Tales de Mileto. Filosofía e ironía.

Platón en uno de sus diálogos, en el Teeteto, usa un bonito ejemplo para explicar lo que puede pasar, y de hecho pasa, con la filosofía y los filósofos. Y lo hace provocativamente, como muchas otras veces. Sin duda, dicho desafío forma parte del modo como quiere enseñar Platón, y es seguro que ya lo había experimentado con su maestro Sócrates. Una simple esclava procedente de Tracia, región cercana a los Balcanes, se permite burlarse del sabio Tales de Mileto[1]. Y Tales es, para la historia de la filosofía el primero de los filósofos griegos. ¿Tiene razón la esclava al burlarse del sabio? Si la tiene, el milesio sería el llamado sabio distraído que, ocupado en grandes pensamientos u observaciones extrañas a los hombres comunes, no puede evitar caer en un pozo:Sócrates. --Se cuenta de Tales que, absorto en la astronomía y mientras contemplaba el cielo, cayó en un pozo y que una esclava tracia muy graciosa se burló de él, diciéndole que quería saber lo que pasaba en el cielo y no veía lo que estaba delante de sus pies. Esta burla puede aplicarse a todos los que emplean su vida en filosofar. En efecto, un filósofo no sólo no sabe lo que hace su vecino, sino que además ignora casi si es un hombre u otro tipo de animal. En cambio, investiga y se esfuerza en descubrir qué es el hombre, y qué caracteres distinguen su naturaleza de las demás por la acción y la pasión. ¿Me comprendes o no, Teodoro?

Teodoro. --Sí, Sócrates, y dices la verdad.

La burla de la esclava parece estar justificada y más si la consideramos desde una perspectiva cercana a nosotros y a nuestra mentalidad siglo XXI. Ella y nosotros, podemos burlarnos de la filosofía y de los filósofos porque mirando tan lejos, no son capaces de advertir lo que tienen tan cerca. Los filósofos se defienden diciendo que ésta es precisamente, una de las características de la filosofía: el amor por lo universal y un menor interés por lo concreto. Esto se traduce en nuestros días en que, por ejemplo, los filósofos no pueden competir en igualdad de condiciones con otras personas en las disputas de ciertos programas televisivos en el que todo gira en torno a lo que a cierta persona famosa le ha ocurrido, o ha hecho, o ha dicho… Tampoco los filósofos pueden compararse con los abogados en casos concretos de cuestiones de jurisprudencia, ni con los periodistas por las noticias de actualidad, ni con los políticos acostumbrados a la perorata que busca una ventaja electoral. Para nada de esto está preparado el filósofo. En todos estos casos parece esperarle un pozo y el ridículo del que habla Platón:

--Así es este hombre, amigo mío, en la vida privada; y así es también en la vida pública. Cuando se ve obligado a hablar ante los tribunales o en algún otro lugar de las cosas que están ante él y en sus propios ojos, es el hazmerreír no sólo de las esclavas de Tracia, sino de todo el pueblo. Su falta de experiencia le hace caer a cada paso en el pozo de Tales y en mil perplejidades, y su torpeza le hace pasar por tonto. Si le profieren insultos, no puede devolverlos, por no saber nada malo de nadie ni haber pensado nunca en ello; y al quedarse cortado, aparece ridículo. Cuando oye a los otros alabarse, como lo ven reír no con fingimiento sino de verdad, lo toman por un extravagante.

Si ante él se elogia a un tirano o a un rey, se cree que está oyendo exaltar la suerte de algún pastor, porquerizo o boyero porque obtiene mucha leche de su rebaño; tan sólo piensa que los reyes tienen que apacentar y ordeñar un ganado más difícil y más falso; que por otra parte no son ni menos groseros ni menos ignorantes que los pastores, a causa del poco tiempo que tienen para instruirse, encerrados en unas murallas como en un cercado en la cima de una montaña. Si en su presencia se dice que un hombre posee inmensas riquezas porque tiene mil fanegas de tierra, o más aún, le parece muy poco, porque está acostumbrado a considerar la tierra entera. Si los que admiran la nobleza dicen que un hombre es bien nacido porque puede ostentar siete antepasados ricos, piensa que tales elogios salen de gentes que tienen la vista muy baja y corta y no están acostumbrados a abarcar la sucesión de los siglos ni calcular que cada uno de nosotros tiene miles de antepasados entre los que se hallan una infinidad de ricos y de pobres, de reyes y de esclavos, de griegos y de bárbaros. [...] En todas estas ocasiones, el vulgo se burla del filósofo, que unas veces le aparece lleno de orgullo y de grandeza, y otras veces ciego en lo que está a sus pies y confundido en todo”. PLATÓN. Teeteto, 174ª-175c.

Si hemos entendido bien, parece que los filósofos no son capaces de devolver los insultos por no saber nada malo de nadie, ni haber pensado en ello. Deben quedar pocos filósofos de verdad, si juzgamos nuestra capacidad de descalificación. Pero Platón nos ha dado ya una pauta: no saber insultar es propio de filósofos, o al menos, dejan de serlo las personas que insultan.

¿Son así nuestros intelectuales? ¿Tiene o no tiene razón la criada tracia de la que habla Platón y todos los que en la actualidad se siguen burlando por los mismos o parecidos motivos? Siento contestar platónica y provocativamente que sí, que tienen razón. Un filósofo sigue siendo un ser extraño, que sigue buceando en una realidad que no es la concreta y diaria que interesa a todo el mundo. Él sigue cayendo en los mismos pozos ridículos porque sigue mirando un más allá que cree posible. Mientras tanto, el mundo sigue su veloz carrera y van ocurriendo cosas que el filósofo, o no entiende, o lo entiende demasiado bien, pero por banal, no le interesa. Entonces una posibilidad es que se convierta en un crítico feroz dejando de ser filósofo al modo platónico, y la otra, mucho más frecuente al parecer, es que se recluya en algún moderno claustro y desaparezca de la escena.

Los filósofos no desalentados por el ambiente ciertamente adverso de la actualidad siguen considerando la filosofía como ciencia primera, pero en una sociedad utilitarista la pregunta ¿para qué sirve la filosofía? tiene una respuesta difícil. Los filósofos pueden responder tranquilamente que la filosofía no sirve para nada, precisamente porque es ciencia primera. Así pues y en todo caso, deberán ser el resto de las ciencias las que convengan en servir a la filosofía. Pero si, como parece ocurrir a diario, se da primacía a los instrumentos, entonces los filósofos están perdidos. No hay nada que hacer para salvarlos. En cambio, si se considera a los instrumentos como lo que son, útiles para otra cosa, entonces hay que apuntar que todo sirve a la filosofía y que ella entonces es verdaderamente filosofía primera, como la llamará Aristóteles y de esta manera no sirve a nadie.

Puede parecer arrogante la filosofía, pero es que, o es primera o no lo es. Si es primera, no se deberá poner la última. Es aquí donde podría estar la clave. El cientificismo y positivismo[2] dominantes durante tanto tiempo han arrojado los libros de filosofía a los últimos puestos de las bibliotecas, al lado de los libros de esoterismo y autoayuda. Tales de Mileto, y todos los filósofos con él, siguen dentro del pozo.

¿Cómo poner la filosofía en su sitio? Si la historia es interpretada al modo de Comte[3], parece que no será posible, pero si no hay nada nuevo bajo el sol, que dice el texto bíblico y por tanto caben los renacimientos, podemos esperar que se vuelva a venerar a la ciencia primera, a la filosofía, y como es comprensible, al mismo hombre. La falta de consideración a la filosofía es igualmente una falta de miramiento al hombre y eso termina haciendo daño, haciéndonos daño. Si la filosofía y los filósofos lo pasan mal es el hombre el que lo pasa mal. Si los filósofos están en el pozo, y algunos se permiten burlarse de ellos, entonces a los hombres en general, y por tanto en particular, no les irá mucho mejor. Se dirá, en efecto, que no a todo hombre le va mal. Y así es, siempre hay unos hombres fuertes que pisan a otros más débiles. Mayorías que aplastan minorías y minorías que aprovechando su capacidad de manipulación y dominio de los mass media, logran parecer mayorías. Hay corrupciones abundantes y de todo tipo. Así pues, si queremos disminuir las injusticias y que el mundo camine mejor, la filosofía y los filósofos deberían ser otra vez escuchados.

¿Salen los filósofos de la facultad de filosofía, de la universidad?

- No siempre. Pueden salir de allí, o de cualquier otro lado, con tal de que tengan una visión amplia, universal, que amen la verdad por encima de todo, que como se ha dicho más arriba, contemplen al hombre y no a meros contribuyentes, que procuren buscar medios para el bien-ser de la persona y no para su simple bienestar, que busquen la justicia en sí y no el ganar pleitos como sea, que se admiren de la belleza y que no les anule el zarandeo de las utilidades y las opiniones ligeras.

[1] Tales de Mileto vivió entre los años 630 – 546 antes de Cristo. Es célebre, entre otras cosas, por ser el primero que aborda el problema del arjé o primer principio de todas las cosas. Para él, este principio es el agua. Buen conocedor además de las matemáticas, pudo medir la altura de las pirámides en Egipto y calcular la distancia entre los barcos y la costa. También dividió el año en 365 días, descubrió la Osa Menor y la estrella Polar.

[2] El cientificismo y el positivismo relegan a la filosofía a un mero estudio del lenguaje o a ser una pseudociencia sin papel alguno.

[3] Según el positivista Comte, y su teoría de los tres estadios, la humanidad tendría que superar la etapa teológica y filosófica para llegar a una etapa definitiva, que es la científica, en donde todo quedaría definitivamente explicado.