Villalba de los Barros

Escudo cuartelado. Primero, de plata, castillo de tres torres, de gules, aclarado del campo. Segundo, de azur, medio sol cortado, de oro. Tercero, de oro, cinco hojas de higuera, de sinople, puestas en sotuer. Cuarto, de oro, tres fajas de gules. Al timbre, Corona Real cerrada.

Tres años más tarde, D. Juan Mathé conseguía carta puebla para poblar la aldea de don Falcón y apoyado en su resultado, procedió a refundir ésta, con una alquería próxima llamada Villalba, en la que sólo vivían cuatro vecinos.

En 1307, la población pasaba por herencia a D. Enrique Enriquez “el Mozo”, fruto de aquel matrimonio, quién aprovechando su parentesco con el rey Alfonso XI amplió considerablemente sus propiedades.

A la muerte de D. Enrique, Villalba pasó a ser heredamiento de su hija Doña Leonor Enriquez, casada con el Conde Don Fernando de Castro, acérrimo partidario del rey Don Pedro “El Cruel”, Doña Leonor Enriquez, no aceptó nunca tal enajenación, por lo que interpuso pleito ante la corte, alegando que su familia los Enriquez, habían reconocido la nueva dinastía desde el primer momento, por cuya razón no existían motivos que justificasen el regio castigo.

En 1393, fallecía Doña Leonor Enriquez siguiéndose los pleitos por ella iniciados, entre su hijo D. Pedro y el de Tomás Pinel de nombre Beltrán, A finales del siglo XIII, Sancho IV otorgó un privilegio a su Camarero Mayor, el Almirante Juan Mathé de Luna, para que pudiera poblar con 50 vecinos, y convertirlo en villa, el lugar entonces denominado Puebla de Don Falcón, a partir del cual se consolidaría posteriormente Villalba de los Barros. La población fue comprada en 1395, junto con Nogales, a los herederos de Enrique Enríquez "el Mozo", por el maestre santiaguista Lorenzo I Suárez de Figueroa, para incorporar al recién creado Señorío de Feria, siendo, en consecuencia, de los enclaves más tempranamente integrados en el incipiente condado formado por Feria, Zafra y La Parra. El precio pagado por el núcleo fue de 100.000. mb.

Tras la conquista de Badajoz en 1230, por Alfonso IX y las correrías del maestre santiaguista D. Rodrigo Iñiguez, en 1241, los términos hoy pertenecientes a las villas de Almendralejo, Fuente del Maestre, Aceuchal, Villalba, Feria, Los Santos y ciudad de Zafra, quedaban definitivamente ganadas para los cristianos.

Castillo: localidad resulta dominada por la enorme mole pétrea de su poderoso castillo, reconstruido en las postrimerías del siglo XIV sobre otro anterior de origen árabe, según queda de manifiesto en la fábrica de piedra de regular mampostería erigida sobre los lienzos de tapial de las zonas inferiores. La fortaleza se compone de un recinto exterior o barbacana, de planta rectangular y otro interior de las mismas proporciones, que se organiza en torno a un angosto patio de armas. La estructura principal se refuerza en las esquinas y zona media de los muros mediante sólidos cubos cilíndricos de distintos cuerpos, a los que se suma un potente torreón cuadrangular, al que se le adosan también otros semicilíndricos, uno de ellos macizo. Hay autores que estiman que en la etapa musulmana el patio de esta fortaleza pudo haber estado originalmente cubierto, configurando una mezquita y tras sucesivas remodelaciones pasó a convertirse en la estructura del posterior castillo señorial cuyos restos han llegado hasta nuestros días.

Atuntamiento.

El convento de Ntra. Sra. de Montevirgen se sitúa a dos kilómetros y medio junto al río Guadajira. Aunque desde muy lejanos tiempos, existía en el lugar una humilde ermita con gran devoción a esta Virgen, las primeras noticias escritas llegadas hasta nosotros refereridas a ella se remontan al año 1515, en el que un visitador de la orden de Santiago, visitador de la villa de Aceuchal, indicaba la existencia de una ermita bajo la advocación de Santa Maria de Montevirgen en el Ducado de Feria.

Igualmente destacada resulta la Iglesia parroquial católica bajo la advocación de Nuestra Señora de la Purificación, en la Archidiócesis de Mérida-Badajoz. Obra de gran cuerpo, edificada en mampostería de piedra sin enlucir, en la actualidad parcialmente embutida entre otras construcciones.

Su planta se organiza mediante una nave única de tres tramos, con cubierta de crucería estrellada sobre ménsulas, capillas entre estribos y cabecera de ábside poligonal, más angosta, con bóvedas del mismo tipo.