Voces e imagenes: Mujeres Maya Ixiles de Chajul
(Índice de materias)
FotoVoz como recurso para la reconciliaciòn y el cambio comunitario
Una fotografía conserva un momento en el tiempo y evita que momentos posteriores lo desplacen. ... No hay significado sin el desenvolvimiento de una historia; en sí mismos, los hechos, la información, no constituyen significado. ...el significado que damos a un acontecimiento es una respuesta tanto a lo conocido como a lo desconocido: el significado y el misterio son inseparables y ninguno de ellos puede existir sin el paso del tiempo. La certeza puede ser instantánea, pero la duda requiere de tiempo; el significado nace de ambos. Un instante fotografiado sólo puede adquirir significado en la medida en que quien contempla la imagen le introduce una temporalidad más amplia que la de la imagen misma. (Berger & Mohr, 1995, p. 89)
Este libro representa la culminación de más de siete años de trabajo colaborativo utilizando los relatos orales y, de manera más reciente, la fotografía, en un remoto rincón del altiplano guatemalteco. Como lo sugieren Berger & Mohr, el aparejamiento de fotografías y relatos evita que el pasado se diluya y facilita que, a lo largo del tiempo, podamos construir el futuro a partir de los significados del pasado. En estas páginas encontrarán múltiples ejemplos de construcción conjunta de significado en el transcurso del tiempo. La primera fotografía, por ejemplo, presenta la entrevista realizada en 1998 entre una participante de FotoVoz y la madre de una mujer que fue colgada en la plaza de Chajul en 1982, un acontecimiento que la mayoría de la población local fue obligada a presenciar. Los “hechos” contenidos en la entrevista fueron contados por la entrevistadora a un pequeño grupo de mujeres del proyecto, algunas de quienes habían presenciado los acontecimientos. Luego, los hechos fueron contados por un grupo mayor del proyecto, incorporando el análisis de la fotografía del testimonio de la madre. El relato-fotografía, FotoVoz, que aquí se presenta, incorpora las tres narraciones, evidenciando el “significado y el misterio”al cual Berger & Mohr se refieren:
...la señora luchó tanto para salvar a su hija, pero el comandante no hizo el favor de soltar a la mujer. El comandante, a él no le daba pena para matarla. El estaba bien acostado en su cama, mientras la señora estaba llorando para suplicarle por su hija. Pero el comandante ... le dijo a la señora que se saliera para fuera, “se va de mi casa y si no haces caso entonces también tú te vas a quedar porque, aquí está tu padre a quien tienes que obedecer."
... la señora lloró mucho para contar su historia de los tiempos de la violencia en el año de 1982. Ella tenía sentimientos de tristeza, dolor, preocupación y angustia. La mujer fue colgada enfrente de la municipalidad y toda la gente viendo esto porque también eran obligados de ver la justicia que hacían los soldados. Pero no era justicia, sino que mataban a gentes honradas, gentes sin culpas.
Deseamos que la guerra no vuelva más, que no suceda lo que sufrimos porque es una historia muy terrible y de horror.
Los testimonios de los “hechos” de violaciones a los derechos humanos han sido re-contados a través de este proceso participativo de toma de fotografías que luego se analizan, creando una descripción tamizada de las atrocidades de la guerra. El proceso también se constituye en una forma en que una comunidad puede forjar el significado de estos acontecimientos y puede sentar las bases de su futuro.
Pueblos de maíz, tierras de lucha. Chajul, uno de los tres pueblos del área Ixil, fue escenario de atrocidades en masa durante la guerra de 36 años en Guatemala, incluyendo masacres, aldeas arrasadas, desapariciones forzadas y desplazamiento y exilio generalizados (CEH, 1999; Falla, 1994; ODHAG, 1998. La extrema desigualdad de la distribución de la tierra contribuyó a levantamientos en las décadas de los 60, 70 y principios de los 80, mismos que fueron enfrentados por medios represivos.
Mucho se ha escrito sobre cómo las formas contemporáneas de la guerra destruyen vidas y afectan familias, comunidades, instituciones y la vida social en general. Los niños pequeños a veces perciben estos conflictos en la forma de oposiciones binarias (Garbarino, Kostelny & Dubrow, 1991), y frecuentemente “escogen” entre luchar o huir (Martín-Baró, 1994). Familias enteras se han visto obligadas a huir de sus hogares e incluso de su propio país. Estas fuerzas destructivas y sus secuelas, marcan a los individuos de maneras diversas, distorsionando percepciones, dejando a unos en un estado de dolor y duelo no resuelto, aterrorizando y traumatizando a otros. Algunos autores han tratado el tema de los aspectos simbólicos del terror y el trauma, así como las secuelas en y entre generaciones (véase Graça Machel/Estudio ONU sobre los efectos de la guerra sobre los niños, 1998; Lykes, 1994, 1996 para comentarios sobre esta literatura. El racismo institucionalizado en contra de la población Maya mayoritaria exacerba los efectos de la guerra y de la desigualdad económica, destruyendo el tejido material y espiritual de su vida cotidiana.
La naturaleza de género de la violencia de la guerra recién empieza a resaltarse y el caso guatemalteco no escapa a estas características (véase, por ejemplo, Agger, 1994; Aron, Corne, Fursland & Zewler, 1991; Lykes, Brabeck, Ferns & Radan, 1993.) El informe interdioscesano sobre violaciones a los derechos humanos (ODHAG, 1998, Vol. 1), así como el informe oficial de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH, 1999), apoyada por Naciones Unidas, documentan miles de violaciones a los derechos humanos, incluyendo la destrucción de cientos de aldeas, muchas de ellas en el área Ixil. Entrevistas con informantes claves dan cuenta de violaciones reiteradas de niñas y mujeres, de violencia contra fetos arrancados del vientre de mujeres embarazadas, de tortura y asesinato de niñas y mujeres, de niños frente a sus madres, de madres frente a sus hijos. Muchas mujeres quedaron embarazadas y dieron a luz a niños que frecuentemente fueron rechazados por sus comunidades y a veces incluso por las madres mismas (ODHAG, 1998, ver pp. 91-92). Las mujeres de Chajul y aldeas vecinas no escaparon a estos patrones de violencia.
Pero pese a la brutalidad, las mujeres tuvieron mayores probabilidades de sobrevivir y de encarar las pesadas consecuencias psicosociales y materiales de la violencia. Muchas de ellas respondieron creando y participando en organizaciones de derechos humanos; algunas llegaron a convertirse en importantes dirigentes locales, e incluso nacionales, de las mismas. Muchas de estas mujeres pasaron a ser la única fuente de sostén económico para sus hijos y tuvieron que hacer milagros para asegurar el sustento y desarrollo de sus familias. Sus contribuciones a las reconstrucción de sus comunidades también fueron importantes. Los cambios de roles de las mujeres son múltiples y con frecuencia tangibles. Actualmente, mujeres en el área rural cuidan ganado, preparan la tierra para la siembra, cortan leña y participan en organizaciones religiosas y políticas.
Sin embargo, los años de guerra y los enraizados problemas estructurales han impedido el mejoramiento de las condiciones económicas y sociales en las áreas rurales de Guatemala. Sólo el 54% de la población rural tiene acceso a agua potable. Cincuenta y un porciento de esta población se encuentra por debajo del nivel de pobreza absoluta, definido como el nivel de ingreso por debajo del cual no se tiene acceso a una dieta mínimamente adecuada ni a los requerimientos no-alimentarios indispensables. El índice de alfabetización de adultos en Guatemala es de 65%, pero sólo hay 79 mujeres alfabetas por cada 100 hombres alfabetos, y los niveles de analfabetismo son considerablemente más altos para mujeres y hombres en el área rural. La inscripción escolar es notoriamente más baja para niñas que para niños, debido en parte a los desproporcionado de las responsabilidades de niñas y mujeres como cabezas y ayudantes de familia (Barry, 1992; Fondo para la Niñez de Naciones Unidas, 2000; Estadísticas de País de Fondo de Naciones Unidas para la Niñez/UNICEF, 1999).
Pese a la pobreza persistente, en diciembre de 1996 se formalizó un acuerdo de paz negociado entre las fuerzas guerrilleras de la URNG y el gobierno de Guatemala. Ello ha creado espacios alternativos en los cuales los sobrevivientes están dando expresión más directa a los múltiples efectos del conflicto de 36 años. La Asociación de la Mujer Maya Ixil – Nuevo Amanecer (ADMI) de Chajul es una respuesta a los horrores de la guerra, del racismo y de la pobreza. ADMI surgió de un comité integrado por seis mujeres que contaron con el apoyo de otros guatemaltecos, tanto ladinos como indígenas, para empezar a organizarse, inicialmente como pequeño grupo de mujeres, posteriormente como un organismo no gubernamental. Actualmente ADMI coordina cinco proyectos además del que aquí se describe, los cuales incluyen tres proyectos de desarrollo económico, un programa educativo para niños de 6 a 12 años de edad y una biblioteca comunitaria (véase capítulo 4 de este libro y Lykes, Caba Mateo, Chávez Anay, Laynez Caba, Ruiz y Williams, 1999).
El trabajo que se presenta en este libro constituye un intento de volver a hilar la vida comunitaria, protagonizado por un grupo de mujeres diverso en términos religiosos, lingüísticos, políticos y generacionales. Yo he servido de consultora para el trabajo, mediante talleres sobre desarrollo organizacional y en los aspectos psicosociales que las mujeres de ADMI han enfrentado en el proceso de responder a los múltiples legados de la violencia política así como a los nuevos roles que han desarrollado tanto al interior de su organización como en su comunidad. La dramatización, el dibujo, los relatos, la fotografía y los métodos participativos de investigación son algunos de los recursos creativos utilizados como herramientas para forjar un testimonio público, una FotoVoz, que dé cuenta de las atrocidades cometidas contra los Maya Ixil y Maya K’iche’ de Chajul y contribuya al desarrollo de respuestas individuales y colectivas a las necesidades de salud y educación de las mujeres y la niñez en sus comunidades. Esta es la historia de cómo trabajamos juntas en la generación de formas que facilitaran a estas mujeres dar voz a sus experiencias.
Tomar fotos para contar historias: Una respuesta a los ultrajes de la guerra. Nuestro punto de partida fue un grupo de mujeres mayoritariamente hablantes de la lengua Ixil. Pocas de ellas hablan español ni pueden leer o escribir en idioma alguno. Así, las mujeres de ADMI y yo buscamos métodos de trabajo conjunto que facilitaran la participación de todas y que a la vez nos permitieran comunicarnos entre nosotras y más allá de nuestras propias fronteras. ADMI encontró inspiración en el trabajo de mujeres rurales en la China Voces visuales: 100 fotografías de la China aldeana tomadas por mujeres de la Provincia de Yunnan (1995). Decidieron utilizar la fotografía para desarrollar un recuento público de la vida de mujeres ixiles, para “contar la historia de la violencia” y su historia como grupo de mujeres en proceso de dar respuesta a la guerra y sus secuelas. Esperaban que al levantar su voz contribuirían a prevenir la violencia en el futuro. Por medio de fotografías y narraciones, esperaban también construir puntos de contacto con otras mujeres en Guatemala, y más allá, que estuvieran protagonizando procesos similares. De similar importancia para ellas era la búsqueda de nuevas capacidades y recursos para abordar las problemáticas económicas y psicosociales de sus comunidades, contribuyendo así a la reconstrucción de sus comunidades.
Desde 1992 facilité talleres con ADMI que integraron técnicas pedagógicas y analíticas Freirianas (Freire, 1970), recursos creativos, prácticas indígenas (por ejemplo el tejido, las ceremonias religiosas y la historia oral) (véase, e.g., Lykes, 1994, 1996; Zipes, 1995), así como estrategias desarrolladas en el contexto de la investigación-acción participativa (PAR) (Fals-Borda, 1988; Fals-Borda & Rahman, 1991; Maguire, 1987). Para consolidar una metodología PAR que se adecuara a las necesidades expresadas por el grupo, incorporamos a nuestro proceso grupal dos métodos fotográficos, la “foto-voz” (Wang, 1999; Wang & Burris, 1994; Wang, Burris & Xiang, 1996) y los “retratos hablantes” (Bunster & Chaney, 1989). Desarrollamos un proceso reiterativo de recolección y análisis de información en el cual las mujeres “analizaban conforme fotografiaban.” Fotografiaron la vida en Chajul y viajaron a las aldeas vecinas, fotografiando a mujeres y sus familias; con frecuencia también grabaron las historias de las personas fotografiadas. Las fotógrafas también grabaron relatos sobre sus propias vidas, contado en diálogo con otra participante del grupo, a veces con el apoyo de alguna facilitadora. Mediante el recuento de historias de la vida cotidiana, es decir historias de la guerra y sus secuelas, así como de la persistente pobreza, las mujeres se sensibilizaron ante las diversas formas de violencia vividas en el municipio y desarrollaron sus análisis sobre la complejidad de los retos que enfrenta la región luego de los traumas de la guerra.
Recolección de datos y procesos analíticos. Para comenzar, completamos un programa de orientación y capacitación que incluyó la auto-identificación de 20 de entre las más de 65 miembros de ADMI como participantes de FotoVoz (véase Lykes et.al., 1999). Luego, cada participante recibió una cámara automática y empezó a tomar fotografías. El enfoque temático de cada rollo de película se decidió en talleres con todas las participantes. Arrancamos con el tema del trabajo de las mujeres por el interés expresado en los talleres que veníamos realizando a lo largo de seis años. Sus experiencias de trabajo y los significados atribuidos al mismo, venían cambiando en el contexto de las realidades locales y de las esperanzas a futuro. Conforme se fue desarrollando el proceso, el análisis de las fotografías fue sugiriendo nuevos temas, tales como las mujeres y sus familias, salud y enfermedad, religión, la cultura y las tradiciones, la lucha por la tierra, la guerra y sus secuelas, la cosecha, y el trabajo mismo de ADMI.
El proceso. Cada fotógrafa seleccionaba entre cinco y siete fotografías de cada rollo de 24 fotos reveladas. Luego le correspondía “contar el cuento” de cada fotografía a un pequeño grupo de entre dos y cuatro participantes. La fotógrafa debía compartir sus razones para haber escogido esa foto en particular así como las historias que le hubiera contado la persona fotografiada. En una segunda ronda de análisis formamos grupos de cinco a siete mujeres que seleccionaron entre dos y cuatro fotografías de entre las escogidas individualmente, pero en esta etapa las fotos fueron agrupadas temáticamente.
Estas sesiones de análisis grupal resultaron particularmente movilizantes y motivadoras. En ellas desarrollamos estrategias para agrupar ideas, identificar similitudes y diferencias entre y a través de las fotos y para construir análisis integradores de los agrupamientos de imágenes. Exploramos posibles causas inmediatas y subyacentes de los problemas representados en una fotografía y planteamos hipótesis sobre secuencias causales.
Estos análisis fueron grabados y, junto a las fotografías, presentados al grupo completo, donde fueron re-interpretados por otros participantes y/o sujetos a más elaboración por medio de dibujos, dramatizaciones o relatos orales. En este contexto las participantes exploraron posibles soluciones a los problemas identificados en el nivel individual y colectivo, desarrollando así una visión compartida de cambio. Los análisis se resumieron en las memorias de cada taller y fueron utilizados como insumo para la definición de prioridades en el trabajo subsiguiente.
Las siguientes etapas del proyecto consistieron en seleccionar, de entre varios miles de fotos, las fotografías que aparecen en este libro. Los relatos se extrajeron de las páginas de entrevistas y análisis desarrollados durante los dos años anteriores. Repetimos el proceso varias veces para llegar a los cuatro capítulos que aquí presentamos. Es significativo que nuestros esfuerzos por reducir las grandes cantidades de material nos llevaron de nueva cuenta a algunas de las técnicas de dibujo y dramatización utilizadas anteriormente en nuestros talleres (véase, e.g., Lykes, 1994; Lykes, et.al., 1999). Estas actividades creativas nos permitieron identificar las ideas centrales que deseábamos incluir en cada historia y los hilos comunes entre las historias creadas por medio de textos y fotografías.
El hilvanado del relato en el propio idioma y entre los idiomas. La cuestión del idioma nos planteó un reto constante a lo largo del proyecto, mismo que se acentuó en el proceso de producción de este libro. La mayoría de los talleres se desarrollaron en dos idiomas –español e ixil - mientras diversas participantes compartieron el papel de traductoras para mí y las otras personas que participaron como recursos de apoyo técnico en el proyecto. Ninguno de los consultores comprendía o hablaba el Ixil como para utilizarlo en interacción con FotoVoz. Aunque ésto a veces se erguía como un obstáculo, también funcionó como una especie de nivelador al permitir que las miembras de ADMI comunicaran sus posturas y perspectivas entre quienes compartían el mismo idioma, antes de compartirlas conmigo, alguien “de afuera.” El uso de su idioma materno también sirvió para compensar en alguna medida los desequilibrios de poder, resultantes de la educación, que encontramos a lo largo del proyecto de investigación-acción participativa, especialmente en cuanto a negociaciones con organizaciones fuera de Chajul. Por último, muchas participantes en FotoVoz desarrollaron sus aptitudes lingüísticas a lo largo de las numerosas oportunidades que tuvieron de traducir para otros consultores y para mí.
Con frecuencia utilizamos grabadoras, debido a que muchas de las participantes en FotoVoz no sabían leer y escribir. Nos apoyamos en las pocas mujeres alfabetas para transcribir las palabras de aquellas que no podían escribir. En ocasiones utilizamos dibujos para ilustrar fotografías y textos. Hubo momentos en los cuales estos dibujos facilitaron encontrar los hilos conductores entre relatos frágiles - surgidos de tristezas o cóleras profundas, adormecidas durante décadas - con fotografías de realidades actuales o sueños de futuro. Acompañamos los momentos de fotografía, relatos y análisis con talleres en los cuales las participantes elaboraron los múltiples efectos de los acontecimientos originales y el impacto del reencuentro con estos traumas y pérdidas. Las reuniones del grupo de 20 mujeres llegaron a ser incluso semanales y entre las participantes siempre existió la disposición a ofrecer apoyo y retroalimentación a todos los involucrados en el proceso.
La diversidad de habilidades y capacidades lingüísticas también afectó la versión final de los textos que aquí presentamos. Más de algo se queda en el camino cuando se transita del trabajo oral al escrito, lo cual se acentúa cuando también se está transitando de un idioma a otro. Algunas entrevistas fueron grabadas en idioma Ixil y luego traducidas y transcritas en un solo paso. En la medida de lo posible, las traducciones fueron revisadas por otra persona hablante de Ixil, aunque este paso no siempre fue posible. Todos los textos que en el libro aparecen en español fueron transcritos y luego corregidos por miembros de ADMI. Joan Williams, M. Luisa Cabrera y yo revisamos todos los textos que acompañan las fotografías, M. Luisa Cabrera fue la única persona en el proyecto cuya lengua materna es el español, y ella revisó la gramática y la ortografía de los textos en ese idioma. Esta introducción y reseña metodológica fue escritas en inglés y traducida al español por Megan Thomas. Catherine M. Mooney completó la traducción al inglés de los textos en español y Paula Worby aportó enormemente en la revisión de dichas traducciones, al igual que lo hice yo.
En cuanto al texto que acompaña las fotografías, hicimos lo posible por conservar al máximo la dinámica del proceso del grupo manteniendo las traducciones hechas por las mujeres de ADMI del Ixil al español. Solamente corregimos problemas gramaticales u ortográficos básicos con el fin de facilitar la comprensión de los textos. La traducción al inglés presentó retos similares. Intentamos mantener el estilo del proyecto al dejar frases y términos locales en el contexto en que fueron presentados por las mujeres mismas. Sin embargo, en el ánimo de facilitar la comprensión y fluidez de la lectura, no siempre presentamos una traducción literal. Esperamos que los lectores bilingües utilicen ambos textos, inglés y español, para acceder a FotoVoz de manera más plena.
Mujeres y género en una comunidad rural Maya. Las 20 mujeres que integraron el equipo de FotoVoz y son autoras de este libro, hoy se identifican como fotógrafas e investigadoras. Mediante la toma de fotografías y sus reflexiones sobre las imágenes producidas, estas mujeres han traspasado las fronteras de sus vidas cotidianas al desarrollar habilidades como historiadoras y analistas de sus propias vidas y de la vida de su comunidad. Durante nuestras evaluaciones trimestrales del proceso de FotoVoz, muchas de las mujeres reflexionaron sobre los múltiples aspectos en que se han desarrollado personalmente por su participación en el proyecto, y describieron cómo han adquirido un nuevo respeto por sí mismas y hacia las demás como mujeres. Los esfuerzos realizados por ubicar a FotoVoz como un proyecto comunitario también contribuyeron al desarrollo de ADMI y al reconocimiento de la Asociación como un recurso para la comunidad en general. El proceso ha requerido tiempo, energía y compromiso, pero debido a sus responsabilidades familiares, no todas las mujeres pudieron participar con la plenitud que hubieran deseado. La Coordinación de trabajo fuera del hogar con las responsabilidades domésticas sigue siendo un reto constante para las mujeres en el área rural.
La fotografía formal versus la espontánea: El yo desde el otro. Los Mayas han sido ampliamente representados en ensayos fotográficos, en revistas y en tarjetas postales. Tanto los turistas como los fotógrafos profesionales se esfuerzan por plasmar las “exóticas costumbres Mayas” en caros libros de mesa o postales. A nivel local, los fotógrafos ambulantes frecuentan los mercados y ferias para tomar fotografías familiares formales, o bien ofrecen sus servicios para captar las imágenes de bodas y funerales (Parker & Neal, 1982).
Pero las mujeres de FotoVoz y los miembros de sus comunidades que permitieron que se les tomaran fotos para este proyecto están plenamente conscientes de la especial naturaleza de estas fotografías y de sus propias relaciones con ellas, a diferencia de las experiencias predominantes de “ser fotografiados.” Por medio de FotoVoz las mujeres participantes han generado contradicciones y se han atrevido a cuestionar tanto los roles convencionalmente asignados a las mujeres, como el entendimiento tradicional sobre quién fotografía a quién. Así, han transgredido los roles tradicionales, dotando de nuevos significados al trabajo de las mujeres así como a la fotografía, tanto para sí mismas como para las comunidades de ixiles y k’iche’s que fueron fotografiadas. Estas contradicciones e incongruencias subrayan algunas de las maneras en que quienes acceden a una comunidad desde afuera, trayendo recursos que antes no existían, intervienen en esa comunidad y generan consecuencias para el proyecto, sus participantes y la comunidad en general. Igualmente importante, subraya la necesidad que todos los involucrados en el proyecto sean sensibles ante las problemáticas é ticas y otras dilemas que se generan en el contexto de las múltiples y complejas relaciones desarrolladas en este tipo de esfuerzo.
La Fotografía como arte, herramienta de investigación y recurso de sanación. El dibujo, la dramatización, contar cuentos, analizar y fotografiar han sido utilizados por las comunidades Mayas para recuperar y reflexionar sobre relatos de tradiciones, de la vida comunitaria y de las secuelas de la guerra. FotoVoz constituye una herramienta importante tanto al nivel de la fotografía como –de igual importancia- a nivel del relato y del análisis. El proceso mismo de tomar fotografías en la propia comunidad se convirtió en oportunidad para el desarrollo de historias individuales y colectivas que hasta entonces habían permanecido silenciadas o habían sido contadas sólo en privado a otros miembros de la familia, a investigadores de fuera o bien a trabajadores de los derechos humanos. La fotografía cuenta su propia historia, y se convirtió en foco para procesos participativos más amplios de contar y analizar historias. A partir de re-presentar la perspectiva o punto de vista del fotógrafo, la fotografía estimula las reflexiones, discusiones, análisis y re-presentaciones grupales. La imagen fija cataliza un proceso de discusión creciente de las diversas realidades presentes en estas comunidades Mayas.
Las historias y los análisis de las fotografías han contribuído al desarrollo de un entendimiento compartido de las múltiples causas de “la violencia”y sus secuelas, a la vez que contribuyen a los procesos de sanación en el grupo mismo y más ampliamente. Estos procesos también contribuyen al creciente compromiso del grupo para trabajar con y entre la diversidad, en medio de los dolores persistentes, hacia la construcción de un futuro compartido, evidenciando sus pasos en el camino hacia la reconciliación.
Actualmente ADMI se encuentra en proceso de enriquecer sus programas actuales y de desarrollar nuevos que respondan a las necesidades de las mujeres y la niñez en sus comunidades y más allá. Mediante su participación en el proyecto, mujeres con 5º o 6º grado de primaria han afinado y acrecentado sus capacidades analíticas en el trabajo en pequeños grupos con otras mujeres con mucho menos educación formal. Para crear el texto que el lector tiene en sus manos, estas mujeres revisaron miles de fotografías y numerosas horas de entrevistas. Igualmente importante es el hecho de que un grupo núcleo participó en capacitaciones que las prepararon para asumir todos los roles del proceso de investigación y para fortalecer su organización local de mujeres. Han adquirido capacidades en cómputo, en digitación y sistematización de datos y han aprendido a cuadrar las cuentas de los diversos proyectos que implementan. Varias de ellas han escrito propuestas de proyectos para apoyar las nuevas iniciativas programáticas surgidas de este trabajo. Otras han expuesto su trabajo en foros nacionales e internacionales. Recientemente crearon un equipo de “asistentes técnicos”, integrado por mujeres que participaron en FotoVoz, quienes empiezan a trabajar con mujeres en aldeas de Chajul para apoyarlas en la conformación de grupos de mujeres en sus comunidades y empezar a implementar proyectos comunitarios que contribuyan a mejorar sus vidas y las de sus familias. Otras más representan a ADMI en esfuerzos a nivel nacional que persiguen que el gobierno cumpla promesas hechas a las comunidades Mayas en los Acuerdos de Paz.
La fragilidad de la paz en las comunidades rurales. Tanto los resultados de las últimas elecciones generales como decisiones judiciales en algunos casos de violaciones de derechos humanos, confirman lo complejo y frágil del proceso de construcción de la paz formalizado el 29 de diciembre de 1996. Las incertidumbres de hoy – en las que la inestabilidad política y la posibilidad que se recurra la violencia constituyen amenazas reales, especialmente en comunidades rurales - contribuyeron a que los autores de este libro hayan decidido no reproducir los nombres de las personas que aparecen en las fotografías, ni identificar a las autoría particular de cada texto o fotografías. Pero esta decisión también refleja nuestro deseo de que este libro sea entendido como un proyecto colectivo y como producto surgido de las vidas de muchos individuos y familias, sobrevivientes de uno de los más oscuros pasajes de la historia de Guatemala.
M. Brinton Lykes
Marzo 2000