Sofonías (hebr. Tsefanyah) significa «Dios oculta», en el sentido de «Dios protege». Su genealogía se remonta (1:1) nada menos que a la cuarta generación, cosa no corriente. A pesar de que su padre se llamaba Kushí, «etíope», Sofonías era tataranieto del rey Ezequías y sobrino tercero de Josías, aunque era más viejo que éste, pues no cabe duda de que profetizó durante la niñez de Josías, antes de la reforma del 621 a. de C., fecha en que Josías tenía 28 años. Su bisabuelo Amarías debió de morir antes que su hermano Manasés subiese al trono a los 12 años de edad.
Profetizó, pues, Sofonías medio siglo después de Nahúm. Contra la opinión de Buck, piensa Feinberg que la reforma de Josías había empezado ya, pero había afectado sólo a un pequeño remanente, con lo que la condición masiva de Israel continuaba siendo la descrita en el capítulo 1 de este libro y en Jeremías.
Aun predominaba el externalismo, y la reforma fue seguida de una fuerte reacción en contra. Sin embargo, se presenta una objeción a la opinión de Feinberg precisamente en la omisión que en Sofonías se advierte acerca de dicha reforma. Por otra parte, un punto a favor de Feinberg es el rápido deterioro que se advierte en los reinados de los sucesores de Josías. Lo cierto es que el pueblo de Judá estaba maduro para el juicio de Dios.
Sofonías ha sido considerado, en cuanto a su profecía, uno de los más difíciles de entender entre los profetas. Quizás esta dificultad se deba simplemente a que los autores tardan en percibir el punto focal de su mensaje: «El día de Jehová», frase que repite más que cualquier otro de los profetas.
La división del libro es como sigue:
I. En el capítulo primero, Sofonías anuncia el juicio, y lo centra particularmente en Judá.
II. En el capítulo segundo predice el juicio contra diversos pueblos, tras de una exhortación al arrepentimiento.
III. En el capítulo tercero y último, después de un breve mensaje de juicio sobre Jerusalén, promete la futura gloria del remanente de un Israel restaurado en los últimos días.
Un escritor del siglo XVI dijo: «El que quiera tener, en breve compendio, todos los oráculos secretos de los profetas, que estudie Sofonías». En tiempos de Nahúm el enemigo era Nínive (la capital de Asiria); en los de Sofonías, Babilonia (capital de Caldea).
En este capítulo, después del título del libro (v. 1), tenemos: I. Amenaza de destrucción de Judá y Jerusalén a manos de los caldeos (vv. 2–4). II. El cargo que se hace contra ellas por su gran pecado (vv. 5, 6); y así continúa en el resto del capítulo, diciéndoles: III. Que no han de protestar, sino callarse, puesto que han pecado grandemente (vv. 7–9), y que han de aullar porque su desgracia será también muy grande (vv. 10–18).
Versículos 1–6
1. Tras del versículo 1, que lleva el título del libro, y del que no hay más que explicar, comienza abruptamente el oráculo («palabra de Jehová»—v. 1—) de Sofonías, y anuncia (v. 2) la destrucción universal. Dios va a destruir todo ser viviente de sobre la faz de la tierra. En el versículo 3 se detallan las especies, a fin de poner de relieve el terror y la universalidad del castigo. Hubo ya anteriormente una destrucción total por medio del agua en los días de Noé, a causa de la universalidad del pecado (comp. 1:2, 3 con Gn. 6:7). Habrá, al final, una destrucción también total por medio del fuego (2 P. 3:10–12).
2. Se centra el juicio de Dios sobre Judá y Jerusalén, a causa de lo que Buck llama «sincretismo religioso». Baal (que, como sabemos, significa «señor» o «amo») era el dios de los cananeos, y ya fue adorado por los israelitas en tiempos de los jueces (v. Jue. 2:13). El reinado de Manasés se había caracterizado por este culto a Baal (v. 2 Cr. 3:33). Su nieto Josías había destruido los ídolos o imágenes de Baal (v. 2 Cr. 34:4), así como los de la deidad femenina cananea Aserá o Astarté. El culto a estas deidades estaba mezclado, como también sabemos, con prácticas groseramente inmorales.
3. «Los restos de Baal» (v. 4b) significa todo lo que quedaba del culto idolátrico en general. De aquí podría inferirse que ya había comenzado la reforma llevada a cabo por el rey Josías. Pero la idolatría sólo quedó arrancada de cuajo de Israel después de la cautividad de Babilonia. Dice (v. 4b) que va a exterminar de este lugar (de Judá y de Jerusalén) los nombres de los sacerdotes idólatras (hebr. kemarim, llamados así por sus negros ornamentos—v. Os. 4:4—) con los sacerdotes de Jehová (hebr. kohanim) que se hayan involucrado en el culto idolátrico.
4. El versículo 5 menciona, entre los idólatras «a los que sobre los terrados (para tener una panorámica más amplia del firmamento) se postran (en gesto de adoración) al ejército del cielo»; era un culto, por decirlo así, astrológico; y, por cierto, la práctica de la astrología, en su forma predictiva y, por tanto, supersticiosa, era corriente ya entre los antiguos y sigue siéndolo entre los modernos. Este culto fue llamado «sabeanismo» y se practicaba especialmente en el oriente (v. la admonición, sin resultado, de Moisés en Dt. 4:19). Otros, como suele decirse, «encendían una vela a Dios, y otra al diablo», pues (v. 5b) «juraban por Jehová y juraban por Milcom» (esto es, Moloc o Mólec). Salomón (v. 1 R. 11:7) llegó a erigir en Jerusalén un altar a este dios de los amonitas. En el versículo 6 se llega a la apostasía. El verbo hebreo sug significa «rebelarse, apartarse, apostatar» (Buck). De los que así se apartan se dice (pues no son grupos aparte) que «no buscan a Jehová, es decir, ya no se dirigen al verdadero Dios para honrarle, orarle ni servirle, ni le consultan, en busca de Su dirección».
Versículos 7–13
1. Ahora (v. 7) Sofonías apela al silencio (comp. con Hab. 2:20) y anuncia que «el día de Jehová está cercano», al alcance de la mano, en etapas sucesivas, preliminares, de juicio. Sofonías habla del mismo acontecimiento que Joel (Jl. 1:15) y Abdías (Abd. v. 15). La víctima del «sacrificio» mencionado en los versículos 7 y 8 va a ser Judá, y los «convidados» de que habla al final del versículo 7 son los caldeos. Dice que los ha santificado, esto es, «consagrado», para que puedan asistir a tal sacrificio (v. Is. 13:3; 34:6; Jer. 46:10; Ez. 39:17). Las pinceladas finales se hallan en Apocalipsis 19:17, 18. ¡Qué amargo tiene que ser el juicio, para que Sofonías use las expresiones que emplea en los versículos siguientes!
2. Los primeros en ser castigados van a ser (v. 8) los príncipes, esto es, los nobles, todos los cuales, incluidos los de la familia real, han adoptado las costumbres extranjeras paganas, idolátricas e inmorales. Los «hijos del rey» no son los hijos de Josías, todavía muy joven, sino los príncipes de sangre real, aun cuando también podría referirse, prolépticamente, a los hijos mismos de Josías en el tiempo en que se cumpla esta profecía. No obstante, es más probable la primera alternativa, ya que los LXX vierten «la casa del rey». Lo de vestido extranjero (al final del v. 8) podría referirse a la indumentaria que usaban en el culto a los ídolos, aunque es más probable la sugerencia de Ryrie: «vestido extranjero. Señal de apostasía, porque el vestido judío, con su cinta azul, tenía un significado espiritual (cf. Nm. 15:38, 39)».
3. En el versículo 9, Sofonías denuncia los crímenes de explotación, robo y rapiña (robo con violencia o por sorpresa). Esta violencia de rapiña está explícita en la segunda parte del versículo 9. En cuanto a
«los que saltan por encima de la puerta» (primera parte de dicho versículo), dice Ryrie: «corren a robar en las casas de la gente, y evitan pisar el umbral para no provocar a los dioses que, según se suponía, eran los guardianes de la casa».
4. En los versículos 10 y 11, los mercaderes malvados, que se han enriquecido injustamente, son amonestados con gran severidad. Se describe aquí la agonía que sufre la ciudad en toda su extensión, es decir, desde todos los puntos vulnerables de Jerusalén. El primero de ellos era (v. 10) la puerta del Pescado al norte de la ciudad—por ahí entró Nabucodonosor—, llamada así por su proximidad al mercado del pescado traído del lago de Tiberíades y del Jordán. Después fue llamada (y lo es todavía) «la Puerta de Damasco». La segunda puerta estaba en el segundo distrito de la ciudad, sobre el collado de Acrá, donde vivió la profetisa Juldá (v. 2 R. 22:14). A estos aullidos se unirá el «gran quebrantamiento» (v. 10, al final), es decir, sobre los tres collados intramuros: el Moria, el Sion y el Ofel. Así se indica el progresivo avance del enemigo hasta ocupar las posiciones centrales. Maktésh (v. 11) no es, según Feinberg, un nombre propio y significa simplemente mortero. Sin embargo, la mayoría de los autores lo toman como nombre propio para designar un barrio de la ciudad nueva. Dice Ryrie: «Mortero. Un distrito de Jerusalén ubicado en un hoyo. Es probable que el vocablo contenga una alusión a la forma en que los habitantes habían de ser golpeados y molidos». Se llama al pueblo (v. 11b) mercader (hebr. kenaán) porque obraban como los cananeos o fenicios (Os. 12:7 usa la misma designación).
5. Los versículos 12 y 13 van dirigidos a los negligentes, alegres y confiados («sentados sobre sus heces»—¡viva imagen de la indolencia!—), los cuales negaban la providencia de Dios (v. 12, al final). El original dice literalmente: «No hará bien Jehová ni hará mal», lo cual puede entenderse de dos maneras:
(A) Como expresión de indiferencia: «Jehová no se preocupa de nosotros»; (B) como expresión de impaciencia y de impotencia: «No hay nada que hacer, pues Jehová no viene en ayuda nuestra ni en castigo del enemigo». Es mucho más probable la primera interpretación. De éstos dice el v. 13 que recibirán el castigo que se merecen: «serán saqueados sus bienes, y sus casas asoladas, etc.».
Versículos 14–18
1. Cada una de las calamidades ocurridas durante los reinados de los sucesores de Josías era una prefiguración del Día Final (vv. 14–16), el Día de Jehová («día grande de Jehová»—v. 14—). Puede compararse, especialmente, con Joel 2:11, para percatarse de esa prefiguración. Se le llama grande por sus efectos. Por eso, hasta los valientes (hebr. guibor; lit. el fuerte, como en Is. 9:6) gritarán espantados (v. 14, al final). Es tremendo el énfasis de los versículos 15 y 16. La frase inicial del versículo 15 («Día de ira aquel día») sirvió de base a Tomás de Celano para componer, en el año 1250, el famoso himno «Dies irae, dies illa», que aparece en la liturgia funeral de la Iglesia de Roma y contiene estrofas de gran efecto sentimental.
2. Incapaces de hallar escape, los habitantes de Judá y Jerusalén (v. 17) irán como ciegos (v. Dt. 28:29). El castigo será tan severo que sus vidas no tendrán valor alguno (vv. 17b, 18). «Los juicios de Dios son terribles—dice Feinberg—, pero ¡cuán inefablemente dulce es Su gracia, que Él ha manifestado a culpables pecadores!» Como advierte el mismo Feinberg, en los días de Josías y de Sofonías, había en Judá quienes no buscaban a Dios por maldad o por indiferencia. Según Romanos 10, Pablo indica que hay quienes no le buscan, porque no se les ha predicado debidamente el Evangelio de la gracia redentora mediante la obra del Calvario. ¡Qué responsabilidad tan grande para todos los creyentes, especialmente para los ministros del Señor!
I. Una vehemente exhortación a la nación para que se arrepientan y hagan las paces con Dios (vv. 1– 3). II. Los juicios de Dios contra algunas naciones vecinas que habían contribuido a la calamidad de Israel o se habían regocijado en ella: 1. Los filisteos (vv. 4–7). 2. Los moabitas y amonitas (vv. 8–11). 3. Los etíopes y asirios (vv. 12–15).
Versículos 1–7
1. Judá es exhortada (v. 1) al arrepentimiento antes que venga el juicio de Dios. Es convocada corporativamente: «nación» (hebr. hagoy, con artículo, en sentido de exclamación: ¡oh nación!)—¡como los goim, los gentiles o paganos, por sus prácticas; de ahí que la llame «nación sin pudor», sin vergüenza—. Se la convoca a meditar y darse cuenta del inminente juicio antes de que éste sea ejecutado (v. 2) y sean como el tamo que se lleva el viento (comp. con Sal. 1:4). Nótese la repetición (v. 2b): «… el furor de la ira … el día de la ira …».
2. «Buscad a Jehová … buscad justicia …» (v. 3) son expresiones que implican el tratar de conocer el carácter de Dios según se ha revelado en la historia, especialmente en el Éxodo, y procurar poner la conducta en armonía con las responsabilidades derivadas del pacto que Jehová se dignó concertar con Su pueblo. Los humildes son los que carecen de fuerza, de poder y de influencia social, que tienen pocos derechos que defender y no se sienten autosuficientes frente a Dios. No se trata aquí de legalismo, sino de obediencia humilde. Ellos son los anawim (mezcla de pobreza, humildad y mansedumbre) de Jehová, que aceptan sumisos las implicaciones del pacto; de este modo, la humilde mansedumbre hace resaltar la fuerza de una fe que se entrega en manos de Dios, sin confiar para nada en las propias fuerzas. Dios los vindicará como a Moisés (v. Nm. 12:3 y ss.). El «quizá» de la última frase del versículo 3 no indica duda; podría compararse a la frase de Pedro en 1 Pedro 4:17, 18: «Si el justo con dificultad se salva …». Lo de «quedar resguardados» connota la idea de un tesoro escondido para ser protegido, no para campar por sus respetos con una falsa confianza pensando engañar a Dios.
3. Judá puede escarmentar en cabeza ajena al ver el juicio (v. 4) que caerá sobre las ciudades de los filisteos, por sorpresa, cuando deberían estar alerta—o a la hora de la siesta—. El profeta hace juegos de palabras con los nombres de las ciudades: Gaza (hebr. azzá, fortaleza) será desamparada (hebr. azzubáh); Ecrón (hebr. eqrón, firmemente arraigada) será desarraigada (hebr. teaquér). Por otra parte, Ascalón y Asdod se habían hecho famosas por su tenaz resistencia. De ellas dice Buck: «Asquelón: al parecer, los judíos nunca lograron apoderarse de esta ciudad (cf. Jue. 1:18). Sólo los asirios la atacaron repetidamente con éxito. Hacia el 600 a. de C. la destruyó Nabucodonosor. Asdod: independiente hasta su conquista por Tiglat-piléser III y Sargón. Más tarde, tras veintinueve años de sitio, según Herodoto (Hist. II 157), fue conquistada por el faraón Psammético I (666–610a. de C.)».
4. Pero esas ciudades no van a ser las únicas en ser destruidas. El juicio de Dios va a caer (vv. 5–7) sobre Palestina entera («tierra de los filisteos»—v. 5c—), al tener en cuenta que los filisteos invadieron Canaán desde una base de Creta («el pueblo de los cereteos»—v. 5a—). Puesto que David les hizo retroceder (2 S. 5:17–25, 8:1), el juicio podrá incluir también a Judá (1:4–9; 2:1). Para Sofonías, hombre de la ciudad, las expresiones del versículo 6 indican desolación completa. En el versículo 7 comienza el tema del «remanente», tema que se desarrolla en 3:11–20. Este remanente tendrá pastos y cobijo suficientes allí. El verbo «visitará», en la penúltima frase del versículo 7, es el mismo verbo (hebr. paqád) de 1:8 pero el sentido es muy diferente, como se ve por el contexto: en 1:8, significa castigar; en 2:7c significa intervenir a favor de. En ambos casos hay una intervención de Dios; de ahí el uso del mismo verbo; en el primer caso, en contra; en el segundo, a favor. Al fin y al cabo, lo mismo ocurre con nuestro verbo castellano visitar: hay visitas deseables y visitas indeseables.
Versículos 8–15
1. Viene ahora (vv. 8–11) un oráculo contra Moab y Amón. Es muy probable que el versículo 8 se refiera a toda una historia de hostilidades entre vecinos, más bien que a un episodio particular. El castigo de Moab y Amón (v. 9) es mucho más terrible que el de Palestina (o Filistea). El versículo 10 repite los motivos de castigo que aparecen en el versículo 8. El «destruirá» de la segunda frase del versículo 11 es el verbo hebreo razáh, que significa literalmente «hacer enflaquecer», verbo muy expresivo en este contexto, pues el sentido es que no habrá quien ofrezca sacrificios a los dioses de la tierra, con lo que éstos «se morirán de hambre». Lo de «cada una desde su lugar» (v. 11, hacia el final), puede referirse a los dioses desde sus templos (comp. con 1 S. 5:3 y ss.) o a los países. Esta adoración universal a Jehová, el Dios de Israel, apunta hacia el futuro, a la conversión de estas naciones en una fase previa al día en que, según Isaías 2:2–4 y Zacarías 14:16, «todos los pueblos se mueven de su territorio para adorar al verdadero Dios en Jerusalén» (Buck).
2. Viene después un oráculo (v. 12) contra Etiopía. Es tan breve y abstracto que hay quienes piensan que tenemos aquí solamente un corto fragmento del oráculo original. Podría referirse a Egipto (el sur), donde la XXV dinastía fue etíope (años 712–663 a. de C.). No sabemos cuáles serían los sentimientos de Sofonías al pronunciar este terrible mensaje contra los kushim (etíopes), cuando el nombre propio de su mismo padre era Kushí (el etíope). «Con mi espada»—dice Dios (al final del v. 12)—, porque, sea cual sea la agencia humana, todas ellas son meros instrumentos en las manos de Dios.
3. Los tres últimos versículos (13–15) de este capítulo contienen un oráculo contra Asiria. Lo de «sequedal» (hacia el final del v. 13) ha de entenderse de forma relativa; si se entendiese de forma absoluta, ello significaría la desaparición de ríos tan grandes como el Tigris y el Cusar. Los «rebaños» del versículo 14 no significan verdaderos rebaños de ovejas o cabras, sino grandes grupos de bestias salvajes. El pelícano (ave inmunda, es decir, no comestible—v. Lv. 11:18; Dt. 14:17—) y el erizo se mencionan aquí (v. 14b) como animales que suelen habitar en lugares desolados. Hay autores, como Buck, que prefieren la corrección kos, búho, en lugar de qol, voz, en la frase «una voz cantará en las ventanas» (v. 14c), pero no hay razón para corregir el texto masorético actual, pues Eclesiastés 12:4 alude poéticamente a «la voz del ave», y voz de ave ha de ser la que canta en Sofonías 2:14, cuando no queda ya ningún habitante humano.
El final del versículo 14 se refiere al total desmantelamiento del costoso maderamen de cedro de templos y palacios. Nótese la referencia a Nínive (v. 15) como «ciudad alegre y confiada», con una colosal autosuficiencia como para decir: «¡Yo y nadie más (que yo)!» Dice Buck: «Declaración casi proverbial, que en Isaías 47:8 se atribuye a Babilonia». La expresión final del versículo 15 «sacudirá su mano» (lit.), es un gesto de burla o desprecio contra el ex opresor.
Al seguir la división de la Ryrie Study Bible, tenemos en este capítulo: I. Un juicio contra Jerusalén (vv. 1–7). II. Otro juicio contra las naciones (v. 8). III. Futuras bendiciones para los judíos (vv. 9, 10). IV. Futuras bendiciones para los judíos (vv. 11–20).
Versículos 1–8
1. Tenemos primero (vv. 1–7) un oráculo contra Jerusalén. Se la compara (v. 1) implícitamente a Nínive por los epítetos que se le imponen: «rebelde, contaminada y opresora» (comp. con Jer. 7:28; Am. 1:3–2:8). No aceptó la corrección (hebr. musar, como en Pr. 1:8a), es decir, la disciplina de Jehová, sino que su fe en Dios y su comunión con Él fueron menguando progresivamente (v. 2b). Magnates y magistrados (v. 3) devoran a sus víctimas. Dice Ryrie: «Tan voraces son que no dejan ni un solo hueso para la mañana». Los profetas, por su parte (v. 4), dicen cosas extravagantes para ganar aplauso; y los sacerdotes cometen sacrilegio (v. 4b) e introducen en el santuario el culto a los ídolos y violan así la Torah (la ley instructiva de Jehová).
2. Por tanto (v. 5), Jehová—el nombre del Dios del pacto con Israel—no tardará en vindicar a los que han sido oprimidos por los perversos jueces del pueblo, mencionados en el versículo 3. ¿Por qué no ha escarmentado Judá en cabeza ajena, y ha aprendido del castigo infligido por Dios (v. 6) a las naciones extranjeras? El profeta pone todo eso como ya sucedido, al ser como es preliminar al gran Día de los versículos 8 y 11. Pero Judá se queda (v. 7) tan confiada, y piensa que eso no va con ella, cuando debería tomar aviso de un Dios que, en cuanto al pecado y al castigo, no tiene favoritismos. La frase final del versículo 7 dice literalmente: «Pero (ellos) madrugaron (y) corrompieron todas sus acciones (hebr. alilotham)».
3. El versículo 8 es como un resumen. El verbo «esperadme» es un verbo que suele ir asociado con deseo, confianza, etc., por parte del hombre, y con favor y misericordia por parte de Dios. Dice Buck:
«Parece, por eso, que Sofonías dirige estas palabras a los humildes de Judá, a los que no han de temer el día de Jehová». Según eso, ha de entenderse como exhortación al «remanente», para que persevere mientras se desahoga la ira de Dios. No puede, sin embargo, descartarse la probabilidad de que el «esperadme» tenga aquí un sentido irónico. Como dato curioso, diremos que en este versículo 8 se hallan todas las letras del alfabeto hebreo o alefato, que para los judíos era como la suma de todo el saber (comp. con Ap. 1:8; 22:13 «el Alfa y la Omega»—el comentario a esos textos—).
Versículos 9–10
1. Tenemos en estos versículos un anuncio profético de la conversión de las naciones. Se advierte un cambio de lenguaje: en lugar de orar a los dioses falsos y jurar por ellos, todos invocarán (v. 9) el nombre de Jehová. Al contrario que en Babel (Gn. 11:1–9), donde el hombre mostró su deseo de independencia, y hasta su concepto de autosuficiencia (Gn. 3:5 y ss.), y perdió la comunión, no sólo con Dios, sino también con sus semejantes (v. La recriminación de Adán en Gn. 3:12), ahora se abre una nueva era en la que un corazón renovado, sumiso a las demandas de un Dios santo (comp. con Ez. 36:26, 27), se expresa con pureza de labios, en contraste con un culto idólatra impuro y blasfemo, invoca al Dios vivo y verdadero, y es capacitado para servirle de común consentimiento. Dice M. Henry: «La gracia que convierte refina el lenguaje, no por hacer ingeniosas las frases, sino por hacer sabia la sustancia … Servirán a Dios de común consentimiento, con un solo hombro (así dice literalmente), con lo que alude a los bueyes bajo el yugo, cuanto tiran por igual».
2. Igualmente, al contrario de la dispersión de Babel (Gn. 11:8 y ss.), habrá reunión (v. 10). «De la región más allá de los ríos de Etiopía me suplicarán, etc.», es una frase que da a entender los límites, por el sur, del mundo civilizado en tiempos de Sofonías. Los «esparcidos» o «dispersos» del versículo 10b son probablemente todas las naciones, las cuales reconocerán el eterno poder y deidad de Dios y le adorarán. Sofonías es universalista tanto en el juicio como en la salvación.
Versículos 11–20
1. Si la autosuficiencia es la raíz del pecado, el reconocimiento de la dependencia de Jehová es el fundamento de la comunión con Dios (2:1, 3, 8, 10, 15; 3:3, 5). Mientras el orgullo (¡en el pueblo escogido!) es reducido a la vergüenza (v. 11) por el juicio de Dios (comp. con 1:14–17), la humildad conduce a un gozo inefable, no sólo para los justos (vv. 14, 20), sino para Dios mismo (v. 17). El reconocimiento del pecado lleva a la exaltación por parte de Dios (2:1; 3:20). También aquí se halla la constante bíblica primordial (Gn. 3:5 y ss. contra Fil. 2:5 y ss.).
2. Para que los humildes no se avergüencen, es menester que sean quitados de en medio los orgullosos (v. 11b). Así queda (v. 12) un verdadero remanente con el espíritu de las bienaventuranzas (Mt. 5:3 y ss.), que busca refugio en un Dios santo y misericordioso y (v. 13) no practica el mal, por lo cual puede descansar seguro. Dice M. Henry: «Éste es el método de Dios: hacerlos primero santos, para hacerlos después felices». Un gozo completo (v. 14) es, pues, la consecuencia lógica de tales premisas (v. Jn. 15:11).
3. Tenemos, pues, a la vista una nueva Jerusalén (v. 14b); en especial, por ese conjunto de valores espirituales (en lugar de los pecados de la «rebelde»—v. 1—), que se detallan en este versículo 11 y hasta el versículo 20. De la loca orgía del culto a Baal se pasa al culto gozoso y entusiasta, aunque reverente, a Jehová. Nótese la densidad del versículo 15, al apuntar a la escatología: «Jehová, el rey de Israel, está en medio de ti». Dice Ryrie: «Cristo reina personalmente en medio de ti». Buck, por su parte, apostilla: «Con tal rey, Jerusalén ya no tendrá que temer ni enemigos internos ni externos».
4. El versículo 16 es consecuencia del 15b: Donde no cabe el peligro, no cabe tampoco el miedo. El versículo 17 comienza repitiendo, con ligeras variantes, la frase del 15b: «Jehová tu Dios está en medio de ti». Frente a todos los enemigos del pueblo escogido, el Dios fuerte y guerrero (hebr. guibor—el mismo vocablo de Is. 9:6—) defiende a los Suyos como poderoso salvador. Dice Henry: «Salvará. Será Jesús; hará honor a Su nombre, pues salvará de sus pecados a Su pueblo». La primera parte del versículo 17 dice literalmente, según el original: «Jehová “tu Dios (es menester intercalar tu Dios”en nuestra Reina-Valera) está en medio de ti; (es) fuerte; salvará (hebr. yoshía)».
5. Las frases que siguen en el versículo 17 son de una ternura y delicadeza sin par: «Se gozará sobre ti con alegría». Dice M. Henry: «La conversión de los pecadores y el consuelo de los santos son el gozo de los ángeles, porque son el gozo de Dios mismo». La frase siguiente dice: «Callará en Su amor» (lit.). Dice Buck: «Tal vez para recordarnos que el amor de Dios no se manifiesta siempre con cantos altos y obras demostrativas». Los LXX vertieron: «te renueva en su amor». ¿Pensaron quizás que era demasiado atrevida la frase? Sin embargo, no hay por qué apartarse del texto hebreo. Comenta Feinberg: «Ésta es una de las afirmaciones más atrevidas de la Biblia. Se afirma que Dios descansará en callado éxtasis sobre Su pueblo Israel. ¡Qué seguridad para Israel! El amor es demasiado grande para ser expresado en palabras»., Y termina el versículo 17 diciendo: «se regocijará sobre ti con un estallido de júbilo» (lit.). Los LXX, y también la versión siríaca, dicen: «Se regocijará por ti con clamor, como en los días de fiesta». Dice Feinberg: «Como esposo con su esposa en día de boda».
6. La primera parte del versículo 18 debe leerse como en la Biblia de las Américas: «Reuniré a los que se afligen por las fiestas señaladas». La nota que aparece en la columna central de la RV 1977 puede servir de ayuda para entender esto: «Es decir, la afrenta que sufren por no poder asistir a las solemnidades». En el versículo 19 vemos que Dios abatirá a los opresores y exaltará a los pobres y marginados, a los socialmente débiles y a los exiliados, y cambiará la vergüenza en alabanza. El versículo 20 es una especie de epifonema gozosamente expresado por Sofonías: Los del remanente justo del versículo 12 serán congregados en la patria designada por Dios. Lo de «cuando haga volver a vuestros cautivos (o “cuando restaure vuestra situación afortunada”—de ambos modos se puede traducir—) delante de vuestros ojos», sirve para poner de relieve la realización dramática de los acontecimientos, más bien que la proximidad de dichos acontecimientos, durante la vida de ellos.