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AL PRINCIPIO EL HOMBRE Y EL ZORRO SE VIERON…. (escrito allá por el 2015)
Hay momentos en la vida en los que nos damos cuenta de lo privilegiados que somos. Nosotros estamos viviendo la emoción de ser partícipes de la vida diaria de un zorro y ello forma parte de uno de esos importantes momentos.
Durante más de un mes hemos estado llevándole comida. Pudimos verlo escurriéndose delante de la luz del coche en más de una ocasión pero sólo en las últimas dos semanas comenzó a perder su natural desconfianza y a partir de entonces ya esperaba nuestra llegada. Y aunque se aleja cuando enfocamos con los faros el lugar donde está comiendo, no lo hace huyendo sino deteniéndose varias veces y girando la cabeza para mirarnos.
Desciendo del coche a dejarle su comida y tengo la sensación de que está muy, muy cerca, esperando que nos alejemos para poder disfrutar del banquete.
Lo hacemos, nos vamos pero regresamos casi enseguida y, un día sí y otro también, allí está degustando el paté para perros que procuramos no falte en nuestro frigorífico y en ocasiones algunos huesos que han quedado como sobras del almuerzo.
Y allí estamos nosotros, asombrados de observar dos, tres o cuatro veces en la noche un espectáculo que muchos nunca llegan a ver en toda su vida , un animal salvaje, cuya naturaleza lo lleva a esconderse y a huír del hombre, esperando que le llevemos “su” comida y permitiéndonos contemplarlo.
Quiero creer que ustedes pueden verlo como yo en esta foto, por cierto que de pésima calidad, para lo cual sólo tengo como disculpa decir que el auto estaba en marcha. Tanto Santos como yo esperamos poder cazarlo con la cámara en mejores condiciones de luz que hoy, pero como dicen, para muestra basta un botón.
DESPUÉS ELLOS FUERON AMIGOS (escrito en el 2022 recordando lo que pasó en el 2016,17, 18 y tal vez 19 y quizás algo más.
Así los consideramos, más que unos animales salvajes que vivían cerca de Agua Amarga para nosotros eran nuestros amigos, y nosotros para ellos creo que también.
No sólo llegaron a aceptar la comida que le llevábamos y a permitirnos fotografiarlos, sino que también nos esperaban. Nosotros les habíamos dados nombre, Vilma era la predilecta, la primera, la que un día se acercó a la carrera como diciéndonos, aquí estoy y soy vuestra visita diaria.
Y vaya si lo fué! Nos esperaba, cuando íbamos subiendo las curvas del camino detrás de las piedras veíamos sus orejas siguiendo el trayecto de las luces, esperando que giráramos y regresáramos al lugar de la cita.
Después, llegamos a conocer a El Honrado Juan, a Pedro Picapiedra … eran los más asiduos o los que más se dejaban ver y podíamos distinguir por marcas inconfundibles.
Llegamos a ver hasta siete zorros en la misma noche y en el mismo sitio llegando hasta la comida que les dejábamos en la semi oscuridad, hasta que un día sentimos mucha pena.
Esa noche no vinieron y había algo diferente. Un huevo envenenado y otros rotos. Seguro que los habían comido. Y la pena si bien fue por los zorros, mucho más fue por los humanos que llegaron a tanta protervia ante un animal que más que daño, está en vías de desaparecer como todo lo que se interpone a la raza humana.
Noches antes habíamos visto perros de caza en la zona. No tuvimos empacho en denunciarlos al Seprona que supimos al día siguiente había concurrido al lugar y puesto en vereda a los desaprensivos dueños de los canes.
Muchas personas lo ignoran pero en esa zona estamos en un Parque Natural y en un parque natural está prohibido que anden perros sueltos, sean de caza o de compañía. Por eso me da mucha “Bronca” con mayúsculas cuando veo gente paseando con sus perrillos por el parque, con la buena intensión de que los canes corran un poco pero sin tener presente que es un sitio de protección de la naturaleza donde en el suelo hay muchas madrigueras y nidos que los perros, sin maldad, sólo por instinto, terminarán destrozando.
Pero ésto da lugar a otro artículo. Lo cierto es que por algunas noches no vimos a nuestros amigos los zorros, pero cuando ya comenzábamos a desesperar…. Allí estaban, esperándonos. El veneno no había podido con ellos. Al menos con los que nosotros distinguíamos tan bien.
LA NATURALEZA DICE: MULTIPLICÁOS
Otras varias noches de desazón. Vilma había desaparecido. Los otros zorros llegaban a la cita pero como era su costumbre, más cautelosos y dándonos menos muestras de amistad.
Pensamos que algo le había sucedido, pero no suponíamos que no era lo que tanto temíamos por entonces. Una noche, a la luz de los faros del auto la vimos aparecer nuevamente y descubrimos el motivo de su ausencia. Sus mamas grandes y enrojecidas no nos dejaban lugar a dudas, tenía cachorros lactantes.
Las sorpresas que nos depararon los zorros fueron muchas, pero una que no olvidaremos fue la presentación que hicieron de sus cachorros.
Podemos llamarlo así, porque no tengo otra forma de explicarlo. Los adultos devoraban las carcasas de pollo que les llevábamos una noche sí y otra también y en una de esas noches no llegaron solos. Venían acompañados de dos cachorros y se quedaron como observando lo que hacíamos al verlos. Admirarlos. Nunca intentamos tomarlos, nunca intentamos acercarnos más de lo que habíamos convenido, pero ellos ya no nos temían y ese era uno de nuestros temores, que le hubieran perdido miedo al ser humano.
Volvemos a la presentación. Fue una maravilla. Mientras ellos cenaban nosotros los observábamos y fotografiábamos desde el interior del coche. Si había que bajarse lo hacíamos con mucho tacto para no asustarlos.
Esa noche los adultos se dedicaron a cenar, ya que estaban invitados no iban a desaprovechar esta vez la ocasión, y los cachorros que sólo al tiempo comenzaron a comer también de lo que le llevábamos, se acercaron al coche y uno de ellos se sentó junto a la ventanilla del conductor donde estaba Santos y pasó un buen rato mirándolo, digamos que mirándose mutuamente ambos y sus padres estaban tan confiados que ni se inmutaron.
Eso nos dejó una sensación de satisfacción que aún hoy, muchos años después, seguimos sintiendo.
CAMILO Y LA LIBERTAD
Camilo era un mirlo, el pájaro negro al que dediqué este escrito y para el que escribí este poema.
Santos lo encontró cuando aún no comía solo en medio de la calle, seguramente se había caído de un nido y a los saltitos se había alejado, de todas formas no hubiera podido volver a él.
Lo cuidó como a un niño, dándole papillas, dejándole libre para que volara cuando comenzó a hacerlo, dentro de la casa. Y Camilo fue convirtiéndose en parte de su familia hasta que como en todos los casos suceden imprevistos que nos hacen temblar.
Un día que revoloteaba por la casa Camilo encontró una ventana abierta y se lanzó hacia el azul infinito que se abría delante suyo como una invitación.
Cualquier ecologista, de esos que tienen poco sentido común, diría que era lo mejor para él. ¿Alguien a pensado alguna vez en lo que pasa cuando se deja libre a un animal, ave o mamífero que siempre a dependido de un humano para su alimentación y cuidado?, bueno, no debemos apoderarnos de la naturaleza porque sí, pero tampoco dejarla “librada a su suerte”.
Camilo es un ejemplo. Se fue, todo un día y una noche fuera de la casa. Santos le daba por perdido. Sólo por eso de “si las moscas” o porque tenerla dentro de la casa le causaba tristeza, dejó la jaula de Camilo, con sus seis puertas abiertas, sobre el tejado de la cochera.
Al otro día temprano, al levantarse se asomó y vió…. ¿que vió? Pues a Camilo sobre uno de los posaderos de la jaula, inmóvil. Ni siquiera hizo ningún movimiento cuando él se acercó a la jaula, sólo lo miró como diciéndole: “y, vas a cerrar esas puertas de una vez?”.
El día antes había llovido, pero él no había encontrado ni comida ni agua porque para él los charcos no era lo que bebía habitualmente. Había disfrutado de un día y una noche de libertad pero para él después de haber visto el mundo desde lo alto y haber gozado ¿gozado? De esa libertad, ésta se le ha de haber convertido en una pesadilla en la que no encontraba nada para comer ni donde beber y además no estaba acostumbrado a una noche al raso.
Camilo siguió revoloteando muchos años más pero siempre dentro de la casa y tuvo oportunidad de demostrarnos lo celoso que era con su territorio cuando llegó Piti.
PITI TAMPOCO QUERÍA SER LIBRE
Por entonces yo vivía en El Toyo. A Camilo lo conocía pero no convivía aún con él. Una mañana aún no me había levantado cuando sentí algo que pasaba rozándome sobre la cabeza.
Lo primero que pensé fue en un murciélago y tuve algo de temor, miré con el rabillo del ojo y no vi nada.
Cuando me senté en la cama un ruido en un perchero me hizo mirar y descubrir un precioso pájaro con el pico rojo como un fresón.
Yo no pensaba en quedarme con él, pensé en el momento que era algún pájaro habitual en el lugar,abrí la ventana y subí la persiana (había entrado por debajo de ésta que estaba unos veinte centímetros sobre el suelo) y el pajarillo salió volando, pero no se fue lejos, se posó sobre la baranda del balcón.
Durante toda la mañana y buena parte de la tarde estuvo entrando y saliendo de la cocina, el comedor, dando vueltas por la terraza. Aún no sabía que era un Diamante Mandarín, si lo hubiera sabido entonces tal vez alguien me hubiera dicho que tenía la facultad de parecer un ventrílocuo. Por un lado lo sentía piar e inmediatamente dar unos gritos roncos que me habían hecho pensar que había dos pájaros y me tuvo entretenida mucho rato tratando de descubrir al segundo.
Ya pasada media tarde y viendo que este amigo en lugar de irse pensaba tomar mi sofá como su posadero pedí auxilio a Santos, que era el experto en aves. Me dijo que lo llevara en una caja porque el tenía una jaula extra.
Fenomenal!!! pero había que atraparlo. Terminé yendo a comprar un caza mariposas y después de intentarlo varias veces logré meterlo en una caja y con ella salí rumbo a Agua Amarga.
Bueno, el regreso fue de Piti, ya lo había bautizado así, en su nueva casita en la que cada vez que yo salía por más de unas horas en el auto, él me acompañaba en su jaulita.
LOS CELOS DE CAMILÍN
Piti se ha de haber sentido muy realizado, no lo dudo. Tuvo una gran familia, una hembra que le regalaba nidada tras nidada de pequeños pajaritos.
Pero como sucede siempre, al último quedó nuevamente solo. Por entonces Santos y yo habíamos decidido que Camilo y Piti se convirtieran en hermanos. Pero el hermano mayor estaba muy celoso, recuerdo cuando un día Piti, desde su jaula y con su habilidad de ventrílocuo hacía poner nervioso a Camilo que andaba caminando por sobre la suya.
Camilo decidió que iba a terminar con aquel insubordinado y, con ambas patas juntas, saltaba sobre el techo de la jaula de Piti, intentando romperlo. Por supuesto con cada salto del mirlo, que por cierto era unas diez o quince veces mas grande que el Diamante Mandarín, Piti se refugiaba en lo más bajo de su jaula. Camilo regresaba al techo de la suya y Piti volvía a subir hasta su posadero para comenzar nuevamente con su verborragia.
Nosotros nos reíamos y la película de ese momento creo que lo dice todo.
LOS CUATRO MOSQUETEROS
Un día, en un nido encontramos cuatro pajarillos aún con los ojos cerrados. ¿cuidarlos? Ni siquiera era una opción, fueron desde entonces nuestros pajarillos, cuatro pequeños chamarices que criamos como si fueran nuestros bebes.
Debíamos alimentarlos cada pocas horas y como es normal en cuanto amanecía estaban pidiendo alimento, para ello nada más práctico que llevarlos en la caja que se había convertido en su nido, junto a la cama para no tener que madrugar como lo harían sus padres reales.
Con ellos me enteré como mantienen las aves sus nidos limpios, al menos la mayoría de las aves. La caquita de sus crías se la llevan con el pico lejos del nido así éste queda siempre pulcro. Pues esa tarea también pasó a ser nuestra obligación. Y poco a poco comenzaron a crecer las plumas y a volar por toda la casa formando un escuadrón de aviación.
Durante un tiempo se les unió también Piti y los cinco gozaban de baños y comidas que podríamos comparar con días de camping para una familia humana.
Bueno, los años pasan, hoy el trino de Blancucho hace que no olvidemos a los que fueron parte de nuestra familia y que pensemos con tristeza que sus siete años son muchos para un chamariz, pero pensamos que tal vez los cuidados que tiene en nuestra casa nos permita oirlo muchas mañanas y muchos atardeceres más, saludando al rey sol. De algo estamos seguros, si estuviera en libertad, por una regla normal, es muy posible que no estuviera vivo.
®Graciela A. Vera Cotto