El camello, el león y el niño (P3 - P4)
El proceso de transformación del hombre y de la cultura. Del nihilismo pasivo al activo.
Para Nietzsche los mandamientos, las obligaciones morales de cualquier tipo son como una carga para el hombre, y el que los lleva encima aparece como una bestia de carga, como un camello hasta que se da cuenta que esa carga no es suya ni le beneficia para nada. Cuando advierte esto, se revuelve contra ella convirtiéndose en león que se revuelve sobre su carga para destrozarla. Pero en el león hay demasiada negatividad: toda su lucha es contra una carga inútil. Por eso es preciso que el león se convierta en un niño ya que los niños sólo juegan: crean su propio mundo en donde son los reyes y felices. Por eso, el ideal de hombre tendrá que ser una nueva infancia. El hombre verdaderamente grande, a diferencia de Sócrates y de los cristianos, tiene que ser un niño que dice que sí, que crea. Así, dirá que "yo filosofo a martillazos", usando la metáfora del herrero que elabora formas nuevas con el martillo. Por tanto, ese niño que crea, que dice que sí, es origen de todo valor. De este modo se entiende el emblemático título de una de sus obras: Más allá del bien y del mal. Elegir entre el bien y el mal es para espíritus débiles; el hombre puede llegar a más trasmutando los valores y creando otros nuevos. Como dice Nietzsche, "un nuevo para qué es lo que necesita la humanidad", es decir, un fin cuya característica es que atrae porque es bueno, es decir, un nuevo bien. Y la condición para que esto ocurra es justamente la muerte de Dios: “todos los dioses han muerto, ahora queremos que viva el superhombre”, porque justamente Dios es la limitación fundamental de la voluntad creadora del hombre. El hombre debe ocupar el lugar de Dios: si hay Dios ¿cómo voy a soportar que yo no lo sea?
Pero hay que darse cuenta que no basta que sea un sí cualquiera sino eterno. Tiene que ser eterno porque si fuera temporal antes o después habría un no y entonces la voluntad dejaría de ser fuerte. De este modo, Nietzsche es consecuente cuando sostiene que el hombre grande ha de manifestar una sumisión completa del destino. Tengo que poder decir que sí a todo lo que ocurre cuando digo que sí a algo. Eso supone decir sí a todo lo bueno y malo: decir que sí a cualquier placer significa aceptar el mundo entero donde ese sí se ha pronunciado con todos sus dolores y todo el mal que se encierre. Esto conducirá, por tanto, a la desesperación. De hecho, Nietzsche terminó loco ¿endógena o exogenamente?
Una filosofía que conduzca a la desesperación no puede ser una buena filosofía. Ni siquiera un superhombre puede vivir así. El problema que se plantea es el siguiente: la interpretación afirmativa de la voluntad es, en definitiva, una voluntad solitaria: no soporta ninguna compañía, porque no entiende nada de la trascendencia. Es preciso advertir que lo mejor de este mundo no se puede crear: no hay voluntad humana que cree personas, ya que las personas sólo se pueden reconocer y respetar. En este caso la voluntad solitaria es la imagen de la desesperación: no tener a nadie a quién regalar o por quien ser regalado. La voluntad sólo puede crear cosas inferiores a ella misma, pero nada superior.