Emily Dickinson

Poema 243

HE visto a un cielo, idéntico a una carpa,

sus relucientes mástiles guardar,

arrancar sus estacas, y desaparecer.

Sin ruidos de tablones,

sin chirridos de clavos, sin ningún carpintero.

Con esa hondura en la mirada fija

que acompaña la marcha de algún circo

en Norteamérica.


Ni huella ni señal

de lo que aquí nos deslumbró hace poco,

ni pista ni actuación.

Hombres y habilidades

se disolvieron absolutamente.

Como la singladura lejana de algún pájaro

revela apenas un leve matiz,

un oscilar de remos, una dicha,

para hundirse después en la distancia.