La Filosofía: ¿Ciencias o letras? Aristóteles

Cuando se pregunta si la filosofía es de Ciencias o de Letras mucha gente respondería sin dudarlo un momento y con total rotundidad, que de letras. Sin embargo el siguiente texto biográfico sobre el filósofo de Estagira, Aristóteles, puede hacerles rectificar una posición poco fundamentada:

Aristoteles daba clases akroáticas o científicas por la mañana. Estas clases estaban dirigidas a los estudiantes de su escuela. Por la tarde daba conferencias exotéricas o públicas sobre retórica y otros temas de interés general. Además de acudir a las clases akroáticas, los estudiantes debían colaborar en las tareas más o menos pesadas de la búsqueda de información, clasificación y catalogación, tanto de documentos, leyes y constituciones como, sobre todo, de animales y plantas, vivos o disecados."[1].

Es decir que tenemos un Aristóteles de “ciencias” por la mañana y otro de “letras” por la tarde. Y los alumnos del Estagirita, al parecer tanto se dedican a los documentos, leyes y constituciones, como a los animales y las plantas. Así pues, la filosofía que aprendían los griegos ni es de ciencias ni de letras propiamente y a la vez, lo es de todo el conocimiento. Los alumnos de Platón y de Aristóteles, los alumnos en la antigüedad clásica no experimentaban esa división de conocimientos que para nosotros ya es una condición que todo profesor y estudiante reconoce como algo dado. Pero puede advertirse que la actual opción y consiguiente separación, ciencias - letras no es una división inocente. Digámoslo claramente: los alumnos de ciencias, son considerados hoy por todos, profesores y alumnos, como la élite del conocimiento. La gran mayoría de los alumnos estudiosos se dedicarán a los “serios” estudios científicos, quedando para los demás, las poco serias letras que permiten a sus cultivadores mayor “libertad”, es decir, menos rigor. Es curiosa la dificultad que en las evaluaciones del bachillerato manifiestan los profesores de ciencias en aprobar a ciertos alumnos que no han llegado al “objetivo cinco” en las “objetivas” calificaciones. En cambio, los profesores de letras, no suelen tener tantos problemas. Ellos son capaces de “objetivar el cinco” con más facilidad, o bien, de valorar otros aspectos con los cuales un determinado alumno puede aprobar.

Pero la experiencia de tantos profesores de estas enseñanzas medias es que los alumnos más completos, e interesados de verdad en el conocimiento, aprovechan bien todas las asignaturas con su trabajo esforzado. Ocurre entonces que estos alumnos lo mismo desarrollan aptitudes en matemáticas que en filosofía, en literatura y en historia. Pero estos alumnos no son inmunes a la tremenda dictadura cientificista, y casi siempre terminan por decidirse por estudiar ciencias. Así pues, la división ciencias – letras y el relativo desprecio por estas últimas responde más bien a una ideologización de la enseñanza que hunde sus raíces en el fondo de un ya rancio positivismo - cientificismo.

Recordamos que el positivismo - cientificismo consiste en postular que la ciencia experimental es el único conocimiento verdadero y que, en todo caso, el resto de conocimientos deberá copiar de los métodos de la ciencia. Las que no lo consigan, deberán ser arrojadas fuera de los nuevos santuarios del conocimiento o, en todo caso admitidas como meros elementos decorativos. Es posible que expresado de esta forma resulte demasiado claro para algunos, pero es en realidad lo que puede contemplarse en determinadas nuevas ágoras.

Volviendo al texto que da pie a este comentario vemos que Aristóteles es un estudioso de la realidad que trata de responder con todo su esfuerzo investigador a todo lo que le rodea. En el texto se puede leer que además de las clases que imparte, llama la atención su capacidad de organización del trabajo que pide a los estudiantes en la búsqueda de información clasificación y catalogación, tanto de documentos, leyes y constituciones como, sobre todo, de animales y plantas, vivos o disecados. Podríamos llamar a esto, según la mentalidad actual, las “prácticas”, pero en este caso se trata de prácticas muy diferentes. Prácticas de laboratorio y prácticas propias de actividades humanísticas “de letras”, dicho con nuestro lenguaje. Cuesta imaginar al filósofo organizando todo el trabajo de esos estudiantes y la dificultad-facilidad con la que pasaría de los documentos, leyes y constituciones a los animales y las plantas. Pero es posible que otra vez me haya traicionado la anacronía.

Para nosotros lo que hace Aristóteles es imposible por excesivamente variado, pero tal como se narra no debía ser para él tan difícil si, como queremos suponer, de este modo no peligraría la unidad del conocimiento como hemos perdido nosotros. Y por mucha interdisciplinariedad que nos inventemos, eso mismo nos demuestra cuánto nos hemos alejado de la anhelada unidad. Tampoco se nos dice en el texto si eran los mismos alumnos los que trabajaban con los documentos y con los animales y plantas o eran otros. También es posible pensar que ya entonces estuvieran especializados en distintas ocupaciones. Pero veo congruente y quiero creer, que los mismos que clasificaban documentos, leyes y constituciones eran también los que luego manejaban animales y plantas ¿cuál es el problema? ¿quién me va a quitar la ilusión?

[1] Obra de referencia Jesús Mosterín, Historia de la Filosofía, vol. 4, Aristoteles, pp 30-32, Alianza Ed., Madrid, 1984.