Nota crítica a "Sobre Verdad y Mentira..."

NOTA CRÍTICA DE LA OBRA DE NIETZSCHE

“SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL”

Aproximación biográfica.

Friedrich Wilhelm Nietzsche nace el 15 de octubre de 1844 en Röcken, en la región de Turingia. La vida de este apasionado autor está llena de graves contratiempos. Nunca tuvo una buena salud y desde muy pronto sufrió fuertes dolores de cabeza, posible preludio de su desmoronamiento psíquico final. Su padre murió asimismo de “reblandecimiento” cerebral, cuando Nietzsche contaba con apenas cinco años. No quiso seguir la carrera eclesiástica de su padre y perdió muy pronto la fe, pese a la insistencia de su madre y haber comenzado estudios de teología. Su formación académica comenzó en filología y desde ésta, derivó hacia intereses filosóficos lo que le valió el desacuerdo de colegas de la universidad aunque fue protegido por otros. Su mala salud no le permitió seguir carrera universitaria y tuvo que abandonar pronto sus clases dedicándose a escribir cuando se lo permitía su estado de ánimo. Viajó por Europa en busca de mejor salud hasta que en 1889 cayó definitivamente en la demencia. Murió el 25 de Agosto de 1900.

Obra:

Los escritos de Nietzsche son abundantes. Los dos primeros estudios se presentan como filológicos, Homero y la filología clásica (1869), El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872), pero ya incluyen multitud de reflexiones de tipo filosófico y su original punto de vista puede observarse con bastante nitidez. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873) de la que hablaremos más adelante. Humano, demasiado humano (1878), Así habló Zaratustra (1883-85), Mas allá del bien y del mal (1886), La Genealogía de la moral (1887), El Anticristo (1888) Ecce homo (1889) son algunas de sus obras más conocidas.

Filosofía. Influencias:

La formación filosófica de Nietzsche no es académica, sino autodidacta y en cierto modo indirecta desde sus estudios filológicos, lo cual se echa de ver en sus obras. Recibe influencia de la Ilustración, del romanticismo, del materialismo, del darwinismo y es Schopenhauer el autor que con más cercanía le influye. Se adivinan otros autores anteriores como Rousseau y Hobbes cuando aborda cuestiones sobre el estado de naturaleza del hombre. Del romanticismo, Nietzsche recoge la importancia de la actitud artística creativa y la preeminencia de la emoción frente a la razón, pero rechaza la nostalgia del pasado, los paraísos artificiales y el patriotismo románticos. Del materialismo acoge el ateísmo y el rechazo de lo ultramundano. Del darwinismo toma la lucha por la existencia como principio vital, pero no que en esa lucha ganen de hecho los mejores. De Schopenhauer asume que el arte constituya la liberación, pero rechaza el pesimismo, la renuncia a la vida y por supuesto el ideal ascético y la “santidad”. Asimismo reconvierte la voluntad de vivir de Schopenhauer en voluntad de poder y además acepta que el dolor y el sufrimiento asumidos forman parte de la vida. Pero en la base de su pensamiento está Heráclito, como señalaremos más adelante.

Pensamiento:

Nietzsche lleva a cabo una crítica feroz a la historia cultural de occidente. Según él, esa historia se resume en la falsa creencia del hombre occidental de haber encontrado el camino para el descubrimiento de la realidad, de la total seguridad de estar en la verdad. El hombre ha confiado en la razón como el medio para conocer la verdad de las cosas y de la propia existencia. Desde Sócrates y toda la tradición filosófica y científica excepto Heráclito, la humanidad ha creído poder apostar por la razón y ha confiado en su fuerza. Las diferentes formas de pensamiento coinciden todas en creer posible la objetividad del conocimiento. El hombre se ha dejado engañar por el espejismo de un lenguaje que parece hablar sobre las cosas y que según Nietzsche, en realidad sólo habla de nosotros mismos.

Esta forma de entender la existencia ha generado una moral de rebaño que suprime la fuerza creativa de los individuos fuertes. Ciudadanos masificados obedecen resignadamente a unos mandatarios que los conducen a un modo de vida gris y apático sin capacidad de decidir sobre la propia existencia de modo original. Cristianismo primero y socialismo y democracia después, con sus intentos de igualar a todos, han logrado hacer prevalecer la moral de los esclavos, una moral resentida y decadente que ahoga la individualidad, la voluntad de poder.

Cuando se descubre el error de una existencia vacía que se sustenta en la existencia de Dios, la sociedad se precipita en el nihilismo. Del Dios es la Verdad se pasa a todo es falso. Pero Nietzsche que sólo anuncia ese nihilismo pasivo, propone un nihilismo activo consistente en el advenimiento del superhombre, que con su enorme voluntad de poder, vencerá al nihilismo e impondrá nuevos valores que sustituyan a los viejos. La muerte de Dios es la condición inicial, pero luego queda pendiente superar todos los valores que se apoyaban en la vieja creencia. Para explicar el proceso de evolución de hombre a superhombre Nietzsche usa su conocida metáfora: camello es el hombre resignado capaz de cargar con fardos enormes, el cristiano humillado que carga con su cruz de unas obligaciones sociales tradicionales. El camello se transforma en león, el negador y destructor dominado por la venganza. Quiere ser libre pero no sabe para qué. Lleno de odio hacia el camello todo su pensamiento se dirige a devorarlo. La metamorfosis última convierte el león en niño. El niño es inocente gran creador de valores, para él la vida es juego. Su falta de prejuicios y su carencia de sentimiento de culpa, le hacen no esperar nada del futuro, ni debe ni quiere nada. Simplemente juega, pero no se rige por fines racionales. Jugar implica libertad y disolución de la moral objetiva que no existe. Para jugar sólo hace falta voluntad de jugar, voluntad de poder. Se guía por la belleza, no por el deber y de esta forma su moral se convierte en pura estética.

SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL

Se trata de una obra corta comparada con otras de nuestro autor, en la que se analiza el lenguaje como instrumento de conocer humano. La conclusión de Nietzsche es claramente escéptica: el lenguaje es una metáfora de la realidad y como todas las metáforas, designa sólo arbitrariamente a las cosas. La relación palabra – cosa es imposible porque el hombre al nombrar las cosas pone de sí “demasiado”. Verdad y mentira en sentido extramoral, quiere decir, en sentido gnoseológico. Indica la posibilidad o, más bien, imposibilidad en este caso de hablar con esos términos en sentido propio.

Para Nietzsche el impulso hacia la verdad responde a una convención social para garantizar la paz y mentir es no respetar las designaciones consolidadas por el uso. Es el pacto gregario, como lo llama Nietzsche. Así, el “mentiroso” atenta contra la paz social. La vieja definición de verdad como adecuación palabra – cosa, lenguaje – realidad es tan imposible como la transmisión en palabras de la “cosa en sí” kantiana. Para demostrar su tesis, Nietzsche emplea tres argumentos. El primero consiste en sostener que el lenguaje es un proceso doblemente metafórico porque una palabra se construye mediante tres pasos: la realidad - estímulo nervioso - imagen - palabra. No hay pues correspondencia entre el primer paso y el último. El segundo argumento hace referencia a la arbitrariedad de los géneros, adjetivos, sustantivos inexactos y a los diferentes idiomas y el tercer argumento explica la naturaleza de los conceptos que se construyen asimismo de forma arbitraria. El lenguaje verbal se convierte en lenguaje conceptual y sin embargo en la naturaleza no hay conceptos sino “cosas en sí” inaccesibles. Lo “real” es que el lenguaje expresa relaciones humanas, el mundo tal como es para los humanos según intereses pragmáticos. La historia se encarga de fijar y obligar a un determinado uso de los conceptos y de olvidar su origen metafórico. Se ha llegado a creer en la objetividad del lenguaje a base de respetar y hacer respetar el uso social de unas determinadas palabras, de una gramática. Todo lo cual significa una crítica nietzscheana absoluta a la gnoseología y la metafísica tradicional. El ser humano, para Nietzsche es un productor de metáforas que ha cambiado su esencia estética por un vano intento de objetividad.

CRÍTICA AL PENSAMIENTO NIETZSCHEANO

Según G. Deleuze “aquellos que leen a Nietzsche sin reírse y sin reírse mucho, sin reírse a menudo, a veces a carcajadas, es como si no lo leyeran”[1]. Por si fuera poco, el carácter no sistemático de sus obras complica enormemente una clasificación. Cualquier clasificación de la que seguramente huiría espantado Nietzsche. El propio autor nos lo advierte: “Los peores lectores son aquellos que se conducen como soldados en un saqueo: toman aquello de lo que pueden necesitar, enuncian y desordenan lo que queda y blasfeman sobre todo”.[2] Las interpretaciones y manipulaciones que se han dado del pensamiento de nuestro autor han sido pues muy variadas y algunas probablemente injustas. Pero si tenemos en cuenta que lo que el propio autor pretende es desmontar la lógica racional, parece absurdo tratar de encontrar errores argumentativos o contradicciones en su pensamiento, dado que no busca ningún orden. Si se trata de filosofar a martillazos como dice una de sus obras, lo único que cabe es tomarlo o dejarlo. Al caos que Nietzsche presenta como “cosmología” o más bien como anti - cosmología sólo cabe oponer el orden reconocido. Otra vez, lo tomas o lo dejas.

CRÍTICA A “SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL”

El punto de partida de Nietzsche es, como se ha dicho antes, la filosofía de Heráclito según la cual la realidad es puro devenir y por tanto inaccesible al conocimiento humano. Si Heráclito tiene razón y todo es puro movimiento, entonces nada se puede conocer con certeza pues ya ha pasado, y lo que ahora tienes delante está ya desapareciendo. Por tanto, cualquier crítica a Nietzsche deberá ir dirigida primero al propio Heráclito. Pero eso ya lo hizo Aristóteles y sería necesario volver a él para llevar a cabo una crítica constructiva.

La realidad no es sencilla de aprehender. Es cierto que las cosas cambian, pero también lo es que lo hacen perceptiblemente para el hombre que advierte dicho cambio y comprende cómo se produce realmente: en todo cambio “algo” permanece y entonces es posible la ciencia de lo que no cambia. El escepticismo nietzscheano debe combatirse asimismo como todo escepticismo: no será posible conocerlo todo, pero sí es posible ir conociendo algunas cosas con todo el cuidado que se requiera y siempre con la posibilidad de errar. De la ingenuidad de pretender conocer todo con exactitud a la desesperación de no poder saber nada, podemos situarnos en un justo medio de una prudencia nunca suficiente para no equivocarnos. La sospecha ante la posibilidad de error no debe hacernos caer en la seguridad de haber caído, sino en una mayor atención para no caer o para “levantarse” y seguir andando si hemos caído en él.

Tampoco es posible estar de acuerdo en el concepto que usa Nietzsche de “vida” que le lleva a decir que “optar por vivir es negar la posibilidad de conocer y que, en contraposición, optar por conocer es negar la posibilidad de vivir”. Está claro que se trata de vida irracional, para tener una voluntad verdadera y espontáneamente libre. Se ha de hacer notar el cambio del concepto de libertad por una ingenua espontaneidad. Para no ser animales gregarios y huir por tanto de la acusación nietzscheana no es preciso ir tan lejos. Podría bastar con vivir de forma creativa sin dejarse llevar por la masa.

La interpretación que hace Nietzsche del lenguaje como simple instrumento para la pacificación social es excesiva. Es muy exagerada dicha afirmación porque sólo parte de él sería usado para ello. E incluso darle una utilidad contraria. Buena parte del lenguaje cumple bien otras muchas funciones que nada tiene que ver con esto. Sin embargo lo muy cierto es que el lenguaje cumple mejor o peor de instrumento de comunicación social, supuesta la racionalidad y la naturaleza social del hombre, pero esto último es también negado y con enorme decisión por Nietzsche.

Afirma Nietzsche que no hay en el hombre un verdadero interés por la verdad sino sólo por las consecuencias que de ella se derivan. Pero entonces cabe preguntarse si Nietzsche sostiene “de verdad” semejante tesis o si nada más está ya previendo las consecuencias que se seguirán de ello. Porque si no mantiene “de verdad” lo que dice, para qué continuar leyendo.

Más adelante sigue diciendo Nietzsche que “las verdades son ilusiones cuyo carácter de ilusiones se ha olvidado, metáforas que han perdido su cuño…” Y se puede argüir: “¿También tienen carácter ilusorio lo que de las verdades dice Nietzsche cuando dice que son ilusiones las verdades? Cualquiera sea la respuesta que a esta pregunta se dé la tesis según la cual las verdades son ilusiones quedará irremisiblemente malparada”[3]. Por otra parte, para decir que una ilusión es en efecto una ilusión se requiere la verdad según la cual aquello es sólo una ilusión. De otro modo es imposible mantener que es ilusión. Además si todos han olvidado que las verdades son ilusiones, ¿sólo Nietzsche tiene buena memoria y conoce la “verdad” de que son ilusiones? Si el lenguaje no habla de la verdad y de la realidad ¿por qué habría que leer lo que Nietzsche nos escribe? Como ocurre con todos los escepticismos las tesis de Nietzsche terminan siendo contradictorias.

En vez de suponer en el hombre una tendencia natural a comunicar la verdad a través del lenguaje, Nietzsche prefiere pensar que no siendo posible la verdad, lo que el hombre pretendía en un hipotético estado de naturaleza es solamente un pacto, preferible al natural bellum omnium contra omnes, la guerra de todos contra todos. Y el pacto, basado en el lenguaje no refleja ninguna verdad sino la simple conveniencia de la paz. Y es que Nietzsche atribuye al primitivo hombre de naturaleza el uso de la inteligencia la mayor parte de las veces para fingir. Pero si se finge, y se sabe que se finge, es porque se conoce asimismo cuál es la postura sincera. La tendencia natural de los hombres hacia la verdad hace que, cuando se descubre el engaño del que fingía se reclame una rectificación ¿Puede el entendimiento hacer ficciones sin saber que las hace desconociendo entonces que son ficciones? No tiene mucho sentido[4].

Según Heidegguer, “el pensamiento de Nietzsche permanece preso de la idea de valor”. Su conocida transmutación de todos los valores lo prueba, y certifica con ello que su pensamiento sigue inmerso en la modernidad, aunque a él no le guste. En realidad, lo que Nietzsche defiende es que la “evaluación” constituye la esencia de la verdad y que esta evaluación es necesaria para la vida. El mundo verdadero y el mundo aparente se convierten así en meras relaciones de valor. Como dice A. Llano[5]: “Nietzsche no es consciente de que su propio concepto de verdad es esencialmente el mismo que el de toda la metafísica occidental, es decir, el representar el ser como ente, aunque esta fijación del ser como algo estable y objetivo responda a necesidades vitales, más que a intereses teóricos”. Por eso, - sigue diciendo Llano -, “Heidegguer, piensa que la determinación de la verdad como rectitud de la representación, es esencialmente válida para todos los pensadores occidentales desde Platón hasta Nietzsche”.

[1] Citado por Varios Autores en “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” p. 5 Ed. Diálogo. Valencia.

[2] Nietzsche. Humano, demasiado humano. § 137. Ibidem p. 5

[3] Cfr. Antonio Millán Puelles. El interés por la verdad. P 129. Ed. Rialp Madrid. 1997.

[4] Cfr. Antonio Millán Puelles. Ob Cit. P 239 - 240.

[5] Alejandro Llano. El enigma de la representación. p. 32. Ed. Sintesis. Madrid 1999.