Nacido en Técoa, cerca de Belén, Amós era criador de ovejas, de las de abundante lana, como da a entender el título de noqued, que le da el hebreo del texto sagrado. Es un vocablo que sólo ocurre aquí y en 2 Reyes 3:4. Por lo que él mismo dice (7:14), era también «boyero y cultivador de sicómoros»; con la mayor probabilidad, como propietario, no como arrendatario o mercenario. Amós significa, según algunos, «carga» o «el que lleva una carga». Buck, sin embargo, asegura que es una forma abreviada de Amasías (comp. con 2 Cr. 17:16), que significa «Jehová ha sostenido». M. Noth (citado por Buck) interpreta el nombre como expresión de gratitud, porque nació varón.
Amós profetizó en tiempos de Uzías rey de Judá (1:1) y de Jeroboam II de Israel. Fue contemporáneo de Oseas y el primero que ejerció el ministerio de profeta escritor, aunque no era propiamente un profeta
«profesional» (7:14), es decir, no había sido criado en una asociación profética, sino que Dios le tomó de detrás del rebaño para encomendarle el ministerio profético, especialmente en Israel (7:9–11, 15). La fecha exacta no puede precisarse, a pesar de lo de «dos años antes del terremoto» (1:1, al final), ya que los terremotos son frecuentes allí, aunque éste parece haber sido muy fuerte, pues es mencionado por Zacarías (Zac. 14:4, 5) más de 200 años después. Al comparar el mensaje de Amós con el de Oseas, podemos decir que, mientras Oseas pone de relieve el amor de Dios en medio de Sus juicios, Amós proclama la majestad y la justicia insobornable de Dios contra los pecadores.
La situación en Israel era como sigue: Jeroboam II había extendido considerablemente sus dominios (6:14). Su largo reinado (794–753 a. de C.) comportó un período de paz y de prosperidad muy grandes. Así, las clases dirigentes se enriquecían demasiado: palacios y muebles muy costosos y suntuosos, festines exquisitos, etc. Feinberg resume así la situación: «Gran riqueza, lujo, arrogancia, seguridad carnal, opresión del pobre, decadencia moral y culto formalista».
El estilo de Amós es elegante. A pesar de ser un campesino, Amós es un maestro de la forma. Uno de los mejores críticos modernos (Prado) ha escrito que «ninguno de los profetas hebreos, a excepción de Isaías, le iguala en brillantez literaria, en la pureza del lenguaje y en la sencillez clásica del estilo» (citado por Buck). Se nota su influencia en Jeremías, en Ezequiel y hasta en Yoel. Tres veces se alude a la profecía de Amós en Apocalipsis: Apocalipsis 8:3 (comp. con Am. 9:1); 10:7; 11:18 (comp. con Am. 3:7).
El mensaje de Amós es más fácil de describirlo que de definirlo. Al partir de la situación social, moral y religiosa de Israel, tiene que rechazar la conducta, a la vez que los falsos criterios, del pueblo con respecto a la historia. Así ofrece una síntesis doctrinal que abarca cuatro puntos: 1) monoteísmo tradicional; 2) elección de Israel; 3) universalismo moral; y 4) esperanza mesiánica a doble nivel, evangélico y escatológico. Su predicación puede resumirse en dos conceptos: salvación y juicio, como en Éxodo. Es de advertir, como dice Motyer, que «aquí sólo tenemos sus notas», no los mensajes desarrollados. Veamos con mayor detalle el contenido de esos cuatro puntos:
(1) Su convicción monoteísta (un mundo, un Dios—1 Ti. 2:1–5—) no es fruto de reflexiones filosóficas, sino una certeza existencial o profundamente experimental de un Dios grande, todopoderoso, cercano, providente y justo, que juzga a todos los pueblos, pero especialmente a Su pueblo.
(2) Yahweh es el Dios de Israel, pueblo que Él escogió libremente, comprometiéndose con pacto solemne con dicho pueblo (3:2). Israel piensa que este vínculo es natural e indisoluble de suyo, pero Amós insiste en que dicha relación es de gracia y no es de suyo indisoluble: si Israel se comporta mundanamente, Dios enviará el enemigo y el exilio (5:27; 6:14). Pero, al fin, triunfa la gracia.
(3) Yahweh es un Dios universal, porque controla todas las naciones y, especialmente, porque juzga a todas las naciones. «Sus leyes obligan a todos» (Buck). Juzgará a los vecinos de Israel, no precisamente porque molestan a Su pueblo, sino porque infringen las leyes de la moral natural.
(4) Como todos los profetas, Amós habla no sólo de amenazas y castigos, sino tambien de promesas y salvación. Él es el primero en usar la expresión Yom Jehová, Día de Jehová, día de tinieblas (5:18–20), así como el primero en mencionar el «remanente» (5:15). También los últimos tiempos tienen su lugar preferente en Amós (9:11–15).
División. Siguiendo a Buck, la profecía de Amós puede dividirse del modo siguiente:
I. Exordio: Jehová, dueño absoluto (1:2).
II. Oráculos (1:3–2:16).
III. Sermones (3:1–6:14).
IV. Visiones (7:1–9:8b).
V. Restauración final (9:8c–15).
Aquí tenemos: I. El título general de esta profecía (v. 1) con el objetivo general de ella (v. 2). II. Controversia especial de Dios con Siria (vv. 3–5), con Filistea (vv. 6–8), con Tiro (vv. 9, 10), con Edom (vv. 11, 12) y con Amón (vv. 13–15) por la crueldad que todos ellos han ejercitado contra el pueblo de Dios.
Versículos 1–2
1. El libro comienza con un vocablo que ya conocemos bien, pero en plural: Dibrey, palabras, que suele usarse cuando se trata del autor de un libro o, más bien, de una sección de un libro (comp. con Neh. 1:1; Pr. 30:1; Ec. 1:1). Luego especifica (v. 1b) «visiones» (que, en su sentido específico, veremos en 7:1– 9:8b), en el sentido de «revelaciones» que Dios le hizo (comp. con Nm. 12:6).
2. El versículo 2 nos da la síntesis de la predicación de Amós. Habla Dios con rugido de león desde Sion … desde Jerusalén, donde tiene su morada permanente (2 S. 5:9). Esto es como «una implícita invitación a Israel para que vuelva a la unidad primera con Judá» (M. García Cordero, citado por Buck).
«Rugirá»—dice (comp. con Jl. 3:16)—, porque Su voz se hará ruidosa y terrorífica como la de un león (3:4, 8). Más aún, de un león será posible huir (5:19), pero no de la justicia vengadora de Jehová (9:22 y ss.). «Hará oír su voz», lo cual «evoca el estruendo del trueno» (Buck).
3. El luto de los prados de los pastores y la sequía en el Carmel (v. 2b) son signos de gran juicio por parte de Dios (comp. con 4:7, 8; 7:4). Indican miseria y destrucción en lugares que habían sido de gran belleza y fertilidad. El vocablo mismo Carmel significa «vergel».
4. A pesar de la semejanza con Joel 3:16, la diferencia más notable es que, en Yoel, Jehová ruge a favor de Israel, contra sus enemigos; en cambio, en Amós, Jehová lo hace contra Israel. Dice Feinberg:
«Cuando el león ruge, salta sobre la presa, el juicio está a punto de caer sobre Israel». Y si cae sobre Israel, ¡cómo caerá sobre los que no son Su pueblo! No obstante, el juicio de Dios sobre Su pueblo es, en cierto modo, más temible, puesto que el pecado del creyente es más grave que el de quien no conoce a Dios (comp. con 1 P. 4:17). ¡Temamos y temblemos!
Versículos 3–5
Comienza aquí el juicio contra las naciones (1:3–2:3). Al revés que Isaías, Jeremías y Ezequiel, Amós pronuncia las amenazas de juicio contra las naciones antes de hacerlo contra Judá e Israel. Dichas amenazas siguen un mismo patrón literario: «Así ha dicho Jehová: Por tres pecados … y por el cuarto» (1:3, 6, 9, 11, 13; 2:1, 4, 6). El hebreo peshá significa propiamente «transgresión». Los números tres y cuarto no son cantidades matemáticas literales, sino que tres indica una medida llena, y el cuarto indica que han rebasado dicha medida. Por lo tanto, el castigo debe caer de modo inevitable e irrevocable. Dios habla en primera persona: «No lo revocaré (el decreto de su castigo)». En cada caso se menciona una transgresión particular, excepto en los de Edom, Judá e Israel.
1. En esta forma, aparece primero el oráculo contra Damasco (v. 3), la capital de Siria. Damasco era ciudad antigua e importante, ubicada en una llanura fértil y bien regada (2 R. 5:12; Jer. 49:25). Dicen los árabes: «Si hay algún Edén en la tierra, es Damasco; y si lo hay en el cielo, Damasco es su copia en la tierra». A partir del tiempo de David, la historia de Damasco se mezcla con la de Israel (2 S. 8:5, 6). Era un poderoso estado arameo. Siria es llamada Aram en hebreo.
2. El crimen que se menciona, como algo específico de Damasco, puede verse en 2 Reyes 10:32, 33; 13:3–7. Dice Ryrie: «Los sirios (arameos) de Damasco trillaron literalmente y destrozaron los cuerpos de los prisioneros debajo de rastras de trillar muy pesadas». Galaad era la región al este del Jordán donde residían las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés—abiertas al ataque desde Siria.
3. Excepto contra Israel, a todos dice Dios, como aquí (v. 4): «prenderé fuego», símbolo, en este contexto, de guerra y destrucción completa. Hazael y Ben-adad III estaban entonces haciendo sufrir mucho a Israel. «Quebrar los cerrojos» (v. 5) indica quebrar las puertas de la ciudad para dar libre entrada al ejército invasor. El valle de Aven (esto es, de iniquidad) es probablemente la actual Bekaa, entre el Líbano y el Antilíbano, cuya ciudad más importante era Heliópolis (Baalbek). Bet-eden («casa del placer») está cerca de Harán, en la región de Bit Adini, a ambos lados del Éufrates. Parece ser que ésos eran los dos extremos (SO y NE) en las fronteras de Siria. Kir es una provincia de Siria, asentada en las riberas del río Kir. Esto ocurrió cuando Tiglat-piléser se llevó a los sirios a Kir (v. 2 R. 16:9). Así hizo Dios que los arameos volviesen precisamente al punto de donde emigraron: Mesopotamia, que también es llamada Aram.
Versículos 6–8
1. El juicio contra Gaza (vv. 6, 7) incluye toda la Filistea, como se ve por la mención (v. 8) de Asdod, Ascalón y Ecrón. No se menciona Gat por haber sido conquistada y desmantelada por Uzías (2 Cr. 26:6). El pecado específico de Filistea fue deportar poblaciones enteras y vender a los israelitas como esclavos a Edom (v. 6b), quizás el mayor enemigo de Israel. Si comparamos estos vv. 6–8 con Joel capítulo 3, veremos el tráfico de Filistea hasta Edom y Fenicia y, desde ésta, a Grecia. Parece ser que los acontecimientos aludidos aquí son las incursiones filisteas en tierras de Judá, como se mencionan en 2 Crónicas 21:16; 28:18.
2. El castigo de Filistea será una gran devastación, de la que no quedarán sobrevivientes. El instrumento de Dios para este castigo lo constituirán los reyes de Asiria Tiglat-piléser III, Sargón II, Senaquerib y Asaradón o Esaradón.
Versículos 9–10
1. Juicio contra Fenicia, en su ciudad más representativa: Tiro. Se les castigará por el mismo crimen que a los filisteos: vender como esclavos a los prisioneros de guerra. Recordemos la fama de los fenicios como expertos comerciantes. Lo de «no se acordaron del pacto de hermanos» (v. 9, al final) alude a lo que sabemos por 2 Samuel 5:11; 1 Reyes 5:2–6, 15–18; 9:11–14: la alianza fraternal concertada entre Hiram rey de Tiro, por una parte, y David y Salomón por la otra. Esto era lo que agravaba precisamente el crimen de que se les acusa aquí. Además, ningún rey de Israel ni de Judá había hecho jamás la guerra a Fenicia.
2. Un primer cumplimiento del castigo contra Tiro fue cuando parte de la ciudad fue incendiada por los caldeos bajo el reinado de Nabucodonosor. Todavía mantuvo su independencia durante dos siglos y medio más, hasta que fue conquistada por Alejandro Magno el año 332 a. de C.
Versículos 11–12
1. Juicio contra Edom, como se llama a Esaú y a su descendencia desde el guiso rojo de Génesis 25:30, ya que Edom significa rojo (de la misma raíz que Adán). La enemistad entre los dos hermanos perduró agriamente entre los descendientes de ambos: los israelitas y los edomitas o idumeos. El territorio de Edom se extendía entre el mar Muerto y el golfo de Aqabah, y se llama también Seír en la Biblia.
2. Se les acusa especialmente de sofocar (v. 11b) todo sentimiento de piedad (lit. y corrompió sus compasiones—hebr. rajamáiw—). Ya hemos dicho en otro lugar que rajamim, como el griego philóstorgos, significan, etimológicamente, «el sentimiento fraternal de quienes han nacido del mismo vientre».
3. Su castigo se cumplió primeramente cuando fueron desplazados progresivamente por los nabateos. Después, los macabeos lucharon con los edomitas y los derrotaron (1 Mac. 5:3, 4, 65). Los temanitas eran descendientes de Elifaz, el hijo de Esaú que le dio a luz Ada, su mujer hetea (Gn. 36:11). Temán es también una ciudad (v. 12) próxima a Bosrá (Bosrá significa «lugar inaccesible»); esta última era la capital de los edomitas (comp. con Gn. 36:3), y perdura hoy con el nombre de El-Busheirah, a unos 30 km al sureste del mar Muerto.
Versículos 13–15
1. Viene ahora el juicio contra Amón (hebr. Ammón). Recordemos el episodio de Génesis 19:30 y ss. De aquellas uniones incestuosas nacieron Moab, que significa «del padre», y Ben-ammí (mejor conocido por Ammón), que significa «hijo de mi pueblo». Enemigos de Israel ambos pueblos, comenzaron ya sus choques bélicos con Israel bajo los Jueces (Jue. 10:7–9), siguieron bajo Saúl (1 S. 11:1–11) y David (2 S. 10:1–11:1; 12:26–31) y continuaron hasta el tiempo de Joacim (2 R. 24:2) cuando tanto los amonitas como los moabitas, así como los sirios, se unieron a los caldeos contra Israel todavía revivió dicha enemistad hasta el tiempo de los Macabeos (v. 1 Mac. 5:6–8).
2. Su crimen específico fue reventar a las mujeres encinta de Galaad (v. 13b). Este hecho concreto no se menciona en los libros históricos del Antiguo Testamento, pero no es extraño, dadas las feroces leyes de guerra de aquellos tiempos. Recuérdese lo que hizo el propio David (1 S. 27:9), «no dejando con vida ni hombre ni mujer» (v. también 2 S. 8:2). Los amonitas hicieron eso, dice el texto sagrado, «para ensanchar sus tierras»: su «espacio vital» o Lebensraum, como hizo Hitler con los territorios colindantes de Alemania, antes de lanzarse a desencadenar la Segunda Guerra Mundial con su agresión a Polonia.
3. Pero el castigo de Dios se cierne sobre la capital, Rabá (v. 14). Ésta fue conquistada por Joab durante el reinado de David (2 S. 11:1; 12:26–31), aunque conservó su propio rey (2 S. 17:27). Posteriormente, Tolomeo II de Egipto llevó allá la cultura griega, y recibió el nombre de Filadelfia, por el sobrenombre de Filadelfo con que se conocía a dicho rey egipcio. «En 218 a. de C., la ciudad fue conquistada por Antíoco el Grande …; en 63 a. de C., por Pompeyo. Hoy se llama Ammán, capital de Jordania» (Buck). El castigo llegará (v. 14b) entre el clamor de un día de batalla—que infunde miedo y desanima—y con la fuerza de una gran tempestad
4. Este capítulo primero de Amós viene a decir que el que toca a Israel toca la pupila del ojo de Jehová (Zac. 2:8).
En este capítulo tenemos: 1. El juicio de Jehová contra Moab (vv. 1–3). II. Contra Judá (vv. 4, 5), y, finalmente: III. Contra Israel (vv. 6–16).
Versículos 1–3
1. Juicio contra Moab. Los moabitas vivían al este del Jordán, entre el mar Muerto y el desierto sirioarábigo, y desde el torrente Záred, al sur, hasta el Arnón. Ya Deuteronomio 23:4 atestigua la enemistad entre Moab e Israel, aunque los matrimonios mixtos fueron frecuentes (v. Rut 1:4; Esd. 9:1; Neh. 13:23). Después de luchar contra Saúl (1 S. 14:47), fueron sometidos por David (2 S. 8:2), pero Mesá, rey de Moab, rechazó a los israelitas a mediados del siglo IX a. de C. (2 R. 3:4–27). Más tarde fueron sometidos por los asirios.
2. Su crimen específico fue quemar los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos (v. 1b). Parece ser que esto sucedió con ocasión del episodio que leemos en 2 Reyes 3:26, 27. Quemar un cadáver es, según la mentalidad hebrea, un ultraje que sólo se puede infligir a los grandes criminales (v. Gn. 38:24; Lv. 20:14; 21:9).
3. La destrucción se cierne sobre Queriyoth (v. 2), una de las principales ciudades de Moab. Se menciona especialmente el juez (v. 3), en hebreo shophét, puesto que cumplió mal con su oficio al no mostrar el camino de la vida. Moab dejó de existir como nación cuando Nabucodonosor la subyugó totalmente.
Versículos 4–5
1. Juicio contra Judá. Así como las naciones paganas fueron castigadas por pecados contra la ley natural, Judá e Israel lo fueron por pecar contra la ley escrita, revelada especial y directamente por Dios (Ro. 2:12, 14, 15). «Menospreciaron—dice (v. 4b)—la ley de Jehová (hebr. torath Jehová)», especialmente el primer mandamiento (Éx. 20:3–5), y no guardaron sus estatutos (hebr. jeqqaiw), y sus (de las de Judá) mentiras los extraviaron (lit.)». Por «mentiras» (hebr. kezabim) se entienden los dioses falsos, pues son una mentira total, al no ser otra cosa que leño del bosque (Jer. 10:3).
2. El pecado de los contemporáneos de Amós era más grave por no haber aprendido—y no haber sacado provecho de—las amargas experiencias de sus antepasados (¡Hagamos examen de conciencia, pues quizá no somos mejores que ellos!). El castigo, tremendo, llegó el año 586 a. de C., cuando Jerusalén, la ciudad santa y hermosa, fue completamente destruida por Nabucodonosor.
Versículos 6–16
1. Amós ha sido enviado a predicar a Israel. Por eso, lo deja para el final, tras de pasar revista a todos los demás. El pecado específico de Israel parece ser (v. 6b) el que «vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de sandalias». Hay frecuentes protestas en los profetas contra la venalidad de los jueces (v. 5:7; 6:12; Is. 1:23; 3:14, 15; 5:23; 10:1, 2; Jer. 5:28; 22:3; Ez. 22:29; Mi. 3:1–3, 9–11; 7:1–13; Mal.
3:5), por quebrantar lo ordenado en Deuteronomio 16:19 y otros lugares. Buck interpreta la última frase del versículo 6 como dirigida contra los prestamistas: «Ellos prestan dinero al necesitado. Cuando llega el tiempo señalado y el pobre no puede reintegrar el préstamo, el acreedor lo vende como esclavo (cf. 2 R. 4:1; Mt. 18:25), aunque se trate de una deuda insignificante, por ejemplo, de la cantidad que se paga por un par de sandalias».
2. De algunos dice Amós (v. 7) que «anhelan el polvo de la tierra sobre la cabeza de los desvalidos». El verbo hebreo shaaf puede significar anhelar o pisotear. El gran Diccionario de Brown-Driver-Briggs, y gran número de versiones modernas, lo traducen por pisotear. La interpretación no varía mucho sea cual sea el sentido que se le de al verbo. Feinberg ofrece, como más probable, la siguiente explicación:
«Los injustos no pueden descansar hasta haber abatido al pobre hasta lo más hondo de la pesadumbre». Ryrie lo interpreta así: «Los ricos anhelan ver al pobre reducido al lugar donde se echa polvo en la cabeza como señal de pesar (ingl. grief)». «Un varón y su padre—añade Amós—se llegan a la misma joven»— lo más probable, a una hieródula, esto es, prostituta sagrada de Astarté—. Así se profana el santo nombre de Jehová (v. 7, al final). Esto nos recuerda lo de Pablo (2 Ti. 2:19b): «Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor».
3. El pecado de que se acusa a Israel en el versículo 8 se entiende al acudir a Éxodo 22:25, 26 y Deuteronomio 24:10 y ss., lugares donde se establece que el acreedor tiene que devolver el manto del pobre, dejado en prenda, antes de la puesta del sol, pues lo necesita para cubrirse con él por la noche; pero estos malvados lo usaban para sus impíos sacrificios y aun para sus fiestas orgiásticas: «y beben vino sacrificial en el templo de sus dioses, no de Jehová, de los multados, es decir, con el dinero que sacan de las multas que imponen a los pobres».
4. En el versículo 9 se pone de relieve la ingratitud de Israel … Aquellos amorreos, altos y robustos, que asustaron a los espías—excepto a Josué y a Caleb—fueron exterminados por Dios: «destruí—dice Dios (v. 9, al final)—su fruto por arriba y sus raíces por abajo». Esta frase, como en Ezequiel 17:9, «es la imagen de una aniquilación completa» (Buck). ¿Y qué decir (v. 10) de todo lo que hizo Dios por ellos, antes de eso, cuando los condujo por el desierto durante cuarenta años después de sacarlos (lit. hacerlos subir) de la tierra de Egipto? Dice Buck: «Si no se menciona a Moisés, quien ocupa una parte tan grande en la historia del éxodo, eso se debe tal vez al pensamiento teocéntrico de Amós». Y en el orden espiritual (v. 11) les dio instrucción y testimonio por medio de los propios hijos de ellos. «¿No es esto así, hijos de Israel?, dice Jehová». Como si dijese: «¿Hay alguien que pueda negarlo?»
5. Todavía más grave (v. 12) es el crimen que han cometido al dar de beber vino a los nazareos (mejor, nazireos), y hacer que violasen así el voto de abstenerse de bebidas alcohólicas (v. Nm. 6:1–21), y al procurar por todos los medios tapar la boca a los profetas para que no les avisasen ni reprendiesen en nombre de Jehová (comp. con 7:12–14; Jer. 11:21).
6. Vendrá el castigo (vv. 13–16), vendrá la guerra. El versículo 13 nos recuerda lo de los «trillos» de 1:3. Cuando el enemigo invada el país, no habrá posibilidad de escape ni fuerza para resistir (vv. 14, 15). Aun el más valiente (v. 16) huirá desarmado; «desnudo» significa despojado de toda su armadura.
«Aquel día» es el día del castigo. «Hoy» es el «día de salvación» (2 Co. 6:2b).
Comienzan aquí los sermones de Amós (3:1–6:14). Nótese la repetida frase: «Oíd esta palabra» (3:1; 4:1; 5:1). El capítulo se divide en dos partes, como hacen notar los epígrafes de nuestras versiones: I. El rugido del león (vv. 1–8). II. La destrucción de Samaria, la capital del reino del norte (vv. 9–15).
Versículos 1–8
1. Jehová dirige este mensaje contra los hijos de Israel (v. 1) y, sin embargo, ellos son el único pueblo conocido de Dios (v. 2) de entre todas las familias de la tierra. Son las ovejas del rebaño de Jehová, conocidas (yadati, el conocido verbo yadoa, conocer con amor, íntima y experimentalmente— comp. con Jn. 10:14; 1 Co. 8:3—). Pero precisamente por eso, cuanto mayores son los beneficios, tanto mayores son las responsabilidades y tanto más fuerte la disciplina que Dios impone (v., una vez más, 1 P. 4:17).
2. El versículo 3 es bien conocido y se suele usar mucho para resistir al falso ecumenismo. Para hacer el viaje juntas, dos personas tienen que fijar fecha, hora, lugar, etc. Esta concordia falta ahora, pues Israel no guarda una relación amistosa con Jehová, como la guardaba en Jeremías 3:14. Ahora no se pone de acuerdo con Dios, porque los caminos de Israel no son los caminos de Dios (comp. con Is. 55:8). Las otras comparaciones de los versículos 4–6 establecen un nexo entre la causa y el efecto, para dar a entender que Dios es siempre consecuente consigo mismo:
(A) Los leones (v. 4) rugen cuando se van a lanzar contra la presa o cuando ya la han alcanzado. También Jehová ruge, es decir, amenaza a Israel, e indica que el castigo es inminente.
(B) Donde no hay cebo en la trampa o lazo, el pájaro no acude ni cae; del mismo modo, la trampa no se levanta sin que algo haya caído en ella (v. 5), «donde no hay mecanismo que haga soltar la trampa» (Ryrie).
(C) Cuando se toca alarma, la gente reacciona ante la inminencia del peligro. Este peligro es anunciado, de parte de Dios, por medio de los profetas (vv. 6, 7). «Así el profeta, con sus acusaciones y amenazas, quiere alarmar a Israel. ¿Por qué ellos no se alarman? ¿No creen que Jehová dirige todos los acontecimientos humanos, que revela sus planes a sus profetas e infaliblemente hace lo que ha anunciado?» (Buck). El vocablo hebreo ra o raah (en femenino, como aquí) significa mal en un sentido muy genérico; aquí, como es obvio, no significa «maldad», sino «calamidad» o «infortunio» (como en la RV 1977—el vocablo mal puede confundir a muchos lectores).
3. El versículo 8 declara que el profeta no tiene más remedio que profetizar cuando Dios habla para que Su mensaje sea comunicado.
Versículos 9–15
1. Asdod (ciudad de Filistea) y Egipto son invitados ahora (v. 9) a ver los crímenes de Israel desde los montes de Samaria, para que se den cuenta de que han sido superados en maldad por Israel. El versículo 10 da a entender, como dice M. Leahy (citado por Buck), que «el obrar injustamente ha venido a convertirse en una segunda naturaleza para ellos». «No conocen (lit.) hacer lo recto», dice la primera frase del versículo 10; es decir, no solamente han perdido la idea de lo que es el obrar bien, sino que no quieren recordarla, «la ignoran voluntariamente», como dice Pedro (2 P. 3:5). De los que «atesoran rapiña» (v. 10b), dice S. Amsler (citado igualmente por Buck): «Son los capitalistas de la violencia». Por tanto (v. 11), el castigo de Dios no se hará de esperar.
2. El versículo 12 puede interpretarse de dos maneras: (A) Según Buck, lo que el pastor ha podido librar de la boca del león le sirve únicamente para testificar que la oveja en cuestión había sido despedazada por las fieras. (B) Según Feinberg y Ryrie, a cuya opinión me adhiero, es el «remanente» que el pastor ha logrado salvar de la boca del león. La segunda parte del versículo 12 menciona el lujo de los líderes de Samaria, sentados (o recostados) en divanes importados de Damasco, reclinados sobre cojines de seda, también de Damasco.
3. La mención de Betel en el versículo 14, con sus altares idolátricos, nos recuerda lo que dice Oseas sobre lo mismo, aunque dan a Betel el peyorativo epíteto de «casa de iniquidad», Bet-aven. «Los cuernos del altar» (v. 14b) eran símbolo de fuerza y de protección divina, la cual se obtenía asiéndose de ellos. Pero si se rompían, el altar quedaba profanado y tanto los cuernos como el altar mismo no servían ya más para proteger a nadie. Dichos cuernos eran sagrados «a causa de la sangre del sacrificio que era aplicada allí (Lv. 4:30)» (Ryrie).
4. El versículo 15 habla de «la casa de invierno» y «la casa de verano». Según Buck, es probable que se trate del mismo edificio, con una planta baja para el invierno, y la alta (con azotea) para el verano. El marfil era artículo de gran lujo. Se utilizaba principalmente para decorar el mobiliario y aun las mismas paredes de las casas (v. 1 R. 10:18; 22:39; Sal. 45:9). «Muchas casas serán arruinadas» (v. 15, al final), quiere decir, no sólo la del rey y las de los nobles, sino también muchas otras.
I. Amenaza a los opresores de los pobres (vv. 1–3). II. Los idólatras de Israel son entregados a las bajas pasiones de su corazón (vv. 4, 5). III. Israel rehúsa convertirse, circunstancia agravante de todos sus pecados (vv. 6–11). IV. Pero todavía son invitados a humillarse en la presencia de Dios (vv. 12, 13).
Versículos 1–5
1. Los versículos 1–3 de este capítulo nos presentan a las mujeres de Israel, satisfechas, disolutas y lascivas, que invitan a sus maridos a la opresión de los pobres y a la crápula. Dice Buck: «Aquí Amós se refiere a las vacas gordas de Basán como símbolo de personas que llevan buena vida y están contentas de sí mismas». Pero Jehová, el Soberano Dueño de Israel (hebr. Adonay Jehová), jura por su santidad (v. 2), esto es, por su majestad trascendente y el celo por su honor, que las va a castigar severamente. El castigo está expresado con terminología de pesca: serán atrapadas como peces incautos, y saldrán (v. 3) por las brechas abiertas en los muros de sus respectivas ciudades, siendo echadas al Harmón. El vocablo hebreo haharmónah no sale en ningún otro lugar de la Biblia, y las interpretaciones que se le han dado son tantas y tan diversas que mejor es dejarlo como está.
2. En los versículos 4 y 5 se invita a los israelitas, en tono sarcástico, a que vayan a Betel y a Guilgal, a los lugares «sagrados» para ellos, y que prevariquen allí—puesto que viven mal y quieren tapar su mala conducta con asiduos servicios religiosos (v. Nm. 28:3, 4; Dt. 16:16)—. Piensa Feinberg que lo del diezmo (v. 4, al final) ha de traducirse «cada tres años», pero el hebreo dice «por tres días» (yamim). Dice Buck: «La ley, expresada en Deuteronomio 14:28; 26:12, exige que el diezmo se entregue cada tres años. Aquí se exhorta a los israelitas a que entreguen el diezmo cada tres días». No se puede olvidar que Amós está hablando sarcásticamente y, por tanto, invita a los israelitas a que «hagan más de lo necesario» (Buck). Para lo del sacrificio «con pan leudado» (v. 5), véase Levítico 7:13, y en este único caso de pan con levadura para una ofrenda no se ponía encima del altar.
Versículos 6–11
1. En estos versículos se aprecia gran semejanza con la actitud de Faraón ante las plagas de Egipto (v. 10). De la misma forma que Faraón endurecía su corazón tan pronto como había pasado la plaga, así los israelitas, a pesar de ser duramente disciplinados por Dios con severos castigos, no se volvían a Jehová. Por cinco veces (al final de los vv. 6, 8, 9, 10, 11) se repite la frase: «pero no os volvisteis a mí, dice Jehová». «Yo por mi parte»—comienza enfáticamente el versículo 6—, con lo que muestra así que Él— Dios mismo—es el que envió el hambre (v. 6), la sequía (vv. 7, 8), el tizón, el añublo y la langosta (v. 9), la peste (v. 10) y el terremoto (v. 11). A pesar de tantas plagas, «no os volvisteis a mí, dice Jehová».
2. Al pasar a examinar ciertos detalles de interés en estos versículos, vemos:
(A) Que lo de «diente limpio» (v. 6) es una imagen muy expresiva para describir el hambre: «hubo falta de pan en todos vuestros pueblos» (v. 6b).
(B) Sin lluvia (v. 7) durante tres meses (comp. con 2 R. 8:1), cuando más falta hacía, la situación se hacía desesperada. Además, la lluvia caía sobre una parte, pero no sobre otra, con lo que se demostraba que el fenómeno no era casual, sino intencionado por la divina providencia.
(C) El hebreo del versículo 8 dice que iban vacilantes, es decir, se tambaleaban a causa de la debilidad que padecían.
(D) En frases que nos recuerdan las de Joel 1:4, el versículo 9 describe las plagas en el campo: El hebreo shiddapón significa, mejor que «tizón», la quemazón del viento del sureste (el «sirocco») que agosta; el añublo (hebr. yeraqón) es el mildew u hongo, parásito que ataca los tallos, y las caballitas (hebr. gazam), que asola higueras y olivos.
(E) El versículo 10 describe la rapidez y la extensión con que, como en Egipto, cundió la mortandad que Dios llevó a cabo en Israel (v. Éx. 9:3; Lv. 26:25; Dt. 28:27, 60; Sal. 78:50; Jer. 11:22; 18:21; 48:15; 2 R. 13:3, 7; Jl. 2:20).
(F) El versículo 11 alude a un terremoto con que Dios trastornó a Israel de modo semejante a la conflagración con que destruyó a Sodoma y a Gomorra, de forma que los que sobrevivieron fueron como tizón escapado del fuego (comp. con Zac. 3:2; Jud. v. 23). Por aquí vemos que, al revés que en Egipto, en Israel triunfa, al final, la misericordia de Dios con el «remanente» (comp. con Is. 1:9).
Versículos 12–13
Las frases del versículo 12 («así te haré … y porque te he de hacer esto») no especifican el castigo que Dios va a infligir a Israel, a fin de infundir mayor temor. Como es costumbre en el Nuevo Testamento, más que en el Antiguo, todos los pronombres personales y posesivos de este versículo 12 están en singular, «te haré a ti … te he de hacer … prepárate … tu Dios». Aunque esta exhortación está dirigida directamente a Israel, es válida para cada uno de los seres humanos: «¡PREPÁRATE PARA VENIR AL ENCUENTRO DE TU DIOS!» Comenta Ryrie: «Prepárate a arrepentirte y, así, ser absuelto cuando te encuentres con tu Dios». A este Dios se le describe (v. 13) por medio de cinco participios para denotar su constante acción: Omnipotente, omnisciente, regulador del día y de la noche, el que camina majestuoso sobre las cimas de los montes, Jehová Dios de las huestes; como si nos dijese a cada uno:
«¡ÉSTE ES EL DIOS CON QUIEN TE HAS DE ENCONTRAR UN DÍA!»
Aquí el profeta les dice a los israelitas: I. Cómo han de prepararse; han de buscar a Jehová, no a los ídolos (vv. 4–8); han de buscar el bien y amar el bien (vv. 14, 15). II. Por qué han de prepararse así para ir al encuentro de su Dios: 1. Por la miserable condición en que se hallan al presente (vv. 1–3). 2. Porque ha sido el pecado lo que les ha llevado a esa situación (vv. 7, 10, 12). 3. Porque hallarían la dicha si buscasen a Dios, cuando Él está dispuesto a ser hallado por ellos (vv. 8, 9, 14). 4. Porque Dios traerá sobre ellos la ruina si no le buscan (vv. 5, 6, 13, 16, 17). 5. Porque todas las demás cosas en que han puesto su confianza les habían de decepcionar si no hacían de Dios su amigo. Por otra parte, el desprecio con que habían tratado los juicios de Dios había de aumentarles el pánico (vv. 18–20). 6. La observancia externa de sus servicios religiosos no les había de servir de nada (vv. 21–24). 7. Tampoco les habían de proteger los privilegios de que por tanto tiempo habían disfrutado (vv. 25–27). Por consiguiente, no les quedaba para salvarse otro camino que el arrepentimiento y la reforma de vida.
Versículos 1–9
1. Los versículos 1 y 2 constituyen una especie de elegía por Israel. Se llama (v. 2) virgen a Israel porque no había sido conquistada hasta ahora. Cronológicamente (no en el orden en que tenemos la Biblia), ésta es la primera vez que sale esta figura de virgen. Israel es como la doncella que muere antes de casarse. La mención del pueblo de Dios como «virgen» se halla también en lugares como Jeremías 2:1 y ss.; Ezequiel 16:3 y ss.; 23:1 y ss.; Oseas 2:4 y ss.
2. Por el versículo 3 vemos que el reclutamiento se hace ya por ciudades, no por tribus y familias. Se anuncia en este versículo que el 90 por ciento de la población va a ser destruida. Se nota, por eso, en el v. 4 un tono de urgencia: «¡Buscadme, y viviréis!» A continuación (v. 5) menciona el profeta lugares donde había santuarios a los que acudía la gente para sus prácticas idolátricas: Betel (comp. con 3:14), Guilgal (v. 4:4). Beerseba era un lugar ya reverenciado desde Abraham (Gn. 21:33); aunque estaba ubicado en el sur, los del norte iban allá con falso celo por el culto. El profeta parece jugar con los vocablos Guilgal y galá (cautiverio). Todos estos lugares serán destruidos.
3. El profeta (v. 6) singulariza a Betel para dar a entender que, a pesar de ser llamada «casa de Dios», no habrá allí nadie que pueda apagar el fuego que va a consumir a Israel («la casa de José»), puesto que (v. 5, al final) Betel habrá sido reducida a nada (hebr. awen). Amós repite (al comienzo del v. 6) la exhortación de Dios en el versículo 4: «¡Buscad a Jehová, y vivid!» Por supuesto, la caída de Israel no es para siempre (v. Is. 27:6), pero, de momento, Asiria se los tragará. Sobre la primera frase del versículo 7 dice Ryrie: «Los que tenían la responsabilidad de administrar justicia la convertían en ajenjo, es decir, amargura (cf. Ap. 8:11) de injusticia». El versículo 8 es semejante a 4:13. Amós menciona aquí las Pléyades y el Orión, como en Job 9:9; 38:31.
Versículos 10–17
1. En los versículos 10–13 se puede contemplar la terrible condición en que se halla el país. Según Ryrie, en el versículo 10 es el pueblo el que «odia a los jueces honestos»; pero es mucho más probable que el «censor» o «reprensor» (hebr. mokhíaj) de que ahí se habla no sea el juez, sino, como dicen Feinberg y Buck, «los testigos honestos y sinceros, a los que los jueces que administran la justicia en la puerta no quieren oír» (Buck). Son, sin duda, esos jueces deshonestos (sin excluir a otros explotadores) los que disfrutan de la suntuosidad y prosperidad que se declara en el versículo 11b. Dice Buck: «La mayor parte de las casas, sobre todo de la clase menos acomodada, se construía con ladrillos secados al sol. Una casa de sillares era no solamente un indicio de lujo y orgullo, sino también una prenda de seguridad en cuanto al porvenir (cf. Is. 9:9)». A esto se añadía el soborno («la carga de trigo» o «tributo de grano» del versículo 11, y, especialmente, el «cohecho» del v. 12). Ante esta situación, los prudentes se callan (v. 13), pues nada sacarían con hablar, pero «Amós, como profeta de Jehová, tiene que hablar» (Buck).
2. En los versículos 14 y 15 vemos una exhortación al arrepentimiento. Hay que ponerse en línea con Dios, amar lo que Él ama y odiar lo que Él odia. Dios tiene gran paciencia y longanimidad. Ha esperado durante muchos años. También esperó 120 años antes de enviar el diluvio. Pero le llegará su Día, día de venganza y de ira. Si ellos se arrepienten, Jehová Dios de las huestes otorgará su gracia (o favor; hebr. yejenán) al remanente de José, es decir, del reino del norte (v. 15b).
3. En los versículos 16, 17, Amós predice la calamidad que se cierne sobre el país. Llamarán a los labradores a que regresen del campo a la ciudad para hacer lamentación y duelo «con sus voces fuertes» (Buck), y los profesionales del llanto—plañideras y endechadores—tendrán mucho trabajo.
Versículos 18–27
1. En los versículos 18–20 «se reprocha a los que esperan, presuntuosos, en el día de Jehová como un día de triunfo» (Buck). Por medio de imágenes rústicas, el profeta les hace ver que el castigo de Dios es inescapable: «Como el que huye (v. 19) de delante del león y se encuentra con el oso. Por fin, logra escapar también del oso, y, jadeante, entra en casa y apoya su mano en la pared, como quien está cansado, y le muerde una culebra». El texto hebreo usa la conjunción copulativa u, no la disyuntiva o, dando a entender que se trata del mismo caso.
2. Como en Isaías 1:14; Malaquías 1:10, entre otros lugares, Dios muestra (vv. 21–24) la poca estima en que tiene los servicios religiosos, no por lo que son en sí (pues Él mismo los ordenó), sino porque los llevan a cabo sin las debidas disposiciones. Sin esas disposiciones («derecho y justicia»—v. 24—), tales celebraciones, por muy solemnes que sean, le producen a Dios hastío.
3. Los versículos 25 y 26 resultan difíciles, pues su interpretación depende de la respuesta que se de a la pregunta del versículo 25. Parece opinar Buck que la respuesta habría de ser negativa, pues dice: «En los tiempos del desierto, a causa de su vida nómada y de una legislación rudimentaria, los israelitas podían ofrecer un culto de poca importancia (cf. Jer. 7:22). No obstante, aquel culto pobre, pero sincero, agradaba a Jehová». Feinberg, por su parte, opina que la respuesta ha de ser afirmativa, a la vista de Éxodo 24:4, 6; Números capítulos 7 y 19. Entonces, el versículo 26 diría: «Si, pero … también llevabais las imágenes que os hacíais». Ryrie parece seguir la opinión de Buck.
4. Los nombres de las deidades mencionadas en el versículo 26 no aparecen en ningún otro lugar de las Escrituras. La correcta lectura, según el hebreo, es Sikuth y Kiyyún. El primero de tales nombres es, quizás, una forma, adrede desfigurada, de Sakkut, el dios Ninurta de los acadios, puesto que shiqqús significa «abominación». El segundo «se identifica con el nombre de un dios estelar (Saturno), que en los textos acádicos se lee Kaywan» (Buck).
5. El castigo de las rebeliones y pecados (v. 12) de Israel será (v. 27) la deportación más allá de Damasco, es decir, a Asiria.
Este capítulo se divide en dos partes de igual extensión: I. Un cuadro de la vida regalada que llevaban los dirigentes de Samaria, sin olvidar los de Judá (vv. 1–7). II. Un cuadro del castigo: destrucción y cautiverio (vv. 8–14).
Versículos 1–7
1. Los descuidados del versículo 1 son, como dice el contexto, los confiados líderes («los señalados como principales»), que se creen seguros con una falsa seguridad, originada por una piedad sin corazón (comp. con 2 Ti. 3:5) y un culto que ellos creen ciegamente que satisface a Dios. De ahí su descuido (su
«vida fácil»—como dice el hebreo—). Estaban confiados en su montaña (comp. con Jn. 4:20); allí estaba el Garizim como parte de la fortificación natural, tanto que le costó al rey de Siria tres años de asedio (2 R. 17:5, 6). Los señalados, esto es, los designados nominalmente, a diferencia de la muchedumbre sin nombre. Y eso, en la primera de las naciones (¡privilegio sobre privilegio!). Además, a ellos acuden todos los de la casa de Israel para rendirles homenaje, buscar consejo y demandar justicia. Pero ellos sólo se preocupan de pasarlo bien.
2. Calné (Kalnó en Is. 10:9) fue fundada por Nimrod en Shinar (Gn. 10:10) y parece ser la actual Kullan-köy, cerca de Alepo. Fue tomada por Tiglat-piléser III el 738 a. de C. Jamat (hoy Jamá) era una ciudad importante («la gran Jamat»—v. 2—) de Siria. Fue subyugada por Jeroboam II (2 R. 14:25) y cayó finalmente (720 a. de C.) en poder de Asiria. Gat (hebr. Gath) ya no es mencionada en 1:8 entre las ciudades de Filistea, pues había caído en poder de Uzías el 760 a. de C. (2 Cr. 26:6). Si ellos, por su corrupción, sufrieron el castigo de Dios, ¿creía Israel que iba a quedar impune? Sin embargo, Feinberg piensa que la intención primordial del texto sagrado es enfatizar lo de «la primera de las naciones».
3. El versículo 3 nos ofrece un tremendo contraste: Tratan de alejar con el olvido el Día de Jehová—
«el día malo»—, mientras acercan el asiento (descanso y ocio) de violencia (Ec. 8:11 nos da una gran lección acerca de esto). ¡Siempre que se pierde el temor al día malo, se portan los hombres de ese modo!
4. En los versículos 4–6 hallamos una viva descripción de la vida fácil de estos señalados: Se estiran totalmente (v. 4) en sus lechos llenos de incrustaciones de marfil y se comen lo mejor. Inventan (v. 5), como David, instrumentos musicales, pero con un fin opuesto: David, para alabar a Dios (Sal. 150); éstos, para deshonrar a Dios y a los hombres. «Una música degradante es señal segura de decadencia nacional»—dice Feinberg—. No contentos (v. 6) con beber en copas, beben vino en tazones (grandes tazones). El hebreo usa para describirlos el vocablo mizráq, el mismo con que se designan los tazones del culto en los que se recogía la sangre de las víctimas para rociar con ella (v. Nm. 7:13). Cuando habrían de estar enlutados (v. 6b), vestidos de saco y con ceniza en la cabeza, se ungían con los mejores aceites, lo cual estaba prohibido en tiempo de luto (v. 2 S. 14:2).
5. Por eso (v. 7), éstos irán a la cabeza de los que van en cautividad, para mayor notoriedad. Y cuanto mayores y más numerosos fueron los placeres anteriores, tanto mayor será el duelo que después habrán de hacer.
Versículos 8–14
1. Dios jura por sí mismo (v. 8), como en 4:2. «La soberbia de Jacob» (hebr. gueón yaaqob) es la misma frase que ocurre en 8:7, donde suele traducirse por «la gloria de Jacob». Esta aparente anomalía tiene la siguiente explicación: El vocablo hebreo gueón indica literalmente una «excelencia», esto es, un
«sobresalir». Pero se puede sobresalir por la propia valía de la cosa o del sujeto (aunque haya sido otorgada por otra persona), y esto es verdaderamente gloria, como en 8:7, o se trata de sobresalir falsamente, por orgullo, como aquí. Al ser aquí paralela a lo de «palacios», ha de significar una arrogancia fundada en el santuario, en lo que constituía la gloria de la nación (v. Sal. 47:4; Ez. 24:21).
2. En los versículos 9–11 tenemos una viva pintura de una ciudad por la que pasó la guerra sin respetar palacios ni chozas. Diez (v. 9) es un número redondo que se usa especialmente para designar un grupo digno de consideración (comp. con Gn. 18:32; Rut 4:2). La cremación (v. 10) estaba prohibida en Israel (v. 2:1), ya que era el enterramiento (en tierra, no en «nichos») lo natural (Gn. 3:19). Pero aquí se hace necesaria la cremación para evitar el contagio, así como fue necesaria también en 1 Samuel 31:12 para evitar que los filisteos deshonrasen los cuerpos de Saúl y de sus hijos. Quedará, pues, uno de cada diez, y éste dirá, a quien le pregunte si queda alguien más, que no queda ninguno más. La última parte del versículo 10 se entiende mejor si se comprende el trasfondo del caso que aquí se cita: Los dos individuos que se mencionan en el texto sagrado están ocupados en enterrar a uno que ha muerto de peste como castigo de Dios. Lo de «¡Calla!» (v. 10, al final), en este contexto, significa que no debían hacer lamentación de luto por los muertos ni prorrumpir en expresiones de gratitud por haber quedado ellos con vida, pues en ambos casos había que mencionar el nombre de Jehová, lo cual podía suscitar mayor ira por parte de Dios, cuando debería haber sido Dios su único refugio. «Porque Jehová manda»—dice Amós (v. 11)—, es decir, Él ordena y controla todo, y usará al asirio como instrumento de Su ira (v. 14).
3. El versículo 12 muestra que la conducta de Israel era perversa al volver del revés el juicio y la justicia, al hacer que lo que había sido prescrito para curar se convirtiese en veneno, y que lo que habría de ser satisfacción y dulzura por haberse cumplido la justicia, resultase en ajenjo, esto es, en amargura de resentimiento por violación de la justicia (de los derechos humanos). Sus obras, como dice san Jerónimo, eran tan contra natura como el que los caballos corran por las peñas o los bueyes aren en las rocas. Así, sus malas obras no podían cosechar bendiciones, pues sembraban veneno al corromper la justicia. De igual manera (v. 13), su arrogancia no tenía fundamento. El profeta juega con las palabras, al decir que se alegraban por la conquista de Lodebar (el lugar se menciona también en 2 S. 9:4; 17:27 y, bajo el nombre de Lidbir, en Jos. 13:26). Pero lo-debar significa, en hebreo, no-palabra o no-cosa, esto es, «lo que es nada» o «nada», como vierte nuestra Reina-Valera. Se alude así a la facilidad con que dicha localidad cayó en manos de Jeroboam II. Carnáyim (hebr. Qarnáyim) significa «los dos cuernos». Se juega también aquí con la palabra, pues al ser «cuerno» símbolo de fuerza, se alude a esa «doble fuerza» que fue quebrantada en la toma de dicha localidad (2 R. 14:25, 28).
4. En el versículo 14 se describe proféticamente el castigo: Asiria los quebrantará desde la entrada de Jamat, que es el paso entre el Líbano y el Antilíbano, hasta el torrente del Arabá, que fluye hasta el mar Muerto, al sur de Jericó, donde marca el límite del reino por el sur.
Comienza aquí la tercera parte del libro (7:1–9:15), que es una serie de visiones de juicio. Las cuatro primeras llevan la misma fórmula introductoria (7:1, 4, 7; 8:1). Estas visiones no señalan hechos sucesivos, sino uno mismo. El capítulo se divide en dos partes casi simétricas: I. Tres visiones de destrucción (vv. 1–9). II. Un diálogo entre Amós y Amasías (vv. 10–17).
Versículos 1–9
1. Dios se muestra al profeta formando langostas. El verbo es el mismo de Génesis 2:7 y Jeremías 18:1–6 (yatsar). Adonay Jehová (v. 1) está dedicado a esta tarea cuando comenzaba a crecer el heno tardío (hebr. lequésh, de laqash, ser tarde), la hierba que se había sembrado a últimos de enero y durante todo el mes de febrero, ya que el primer heno que se segaba era para el rey (1 R. 18:5). Esta segunda hierba, de la que vivía el pueblo, es la que se comen las langostas. El profeta intercede (v. 2) a favor de un Israel (Jacob) pequeño, esto es, ya bastante disminuido. Como puede verse, no apela a las promesas de Dios ni al pacto con Su pueblo, sino al perdón bondadoso y gratuito de Dios, ya que el verbo salah tiene, en este contexto (como en Sal. 103:4, 8–14), el sentido de «perdonar gratuitamente, sólo por gracia» (Buck). Jehová (v. 3) se arrepiente, esto es, desiste del castigo que iba a infligir (v. el comentario a 1 S. 15:29, 35).
2. Ahora (vv. 4–6), Adonay Jehová está llamando (hebr. qoréh), esto es, convoca (o hace venir) fuego a Su servicio: una sequía «para defender su causa»—hebr. larib—. La sequía es tan grande que consume el gran abismo (hebr. tejom, como en Gn. 1:2), que surte de agua a ríos y manantiales; consume también la porción o parcela (hebr. hajélek), es decir, Israel, «la porción de Jehová» (comp. con Mi. 2:4). Amós ora de nuevo, pero esta vez ya no apela ni siquiera a la misericordia de Dios: En lugar del «¡perdona ya!» del versículo 2, leemos (v. 5): «¡cesa ya!» También ahora (v. 6) se arrepiente Jehová, y desiste.
3. Otra visión (vv. 7–9). Ahora, Adonay (sin el Jehová de antes) está sobre un muro de plomo (v. 7. Lit.), esto es, hecho a plomo (hebr. anákh), y tenía en su mano un plomo (de nuevo, anákh). Aunque el vocablo no sale en ningún otro lugar de la Biblia, los autores están de acuerdo en que significa «plomo» y, conforme al contexto, «plomada de albañil», aunque no se usa aquí el término corriente (hebr. mishqoleth. V. 2 R. 21:13; Is. 28:17) para «plomada de albañil». Dios usa aquí la plomada para comprobar lo defectuoso del muro, el cual simboliza a Israel. Ahora (v. 8), Jehová no se arrepiente. La última frase del versículo 8 se traduce de muy diversas maneras. Literalmente dice: «Ya no le pasaré otra vez» (la Biblia de Jerusalén es la que más se acerca a esto). La cosa es que el verbo hebreo abar que tenemos aquí con la preposición 1e significa «pasar al lado a favor de otro» (Buck), es decir, perdonar. Efectivamente (v. 9), los santuarios de Dan y Betel serán destruidos, y el hijo del rey, Zacarías, va a ser asesinado (v. 2 R. 15:8–10). En la generación siguiente habrá desaparecido la casa de Jeroboam.
Versículos 10–17
Dice Feinberg al encabezar su comentario a esta sección: «La proclamación lisa y llana (ingl. straightforward) de la voluntad y del propósito de Dios siempre desagrada al hombre no regenerado e impío».
1. En efecto, Amasías (Amós es la contracción de Amasías. V. la Introducción), el sumo sacerdote de Betel (v. 10), acusa a Amós ante el rey: (A) de alta traición: «Conspiró (lit.) contra ti». Pero Amós no había dicho que Jeroboam moriría a espada (v. 11), sino en su casa; (B) de conspirar en medio de la casa de Israel; y: (C) de forma que el país entero («la tierra») no puede soportar sus palabras.
2. Después de su entrevista con el rey, Amasías busca a Amós y le dice (v. 12): «Vidente (¿le reconoce como a tal o le desprecia?): ¡Vete a la tierra de Judá, que es tu país, y come allí tu pan y profetiza allí, usa allí de tus dones para vivir de ellos». Amasías, por cierto, vivía de su sacerdocio, alquilado por el rey, que era quien nombraba los sacerdotes. A las palabras anteriores añade Amasías (v. 13) algo muy significativo: «¡y no profetices más en Betel, porque es santuario del rey …!» ¡Menos mal!
¡Antes, santuario nacional, y ahora, personal del rey!
3. A las frases de Amasías en el v. 12 responde Amós en los versículos 14 y 15, y dice que él no es un profeta profesional ni ha sido educado en una escuela de profetas (eso es lo que significa «hijo de profeta»), sino que tiene un oficio secular para vivir y que, si profetiza, es porque Dios lo envía.
4. Nótense (vv. 16 y 17) los siguientes contrastes: En el versículo 11, en frase de Amasías, «dice Amós»; en el v. 16, en frase de Amós a Amasías, «tú dices»; en el versículo 17, «dice Jehová». Y, para demostrar que Dios le ha comisionado para profetizar en Israel (v. 15), Dios mismo, por boca de Amós, se encara con Amasías (v. 17) y le predice el múltiple infortunio: Amasías perderá su honor, su familia, sus posesiones, su patria y su vida (en tierra inmunda, esto es, en un país lleno de idolatría e inmoralidad). La oposición a la Palabra de Dios lleva a una persona de tumbo en tumbo.
En este capítulo tenemos: I. La cuarta visión de Amós (vv. 1–3). II. Una nueva acusación contra Israel (vv. 4–14).
Versículos 1–3
1. El Señor Jehová (Adonay Jehová) le muestra ahora (v. 1), en visión, al profeta un canastillo de fruta madura, para indicarle (v. 2) que ha llegado el fin de Israel. Hay un juego de palabras en el hebreo, pues el vocablo para «fruta madura» es qayíts, y el vocablo para «fin» es quets (aquí con artículo: haquets). Quiere decir que Israel está maduro para el castigo irremisible: «Ha llegado el fin» (v. 2b).
2. El fin es la muerte, por ahora, de Israel. Hay que prepararse, pues (v. 3), para hacer gran lamentación, más que a grito pelado, con aullidos (hebr. halílu, donde se ve la afinidad con «ulular»). Los cantores del gozo (los del templo) serán los cantores del duelo. Y no habrá tiempo ni lugar para enterrar (v. 6:10).
Versículos 4–14
1. En los versículos 4–6, Amós, de parte de Jehová, se dirige a los que explotan a los menesterosos (v. 4) y están hastiados de la religión (v. 5a). Como siempre, la injusticia y la impiedad van aquí juntas. Véase cómo se describen estos dos pecados en los versículos 5 y 6: Les hastían y fastidian los días de observancia religiosa, los novilunios y los sábados («el mes … y la semana»—v. 5a—), porque en esos días no pueden comerciar. ¿Y cómo comercian? Hacen más pequeña la medida, aumentan el precio (lit. el peso, porque se pesaba con dinero) y hacen trampa con la balanza (tres injusticias en una sola transacción), hasta que el pobre (v. 6) tiene que venderse como esclavo al precio mínimo: el de un par de sandalias. También se aprovechaban de los desechos del trigo, esto es, de lo que en Aragón se llaman
«las granzas»: lo que queda después de que se ha cribado el trigo, para venderlo también. Santiago dice (Stg. 5:1–6) que similar a ésta será la condición del cristianismo antes de que venga el Señor.
2. Ante estas tremendas injusticias, Jehová (v. 7) jura por Sí («la gloria de Jacob»)—como en 4:2; 6:8—que no se olvidará de tal montón de pecados. Más que de un terremoto, la tierra se estremece (v. 8) por el juicio de Dios. En el versículo 9 hallamos las señales apocalípticas que acompañarán al día de Jehová («en aquel día»); concretamente, un eclipse de sol. Dice Ryrie: «Amós usó un eclipse total de sol, que ocurrió en Asia Menor en junio de 763, como imaginería para describir el inminente juicio de Dios sobre Israel». El final («su postrimería») será (v. 10) como día de amargura (lit.). El llanto por el unigénito (el que era la única esperanza, «todo el porvenir»—Buck—de la familia) nos lleva a Jeremías 6:26 y, especialmente, a Zacarías 12:10.
3. En los versículos 11, 12 se anuncia un castigo completamente nuevo: Hambre y sed de oír la palabra de Jehová; no de conocer la Biblia—como se suele entender—, sino de conocer la voluntad de Dios, por medio de los profetas, para saber lo que va a pasar. «Pero, puesto que ellos antes despreciaron a los profetas (2:12), Dios se callará (cf. 1 S. 3:1; 28:6; Sal. 74:9)» (Buck). Saúl la conoció (probablemente) para su desesperación (v. 1 S. 28:6). Dice Feinberg: «El que no quiere cuando puede, querrá cuando no pueda».
4. Los versículos 13 y 14 describen otros aspectos del castigo de Dios sobre Israel: La flor y nata del porvenir, la hermosura y la juventud (es un contraste con Is. 40:30, 31) perecerán de sed espiritual y material (v. Lm. 2:11, 12, 19). Los que juran por el becerro («el pecado de Samaria») y por el camino de peregrinación al pozo del juramento («Beerseba»—Gn. 21:33—, lugar de culto para Abraham), caerán para no levantarse (v. 14, al final, comp. con 5:2). Por supuesto, todo ello no borra lo prometido en Ezequiel capítulos 36 y 37, entre otros lugares. Termina Feinberg: «El cristianismo apóstata y el Israel inconverso participarán juntamente de esta hambre en el tiempo de la Gran Tribulación». Y nosotros, ¿qué queremos que se nos proclame? ¿Cosas que agraden al oído? ¡Despertemos! ¡Estamos en los últimos tiempos!
Al seguir a Buck, podemos dividir este capítulo en dos partes: I. La visión del santuario destruido y la destrucción de Israel (vv. 1–8b). II. Promesa de restauración (vv. 8c–15).
Versículos 1–8b
1. Amós ve ahora al Señor (hebr. Adonay) de pie junto al altar (v. 1) en Betel, que manda derribar los capiteles de las columnas, con lo que todo se vendrá abajo sobre la cabeza de los que se han congregado para celebrar su fiesta. Van a ser sepultados bajo las ruinas. Si alguien intenta escapar, no podrá huir del castigo de Dios. Con frases que nos recuerdan las de Salmos 139:7–10, Dios afirma (v. 2) que, aun que huyan a los extremos del universo (abajo, el Seol; arriba, el cielo), de allá los apresará. Y si se esconden (v. 3) en alguna de las 1.000 cuevas del Carmel, como si van a lo profundo del mar, los tomará. Así como el gran pez obedeció a Dios para recoger a Jonás (Jon. 1:17), así ahora llamará a otro monstruo marino para ejecutar Sus juicios. Lo mismo hará (v. 4) contra los que pretendan salvar la vida yendo al cautiverio: «Pondrá sobre ellos sus ojos», pero no para bien, como sugiere de ordinario dicha frase, sino para mal.
2. En los versículos 5 y 6 destaca la omnipotencia de Dios. Como dice Feinberg, «el poder pertenece, no a la bomba atómica, sino a Dios». Con sólo tocar (v. 5) la tierra, la funde (¡Y la volatilizará!—Ap. 20:11—) y hace que suba y baje—la hace saltar—como suben y bajan las riadas del Nilo (v. 6, al final). En Apocalipsis vemos el dominio absoluto que Dios tiene sobre todas las fuerzas de la naturaleza y el uso que hace de ellas para amedrentar y destruir a los malvados.
3. Que no crea Israel que, por ser el pueblo de Dios (v. 7), va a escapar del castigo (v. 1 P. 4:17, 18). Dios, en cuanto al pecado y al castigo, no tiene acepción de personas—son para Él como hijos de etíopes (pueblo despreciable—¿intencionado, en esta dirección, el episodio de Hch. 8:26–40?). Es cierto que sacó a los israelitas de Egipto para hacerles existir como pueblo y nación, pero también hizo lo mismo con otros pueblos (v. 7b): «sacó de Caftor a los filisteos, y de Quir a los arameos». Nótese la declaración del v. 8: «Los ojos del Señor Jehová están sobre el reino pecador» (Israel). Dios había querido (Éx. 19:6) que fuesen un reino de sacerdotes y gente santa (comp. con 1 P. 2:9), pero ellos eran un reino pecador. ¡Y Jehová es el tres veces SANTO! La segunda parte de este versículo 8 tiene dos niveles: Jehová cribará bien a los suyos: ni un grano caerá a tierra, pero ningún pecador escapará (vv. 9, 10).
Versículos 8c–15
1. La última frase del versículo 8 contiene, como ocurre siempre en las amenazas de Dios por medio de los profetas, una promesa de conservar un «remanente»: «mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Jehová». Como ya hemos dicho al final de la sección anterior, Jehová cribará, zarandeará, a Su pueblo. De ese zarandeo saldrá purificado el remanente, sin que caiga un solo granito en tierra; pero los rebeldes que sigan resistiendo al Espíritu de Dios, los que se apoyan en una falsa seguridad («No nos alcanzará ni nos agarrará el mal», esto es, la calamidad v. 10, al final), morirán a espada.
2. En los versículo 11–15, Jehová promete restaurar la dinastía davídica, tan arruinada que ya no es más que una «cabaña caída» y desportillada (v. 11)—y así el Israel de Dios se adueñará de las naciones (v. 12), y empezará por Edom, contra la que va toda la profecía de Abdías, que luego veremos—. El versículo 13 pinta vivamente la prosperidad de entonces: La cosecha será tan grande, que no se habrá terminado aún cuando comience la siembra para la cosecha siguiente. Y los viñedos en lo alto de los montes harán que éstos destilen mosto (comp. con Jl. 3:18). El hecho de que Santiago cite los versículos 11 y 12 en Hechos 15:16–18, no significa que allí se acabe el cumplimiento de la profecía, sino sólo el aspecto de la conversión de los gentiles.
3. Los versículos 14 y 15 profetizan que, después de ser traídos a su tierra, los israelitas (nótese lo de
«mi pueblo Israel»—v. 14) la habitarán en paz y (v. 15) para siempre (comp. con Is. 61:4; 62:8, 9; 65:21– 23). Ryrie resume así el contenido de los versículos 13–15: «El reino milenario se caracterizará por la fertilidad (v. 13), la prosperidad (v. 14) y la seguridad (v. 15), con Israel que poseerá permanentemente la tierra prometida en Génesis 15:18–21.