Emily Dickinson
El viento llamó con golpecitos...

El viento llamó con golpecitos,

como un hombre cansado.

Y, como una anfitriona, yo

contesté resuelta «Entra».

Entró entonces en mi habitación.

Un veloz convidado, sin pies,

a quien ofrecer una silla

era tan imposible

como ofrecer un sofá al aire.

No tenía huesos que lo sostuvieran.

Su hablar era como la arremetida

de numerosos colibríes a la vez,

desde un fabuloso arbolillo.

Su apariencia, la de una ola.

Sus dedos, al pasar,

producían una música, como melodías

que salían trémulas de un cristal.

Hizo la visita, también revoloteando;

luego, como un hombre tímido,

dio de nuevo unos golpecitos, de forma presurosa;

y yo me quedé sola.

Emily Dickinson

de El viento comenzó a mecer la hierba. Trad. Enrique Goicolea