Antropología, educación, ética y política.

Antropología: El concepto que tiene Platón sobre el hombre se desprende también de la teoría de las Ideas. El hombre es un compuesto de cuerpo y alma en el que esta última tiene un valor muy superior a aquél. El alma está prisionera en un cuerpo como un castigo a una misteriosa falta moral. Es de algún modo la idea pitagórica del soma (cuerpo) como tumba (sema). De esta manera se explican las malas relaciones entre cuerpo y alma y la,- por otra parte-, necesaria coexistencia. El alma ansía escaparse de ese cuerpo pesado y sensiblemente grosero. El cuerpo tiende a los placeres sensibles y el alma querría aspirar a los placeres intelectuales pero no siempre lo consigue. Cada vez que lo haga, será “escapando” del dominio que ejerce el cuerpo sensible sobre el alma espiritual. El mejoramiento del hombre pasa por el relativo dominio que el alma deberá lograr sobre el cuerpo, como la inteligencia debe someter a los sentidos. Platón, en el Fedro, utiliza el mito del carro alado para explicarlo: el hombre es como un carro de dos caballos dirigidos por el auriga, que es el intelecto. Uno de los caballos es bello y bueno y el otro, lo contrario. Por otra parte, hay que explicar que en el alma distingue Platón tres partes: la racional (logos), alojada en la cabeza; la irascible (el valor), en el pecho; y la concupiscible (el deseo), en el vientre. La conducción no puede ser fácil. Lo “natural” del alma es volverse a lo que le es propio, es decir, al mundo de las Ideas, pero para ello ha de dominar los deseos sirviéndose del valor. El alma es inmortal, aunque lo irascible y lo concupiscible, ligados como están con el cuerpo, morirán con él. El alma racional sufrirá un proceso de purificación, trasmigración y reencarnación, así como un premio o castigo según haya sido su conducta en vida.

Las distintas clases sociales que surgen, corresponden naturalmente con los diferentes estadios por los que los hombres pasan según la lucha mantenida consigo mismos. Ya se ha dicho que el pueblo llano debe obtener victorias en el campo de la templanza y contra la concupiscencia, los guardianes, con el valor y la fortaleza contra lo irascible que hay en el hombre, y los filósofos gobernantes se han de ejercitar en la prudencia, que es virtud intelectual. Eso es lo “justo”.

Educación. Para explicar cómo entiende Platón la educación no hay más remedio que aludir al mito de la caverna que aparece en el libro VII de La República. En dicha caverna hay unos hombres encadenados y que nunca han visto nada más que lo que les deja la poca luz existente producto de una hoguera que les queda a sus espaldas. Unas sombras es todo lo que ven. Lo que ignoran es la existencia de la propia hoguera y el exterior mismo de la caverna. Pero un prisionero es liberado y se eleva a lo largo de la pendiente de la cueva. El proceso de acercamiento hacia la luz es arduo y doloroso. La ascensión por la áspera pendiente de la caverna se torna difícil. Por si fuera poco, la luz de la hoguera primero, y sobre todo la luz del sol en el exterior de la cueva dificultan todavía más la visión. De tal modo, que hay que ascender con toda el alma y convertirse íntegramente a la nueva situación. El camino hacia la sabiduría está salpicado de dificultades y no consiste en captar los datos sensibles, sino en reflexionar trascendiendo del nivel sensible al mundo inteligible. Esto tiene la pega añadida de que al volver a la caverna para liberar a otros prisioneros, estos no admitirán su testimonio prefiriendo en todo caso las sombras a las que están acostumbrados y que tan bien distinguen. Esto último carece de interés para el prisionero liberado que sufrirá el desprecio de estos. Incluso se insinúa que morirá violentamente a sus manos, en lo que parece una clara alusión a la injusta muerte de Sócrates.

Resumiendo, la educación es un proceso activo y selectivo no como pretendían los sofistas un proceso pasivo y retórico. El fin último de la educación es el conocimiento de lo verdadero y de lo bueno que se hallan en el mundo de las Ideas. Para ello, se requiere el esfuerzo continuado para ascender desde el fondo de la caverna hasta la salida. Pero antes, las matemáticas tendrán un carácter propedéutico necesario para llegar a las Ideas. La dianoia prepara a la dialéctica. Sin matemáticas no es posible dar el último paso hacia la verdad postrera de las Ideas y a la máxima de ellas que es la Idea de Bien, luz que ilumina todo el conocimiento.

Ética y política. Platón asocia, como no podía ser menos, máximo bien con felicidad y virtud. Sale al paso del relativismo de los sofistas porque el bien no depende de lo que uno quiera. El bien es una Idea y todos deberán referirse a ella. Y como para hacer el bien es necesario conocerlo, como se desprende del intelectualismo ético, entonces hay que esforzarse en el conocimiento. La formación intelectual es necesaria si queremos hacer el bien. No se puede hacer el bien sin conocerlo y para ello toda la educación que se ha visto antes. Y como es factible pensar, ética y política se dan la mano pues el bien es lo mismo que la justicia y esa hace referencia a los otros. El bien del ciudadano es el bien de la ciudad, de la polis y al revés, el bien de la ciudad será asimismo el bien del particular. Y para el gobierno se hace imprescindible contar con el mejor. El mejor será, comprensiblemente, el que conozca el Bien y por tanto lo pueda llevar a cabo. El filósofo, para Platón es precisamente el que conoce la idea de Bien y es capaz de ponerla en práctica en la polis. Existe plena coherencia entre conocer el Bien y hacerlo. En eso cosiste la virtud del gobernante que no es otra que la prudencia, virtud intelectual que sirve para poner en práctica el bien. Necesitará a los guardianes que impondrán ese mismo bien con fortaleza, aunque será preciso que el pueblo llano se ejercite en la templanza porque no se puede gobernar bien un pueblo dominado por los vicios de la destemplanza.

De esta forma se jerarquiza la pirámide social de Platón: arriba los filósofos con la prudencia; un poco más abajo, los guardianes con la fortaleza y por debajo ya, el pueblo llano con la templanza. La justicia, según Platón consiste en que nadie se salga de su sitio. Un guardián nunca sería buen gobernante porque no posee teóricamente la prudencia por mucha fortaleza que posea. Tampoco un representante del pueblo llano puede ejercer la autoridad porque no posee ni la fortaleza, ni la prudencia necesarias. La justicia interpretada como dar a cada uno lo suyo significa precisamente esto, que nadie se salga de la clase social a la que pertenece. No obstante, como se ha podido apreciar en el apartado a la educación, en principio todos parten de la misma situación y será precisamente el nivel académico alcanzado el que le colocará a cada uno en el grado social que le corresponda.

De todo lo anterior se deduce que el sistema que propugna Platón es la aristocracia pues solo los mejores deben gobernar pero no un aristocracia oligárquica sino de sabiduría. Se rechaza claramente la democracia porque es el gobierno de los ignorantes. El ejemplo del mismo Platón no puede ser más clarificador: la democracia sería comparable a un navío donde los marineros echaran al capitán del barco, -que es el que sabe de navegación-, por la borda y se pusieran ellos mismo a navegar. El futuro de ese barco es el naufragio.