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2008
Con un cielo de colores, así se viste Albanchez para su Fiesta grande
¡¡Viva San Roque!!, es el grito de guerra de todo albanchelero que se precie de tal y con el cual el
Alcalde, Francisco Martínez García da por inaugurada la fiesta.
Es el día anterior al de la celebración del Patrón de la villa y han dado comienzo los festejos que culminarán cuando el próximo domingo, San Roque sea devuelto a su ermita.
Corresponde a otro Paco; en este caso Capel de apellido, el honor de ser pregonero y lo hace con un mensaje sencillo dirigido, como él dijo, especialmente a su generación. Una generación joven que sigue manteniendo la tradición y el espíritu que se trasmite año tras año, década tras década cuando el mes de julio llega a su cenit.
Personalmente, comienzo a entender mejor el temperamento de un lugar donde todos se consideran iguales; profesionales, labradores, autoridades, obreros, sacerdotes, jóvenes y viejos, sin distinciones entre nativos y extranjeros, todos disfrutan de la festividad de San Roque, levantando los vasos para brindar por el Santo.
En el escenario la orquesta da paso a la apertura de días y noches de color y calor humano y las autoridades hacen oficial el nombre de la reina y damas de honor de este año. La integración queda materializada con la elección de una soberana de raíces netamente albancheleras y dos damas de origen inglés, aunque ya enraizadas en la idiosincrasia local. Premios y aplausos también para el mister y los soberanos niños.
Se corea el viva lanzado por el alcalde y entre aplausos, queda inaugurada la Fiesta del 2008.
La plaza se convierte en pista de baile al que invita la orquesta con sus ritmos pegadizos, las mesas circundantes están todas ocupadas y junto a los mostradores de improvisados bares se mezclan amigos con desconocidos que pronto dejarán de serlo.
Entre chispeantes refrescos y rubias cervezas se abre paso un chiringuito diferente. José
sabe que resulta difícil rechazar las exquisiteces que ofrece, y allí están: medias-naranjas, bizcochos rellenos de cabello de ángel, cortezas, dulces de calabaza y turrones caseros, avivando con su simple visión las papilas gustativas.
La música de la Diana mañanera no parece ser más que continuación de la nocturna pero, no lo es; avisa que muy pronto comenzarán los actos litúrgicos en homenaje al Patrón.
La solemne misa y luego la procesión. El Santo es llevado por su pueblo bajo los rayos del sol del mediodía.
Al rato la traca, impresionante despliegue de pólvora, anuncia el retorno de San Roque a su sitial provisional junto al altar mayor.
Con el ruido aún saturando los oídos y el cielo cubierto por las nubes artificiales de la pólvora, cientos de personas se disgregan para descansar antes de volver a juntarse, ya con motivos menos piadosos, en la fiesta de la noche.
EL CHINILLO DE SAN ROQUE
El come, todo lo que le dan, que en fiesta es mucho y más variado
Sin inmutarse del ir y venir de la gente, un marranillo muy mimado se pasea por las calles aledañas a la iglesia y por la mismísima plaza del pueblo.
Es el ‘chino’ que el pueblo entero ha engordado en libertad para ser rifado en esta fecha. Una vieja tradición, la de que todos se hagan cargo del chinillo que, con total desparpajo durante casi un año va de puerta en puerta en busca de 'su mesa servida' y que quizás, por no conocer su destino, se siente rey.
FIN DE FIESTA
Otra noche de jolgorio bajo una plaza engalanada con banderines de colores; otra noche de fiesta sana, donde se busca y se da amistad, en la que la camarería es un derecho y un gozo. Los pueblos pequeños disfrutan de sus fiestas con sentimientos muy arraigados y lamentablemente perdidos en la vorágine de las grandes ciudades.
Quizás por ello muchos albancheleros que han emigrado de su pueblo retornan para estas fechas.
Al día siguiente San Roque es llevado nuevamente en procesión, está vez rumbo a su ermita. Lo despide la tradicional traca y el aplauso de sus fieles. La imagen se queda atesorando ¿cuántos peticiones?, ¿cuántos ruegos?, por algo es el Patrono que nos protege de la peste que si ya no existe como tal, sí como decenas de males y enfermedades.
Los alrededores de la ermita van quedando solitarios pero no así la plaza de Albanchez que apura las últimas horas de música y bailes. Ni los abuelos tienen ya remilgos para salir a la pista y se confunden las generaciones en giros y medias vueltas.
Cuando las estrellas comienzan a desaparecer y la orquesta baja del escenario, nos damos cuenta que estamos corriendo el riesgo de convertirnos en potenciales adictos a las fiestas albancheleras. ¿Porqué suerte de embrujo?, nos gustará descubrirlo poco a poco.
® Graciela A. Vera Cotto
Desde Almería, en el sur del norte, agosto de 2008
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