El nombre de este profeta (hebr. Obad-yah) significa «siervo de Yah», esto es, de Jehová. Trece personas del Antiguo Testamento llevaron este nombre. No se sabe de cierto cuándo profetizó; desde luego, es anterior a Jeremías, quien parece haberle tenido en cuenta. El libro es el más pequeño del Antiguo Testamento, pues consta de un solo capítulo con 21 versículos.
Si Oseas tenía por tema el amor de Dios a Israel, Yoel el Día de Jehová, y Amós la justicia de Dios, Abdías centra toda su profecía contra Edom. La enemistad entre Edom e Israel es prolongación de la que existió entre Esaú y Jacob.
Edom se hizo nación poderosa (Gn. 36; Éx. 15:15; Nm. 20:14). Cuando Israel salió de Egipto, Edom le negó el paso por su territorio (Nm. 20:20, 21). Con todo, Dios mandó a Israel tratar a Edom como hermano (Dt. 23:7, 8). Pero Edom se portó siempre traidoramente con Israel (tipo de la enemistad de la carne contra el espíritu, como en el caso de Ismael con Isaac—Gá. 4:28, 29—), y ahora el mensaje de Abdías va a ser muy duro contra Edom.
El único capítulo de que consta este libro puede dividirse, según los epígrafes (en negrita) de la Ryrie Study Bible, del modo siguiente:
I. El destino de Edom (vv. 1–9).
II. La denuncia de Edom (vv. 10–14).
III. La destrucción de Edom (vv. 15–21).
Versículos 1–9
1. «Hemos oído» (v. 1)—en el plural se incluye el propio Abdías con los de su pueblo—. Para «noticia» (RV) o «mensaje» (Buck y NVI), el hebreo usa el vocablo shemuáh, algo así como un «pregón para ser oído». El pregón, noticia o mensaje es (v. 1c) una exhortación a las naciones a que se levanten contra Edom. El versículo 2 da ya por cumplido el castigo profetizado.
2. Ya los horeos (Gn. 14:6; Dt. 2:12, 22) habitaban en cavernas, como los edomitas (vv. 3, 4). Edom se creía inexpugnable en sus altas cuevas de las rocas, algunas de las cuales, en los alrededores de Petra, según Ryrie, «tenían 2.000 pies de altura». El vocablo hebreo para «cavidades» (yagu) es el mismo que hallamos en Cantares 2:14. De parte de Dios, Abdías le dice a Edom (v. 4) que, aunque se remonte como águila (símbolo de precaución, fuerza y celeridad) hasta las estrellas (altura y seguridad manifiestas), Dios lo derribará de allí; puede ser inexpugnable para los hombres, pero no para Dios. Le engaña (hebr. hishshí, como en Gn. 3:13) la soberbia de su corazón.
3. Los ladrones y los vendimiadores (v. 5) dejan algo (al menos, las cuatro paredes), pero a Edom (v. 6) lo habían de destruir por completo. De ahí esa interjección que forma el versículo. No han sido enemigos declarados los que han atacado a Edom (v. 7), sino tus aliados (lit. hombres de tu pacto)—dice Abdías— … los que estaban en paz contigo (lit. «hombres de tu paz») … los que comían tu pan (el hebreo sólo dice aquí tu pan), pero Edom no se apercibió de ello (v. 7, al final). ¿Qué hacían entonces (v. 8) los sabios de Edom? (comp. con Jer. 49:7). Elifaz, el temanita (Job 2:11; 4:1; 15:18) era de Edom. Según el apócrifo Baruc 3:23, «los mercaderes de Temán eran buscadores de inteligencia» (citado por Buck—según él, Baruc es canónico, como para todo catolicorromano). Incluso sus guerreros (v. 9) perderán el ánimo: «serán amedrentados».
Versículos 10–14
En estos versículos se le declara a Edom la causa por la que le van a acontecer (v. 10) dos calamidades: 1. La confusión («te cubrirá vergüenza»). 2. La destrucción («serás cortado para siempre»). La causa es «por la violencia hecha a tu hermano Jacob». Los versículos 11–14 especifican en qué consistió dicha violencia: «estando tú delante» (v. 11), y muestra así su complicidad con los enemigos de Israel; «mirando» (v. 12a) con gran placer; «alegrándose, con jactancia (v. 12b), del cautiverio (lit. la ruina) de los hijos de Judá; dilatando la boca (v. 12c. Lit.) en el día de la angustia»; «entrando por la puerta de mi pueblo» (v. 13), como un intruso traidor; «echando mano a sus bienes» (v. 13c), como un salteador ansioso de rapiña; «entregando a los que quedaban» (v. 14b); no contentos con matar en las encrucijadas a los que escapaban (v. 14a), hacían violencia a los sobrevivientes.
Versículos 15–21
1. El día de Jehová (v. 15) será día de juicio sobre todas las naciones (comp. con Jl. 3:2); pero, aunque se menciona a Esaú cuatro veces en estos versículos (ninguna vez a Edom), el juicio de Edom, en cuanto nación y descendencia de Esaú, habrá tenido ya lugar. Cuando naciones como Asiria y Egipto hayan sido restauradas e introducidas en el Milenio, «el castigo de Edom, no obstante, no espera hasta ese futuro tiempo, sino que ha sido ya llevado a cabo» (Ryrie). Y añade el mismo autor: «No queda hoy ningún sobreviviente (“resto” en la RV—v. 18—) de los otrora poderosos edomitas. (Véase Is. 34:5–17)»
2. Mientras tanto, Israel será de nuevo la nación santa (v. 17), prosperará y, como fuego (v. 18a), será instrumento de juicio en manos de Dios (Is. 11:14; Zac. 12:6). Se cumplirá la promesa hecha a Jacob en Génesis 28:14. Ryrie explica así los versículos 19 y 20: «Ellos (esto es, Israel; mejor que los del Néguev) poseerán el Néguev, es decir, el monte de Esaú, etc. En otras palabras, las fronteras del reino davídico incluirán el territorio antiguamente ocupado por Edom en el sur, la llanura (hebr. sefelá) de los filisteos (Gat, Ecrón, Asdod, Asquelón, Gaza), el territorio de Efraín y Samaria, Galaad al otro lado del río Jordán y, por el norte, hasta Sarepta (entre Tiro y Sidón). Sefarad no se menciona en ningún otro lugar de la Biblia y está sin identificar (algunos dicen que es Sardis en el Asia Menor), pero Abdías se refiere a un grupo particular de exiliados judíos». Sí, aunque es cierto que la Biblia no cita ninguna localización de Sefarad, todas las versiones arameicas y los rabinos opinan que Sefarad es España.
3. Los «salvadores» del versículo 21 son libertadores y gobernantes, al estilo de los primeros Jueces de Israel, cuando Israel era todavía una verdadera teocracia, sin reyes humanos. Termina Buck su comentario a Abdías, versículo 21, del modo siguiente: «Pero la victoria de los israelitas no es únicamente una victoria nacional, sino más bien la victoria es de Yahvé, y así la inauguración del reino de Jehová y la consumación de la historia. En este sentido, Abdías puede concluir su mensaje con el grito de triunfo de la escatología israelita: El reino pertenecerá al Señor (cf. Sal. 22:29; Zac. 14:9; Ap. 11:15)». El hebreo dice, al pie de la letra: «Y vendrá a ser para Jehová el reino».