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Vol. 34-10 (2) Mayo 31, 1936

“Cuando la Divina Voluntad no es conocida se forma el desierto en torno a la criatura”


…De Nazaret pasé al desierto donde había máxima soledad, la mayor parte habitado por animales feroces que ensordecían el desierto con sus rugidos que me rodeaban, símbolo de mi Divina Voluntad, que cuando no es conocida se forma el desierto en torno a la criatura y una soledad que da horror y espanto, se aridece el bien y el alma se siente circundada más que por animales feroces, esto es, por sus pasiones brutales que mandan rugidos de rabia, de bestial furor, de crueldad, de toda suerte de males. Mi Santa Humanidad iba paso a paso buscando y encontrando todos los dolores que había sufrido mi Divina Voluntad para repararla y llamarla de nuevo a reinar de nuevo en medio a las criaturas, puedo decir que cada latido, respiro, palabra, paso y pena míos, era el llamado continuo a mi Voluntad a hacerse conocer por las criaturas para hacerla reinar, y las llamaba a ellas en Ella para hacerles conocer el gran bien, la santidad, la felicidad del vivir en el Fiat.




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Vol.  6-102 (1-3) Abril 20, 1905

Cómo conocer si se han dominado las pasiones


Encontrándome en mi habitual estado, cuando apenas ha venido el bendito Jesús, casi en acto de castigar a las gentes, me ha dicho:

“Hija mía, las criaturas me laceran la carne, pisotean mi sangre continuamente, y Yo permitiré que sus carnes sean laceradas y su sangre derramada.

La humanidad en estos tiempos se encuentra como un hueso fuera de lugar, fuera de su centro, y para ponerlo en su lugar y hacerlo entrar nuevamente en su centro, es necesario que lo destruya”.

Después, calmándose un poco ha continuado:

“Hija mía, el alma puede conocer si ha dominado sus pasiones, si cuando es tocada por las tentaciones o por las personas, no las toma en cuenta, como por ejemplo:

Es tentada por la impureza; si ha dominado esta pasión el alma no hace caso y la misma naturaleza queda en su puesto; si no la ha dominado, el alma se acongoja, se aflige, y en su cuerpo siente correr un río purulento. O bien una persona mortifica, injuria a otra; si ésta ha dominado la pasión de la soberbia se queda en paz, si no es así, siente correr un río de fuego, de desprecio, de altanería, que la pone toda alterada, porque la pasión cuando existe, al llegar la ocasión sale, y así de todo lo demás”.

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Vol. 27-12 (2-3) Noviembre 6, 1929

"La palabra de nuestro Fiat, conforme hablaba salían los portentos de nuestras obras, una más bella que la otra"


La palabra, desahogo del alma; valor de ella. Quién es la portadora de las obras de Dios.

(2) “Hija mía, Yo soy el centro de toda la Creación, pero centro aislado, todo me está alrededor, todo depende de Mí, pero como las cosas creadas no tienen razón no me hacen compañía, me dan gloria, me honran, pero no rompen mi soledad: el cielo no habla, el sol es mudo, el mar alborota con sus olas, calladamente murmura, pero no habla. Es la palabra la que rompe la soledad, dos seres que intercambian con palabras sus pensamientos, los afectos, y lo que quieren hacer, es la alegría más bella, la fiesta más pura, la compañía más dulce; sus secretos manifestados en palabras forman la más amada armonía. Y si estos dos seres se combinan en sus sentimientos, en los afectos y uno ve su voluntad en el otro, es la cosa más grata que puede existir, porque el uno siente su vida en el otro. Gran don es la palabra, es la desembocadura del alma, el desahogo del amor, es la puerta de comunicación, es el intercambio de las alegrías y de los dolores; la palabra es la corona de las obras. En efecto, ¿quién formó y coronó la obra de la Creación? La palabra de nuestro Fiat, conforme hablaba salían los portentos de nuestras obras, una más bella que la otra; la palabra formó la corona más bella a la obra de la Redención, ¡oh! si Yo no hubiese hablado el evangelio no existiría, y la Iglesia no tendría qué enseñar a los pueblos. El gran don de la palabra tiene más valor que todo el mundo entero.

(3) Ahora hija de mi Querer Divino, ¿quieres tú saber quién rompe mi soledad en medio a tantas obras mías? Quien vive en mi Divina Voluntad, esta criatura viene en medio a este centro y me habla, me habla de mis obras, me dice que me ama por cada una de las cosas creadas, me abre su corazón y me habla de sus íntimos secretos, me habla de mi Fiat Divino y de su dolor porque no lo ve reinar, y mi corazón al oírla siente su mismo amor y dolor en ella, se siente como retratado, y conforme habla, mi corazón divino se inflama de amor, de alegría, y no pudiendo contenerlo abro mi boca y hablo, hablo largamente; abro mi corazón y vacío mis más íntimos secretos en el suyo, le hablo de mi Querer Divino como fin único de todas nuestras obras, y mientras hablo siento la verdadera compañía, pero compañía hablante, no muda, compañía que me entiende, que me hace feliz y que puedo volcarme en ella. ¿No han sido tal vez desahogos de amor, transfusiones de vida del uno en el otro lo que hacíamos con todo lo que te manifestaba de mi Querer Divino y que mientras te hablaba servía para entretenernos y para formar la más dulce y agradable compañía? Un alma que vive en mi Divina Voluntad es todo para Mí, me suple al mutismo de mis obras; ella me habla por todo, me hace feliz, y Yo no me siento solo, y teniendo a quién dar el gran don de mi palabra, no quedo más el Jesús mudo que no tiene a quién decir una palabra, y que si quiero hablar, si no está mi Fiat no soy entendido, sino el Jesús que habla y que tiene su compañía”.


Mt 4, 10

"Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.»"


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Vol. 33-41 (4)

"El primer deber de la criatura es adorar a Aquél que la ha creado, el primer acto que habla de santidad es el deber; el deber llama al orden"


(4) “Hija mía, el primer deber de la criatura es adorar a Aquél que la ha creado, el primer acto que habla de santidad es el deber; el deber llama al orden, y el orden hace surgir la más bella armonía entre el Creador y la criatura, armonía de voluntad, armonía de amor, de modos y de imitaciones, el deber es la sustancia de la santidad, y como todas las cosas creadas poseen y tienen como en naturaleza la marca de la verdadera adoración, por eso la criatura unida con ellas puede dar la más perfecta adoración a Aquél que la ha creado. Por eso cada cosa creada es una adoración profunda que mandan a Aquél que las ha creado, y la criatura uniéndose junto en virtud de nuestro Querer, las pone todas en adoración, dando a Dios lo que cada una debiera, y elevándose sobre todas nos lleva a todos y viene a latir en nuestro latido y a respirar en nuestro respiro. ¡Oh! cómo es dulce y agradable este latido y respiro en el nuestro, y Nosotros para corresponderlo palpitamos en su corazón y respiramos en su respiro, dándole el latido y el respiro divino como Vida, patrimonio, y crecimiento de nuestro Ser Supremo en ella. Y por eso al deber de la adoración, surge el primer deber del acto de la Creación, el de dar vida a su Creador en la propia alma, dándole el dominio, la libertad de formarse, de palpitar y respirar, llenarla de amor para poder decir con hechos: ‘Esta criatura es la portadora de su Creador, y me deja hacer lo que Yo quiero’. Tan es verdad, que su latido lo poseo Yo, nada tiene de suyo, lo que es suyo es mío y lo que es mío es suyo, Yo tengo mi puesto de amor en ella, y ella tiene el puesto de honor en el mío. Así que Cielo y tierra se dan el beso de paz y de unión permanente”.

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Vol. 13-17 Septiembre 14, 1921

Cada vez que el alma hace sus actos en la Divina Voluntad, así crece siempre más en santidad.

(1) Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús al venir me ha dicho: 

(2) “Hija mía, cada vez que el alma hace sus actos en mi Voluntad, crece siempre más ante Mí en sabiduría, en bondad, potencia y belleza, porque conforme va repitiendo los actos en mi Voluntad, tantos bocados toma de sabiduría, de bondad, etc., y el alma crece de aquel alimento del cual se alimenta, por eso de Mí está escrito en el santo Evangelio que crecía en sabiduría ante Dios y ante los hombres; como Dios no podía ni crecer ni decrecer, mi crecer no era otra cosa que mi Humanidad, que conforme crecía en los años venía a multiplicar mis actos en el Querer Supremo, y un acto de más que hacía era un crecer de más en la Sabiduría de mi Padre Celestial, y era tan verdadero este mi crecimiento, que aun las criaturas lo notaban. Cada acto mío corría en el mar inmenso de la Voluntad Divina, y conforme obraba me nutría de este alimento celestial; sería demasiado extenso el decirte los mares de sabiduría, de bondad, de belleza, de potencia que recibía mi Humanidad en cada acto de más que hacía, así le sucede al alma. Hija mía, la santidad en mi Voluntad crece a cada instante, no hay cosa que se escape del crecer y que el alma no pueda hacer correr en el mar infinito de mi Voluntad; las cosas más indiferentes, el sueño, el alimento, el trabajo, etc., pueden entrar en mi Querer y tomar en Él su puesto de honor como obras de mi Querer; sólo conque el alma lo quiera, y todas las cosas, desde las más grandes hasta las más pequeñas pueden ser ocasiones para entrar en mi Querer, lo que no sucede con las virtudes, porque las virtudes si se quieren ejercitar, muchas veces falta la ocasión, si se quiere ejercitar la obediencia, se necesita a alguien que dé órdenes, y puede suceder que por días y por semanas falte quien dé nuevas órdenes para hacerla obedecer, y entonces, por cuanta buena voluntad tenga de obedecer, la pobre obediencia quedará ociosa; así de la paciencia, la humildad y todas las demás virtudes, pues como son virtudes de este bajo mundo, se necesita a las otras criaturas para ejercitarlas, en cambio mi Voluntad es virtud de Cielo, y Yo solo basto para tenerla a cada instante en continuo ejercicio, para Mí es fácil mantenerla tan elevada, así de noche o de día, para tenerla ejercitada en mi Querer”.