Puedes expresar lo que sabes o lo que piensas de muchas maneras. Todo depende de quién será tu interlocutor y del medio por el cual circulará el mensaje. El destinatario es la persona a quien va dirigido un texto. Él interviene en la situación comunicativa de acuerdo con su nivel de conocimiento, estatus y el tipo de relación que tiene con el emisor.

Ahora bien, en muchas situaciones comunicativas, un mensaje no llega a un solo destinatario, sino a muchos. Por ejemplo, una columna de opinión en un periódico está pensada para ser leída por muchos destinatarios. Es así como el emisor debe pensar cómo escribir un texto que llegue a todo ese público.

Cada situación comunicativa requiere de un nivel de formalidad distinto o tipo de registro, según el interlocutor y el propósito de la comunicación. Estos factores determinan si tu escrito puede ser informal, espontáneo o, por el contrario, formal, elaborado. Los escritos funcionan de manera similar a las relaciones sociales: dependiendo del contexto, elegimos cómo vestirnos, cómo dirigirnos a las personas y cómo comportarnos.

Por esta razón, no da igual escribir una carta de amor en un tono familiar, espontáneo e intimista, que hacerlo en un tono oficinesco y retórico.

ESCRITURA FORMAL

La escritura formal se usa cuando el destinatario es una persona que ocupa una jerarquía importante, por ejemplo, un profesor, un rector de colegio o un jefe; o cuando el propósito comunicativo es exponer una idea a un lector no específico. En ambos casos, no hay confianza entre quien escribe y quien lee; por esto, se trata con respeto al interlocutor. En este tipo de registro, el lenguaje usado y el vocabulario son pertinentes.

La escritura informal se usa en contextos comunicativos en los que el destinatario es una persona familiar, a quien se le tiene confianza; por ejemplo, un abuelo, un amigo o un hermano. Esto hace que el tono de la escritura y las palabras usadas sean coloquiales.