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Cabeza de la comarca del Almanzora, la villa de Cantoria es conocida por ‘la llana’, y no porque no sepa presumir, que por algo fue villa de señoritos, sino por la acepción más elemental de la palabra: llanura, que ya es algo para destacar en una región donde las calles de los pueblos trepan y trepan sin cansarse por las sierras.
Cantoria está edificada en un llano, y con su iglesia del siglo XIX y su Ermita del XVII; rodeada de naranjales, en tierra de ocres Cantoria se nos presenta exultante de verdes.
Perdió, cuando se trasladó a nuevo emplazamiento entre los años 1570 y 1573, la característica de los pueblos de origen musulmán, de edificaciones en la altura, con calles que se cortan y enredan en sí mismas; las de la Cantoria actual lucen rectas, en una cuadrícula casi perfecta.
Como todo el Valle del Almanzora, Cantoria sufrió una romanización importante; luego, durante la etapa nazarí jugó un papel muy significativo como pequeña ciudad fortificada. Ibn al Jatib, un influyente polígrafo y personaje político del siglo XIV habló de ella así: ‘las colinas y veredas de Cantoria admiraron su espacioso castillo, elevado e inaccesible…’
Era el viejo asentamiento de la villa junto a las márgenes del río Almanzora, un río que intercaló en su historia grandes sequías y grandes inundaciones, pero que desde hace muchas más décadas que las que los viejos del lugar recuerdan, es un lecho polvoriento donde al cruzar el viejo ‘puente de hierro’ podemos ver que se ha convertido en lugar donde los naranjales desde hace añares crecen buscando un hilo de agua, enterrando las raíces en las profundidades del lecho seco.
Un río más sin agua en una provincia marcada por lechos secos, pero un río con genio que, cada tiempo una gota fría despierta abriendo portones a la tragedia.
La última gran riada que recuerdan los lugareños fue hace ya algunas décadas y con ella muchas obras del hombre fueron destruidas por la furia del agua pero el puente, que es distintivo cantoriano, subsistió al embate. Fue el único puente a lo largo de un largo río que quedó en pie.
Cantoria tiene historia, pasado y presente que se enmarañan en su gran tesoro: su gente; sencillas, amigables, nos reciben con las manos extendidas en fraternal saludo.
El 16 de julio es el día en el que el que la grey católica agasaja a su Patrona.
Cantoria no es una ciudad marítima pero entronizó a una Virgen protectora de los marineros, Nuestra Señora del Carmen que este año, en su día se vistió de fiesta junto a su pueblo para inaugurar un viejo, nuevo templo.
Cantoria no tiene marineros porque no tiene río, mejor dicho, su río no tiene agua pero sabe al igual que los pueblos costeros, exaltar su fe y, echando las campanas a vuelo, entre palmas y estruendo de cohetería, pasear en procesión la preciada imagen.
Este año el Obispo de la Diócesis de Almería, Adolfo González, presidió la misa previa a la procesión ante un templo donde no cabía ni un alfiler.
Los cantorianos estaban de fiesta y no solamente por el día grande de su Virgen, sino porque inauguraban los arreglos realizados en el templo.
Después de mucho esfuerzo en el que todos pusieron un granito de arena para llegar al final: dar nuevo brillo al antiguo templo al que el paso del tiempo y aún después de tanto tiempo de la Guerra Civil, había pasado factura.
Remodelado a un costo de 900.000 euros; embellecido y con sus mejores galas, abrió sus puertas para que la Patrona saliera a las calles de su pueblo.
Presidiendo la procesión, como lo había hecho con las obras espirituales y materiales de la Iglesia, iba don Silveiro, un párroco muy querido, que en estos días se despide de sus feligreses para acceder a otro destino, como rector del Seminario Menor de Almería.
La Virgen vuelve a su Casa y nuevamente la cohetería, ahora iluminando la noche nos recuerda que es el día de la Virgen del Carmen y, la gente de Cantoria lo seguirá festejando en comunidad.
®Graciela A. Vera Cotto
Desde Almería, en el sur del norte, a 20 de julio de 2008