tus penas, el fuego que te consume, y más que todo el Querer Supremo del Padre que quiere que Tú mueras, no nos permiten esperar que puedas continuar viviendo. Y yo, ¿cómo podré vivir sin Ti? Ya te faltan las fuerzas, tus ojos se velan, tu rostro se transforma y se cubre de una palidez mortal, la boca está entreabierta, el respiro afanoso e intermitente, tanto, que ya no hay esperanza

de que te puedas reanimar.

Al fuego que te quema lo sustituye un hielo y un sudor frío que te baña la frente, los músculos, y los nervios se contraen siempre más por la acerbidad de los dolores y por las perforaciones de los clavos; las llagas se abren más y yo tiemblo, me siento morir. Te miro, oh mi bien, y veo descender de tus ojos las últimas lágrimas, mensajeras de la cercana muerte, mientras que fatigosamente haces oír aún otra palabra:

«¡Todo está consumado!» (Jn 19, 30)

Oh mi Jesús, ya lo has agotado todo, ya no te queda nada más, el amor ha llegado a su término. Y yo, ¿me he consumido toda por tu amor? ¿Qué agradecimiento no deberé yo darte, cuál no tendrá que ser mi gratitud hacia Ti? Oh mi Jesús, quiero reparar por todos, reparar por las faltas de correspondencia a tu amor, y consolarte por las afrentas que recibes de las criaturas mientras te estás consumiendo de amor sobre la cruz.


Séptima Palabra

Entre tanto, oh Jesús, veo que reabres tus ojos moribundos y miras en torno a la cruz, como si quisieras dar el último adiós a todos, miras a tu agonizante Mamá que no tiene más movimiento ni voz, tantas son las penas que sufre, y con tu mirada le dices:

«Adiós Mamá, Yo me voy, pero te tendré en mi corazón. Tú ten cuidado de los hijos míos y tuyos».

Miras a la llorosa Magdalena, al fiel Juan; y a tus mismos enemigos y con tu mirada les dices:

«Yo los perdono y les doy el beso de paz».

Nada escapa a tu mirada, de todos te despides y a todos perdonas. Después reuniendo todas tus fuerzas y con voz fuerte y sonora gritas:

«¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» (Lc 23, 46)


La muerte de Jesús

E inclinando la cabeza expiras.

Mi Jesús, a este grito toda la naturaleza se trastorna y llora tu muerte, la muerte de su Creador. La tierra tiembla

fuertemente y con su temblor parece que llore y quiera sacudir las almas de todos para que te reconozcan como el verdadero Dios. El velo del templo se rasga, los muertos resucitan, el sol que hasta ahora ha llorado tus penas, retira horrorizado su luz.

Tus enemigos a este grito se arrodillan, se golpean el pecho y dicen:

«Verdaderamente éste es el Hijo de Dios». (Mc 15, 39)

Y tu Madre, petrificada y moribunda, sufre penas más duras que la muerte.

Muerto Jesús mío, con este grito Tú nos pones también a todos nosotros en las manos del Padre, para que no se nos rechace; por eso gritas fuerte, no sólo con la voz, sino con todas tus penas y con las voces de tu sangre:

«¡Padre, en tus manos pongo mi espíritu y a todas las almas!»

Mi Jesús, también yo me abandono en Ti, y dame la gracia de morir toda en tu amor, en tu Querer, rogándote que no permitas jamás, ni en la vida ni en la muerte, que yo salga de tu santísima Voluntad. Quiero reparar por todos aquellos que no se abandonan perfectamente a tu santísima Voluntad, perdiendo así, o reduciendo el precioso fruto de tu Redención.

¿Cuál no será el dolor de tu corazón, oh mi Jesús, al ver tantas criaturas que huyen de tus brazos y se abandonan a sí mismas?

Piedad por todos, oh mi Jesús, piedad por mí.”

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Hora 23 

De las 3 a las 4 de la tarde

“Jesús muerto es traspasado por la lanza.  El descendimiento de la cruz”

“Muerto Jesús mío, toda la naturaleza ha dado un grito de dolor al verte expirar y ha llorado tu dolorosa muerte,

reconociéndote como su Creador. Miles de ángeles se ponen alrededor de tu cruz y lloran tu muerte; te adoran y te rinden homenajes de reconocimiento, confesándote como nuestro verdadero Dios y te acompañan al Limbo, a donde vas a beatificar a tantas almas que desde siglos y siglos yacen en aquella cárcel oscura y te suspiran ardientemente. 

Pero, oh mi Jesús, aun después de muerto quieres decirnos que nos amas, atestiguarnos tu amor y darnos un refugio, un albergue en tu propio corazón, por eso, un soldado empujado por una fuerza suprema, para asegurarse de tu muerte, con una lanza te desgarra el corazón, abriéndote una llaga profunda, y Tú, amor mío, derramas las últimas gotas de sangre y agua que contiene tu ardiente corazón.

Ah, cuántas cosas me dice esta llaga, producida no por el dolor sino por el amor, y si tu boca está muda, me habla tu corazón y oigo que dice:

«Hija mía, después de haber dado todo, con esta he querido hacerme abrir un refugio para todas las almas en este mi corazón; este corazón abierto gritará continuamente a todos: “Vengan a Mí si queréis ser salvos, en este mi corazón encontraréis la santidad y os haréis santos, encontraréis el consuelo en las aflicciones, la fuerza en la debilidad, la paz en las dudas, la compañía en los abandonos”.

Oh almas que me aman, si quieren amarme de verdad, vengan a morar siempre en este corazón, aquí encontrarán el verdadero amor para amarme y llamas ardientes para quemarlas y consumirlas todas de amor. Todo está concentrado en este corazón, aquí están contenidos los sacramentos, mi Iglesia, la vida de Ella y la vida de todas las almas. En este mi corazón siento las profanaciones que se hacen a mi Iglesia, las insidias de los enemigos, los ataques que le lanzan, a mis hijos conculcados, porque no hay ofensa que este mi corazón no sienta, por eso hija mía, tu vida sea en este mi corazón, defiéndeme, repárame, condúceme a todos hacia él».

Unida con nuestra traspasada Mamá, que cae desmayada por el inmenso dolor al ver que te traspasan el corazón, y como paloma vuela a tu corazón para tomar el primer lugar para ser la primera reparadora, la reina de tu mismo corazón, intermediaria entre Tú y las criaturas. También yo junto con Mi Mamá quiero volar a tu corazón para oír cómo te repara y repetir sus reparaciones en todas las ofensas que recibes.

Oh mi Jesús, después de tu muerte desgarradora y dolorosísima, parece que yo no debería tener más vida propia, pero en este tu corazón herido yo reencontraré mi vida, así que cualquier cosa que esté por hacer, la tomaré siempre de él.

No daré más vida a los pensamientos, pero si quisieran vida, la tomaré de tus pensamientos; no tendrá más vida mi querer, pero si vida quiere, tomaré tu santísima Voluntad; no tendrá más vida mi amor, pero si querrá vida la tomaré de tu amor. Oh mi Jesús, toda tu vida es mía, ésta es tu Voluntad, éste es mi querer.


El descendimiento de la cruz

Muerto Jesús mío, veo que se apresuran a bajarte de la cruz; y tus discípulos José y Nicodemo, que hasta ahora habían permanecido ocultos, ahora con valor y sin temer nada quieren darte honorable sepultura, y por eso toman martillo y pinzas para cumplir el sagrado y triste descendimiento de la cruz, mientras que tu traspasada Mamá extiende sus brazos maternos para recibirte en su regazo.”