HACIA LA COMPRENSIÓN DEL APRENDIZAJE AUTÓNOMO

Martínez Ramírez José Manuel

Doctorante en Educación Contemporánea, en la Escuela Normar Rural “J. Guadalupe Aguilera”

dec19.manuel.martinez@aguileradgo.com

Resumen

El aprendizaje autónomo es considerado como una de las habilidades necesarias en el siglo XXI. Para propiciar su desarrollo en los alumnos, es necesario que los docentes comprendamos en qué consiste y las herramientas didácticas que se pueden utilizar en el aula. En el presente artículo se ofrece un acercamiento a la conceptualización del constructo del aprendizaje autónomo. La búsqueda y revisión de la literatura permite apreciar el vínculo del aprendizaje autónomo con otros conceptos como autoaprendizaje, autodidactismo, autodeterminación, aprender a aprender, aprendizaje autodirigido, autogestión del aprendizaje y aprendizaje independiente. Desde este entramado conceptual, sin dejar de reconocer las similitudes, se proponen algunas distinciones que permiten delimitar el aprendizaje autónomo como el estado en que el alumno es capaz de controlar sus procesos cognitivos que le permiten aprender por sí mismo, a desarrollar habilidades y estilos particulares para saber aprender.

Palabras clave: aprendizaje autónomo, aprendizaje autodirigido, aprender a aprender, autogestión, autoaprendizaje.

Abstract

Autonomous learning is considered one of the necessary skills in the 21st century. To promote its development in students, it is necessary for teachers to understand what it consists of and the didactic tools that can be used in the classroom. This article offers an approach to the conceptualization of the autonomous learning construct. The search and review of the literature allows us to appreciate the link between autonomous learning and other concepts such as self-learning, self-learning, self-determination, learning to learn, self-directed learning, self-management of learning and independent learning. From this conceptual framework, while recognizing the similarities, some distinctions are proposed that allow the delimitation of autonomous learning as the state in which the student is able to control their cognitive processes that allow them to learn by themselves, to develop particular skills and styles to know how to learn.

Key words: autonomous learning, self-directed learning, learning to learn, self-management, self-learning.

Introducción

Se reconoce el aprendizaje autónomo como la habilidad del alumno que le permite asumir la responsabilidad de su propio aprendizaje. De acuerdo con Herring (2012, citado por Luna, 2015), el aprendizaje autónomo es una de las habilidades esenciales en el siglo XXI, los alumnos con la capacidad de aprender de manera autónoma entienden el aprendizaje como parte de su responsabilidad personal y están dispuestos a mejorar durante toda su vida.

Es indispensable desarrollar en los alumnos el sentido de autonomía en el aprendizaje, que razonen, analicen, critiquen y sientan curiosidad, más allá de lo que pueden observar. El interés principal es desarrollar en los alumnos autonomía en el aprendizaje para adquirir competencias necesarias que le ayuden a fortalecer sus conocimientos, resolver problemas en la vida actual y como una necesidad académica que le ayudará al alumno durante toda la vida.

Existen diferentes términos en la literatura que suelen confundirse con el aprendizaje autónomo; ante ellos, surge la necesidad de indagar en diferentes fuentes que permitan diferenciar el aprendizaje autónomo de los conceptos con los que mantienen cierta relación, como el autoaprendizaje, autodidactismo, autogestión del aprendizaje, auto instrucción o el autodidactismo. Una vez revisado el sentido en que se utilizan estos conceptos, es posible delimitar un constructo que facilita la comprensión del aprendizaje autónomo.

El desarrollo de las capacidades que determinan a una persona como autónoma, le permite enfrentarse a cualquier situación que se le presente dentro y fuera de un centro escolar, es decir, dentro de una educación formal e informal, incrementando sus aprendizajes, solucionando desafíos o retos, participar en solucionar problemas y tomar decisiones. La persona adquiere la responsabilidad de su aprendizaje, controla sus procesos cognitivos, mantiene un pensamiento reflexivo y autorregula su aprendizaje.

Cuando el alumno siente tener el control de su aprendizaje, cuando mantiene una motivación intrínseca, autodeterminación y eficacia, los resultados serán los esperados en un aprendiz autónomo que adquiere la responsabilidad de lo que quiere aprender, forjando sus propios objetivos y metas.

Aprendizaje autónomo

Para abordar el constructo de aprendizaje autónomo, resulta útil indagar qué se entiende por aprendizaje y por autonomía, partiendo de la definición que proporciona el Diccionario de la Real Academia Española (2020), que define el aprendizaje como una “acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa”; y, desde la Psicología, como la “adquisición por la práctica de una conducta duradera”. Desde este primer acercamiento, el aprendizaje remite a diferentes aspectos. Con respecto a la autonomía, es la condición de alguien que, para ciertas cosas, no depende de otros.

En el campo educativo, se puede decir que el aprendizaje autónomo, siguiendo las definiciones del Diccionario de la Real Academia Española, consiste en la acción y efecto de adquirir algún conocimiento, desarrollar alguna habilidad, aprender algún arte u oficio mediante la práctica sin depender de nadie; es decir, un alumno puede aprender cualquier disciplina mediante la práctica constante, sin necesidad del maestro.

Esta definición de aprendizaje autónomo coincide con los aportes de Holec (1981, citado por Shi y Han, 2019), quien menciona que los estudiantes se hacen cargo de su aprendizaje de acuerdo con sus propias necesidades. Se asume que un alumno autónomo se debe hacer cargo, es decir, ser responsable de su propio aprendizaje sin depender de nadie y hacerlo bajo sus propias necesidades de aprendizaje.

Esta definición coincide también con Benson (2001), quien dice que el aprendizaje autónomo consiste en que la persona tome un control sobre su aprendizaje en las aulas y fuera de ellas; puede describirse como la capacidad de hacerse responsable o tener control sobre su propio aprendizaje. Estos significados le dan el papel protagónico al alumno al hacerlo responsable de su aprendizaje, en tanto que el control de este aprendizaje será definido por sus necesidades.

Desde 1981, Holec abordó el aprendizaje autónomo en el campo del aprendizaje del idioma inglés; en 1990 toma mayor fuerza este concepto; y en este inicio de la tercera década del siglo XXI, cuatro décadas después, se está intentando desarrollar el aprendizaje autónomo en todos los niveles educativos. Por esta razón, el concepto ha evolucionado considerando nuevas características.

Una definición más reciente de aprendizaje autónomo fue desarrollada por el Ministerio de Educación Nacional de Turquía (2017, citado en Karademir y Akgul, 2019), haciendo referencia a las competencias del individuo para insistir en aprender a organizar sus acciones de aprendizaje individuales o en grupo, así como eficazmente el tiempo y el conocimiento. Estas competencias le dan la capacidad al individuo de ser consciente de sus necesidades y procesos de aprendizaje, reconociendo su capacidad de hacer frente a los retos de un aprendizaje efectivo.

En esta definición se incluyen nuevos atributos en la concepción del aprendizaje autónomo como una competencia que permite a la persona: insistir o practicar para lograr un aprendizaje; organizar sus acciones para acceder al aprendizaje que desea; y administrar su tiempo y sus conocimientos. Se considera que el alumno es autónomo cuando tiene la competencia de ser consciente de sus necesidades de aprendizaje.

Perrenoud (2008), en una de sus entrevistas, menciona que la competencia es la facultad de movilizar un conjunto de recursos cognoscitivos, llámese conocimientos, capacidades, información, entre otras, para solucionar un conjunto de situaciones problemáticas de manera oportuna y satisfactoria. Si se asume que una competencia es la movilización de habilidades, conocimientos y actitudes, permite comprender que el aprendizaje autónomo puede considerarse como una competencia; cuando un alumno aprende de manera autónoma, debe hacer una movilización de todos sus medios cognoscitivos para lograrlo.

Dicho de otra manera, el aprendizaje autónomo requiere que el alumno adquiera conocimientos que le permitan aprender por sí mismo, y que a pesar de que tal conocimiento por falta de práctica o de utilización sea olvidado, pueda tomar conciencia y recurrir a las habilidades adquiridas para aprender de manera autónoma; estas habilidades adquiridas le permitirán volver a recordar y reaprender, pero para ello se requiere una actitud que le permita reconocer sus necesidades de aprendizaje.

Sultana (2018) y Orakcı y Gelişli (2019) citan a Little (1991), quien manifiesta que el aprendizaje autónomo es una capacidad de desprendimiento, de acciones independientes que permiten tomar decisiones y reflexionar de manera crítica para involucrarse en los procesos de enseñanza y aprendizaje, con énfasis en el aprendizaje.

Podemos considerar el aprendizaje autónomo como una competencia, que para Rué (2009) debería ser considerada como una de las principales claves del éxito, un valor fundamental de carácter estratégico. Este punto de vista nos permite analizar y considerar el aprendizaje autónomo como una de las respuestas centrales a las necesidades educativas actuales para aspirar a aprendizajes de excelencia.

Long (1989) y Aydogdu (2009, ambos citados por Karademir y Akgul, 2019), sugieren que el alumno necesita aprender a aprender; que a mayor control tenga de su aprendizaje, más autónomo ocurrirá. El alumno que sabe aprender puede elegir las herramientas y el equipo necesario; puede asumir un compromiso, las necesidades y su propio plan para el aprendizaje.

Comúnmente se pueden leer referencias de investigaciones científicas acerca de “autoaprendizaje”, “aprendizaje independiente”, “aprendizaje autodirigido”, “autoinstruccion”, “autodidactismo”, “autogestión del aprendizaje” y “aprender a aprender”. Estos conceptos describen distintas formas y grados de aprender por uno mismo.

Dada la variedad de conceptos, es necesario distinguir sus semejanzas y diferencias. Benson (2001) menciona que ante esta circunstancia es necesario conocer la idea del autor para conocer el significado preciso que éste le atribuye; por consiguiente, podremos distinguir con más claridad la relación que existe con el aprendizaje autónomo.

Moreno y Martínez (2007) consideran el autoaprendizaje como un sinónimo de aprendizaje autónomo, refiriéndose a las destrezas cognitivas y metacognitivas, la intuición o las ideas que pueden ser capacidades innatas. Morillo (2017) menciona que el autoaprendizaje propicia que el estudiante aprenda con un sentido crítico y constructivo para lograr aprendizajes significativos, mediante la determinación de objetivos y momentos de aprendizaje, además de mencionar que el éxito del autoaprendizaje se basa en desarrollar en el alumno un excelente aprendizaje autónomo.

Aunque Morillo considera como sinónimos el aprendizaje autónomo y el autoaprendizaje, su planteamiento es ambiguo cuando menciona que el éxito en un tipo de educación basada en el autoaprendizaje será determinado por la calidad de aprendizaje autónomo que logre el alumno.

La Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD, citada en Londoño, 2013) define el autoaprendizaje como la acción de controlar por ti mismo el desarrollo de tu proceso de aprendizaje, desarrollando autorregulación, trabajo independiente y múltiples actividades académicas, y para lograrlo es necesario desarrollar un sentido de responsabilidad y disciplina. La UNAD considera que el aprendizaje autónomo, como una herramienta para desarrollar valores, habilidades y destrezas, se encuentra inmerso en un campo pedagógico de mayor extensión que el autoaprendizaje.

En esta definición queda más clara la idea que se mencionaba anteriormente; se afirma que para lograr el aprendizaje autónomo en el alumno, primeramente deberá desarrollar múltiples estrategias de autoaprendizaje, es decir, cuando el alumno controla su proceso de aprendizaje, autorregulando su aprendizaje mediante el trabajo independiente, tal proceso estará favoreciendo el desarrollo del aprendizaje autónomo.

En 1988, Zindovi´c definió el autoaprendizaje como una técnica que implica el uso de material que prepara el maestro para el alumno; a diferencia del aprendizaje autodirigido, que se concibe como un método de aprendizaje donde no hay conducción ni materiales del docente, el alumno es responsable de su propio aprendizaje y toma las decisiones que le permitan aprender, estableciendo objetivos, contenidos, técnicas y ritmos de trabajo.

Después de tres décadas de estudio e investigación, el concepto de aprendizaje autodirigido conserva su esencia; Salleh, Zulnaidi, Rahim, Zakaria y Hidayat (2019) mencionan que el aprendizaje autodirigido es un proceso donde el alumno asume la responsabilidad de su control cognitivo, detecta sus necesidades de aprendizaje y fija objetivos de aprendizaje. En este proceso, el alumno necesita recursos humanos y materiales para estudiar, analizar sus enfoques de aprendizaje y evaluar su progreso mediante una reflexión crítica. La inclusión de recursos humanos y materiales acerca el concepto de aprendizaje autodirigido al autoaprendizaje; por tanto, se pueden asumir como sinónimos.

El aprendizaje autodirigido también se asume como sinónimo de autodidactismo y aprendizaje independiente; el autodidacta es la persona que se ha instruido sin apoyo en un método establecido, ni un guía o profesor (Benson, 2001; Provenzal, 1990). Un sujeto autodidacta selecciona y determina lo que quiere aprender, forma su propio método y selecciona los medios necesarios que le permitan aprender lo que desea.

Aunque el alumno autodidacta no necesita a un guía o profesor para aprender lo que necesita, puede buscar a personas que le ayuden a ampliar sus conocimientos. Esta búsqueda de apoyo que caracteriza al autodidactismo permite asumir su cercanía conceptual con el autoaprendizaje, que implica el uso de material previamente elaborado con un propósito establecido, donde un tutor, profesor o guía indica qué aprender.

Rué (2009) afirma, desde el punto socioconstructivista, que la independencia requiere de otros iguales, otros grupos, otras experiencias; que el aprendiz ubicado en una formación de aprendizaje independiente puede desprenderse de los contenidos curriculares, del programa, de los profesores, al decidir aprender algo por su cuenta, de manera autodidacta, recurriendo a las personas que él decida.

De acuerdo con las definiciones presentadas, es posible afirmar que el autodidactismo, el aprendizaje independiente y el aprendizaje autodirigido son considerados como sinónimos, en tanto que “un aprendizaje autónomo es potencialmente mucho más rico que un aprendizaje independiente” (Rué, 2009, p. 87).

Con respecto a la autoinstrucción, Ormrod (2005) la considera como una estrategia eficaz para dirigir la conducta de los estudiantes, adquirir estrategias más productivas para el desarrollo de tareas escolares y desarrollar habilidades sociales, incluidas en técnicas de autogestión. Meichenbaum (1997, como se cita en Ormrod, 2005) menciona cinco pasos para que un docente guíe la autoinstrucción en los niños: modelado cognitivo, dirección externa y explícita, autodirección explícita, autodirección explícita suave y autoinstrucción encubierta. Este último paso remite a un proceso más cognitivo que involucra pensar en silencio mientras se realiza alguna tarea.

La autoinstrucción es una estrategia que puede utilizarse en cualquier proceso de formación que tenga como propósito alcanzar la adquisición y control del aprendizaje, el autoaprendizaje, el autodidactismo o la autogestión del aprendizaje.

La autogestión del aprendizaje se define como “el proceso en el cual los individuos toman la iniciativa en el diseño de sus experiencias de aprendizaje, diagnóstico de necesidades, localización de recursos y evaluación de logros” (Caicedo, Leal y Cintra, 2019, p. 1496); lo que sugiere una similitud con el concepto de aprendizaje autodirigido.

Zimmerman (2008, citado por Chávez Barbosa, 2014) define la autogestión del aprendizaje como la acción de mantener y activar de manera sistemática los procesos metacognitivos, motivacionales, afectivos y conductuales, con la finalidad de lograr los objetivos que se ha propuesto el estudiante en su contexto. Con respecto al aprendizaje autodirigido, el concepto de autogestión del aprendizaje considera un rol protagónico al contexto donde se desempeña el sujeto de aprendizaje.

La autogestión del aprendizaje se puede dar dentro y fuera de la educación escolar; en los ámbitos escolarizados, el alumno puede autogestionar su aprendizaje dentro de la escuela, basado por un currículo determinado, con objetivos de aprendizaje establecidos a partir de los cuales el alumno puede configurar sus propios objetivos de acuerdo con sus capacidades e intereses.

García (2002, citado por Caicedo, Leal y Cintra, 2019) señala que en la autogestión del aprendizaje los alumnos desarrollan un estilo propio para realizar sus tareas académicas, buscando sus propios recursos, elaborando sus propias metas, sus propias estrategias para evaluar sus logros y su procesamiento de información. A diferencia del aprendizaje autodirigido, donde los alumnos no necesariamente siguen un programa de aprendizaje planteado comúnmente en la educación formal, sino que los propios estudiantes detectan sus necesidades de aprendizaje, se organizan, plantean sus objetivos, sus tareas, sus tiempos y evalúan sus resultados.

Como se puede advertir en los aportes de la literatura que se han presentado, hay varios conceptos vinculados al aprendizaje autónomo, que Pemberton, Li, Or y Pierson (1996), con base en la definición que Holec (1981), lo interpretan como “aprender a aprender”. Ortega (2008) afirma que aprender a aprender significa que los estudiantes se comprometen a construir sus conocimientos a partir de sus aprendizajes y experiencias, lo que implica adquirir y desarrollar competencias metacognitivas, es decir, la capacidad que le permite al estudiante conocer y regular su conocimiento con la finalidad de reutilizarlo y aplicarlo en una variedad de contextos.

“El aprendizaje autónomo cambió el paradigma de aprender a aprender al contemplar una educación para la vida, teniendo presente que el acto de aprender depende de las habilidades de pensamiento de orden superior para el desarrollo de una meta inteligencia” (Chica Cañas, 2011, p. 193). El aprendizaje autónomo se aprecia cuando el estudiante establece ámbitos de actuación para aprender a aprender, identificando sus fortalezas y debilidades respecto a las habilidades que requiere desarrollar (autorregularse).

Las aportaciones de los diferentes autores permiten observar la relación que existe entre el aprendizaje autónomo y aprender a aprender, sugiriendo que cuando el alumno adquiere la competencia para aprender a aprender ha desarrollado un aprendizaje autónomo exitoso que guiará su trabajo cotidiano.

En la figura 1 se muestra la relación que tiene el aprendizaje autónomo con otros dos conceptos asociados. La ubicación del aprendizaje autónomo en la parte superior indica que su alcance es mayor que el aprendizaje autodirigido y la autogestión del aprendizaje. La intersección entre el aprendizaje autodirigido y la autogestión del aprendizaje representa su aplicación en la educación informal, en tanto que la intersección del aprendizaje autónomo con los otros dos conceptos muestra el vínculo con la educación formal.

En la intersección de los tres conceptos se ubican las coincidentes de los tres conceptos, que remiten a: las estrategias de autoaprendizaje y autoinstrucción que deben desarrollarse; las habilidades que permitan al individuo controlar su aprendizaje, aprender a aprender, aprender a pensar, y plantear sus objetivos, metas, organización y evaluación; y las actitudes positivas para despertar la motivación intrínseca.

Conclusión

El aprendizaje autónomo se define como el estado en que el alumno es capaz de controlar sus procesos cognitivos que le permiten aprender por sí mismo, ha desarrollado habilidades y estilos particulares para saber aprender, controla sus procesos de pensamiento, reflexiona de manera crítica, identifica sus áreas de oportunidad, autoevalúa sus procesos y logros, y toma decisiones para lograr las competencias que necesita, con un compromiso y responsabilidad de aprendizaje individual y en grupo para ser utilizado en diferentes contextos.

Uno de los efectos esperados del desarrollo del aprendizaje autónomo es el incremento del logro académico en los alumnos, entendido como el producto de un proceso escolar y su referente de evaluación que supone el logro o no de los objetivos de aprendizaje en determinado contexto. Por tanto, el logro académico se refiere al cumplimiento de los aprendizajes esperados que adquiere el alumno en el grado escolar al que pertenece, considerando su entorno y las posibilidades que tiene para lograrlo (Muñetón, Pinzón, Alarcón y Bohórquez, 2013).

Mejorar el logro académico de los alumnos, como el efecto deseable del desarrollo del aprendizaje autónomo en la práctica educativa escolarizada, implica la implementación de un enfoque didáctico que oriente la actuación del docente para que permita al alumno controlar su proceso cognitivo y aprender por sí mismo, desarrollando habilidades para seguir aprendiendo y evaluando sus logros para tomar decisiones. Así, tanto el papel del maestro como el del alumno son parte importante en el desarrollo de un aprendizaje autónomo.

Chica Cañas (2011) presenta una pedagogía para el desarrollo del aprendizaje autónomo, que incluye estrategias de autorregulación para aprender a aprender los contenidos de modo significativo y contextualizado. La didáctica del aprendizaje autónomo parte de la dialéctica entre la teoría y la práctica para la producción de nuevos conceptos. De acuerdo con el autor, la didáctica del aprendizaje autónomo favorece el máximo empoderamiento cuando el estudiante aprende por sí mismo, a través del dominio de habilidades del pensamiento de orden superior, es decir, cuando se llega a la madurez del aprendizaje autónomo.

El papel del profesor dentro del modelo de autorregulación implica que planee de manera estratégica para enfocarse en que el alumno aprenda a aprender, generando las condiciones necesarias para lograrlo. El papel del profesor, a la vez, está orientado dentro del proceso de autorregulación para desarrollar un aprendizaje autónomo en los alumnos. A mayor control de las actividades por parte del profesor, mayor será la dependencia de los alumnos, y viceversa.

El papel del maestro para el logro de un aprendizaje autónomo en sus alumnos es un proceso que inicia con la presentación de la estrategia, donde el control de la actividad es del maestro; lo cual irá disminuyendo y pasando el control a los alumnos conforme la secuencia: práctica guiada, práctica de contextos variados, uso estratégico y aumento de responsabilidad, y finalmente la práctica independiente, donde el control de la actividad se encuentra con los alumnos y menos con el docente.

Referencias

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