Una gota cayó sobre el manzano,
otra en el techo de la casa; seis
rozaron con sus labios los aleros,
y hasta hicieron reír a los hastiales.
Un puñado al arroyo socorría,
que iba corriendo a socorrer al mar.
Yo barruntaba: ¡Oh, si fueran perlas!
¡Qué collares podríanse engarzar!
El sol lanzaba su sombrero al vuelo,
los pájaros cantaban, exultantes,
los árboles fulgían en los huertos
y el polvo en los caminos de las cuestas
volvíase a posar. Las brisas en ventura
bañaban sus laúdes pesarosos.
Izó el oriente entonces su bandera
y puso fin a tanto festival.