"...de la paisana y amiga...’ dice la dedicatoria con la que María personalizó el libro de su autoría que ahora me
sirve de base de datos y que leo con el mismo cariño que ella expresa en esa dedicatoria.
Habla de una vida interesante para la época. Ocho hermanos que se criaron viendo muy poco al padre al que le gustaba viajar, otear horizontes y que seguramente llevaría en cada regreso las historias de otros mundos, Brasil, Argentina, México y otros muchos países que sabemos, debían despertar la imaginación de la niña aunque difícilmente, ni ella ni su progenitor sospecharan siquiera el destino de algunos de aquellos hermanos.
Albanchez hoy, muy similar a la que dejó María. (Pinchando en la palabra en negrita llegarás al video del pueblo blanco, responde que sí cuando se te haga la pregunta de si quieres ser redirigido a esa página, luego regresa aquí)
María asegura que fue muy feliz en su niñez, más cuando su padre dejó de viajar y asentado ya en el lugar, se dedicó a cultivar la tierra que había comprado y a pasar horas dedicadas a la lectura.
Los hermanos terminaron la primaria, un hecho que no era muy común en la época. ‘En el verano recuerdo a mi papá en la huerta rodeado de varios vecinos y conocidos a los cuales les contaba sus aventuras en los viajes y les leía sus periódicos’.
Dice que no les faltaba por entonces comida pero sí muchas otras cosas materiales e idealistas. María aspiraba a saber más, a estudiar ‘...me sentía un poco triste y ya pensaba en la diferencia de clases, de otro modo naturalmente yo quería ser como los demás, aprender para enseñar...’.
Poco a poco sus hermanos fueron dejando el pueblo y un día con los padres solo se encuentran cuatro hijos, dos mujeres: Carmen y María y dos hombres, Roque y Domingo, éste con apenas unos cinco años y, aunque no lo dice el libro, yo sé que las travesuras de Domingo eran compartidas por Enrique.
María quiere irse con un hermano que vive en Barcelona y una mañana de enero de 1936, junto a Carmen deja el pueblo, ‘Esa mañana mi papá madrugó más que otros días y se fue al campo, según él tenía algo urgente que hacer, cuando quise despedirme ya no estaba, nunca lo volví a ver.’
La historia de María en esta parte de su vida, es la de muchos hombres y mujeres de pueblos pequeños que cercenan raíces para ir en busca de oportunidades. ‘Mamá estaba sentada en una silla bajita llorando y mi hermana y yo abrazadas a ella hacíamos igual, no sé como pudimos dejarlos, la juventud te hace ver las cosas más fáciles, si volviera a nacer no lo repetiría, porque es una espina que se lleva clavada siempre, aunque no sea tu culpa, como en mi caso....’
El inicio de la guerra encontraría a María y a tres de sus hermanos, Guillermo, Juan y Carmen en el lado republicano y muy pronto se les uniría Roque, a la sazón de 17 años.
Con mi cuñada Isabel nos turnábamos en las noches haciendo cola para conseguir carne, pescado, verduras o lo que se podía, teníamos tarjeta de racionamiento y no te vendían nada más de lo que te correspondía, y después de estar toda la noche en la cola, cuantas veces nos regresábamos con las manos vacías....... cuanto se sufre en las guerras, sobre todo cuando hay niños y no tienes un pedazo de pan para darles.....’
Recuerda el miedo, los bombardeos, las noches sin dormir, la muerte de su hermano Guillermo y recuerda cuando quedó sola, regresados los otros a Albanchez, Roque en el frente de Teruel y ella aceptando la invitación de un matrimonio amigo para vivir con ellos y no pasar sola las noches.
En 1937 está trabajando en una fábrica de material de guerra. Aprende a manejar un torno y por esa época aprende también lo que es el amor y la espera del reencuentro que se produciría sólo después de mucho andar, ya en tierra francesa.
María cuenta el día a día de entonces y también el que le tocó vivir en la huida hacia Francia, a la caída de Barcelona; ‘...con lo puesto nos echamos a caminar y caminar carretera adelante. No sé cuántos kilómetros hay desde Barcelona hasta Gerona en donde dormimos con los aviones bombardeándonos todo el tiempo. Cuantos compañeros y amigos dejamos en el camino, cuando morían, como no se les podía dar sepultura los dejábamos, hijos a sus padres, padres a sus hijos...’
Recuerda que en Francia los recibieron los gendarmes ‘... nos llevaban corriendo, nunca pensábamos cuál sería nuestro destino, recuerdo que cuando pasábamos algún pueblo la gente de ahí corría a refugiarse en sus casas. Luego supimos el motivos de ello, es que nos habían hecho muy mala propaganda.’
‘Por fin llegamos a nuestro nuevo hogar..... Al ver aquello todo fue llorar y pensar que vendría después, estábamos en un campo de concentración que hicieron en la playa de Argeles Surmere, rodeada de alambres de púas y sólo arena,esto era en enero de 1939 con un frío horrible y el viento de esa época que si no mal recuerdo le llaman transmontana, no podías caminar, y mucho menos en la arena, teníamos que agarrarnos varias personas para poder estar en pie.’