EL BELEN DE NEUMOLOGÍA

®Graciela Adriana Vera Cotto

Cuando a un pendrive se le ocurre la idea de ponerse a jugar al juego del escondite, a más de no poder sacársela de su cabeza de memoria USB, suele trastocar nuestros planes, especialmente si tenemos previsto hacer uso de su contenido en una fecha determinada.

En la historia no importa el porqué estábamos allí. Rememorar los motivos por los que se ingresa en un hospital nunca será agradable, pero muchas veces hay quién hace que la sucesión de momentos vividos allí pueden recordarse con afecto, en éste caso ese alguien fueron muchos que conforman un grupo humano en la segunda planta del hospital

Cuando recibimos el alta y fuimos conscientes de que podíamos volver a casa aún con tiempo de desempolvar los chirimbolos y luces del arbolito, ya estábamos pensando en que este año el brindis sería con agua mineral y en una habitación hospitalaria.

Nosotros fuimos afortunados, hubo quienes pasaron las fiestas allí; seguro que tristes pero apoyados por ese grupo que especialmente en esas fechas intenta siempre llevar un poquito de esperanza hogareña.

María Jesús, Mónica, Carmencilla, Yolanda, Isa, Mónica (otra), Rocío, María, María Jesús (también otra), Sonia, Silvia, Encarna, Aurora, Loli, Ricardo Juan, Angus, Belen, siempre prontos a acudir a nuestro llamado; Paqui y Matias, supervisando que el servicio sea todo el eficiente que se requiere y los celadores Toñi y Sebas.... forman la gran familia de la Unidad de Neumología del Hospital de Poniente en El Ejido, en la provincia de Almeria.

El escenario de esta historia debo armarlo con sumo cuidado porque es un cuento de Navidad, es una manera de dar las gracias y es un recuerdo invernal desde una noche de verano.

Ésto me sucedió cuando sabía que muchas personas esperaban una dirección para leer un artículo que no pude escribir hasta este momento. Pero como en todo juego de escondite llega el momento de cantar “tocado” y como soy más rápida -tengo dos piernas- dejo al pendrive “enchufado” al ordenador y me apresuro a volver las cosas a su sitio.

En este caso retornar las cosas a su sitio significa volver a pegar todas las hojas del calendario que han sido arrancadas desde diciembre pasado; vale la pena porque hay una preciosa historia para recrear que me apresuro a teclear mientras de reojo miro al pendrive y sonriendo le digo: “te descubrí”.

No importa que treinta y cinco grados de tempeatura se empeñen en recordarnos que estamos en el mes de julio. En el sitio donde evoco como tintineaban las luces del Árbol de Navidad, el espacio trata de hacer sitio para una ráfaga de aire fresco que no llega pero... ¿acaso Navidad no es todo el año?

Con un poco de imaginación puedo escuchar las campanillas de los renos de Papá Noël, las etéreas voces de los ángeles anunciando el nacimiento del Hijo de Dios y entre sonidos más profanos, el de una botella de champán al ser descorchada.

Son los integrantes de una familia que se hizo la nuestra durante muchos días y que sonríen, no sólo desde sus rostros reales, sino también, con picarezca, desde las fisonomías de muñecos que ellos mismos se han adjudicado para hacer el más simpático Nacimiento que he visto, realizado por aquellos que día a día nos han mostrado la cara humana de un establecimiento hospitalario.

Nos cuentan que no es el primer año y espero que no haya sido el último. A mi me llamó la atención un Niño Jesús al que no lo rodeaban pastores ni reyes y quise averiguar más.

Eran los enfermeros y asistentes, cada uno identificado y ocupando un lugar de privilegio en ese Belen tan diferente y tan reconocible. No faltaban los médicos, Montes, Fernández y otro Fernández, Vizcaíno, Cruz, Hidalgo, Matta, ni siquiera un paciente que recrearon, representando a todos, en la figura de Pierre Gomes.

Comenzaron hace algunos años a construirlo, los muñecos los fabrican ellos mismos y quién no tiene habilidades manuales es ayudado pero lo que importa es que este Belén tiene alma, y esa alma nos rodea aún después de tantos meses.

Tengo que ponerle un final a la historia y no lo tengo.

Quizás no lo necesite porque aún no me han explicado porqué las historias deben terminar. Aquí hay una que en parte deseo se repita cada año. Gracias familia de la Unidad de Neumología, por nosotros y por ellos... todos los que una Navidad cualquiera llegan allí.

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