Critón de Platón

CRITÓN DE PLATÓN Comentario de Rafael Monterde Ferrando

El Critón resulta ser una de las obras más breves de Platón. Se trata de uno de los escritos de su primera época y por ello caracteriza a Sócrates como el protagonista del diálogo.

El diálogo se sitúa en Atenas; concretamente en la prisión donde se encuentra Sócrates a causa de una sentencia dictada por el tribunal de la ciudad. Esto es un hecho verídico y hay documentos que lo clarifican. Sócrates fue acusado por los ancianos de la ciudad a causa de sus enseñanzas filosóficas. Tuvo importantes controversias con los sofistas encargados de la enseñanza y por ellos se ganó el descontento y la enemistad de grandes hombres atenienses. Sus enseñanzas basadas en el razonamiento lógico y sencillo aislado de la retórica fue una novedad en su tiempo y partía de una premisa particularmente humilde: “sólo sé que no sé nada”. Sócrates fue un hombre que mantuvo largas conversaciones con sus conciudadanos a los cuales conseguía convencer gracias a su sencilla oratoria haciendo razonar amablemente a su contertuliano. No escribió nada, se dedicó simplemente a la enseñanza oral. Su legado nos ha llegado a través de la tradición helenística y, de manera principalísima, gracias a su más famoso discípulo: Aristocles Podros; más conocido con el nombre de Platón.

Platón, como buen discípulo de nuestro protagonista, no tardó en hacer continuas defensas mediante sus obras a favor de su querido maestro. No dudó en declarar la sentencia de muerte como una injusticia y calificar a los sofistas de la capital del Ática como conspiradores y farsantes. Sus obras seguían la línea literaria de las enseñanzas de Sócrates y marcan un estilo en la literatura filosófica. Su primera época denota un estilo juvenil e influenciado sobremanera por el proceso contra su maestro y sus verdugos. Se caracteriza por la implantación de su ética mediante los planteamientos dialogados a manera de Sócrates y poniéndolos en boca del mismo.

La tesis del diálogo que vamos a comentar se centra en la aclaración de Sócrates a uno de sus discípulos del por qué no quiere escapar de la prisión y la ciudad. Toda la exposición es una confirmación de la personalidad de Sócrates. Repasa sus conceptos y puntos de vista que ambos daban por buenos, para comprobar si ahora, en una nueva situación con el aliciente de jugarse la vida, siguen pareciendo los mismos o hay que rechazarlos. Sócrates quiere hacer una confirmación heroica de sus ideales para que todas sus enseñanzas no caigan en saco roto.

Ahora, comencemos. Critón se presenta en la cárcel sin que Sócrates se percate de ello, el cual continúa dormido. Al despertarse comienza la conversación entrambos. Critón se muestra preocupado ante la delicada situación de su maestro sin comprender cómo éste mantiene la serenidad sabiendo que ha sido condenado a muerte. Critón hace una tentativa de escapatoria a Sócrates argumentádole que sus discípulos y amigos quedarían como cobardes si no ayudasen a su maestro; «¿hay reputación más vergonzosa que la de parecer que se tiene en más al dinero que a los amigos?». Sorprende cómo su maestro debate a Critón el hecho de que la opinión de la mayoría no tiene ningún valor; «¿por qué damos tanta importancia, mi buen Critón, a la opinión de la mayoría?». Es una muestra de la consideración que tenía Platón respecto de la democracia. Critón opina que (...) «es necesario tener en cuenta la opinión de la mayoría (...) es capaz de producir los males más mayores». Según Sócrates «no son capaces ni de lo uno ni de lo otro; pues, no siendo capaces de hacer a alguien sensato ni insensato, hacen lo que la casualidad les ofrece». Duda totalmente de la opinión de la mayoría. No cree en su infalibilidad ni aunque tuviera poder como para condenarlo puesto que moriría con y por la verdad.

Otro de los intentos de Critón es argumentar un chantaje emocional al reo ofreciéndole asilo y recordándole a sus hijos. «Los argumentos que yo he dicho en tiempo anterior no los puedo desmentir ahora porque me ha tocado esta suerte (...) ¿O es que antes de que yo debiera morir estaba bien dicho, y en cambio ahora es evidente que lo decíamos sin fundamento, por necesidad de la expresión, pero sólo era un juego infantil y pura charlatanería? (...) Los hombres cuyo juicio tiene interés siempre, como yo decía ahora, que entre las opiniones que los hombres manifiestan deben estimarse mucho algunas y otras no». Sócrates se opone rotundamente a la oferta de su discípulo. Consideraría una falta de coherencia actuar así y sus acusadores obtendrían la razón, quedando él como un charlatán y un vulgar payaso. Quiere defender y mantener su opinión y para ello debe llegar hasta el final. Se mantiene fiel a su pensamiento e ideales.

«(...) ¿acaso debemos nosotros seguir la opinión de la mayoría y temerla, o la de uno solo que entienda, si lo hay, al cual hay que respetar y temer más que a todos los otros juntos? (...)». Nos equivocamos al hacer caso de los que no entienden. Sócrates quiere confirmar que, aunque le haya condenado la mayoría, él tiene razón. Desmonta el sistema de opinión y decisión por mayorías de la democracia ateniense.

Nos acercamos probablemente a uno de los momentos más importantes de la obra donde se describe la consideración de la persona y la concepción de dignidad junto al papel y responsabilidad del Estado y del ciudadano. «¿Consideraríamos que es de menos valor que el cuerpo la parte de nosotros, sea la que fuere, en cuyo entorno están la injusticia y la justicia?» Grave problema para el Estado ateniense es el que se plantea el acusado. No vale la pena huir sabiendo que el que persigue la injusticia está infectado de ella. Porque si el Estado, que es el que entiende de injusticia y justicia, comete errores y es corrupto siendo “verdadero” ¿vale la pena seguir siendo ateniense? ¿Seguir siendo persona? ¿Qué sentido tendría para un cristiano vivir su fe si, en realidad, no tiene alma ni hay vida eterna? Un problema similar plantea Sócrates. Porque aquello en lo que más creía, aquello por lo que había vivido resultaba ser una ilusión muerta y desafortunada. No vale la pena vivir en una ciudad donde dominan los insensatos.

Entonces, ante esta situación tan decadente y degenerada de Atenas, donde domina la falsedad, ¿por qué no huye? Sabe que son insensatos tanto el pueblo como sus gobernantes y que han cometido una injusticia condenándolo ¿qué esperanzas puede tener en ella? «(...) jamás es bueno ni cometer injusticia, ni responde a la injusticia con la injusticia, ni responder haciendo mal cuando se recibe mal. (...)». No vale la regla del ojo por ojo, no sería justo. Si ya está mal la injusticia cometida por las instituciones atenienses, no sería lícito a Sócrates tomarse la justicia por su mano y cometer una infracción quedando como un desertor traicionando las leyes sagradas de la patria del Ática.

Pero ¿se puede dudar de la justicia del Estado? Aun sabiendo que se está cometiendo una injusticia contra uno mismo ¿se puede opinar o interferir la sentencia emitida por las autoridades? NO, no. La verdad del Estado está por encima de la verdad individual. Después de haberte proporcionado todo el Estado como ciudadano hay que corresponder con la absoluta fidelidad al mismo. Cuando te comprometes a ser ateniense aceptas la totalidad absoluta de la ciudad sobre ti. Se trata de un pacto de confianza y de paternalismo. El Estado te concede todos los derechos de ciudadano al convertirte y comprometerte mediante el pacto y por ello adquieres la “dignidad ciudadana” – por caracterizarlo de alguna manera --. Por eso para Sócrates es injusto desobedecer a la ciudad puesto que ser ateniense implica un pacto total y personalísimo con la misma en todas las circunstancias. Adquieres tu condición de persona junto con la de ciudadano y por ello «la muerte antes que el destierro».

Si Sócrates se mantiene no deshonrará ni a su persona ni a las leyes de su ciudad. «Sí permanecerás, si nos haces caso, Sócrates, y no caerás en el ridículo saliendo de la ciudad». El destierro es una aberración para el ciudadano. Manteniéndose vela por sus ideales; «confirmarás para tus jueces la opinión de que se ha sentenciado rectamente el proceso» si te escapas. «¿Dónde se nos habrán ido aquellos discursos sobre la justica y las otras formas de virtud?». «Si te vas ahora, te vas condenado injustamente no por nosostras, las leyes, sino por los hombres. Pero si te marchas tan torpemente, devolviendo injusticia por injusticia y daño por daño, violando los acuerdos y los pactos con nosotras y haciendo daño a los que menos conviene, a ti mismo, a la patria y a nosotras, nos irritaremos contigo mientras vivas, y allí, en el Hades, nuestras hermanas las leyes no te recibirán de buen ánimo, sabiendo que, en la medida de tus fuerzas has intentado destruirnos (...)». Si Sócrates no escapa siendo fiel a la ciudad y sus autoridades tendrá la oportunidad de que le defiendan sus sucesores y podrá defenderse en el más allá cuando se presente a los dioses.

El hecho de ser ciudadano y estar sometido a la ley es un privilegio mayor que el de la vida misma para los griegos. La ley y su vigencia representan el orden y la mayor muestra de avance y progreso en el civismo. Sin ley se es un bárbaro, un animal y no se tiene cabida para ninguna clase de respeto o consideración de humanidad. Sócrates pretende actuar conforme a esa dignidad y sus enseñanzas y pensamientos sobre la virtud implican la obediencia a la ciudad y al pacto de palabra con la misma, que lo proporciona todo. La huida representa para Sócrates una prostitución de su dignidad y honor como ateniense además de una grave injusticia al no aceptar las decisiones de las instituciones de la ciudad. Acepta su sentencia de ejecución con un estoicismo ejemplar para todos los hombres del mundo antiguo. No quiere convertirse en un rebelde y un desertor sino ser un ciudadano ejemplar.

Para un digno ateniense no existe la rebelión contra el Estado, él lo representa todo. Por ello todo ciudadano griego estaba totalmente sometido a las leyes de su ciudad y procuraba respetarlas para defender su honor.

La tesis aclarada por Platón a través del personaje de su maestro es la total legitimidad del Estado sobre los ciudadanos y la reciprocidad entrambos. Tesis que siglos más tarde sería defendida de manera similar por Thomas Hobbes en su obra Leviathan.