LA LEGIÓN EN SEMANA SANTA

Parece ser, que a todo aquello que no sigue patrones pre establecidos tendemos a llamarle atípico.

Por esta regla de tres, yo diría que he pasado una Semana Santa atípica. Simplemente, porque por motivos que no vienen al caso no participé activamente de la Semana.

Y al decir esto no me refiero a integrar una Cofradía ni seguir una procesión, cuadras y cuadras por los barrios almerienses; me refiero a la simple salida de la casa para verlas pasar.

Este año, no salí para 'fascinarme' con el paso de, ni siquiera una; pero pude ver dos porque pasaron, ¡siete pisos debajo de mi ventana!

    

      

Bueno, la verdad es que decir que vi solamente dos procesiones no es totalmente exacto puesto que a través de la televisión vi muchas más: las que procesionaron de día y las que lo hicieron de noche, las de Málaga, las de Sevilla, las de Huelva, las de Córdoba, las de Zamora, las de Burgos… de todos las ciudades y por supuesto muchas de las almerienses.

La televisión es un gran invento. Especialmente ahora que dejó de bombardearnos con programas basura y comenzó a regalarnos muy buenas películas, interesantes debates y hasta mejores tandas publicitarias. Pero esto es harina de otro costal.

Las Cofradías, todas tienen un atractivo propio, diferente en la universalidad de la celebración, pero la que procesionó el sábado por la calle donde vivo me hizo unir en unas horas, el encanto de toda una Semana que en Andalucía tiene precisamente un especial encanto.

En otras oportunidades he escrito sobre como yo, con mis ojos de extranjera veo la Semana Santa andaluza y como experimento el sentir de los almerienses por la suya; como he podido llegar a medianamente comprender esa mezcla de sentimiento religioso y espectáculo; de devoción y supertición; de rezos y expectativas y he llegado a entender las lágrimas de los cofrades, cuando una mala jugada del tiempo les impide sacar los Tronos a la calle.

Para los extraños, resulta poco comprensible que alguien llore y sufra precisamente porque no le han permitido sufrir; o quizás deba decir: disfrutar el gozo del sacrificio, del cansancio, de los músculos contraídos, de los zapatos que ya no se soportan, o de las piedras en los pies descalzos.

He visto costaleros (que son los jóvenes - hombres y mujeres - que portan los tronos… y tronos son las armazones sobre las que van las imágenes, verdaderas obras de arte cincelados en plata o tallados en madera que llevan encima, unos escenas completas de la Pasión de Cristo a tamaño natural, otros a la Virgen conspicuas representaciones de La Dolorosa, María llorando por su hijo ), los he visto llorar sin consuelo porque la lluvia les impidió cargar los 600 o 700 o más kilos que pesa el trono sobre sus espaldas y caminar por horas y horas.

Los cofrades se preparan todo el año para esta semana, ¡que digo!, para el día, para las horas durante las que su Congregación va a salir a la calle y se ha gastado mucho dinero en arreglar tronos e imágenes, vestimentas, bandas y todo lo que hace al mejor lucimiento de la misma.

Y para el cofrade su congregación debe ser la mejor, la más bonita, la mejor uniformada, la que lleve la Virgen con el manto bordado más bello; la que tenga los tronos más suntuosos…; y si todo el esfuerzo realizado se pierde por una nube que caprichosamente descarga un aguacero sobre la ciudad… pues, no queda más para hacer que agregar más agua a la situación, si como agua podemos catalogar al líquido salobre que escapa a raudales de los ojos de todos.

Lo cierto es que para mi la semana había pasado con total tranquilidad, sin tener más conexión directa con la festividad de la Semana Santa que el sonido de las bandas que llegaba desde calles cercanas.

Primero voy a contarles un poco como es el entorno de mi casa. Vivo en pleno barrio histórico de una ciudad que de historia tiene un rato…, pensemos que apenas ha cruzado el umbral de los novecientos años.

Con Enrique decimos que estamos pisando siglos de historia. De historia cristiana e historia musulmana que cada poco deja paso a vestigios de la historia romana, de cuando Almería era Portus Magnus y España era Hispania.

Este casco antiguo tiene en sus calles el trazado de las ciudades musulmanas y esas callejas que se enroscan y reniegan de las rectas, le hace especialmente acogedor.

Nuestra casa está a un costado de la Catedral. Bajamos por el callejón de El Cubo, que tiene el orgullo de acoger el Sol de Porto Carrero - junto al Indalo, símbolos de Almería-, y siguiendo el costado de la catedral desemboca en una plaza que circunvalan solamente dos calles abiertas al tránsito.

Nosotros vivimos frente a esta plaza, desde aquí vemos a pocas cuadras, el mar y el puerto y podemos observar como la quilla de los buques que hacen el trayecto Almería-Nador o Almería-Melilla se hunde en las aguas que durante el día tienen un color tan especial, que hasta ha merecido que le den nombre propio: azul mediterráneo.

Por eso la visión que tenemos abarca todo el entorno de la plaza.

Vista favorecida por una primavera tardía que ha demorado la aparición de las hojas y flores de los tres jacarandases que, llegado el mes de junio me hacen repetir aquello de: 'una flor y otra flor celeste… del jacarandá…'

Ya estamos ubicados; el entorno: Plaza Bendicho, la fecha: la del Jueves Santo y la hora aproximada, las diez de la noche.

Desde el callejón (otro) de la Plaza de Jesús Cautivo de Medinaceli, que rodea la Catedral por la parte trasera de ésta, se veían aparecer los primeros integrantes de la Cofradía de Las Angustias precedidos por los sonidos de la banda.

Cada Paso suele ser acompañado por una banda, hay cofradías que llevan más pasos pero lo general son dos, el que simboliza algún momento de la pasión de Cristo y el de la imagen de la Dolorosa; en este caso las imágenes portadas eran la del ' Santísimo Cristo de la Buena Muerte' y la de 'Nuestra Señora de las Angustias'.

Lo que primero me llamó la atención fue el sonido de la banda que se acercaba. No era el tradicional que, con alguna variante en su repertorio, estamos acostumbrados a ver y oír.

Sonaba a aventura. Pero aventura en el sentido de la palabra: riesgo.

No hay riesgo en una procesión de Semana Santa pero los hombres que venían acompañándola sin ser cofrades, eran expertos en afrontar riesgos

Los uniformes de camuflaje de los legionarios los identificaron en cuanto doblaron la esquina del callejón del nombre largo.

¿No es cierto que el nombre de La Legión nos lleva a imaginar hombres que se ríen del peligro? ellos mismos se definen como aventureros que dignifican la palabra compañerismo.


Ni las 'levantá' de los tronos arrancaron tantos aplausos como las exhibiciones de los legionarios. Armas arriba, abajo, al costado, al cielo haciéndolas girar y recogiéndolas en una mano, en la otra; trabajando con ellas de rodillas, realizando malabarismos y yo, absorta en el espectáculo y la formación que vista desde lo alto representaba una coreografía casi perfecta.

Si me preguntan qué es lo que me atrae de los legionarios, tendría que retrotraerme a la infancia. A las películas de la Legión Extranjera, que no es ésta Legión Española pero que seguro tienen mucho de parecidos en el momento 'de contar historias y escribir sus leyendas'.

Llegar a Almería y toparme de nariz con los legionarios fue una. Están allí, a escasos kilómetros, su base está en Viator, una localidad tan cercana que creo no ser adivina al augurar que muy pronto será un barrio de la capital. Como lo es en Montevideo, El Cerro o La Teja.

Aún no había visto las dos mascotas, no imaginaba que en esta ocasión las trajeran pero pensándolo bien, si las llevaron a Irak ¿las iban a dejar ahora? Y venían elegantemente ataviadas, un carnero con su capa en rojo y blanco y una cabra, no menos coqueta.

La primera vez que vi desfilar a los legionarios fue en el año 2001, el día de la Hispanidad, desde Madrid. Pasaban todos los cuerpos militares y si bien reconozco que tienen el atractivo de su marcialidad y para mi, en aquella ocasión la curiosidad por sus uniformes, cuando vi una tromba verde avanzando a toda velocidad, quedé con la boca abierta.

En medio de esa formación de militares, por su desparpajo tan distintos a los otros cuerpos del ejército; con el pecho descubierto, las mangas remangadas y las borlas de sus gorras sobre los ojos, venía una cabra. No la llevaban atada, por supuesto; era una de las mascotas de la legión y con su capa ribeteada, marchaba como un efectivo más.

Sentí que podían ser los héroes que una vez nos hicieron perder. Allí estaban, diferentes, recordándome tardes de matinée; pero ahora eran reales, con la cara hacia el cielo en lugar de llevar la mirada al frente, el pecho descubierto, las mangas remangadas, el correaje más de bohemios que de militares en lo que parecería una especie de desafío. Y las mujeres legionarias, con el paso tan firme como las mismas leyendas que sobre la Legión se refieren.

Un sargento de frondosa barba negra, podría decir que al mejor estilo hippie de sesenta, saludaba al Rey de España llevando un mono sentado sobre sus hombros.

Sí, sin duda podían interpretar esa añoranza de titanes, que todos tenemos cuando descubrimos que los de ficción no nos van a ayudar en las malas.

Y allí estaban, realizando toda suerte de malabarismos con sus armas, precisamente debajo de mi balcón.

Una rodilla en el suelo y los fusiles que suben hacia el cielo en un vuelo en el que después de giros casi increíbles retornan a las manos que los han lanzado. Arriba, abajo, al costado, brazos estirados y las voces que llegan fuertes:

Tercios heroicos, Legión valiente,

que en la vanguardia sabéis morir. ……..

con un himno a la valentía:

Legionario, legionario,

de bravura sin igual, si en la guerra hallas la muerte

tendrás siempre por sudario,

legionario,

la Bandera Nacional……

Y por último lo que toda la gente aguardaba: 'El novio de la Muerte'

Nadie en el Tercio sabía

quién era aquel legionario,

tan audaz y temerario

que a la Legión se alistó. 

Nadie sabía su historia,

mas la Legión suponía

que un gran dolor le mordía,

como un lobo el corazón. 

Mas, si alguno quién era le preguntaba,

con dolor y rudeza le contestaba: 

Soy un hombre a quien la suerte

hirió con zarpa de fiera,

soy un novio de la muerte

que va a unirse en lazo fuerte

con tan leal compañera. 

Cuando más rudo era el fuego

y la pelea más fiera,

defendiendo a su bandera

el legionario avanzó. 

Y sin temer al empuje

del enemigo exaltado

supo morir como un bravo

y la enseña rescató. 

Y al regar con su sangre la tierra ardiente,

murmuró el legionario con voz doliente: 

Soy un hombre a quien la suerte

hirió con zarpa de fiera,

soy un novio de la muerte

que va a unirse en lazo fuerte

con tan leal compañera. 

Cuando al fin le recogieron,

entre su pecho encontraron

una carta y un retrato

de una divina mujer. 

Aquella carta decía:

"Si algún día Dios me llama,

para mí un puesto reclama

que a buscarte pronto iré." 

Y en el último beso que le enviaba

su postrer despedida le consagraba. 

Por ir a tu lado a verte

mi más leal compañera,

me hice novio de la muerte,

la estreché con lazo fuerte

y su amor fue mi bandera.                                      (El Novio de la Muerte - video de los legionarios entonando su canción emblemática)

El Cristo de la Buena Muerte, el Cristo al que rezan los legionarios realizó una 'pará', descanso para los costaleros; algunos realizaron el cambio ocupando el lugar de otro debajo del trono; los pequeños-futuros costaleros que acompañan pasan las botellas de agua. El esfuerzo es enorme, tanto que hay en toda Andalucía clínicas especializadas en la atención de los costaleros, pre y post Semana Santa. 

Un aplauso premia el esfuerzo de la 'levantá' y el Cristo se pierda en una vuelta de la calle. 

Los Caballeros Legionarios y las Damas Legionarias le siguen; la banda de La Legión pasa ahora bajo el balcón de mi casa y aún escucho las voces que loan hazañas.

Los penitentes con sus largas túnicas, sus capirotes y cirios encendidos siguen pasando; apenas unos momentos de silencio y el repique de otra banda a lo lejos nos anuncia que se acerca la imagen de Nuestra Señora.


                                                                                                                                                                            ® Graciela A. Vera Cotto 


                                                                                                                                                                Almería, en el sur del norte,  marzo 2003 

                                                                                                                                                                                                                                                               RETORNAR A

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