Cosmología, epistemología, ontología.

1. Cosmología. El pensamiento filosófico de Platón no puede explicarse sin referirnos a su teoría de las Ideas. No sólo aparece en la República, sino también en otros diálogos. Para comprender su teoría se hace necesario retomar el planteamiento de Heráclito-Parménides sobre el movimiento y la necesaria realidad de la ciencia. Si la ciencia, para serlo ha de ser Universal y Necesaria, se comprende que no se puede aprehender dicha universalidad y necesidad en un mundo en perpetuo movimiento. No se puede hacer ciencia de lo que está en constante cambio. Y la ciencia está ahí; no se puede negar. Mediante la percepción sensible captamos un mundo cambiante. Pero gracias a la inteligencia, podemos captar lo que siempre es igual a sí mismo: el ser, lo verdaderamente real, la Idea inmutable.

Los entes materiales no pueden ser verdaderos, porque devienen, se deterioran, desaparecen. Nacer, crecer y morir son muestras del devenir al que está sujeto el “Cosmos Aiszetós”. Cuando por ejemplo decimos que la constitución ateniense es buena ¿ está bien dicho ?¿ no deberíamos decir que participa en cierto modo de la “bondad”, como tantas otras cosas que también lo hacen? La Idea de Bien da sentido a todas las cosas buenas, -más o menos buenas en tanto en cuanto participan más o menos de ella. Existe pues un “Cosmos Noetós”, un mundo de las Ideas al que podemos llegar mediante la inteligencia que discierne con dificultad unas ideas de otras. Cada una, es modelo de las cosas existentes en el mundo sensible, que por tanto no es real, aunque participa de la realidad de la idea. Las Ideas no son conceptos, sino verdaderos seres reales, son las esencias separadas, principios de todas las cosas, referencias obligadas de todas ellas. De este modo Platón admite un movimiento que afecta a todas las cosas del mundo sensible e imperfecto, y una total inmovilidad, y por tanto perfección, a las Ideas inteligibles y suprasensibles. El pensamiento capta,-si puede-, pero no produce estas Ideas. En cierto modo queda recogido Heráclito y su devenir en el Cosmos Aiszetós, y el inmovilismo Parmenídeo en el Cosmos Noetós.

Con esto queda resuelto de algún modo el callejón sin salida en el que habían caído sus precedentes, aunque sea a costa del propio dualismo platónico. Lo sensible en el Cosmos Aiszetos es un intermedio entre el ser y el no ser. No es el ser, pero tiene ser. Lo tiene por participación que es de una idea, pero no es propiamente, porque participa de la materia. La materia en su indeterminación, comunica al mundo sensible su indeterminación y su ininteligibilidad. La construcción de este mundo sensible se debe, según Platón a un agente ordenador, el demiurgo artífice, el cual, por impulso del Bien y tomando la materia eterna y caótica, le da una cierta forma parecida al mundo de las Ideas. El alma del mundo es el cielo y su cuerpo, los innumerables objetos materiales que encontramos repetidos por todas partes. Platón no recurre a un Dios creador, porque no encuentra cómodo ponerle como artífice y causa de un mundo material tan poco vistoso como el que nos encontramos. La cosmología platónica está en uno de los últimos diálogos, el Timeo, pero conviene tener en cuenta que en La República, sin decir cada uno de estos puntos, puede adivinarse que Platón ya pensaba así.

2. Teoría del conocimiento. La reminiscencia: La percepción sensible es ocasión, no causa de que el alma recuerde el concepto caído en olvido. Pero no siempre conocemos. En tantas ocasiones nos limitamos a movernos con más o menos soltura en este mundo material y sensible sin conocer verdaderamente, aunque en todo caso apreciando cualidades puramente sensibles y por tanto particulares y contingentes. El conocimiento verdadero es anamnesis, recuerdo de una anterior estancia del alma humana en el mundo de las Ideas, del que por alguna falta moral fuimos arrojados a este mundo sensible. En el conocimiento percibimos, no sólo las cualidades sensibles de las cosas sino la forma que se corresponde con su eidos; vemos también la participación existente entre ambas. El mundo de las Ideas es plenamente trascendente, es decir está más allá del sensible por lo que sólo la inteligencia podría captarlo si logra desprenderse de los sentidos que se constituyen prácticamente en estorbos para una buena aprehensión.

En el Libro VI, Platón aporta una alegoría, la de la línea dividida, para explicar su epistemología. En el primer segmento de la línea se representa lo sensible y en el último, lo inteligible. Cada uno de los segmentos está a su vez dividido en dos partes según la misma proporción. A cada sección corresponde un género de objetos y un estado del alma. En el segmento sensible el alma “opina” de ciertos objetos “sombras, imágenes y reflejos, y objetos sensibles fabricados o naturales. Unos y otros sólo son imágenes de las ideas que son verdaderamente. En el segundo segmento se encuentran también dos secciones la primera de las cuales corresponde con la razón (dianoia) y es el campo de las matemáticas, siendo la última la intelección, campo de la dialéctica. Sólo este último estadio es, para Platón, verdadero conocimiento.

*Los términos utilizados por Platón para designar el grado más excelente del saber no están claros y en distintas exposiciones se pueden encontrar distintas propuestas. En general, las expresiones más habituales para designar el género de conocimiento referido al Mundo de las Ideas son “conocimiento intelectual” y “ciencia” (epistéme), pero también en algunos textos Platón utiliza la palabra “inteligencia”. En cuanto a la especie de conocimiento inferior dentro de este género, el saber que se apoya en signos sensibles y no estudia radicalmente aquello de lo que trata, es decir el saber matemático, la expresión que casi siempre utiliza Platón es “pensamiento discursivo” (diánoia). Sin embargo, tenemos más problemas a la hora de encontrar un término adecuado para designar el saber más perfecto, el saber radical de las relaciones esenciales existentes entre las Ideas y, en último término, de la Idea de Bien: está claro que se identifica con la filosofía, pero con frecuencia se refiere Platón a él como “dialéctica”, o “ciencia dialéctica” y también “inteligencia” (“noûs”).

3. Ontología. La ontología platónica o teoría sobre la realidad y del ser parte de que las Ideas constituyen el elemento más real de todo. Las ideas son las esencia de las cosas y su causa. Y de ahí que se desprenda un dualismo ontológico entre la realidad superior de las Ideas que no se mueven ni cambian, y la "menor" realidad de los entes sensibles que no son sino copias de las ideas. Entre la realidad del mundo de las ideas y la apariencia del mundo sensible existe una dependencia ontológica pues las cosas del mundo sensible son copias, y como todas las copias, "menores" que sus originales, las ideas. El demiurgo es un mito que usa Platón para explicar que el mundo ha sido construido, no creado, por un ser intermedio que copió las ideas dándoles forma material en el mundo. Y lo material en Platón, como está sujeto al devenir, siempre tiene menor valor ontológico que aquello de lo que depende, es decir, de su Idea correspondiente que es fija e inmutable. En el símil de la línea y el mito de la caverna, Platón explica los grados de ser, así como los grados de conocimiento que se corresponden totalmente.