Nahúm (hebr. Najúm) significa «consuelo». En 1 Crónicas 4:19 hallamos un Nájam de Judá. Nejemi- yah (Nehemías) significa «Yah es mi consuelo» o «Yah me ha consolado». En Nehemías 7:7 sale un Nejúm. Y de la misma raíz es Menajem, que aparece como Manaén en Hechos 13:1. No se sabe dónde estaba su pueblo: Elcós (hebr. Elqósh), pues no aparece en ningún otro lugar de la Biblia. Según información de Feinberg, una tradición del siglo XVI muestra su tumba en Elkosh, en Asiria, pero no merece crédito (en verdad, es bastante tardía para merecerlo). Jerónimo (siglo IV) opinaba que era la aldea de Galilea que conocemos con el nombre de Capernaúm: «Kepar Najúm»—«aldea del consuelo»—. Pero, según Feinberg, tal apelativo es demasiado frecuente en la Biblia para que pueda darnos un lugar específico. Otros opinan que procedía de Judá, pues, como hace notar Buck, «el silencio de Nahúm sobre el reino septentrional, su alusión a Senaquerib, que devastó a Judá y atacó infructuosamente a Jerusalén, y el apóstrofe a Judá (2:2) hacen pensar que Nahúm era originario del reino meridional».
Lo único cierto es que ministró la palabra de Dios en Judea, aunque lo más probable, según Feinberg, es que naciese en Galilea. La forma en que describe la invasión de Senaquerib es demasiado vívida (1:9– 13) para que le viniese de segunda mano. Senaquerib invadió Judá el año decimocuarto del reinado de Ezequías (v. 2 R. 18:13–19:37; Is. caps. 36 y 37) y, por tanto, Nahúm es tributario de Isaías (comp. 1:8, 9 con Is. 8:8; 10:23, así como 2:10 con Is. 24:1; 21:3; también 1:15 con Is. 52:7).
El estilo de Nahúm es poético, de alta calidad y muy apasionado. Su mensaje trata solamente de Nínive y de su destrucción. Jonás había profetizado a mediados del siglo VIII a. de C., mientras que Nahúm profetizó, aproximadamente, entre los años 625 y 615 a. de C. La destrucción de Nínive se llevó a cabo el año 612 a. de C. Como dice Ryrie: «Los ninivitas (asirios) convertidos mediante la predicación de Jonás (más de cien años antes de que Nahúm escribiera) no habían transmitido a sus hijos su conocimiento del verdadero Dios, y el pueblo había vuelto rápidamente a sus prácticas crueles y paganas». Los medos y los babilonios se encargaron de destruir completamente a Nínive, como Nahúm había profetizado.
La profecía de Nahúm consta de dos partes: 1) El capítulo 1 presenta a Dios como la gran fuente de fuerza y como el poderoso sostén de Su pueblo. 2) Los capítulos 2 y 3 presentan una vívida descripción de la total destrucción de Nínive. Como el libro es, en su mayor parte, una profecía amenazante de juicio, se titula (1:1) «carga» (hebr. massá). En frase de Buck, podríamos definirla como «vaticinio punitivo».
Aquí tenemos: I. La inscripción del libro (v. 1). II. Un magnífico despliegue de las perfecciones de Dios (vv. 2–8). III. El castigo con que Dios amenaza a Nínive, junto con una promesa de liberación a Judá (vv. 9–15).
Versículos 1–8
1. Después del título (ya hemos dicho que la primera palabra es «carga»—hebr. massá—) tenemos una descripción insuperable del carácter de Dios. Dice M. Henry: «Nínive ya no conoce a Dios y, por tanto, se le dice qué clase de Dios es». Es (v. 2) celoso de su gloria como único Salvador necesario y suficiente, de su justicia insobornable, de su santidad sin mácula posible (v. 1 Jn. 1:5). Nahúm pone de relieve esto en primer lugar, porque, como dice Buck, «parece que se ha comprometido su omnipotencia al permitir que el pueblo escogido fuera vencido y dominado por aquellos» (los gentiles). Por esto también, Nahúm hace referencia a la invasión asiria del norte (año 722 a. de C.), pues la omnipotencia de Dios había sido retada, y comprometida, cuando capturó Senaquerib las ciudades fortificadas de Judá en tiempo de Ezequías.
2. El amor a Su pueblo lleva a Yahweh a vindicar Su nombre contra los enemigos de Israel. Tres veces sale en el versículo 2 lo de «vengarse». Lo de «lleno de indignación» (v. 2b) no quiere decir que Dios desahogue Su ira dejándose llevar de una pasión, sino que es «como reflejo de las exigencias de su misma justicia y santidad, que no podían tolerar el pecado sistemático sin castigarlo merecidamente» (Buck). La antedicha frase es, a la letra, «el poseedor de ira», pues, como advierte Henry, «nuestra ira es, con frecuencia, un amo que nos domina … pero Dios es siempre Señor de su ira y dispone camino a Su furor (Sal. 78:59)». El hebreo dice literalmente: «iguala (es decir, nivela) una senda para Su enojo», a fin de que se deslice suavemente sin altibajos hacia su objetivo.
3. Nótese el contraste en el versículo 3: Aunque Dios es longánime, no es por falta de poder, como puede verse en sus efectos (vv. 3, 4) sobre la naturaleza, la cual manifiesta especialmente su majestad. Las nubes (v. 3, al final) son el polvo de sus pies, es decir, como el polvo que levantan sus pies cuando pasa a través del huracán. En el Salmo 18:11 y 12, Dios aparece como escondido en los nubarrones, los cuales, ante Su presencia, se deshacen en granizo y rayos. Quizás se oculta en eso del «polvo de sus pies» esa imagen de lo que se deshace bajos los pies, como la tierra que pisan nuestros pies.
4. En los versículos 4 y 5 siguen las figuras que describen el poder de Dios sobre la naturaleza. Ante la reprensión de Dios, se secan las aguas, como en el mar Rojo y en el Jordán (v. Is. 50:2b), o se calman, como hicieron las del mar de Tiberíades ante la reprensión de Jesucristo (Mt. 8:26). Igualmente, hace languidecer los pastos de Basán, las viñas del Carmel y las flores del Líbano (comp. con Is. 33:9; Os. 14:7). Del mismo modo, hace temblar los montes al sacudir los fundamentos de la tierra (v. Job 9:6). Todos ellos son también fenómenos de tipo escatológico (v. Jl. 2:11; Mal. 3:2, Ap. 6:17).
5. El versículo 6 dice literalmente: «En presencia de Su enojo, ¿quién se mantendrá en pie? ¿Y quién se levantará contra el ardor de Su ira?» (comp. con 1 Co. 10:22; He. 12:29). Para el creyente, el enojo de Dios da paso a una disciplina santa y santificadora, a fin de no seguir entristeciendo al Espíritu Santo (Ef. 4:30). Por eso, «es gran sabiduría hacer las paces con Dios por medio de su Hijo» (Feinberg). Toda esta descripción del carácter de Dios nos da temor y ánimo a un mismo tiempo, pues, como dice M. Henry, «es como la columna de nube y fuego; tiene un lado brillante para Israel, y un lado oscuro para los egipcios».
6. El versículo 7 dice literalmente: «Bueno (es) Yahweh para refugio en día de angustia, y conoce a los que se refugian en Él». Este texto no puede menos de traernos a la memoria lo de las ciudades de refugio para los homicidas involuntarios, pero nos recuerda, sobre todo, las palabras de Jesús en Juan 6:37b: «al que a mí viene, de ningún modo le echaré fuera». Y lo más consolador de esto es que nadie nos podrá desasir de ese «altar» (v. Jn. 10:28–30). Pero (v. 8) los que se oponen a Él con rebeldía serán invadidos, devastados, destruidos; ni en la más densa oscuridad podrán esconderse (v. 8b). Espiritualmente, las tinieblas son símbolo del pecado (v. 1 Jn. 1:5 y ss.), pero aquí son «imagen de la confusión, de la destrucción y de la muerte» (Buck). Cuenta Ctesias, historiador griego del siglo V a. de C., que, durante una orgía, el río Tigris se salió de madre, arrancó las puertas de la ciudad de Nínive y se llevó por delante el palacio real. Entonces, el ejército de Babilonia, que había puesto asedio a la ciudad, entró por la brecha y la incendió. La historia se repite, pues algo parecido le pasó después a Babilonia (Dn. 5:24–31).
Versículos 9–15
1. «¿Qué tramáis contra Yahweh …?», comienza diciendo en el versículo 9. El verbo que aquí aparece en el hebreo es jashab, que significa «pensar», pero está en la forma Piel (intensiva), por lo que adquiere el matiz de «tramar» o «maquinar», «urdir un complot». La última frase del versículo 9 significa que Dios destruirá a sus enemigos de un solo golpe; no tendrá necesidad de un segundo golpe. «Aunque sean (v. 10) como espinos entretejidos, que parecen presentar un frente compacto, en lugar de protegerse mutuamente de esa manera, será para ellos una desventaja, pues no podrá huir cada uno por su lado, sino que juntos serán arrojados al fuego de la ira de Dios, y precisamente por su estado de embriaguez («empapados de bebida»), arderán mejor como la hojarasca sobre la que se ha derramado alcohol o petróleo.
2. El que tramó esto (v. 11), es decir, Senaquerib, es (lit.) «un consejero de Belial», no sólo perverso, sino como la perversidad en persona (así como Mamón es la personificación de las riquezas). Dicha perversidad tiene su mayor agravante en ir dirigida contra Yahweh, al ir contra el pueblo de Yahweh, como se ve por el versículo siguiente. «Aunque (v. 12) estén incólumes (hebr. shelomim, completos, de la misma raíz que shalom, paz) y sean numerosos los enemigos del pueblo de Dios, dispuestos a cortar, puesto que Asiria es la navaja de afeitar que Yahweh alquiló (v. Is. 7:20), ellos serán los pelados, «serán cortados y perecerán» (lit. se desvanecerán—como el humo o la neblina—); es decir, serán destruidos completamente (v. 2 R. 19:35; 2 Cr. 32:7), mientras que Judá (v. 12b), que habrá estado profundamente afligido durante el asedio de Jerusalén, respirará hondo, sin yugo y sin cadenas (v. 13), al contemplar la maravillosa liberación que Yahweh le ha traído cuando menos lo esperaba. Como hace notar Feinberg, la última parte del versículo 12 no significa que los de Judá no vayan a ser afligidos y humillados por medio de algún otro instrumento de la ira divina (lo serán luego por los babilonios), sino concretamente por los asirios, como se ve por el versículo siguiente («su yugo»). Nótense en ese versículo 13 los verbos «quebraré … romperé», con los que se indica que dicha opresión no volverá a suceder (v. Is. 10:27). El yugo incluía el tributo impuesto a Ezequías por el rey de Asiria (2 R. 18:14).
3. «Mas acerca de ti … (v. 14), esto es, de Senaquerib, manda Yahweh (lo ha decretado) que no quede ni memoria de tu nombre». Esta frase da a entender que Senaquerib había de carecer de descendencia; al menos, en cuanto a la extinción de la dinastía (como en el caso de Conías—v. Jer. 22:30—). También los ídolos (v. 14b) fueron destruidos por Ciájares, el fundador del imperio medo y bisabuelo de Ciro. Incluso se menciona el lugar donde murió Senaquerib: sus propios hijos lo mataron cuando invocaba a sus dioses («… de la casa de tu dios … allí pondré tu sepulcro»—v. 14b—, comp. con 2 R. 19:37; Is. 37:38); «porque fuiste vil» (frase final del v. 14), lit. ligero o despreciable. Tan despreciable como los ídolos a los que servía. Curiosamente, como dice Feinberg, «los medos bajo Ciájares, quienes, juntamente con los babilonios, destruyeron Nínive, despreciaban la idolatría y estaban contentos de destruir los ídolos de los asirios».
4. El versículo 15 cambia de tema y es el versículo 1 del capítulo 2 en la Biblia Hebrea. El texto de este versículo es casi igual que en Isaías 52:7, con la diferencia de que Nahúm se refiere a Asiria, mientras que Isaías se refiere a Babilonia. No puede afirmarse con seguridad si las buenas noticias de que aquí se habla tienen que ver con la milagrosa liberación de la mano de Senaquerib durante el reinado de Ezequías (año 701 a. de C.) o a la destrucción de Nínive (año 612 a. de C.). Aunque, según Feinberg, lo primero es más probable, ambos hechos podrían estar incluidos. Son buenas noticias de paz (comp. con Ro. 10:15, donde se cita este versículo); por eso, libres de lo que les impedía celebrar con gozo sus festividades, los de Judá podrán hacerlo de nuevo y cumplir sus votos a Yahweh.
En este capítulo vemos: I. El anuncio de la llegada del enemigo que había de destruir a Nínive (vv. 1– 5). II. La predicción de la captura de la ciudad (v. 6) con el cautiverio de la soberana, la huida de los habitantes y el saqueo de las riquezas de la ciudad (vv. 7–10). III. Se declaran las verdaderas causas de esta calamidad: Sus continuos pecados contra Dios y la manifestación de Dios contra ellos (vv. 11–13).
Versículos 1–7
1. Se invita irónicamente (v. 1) a Asiria a prepararse contra el ejército medo-babilónico que avanza bajo el mando de Ciájares de Media y Nabopolasar (el padre de Nabucodonosor) de Babilonia. La doble mención (v. 2) de la gloria (hebr. gueón—lit. excelencia—. Ya conocemos el vocablo por Sal. 7:4; Am. 6:8—aquí, en mal sentido—; y Am. 8:7) de Jacob y de Israel indica que se incluyen aquí los dos reinos. El vocablo gaón (gueón, en estado constructo, como aquí) indica directamente la excelencia de Canaán como país de fertilidad y prosperidad. En cuanto al uso del término Jacob para designar específicamente a Judá, pueden verse Isaías 43:1; 44:1; 46:3; Abdías versículo 18. La mención de los «sarmientos», al final del versículo 2, «supone la imagen de la viña» (Buck). Los saqueadores de Israel son aquí, por supuesto, los asirios.
2. En los versículos 3–6 se describe de forma vívida el ataque contra Nínive. El escudo de bronce aparece como pintado de rojo (v. 3), porque «relucía a la luz del sol como fuego rojo (cf. 1 Mac. 6:39) o estaba pintado» (Buck). Lo de «grana», es decir, «púrpura», alude «al color del manto militar y de los uniformes de los soldados» (Buck). También los carros de madera estaban forrados de bronce y, por eso, se dice (v. 3b) que eran como fuego de antorchas. La última frase del versículo 3 («temblarán los cipreses») significa el blandir de las lanzas, cuyas astas estaban hechas de madera de ciprés. El blandir de las lanzas, como el de las espadas, tenía por objeto atemorizar a los enemigos, quienes veían el arma que apuntaba hacia todas las direcciones (comp. con la frase «que se revolvía por todos lados» de Gn. 3:24). El versículo 4 se refiere a los defensores de Nínive, mientras que el versículo 5 se refiere, según Buck, a las tropas asaltantes medobabilónicas; en cambio, según Feinberg, se refiere también a Nínive. Me parece más probable la opinión de Feinberg. Las puertas de los ríos (v. 6) son las esclusas del Tigris; está en plural porque se designan los diversos canales de junto al muro de la ciudad. El palacio (v. 6b) es, según Ryrie, el templo de Ishtar (la misma diosa que Aserá y Astarté—significa «estrella», lo mismo que Ester—), más bien que el palacio real o de los nobles.
3. El versículo 7 es de difícil interpretación a causa de la ambigüedad del primer vocablo: hutstsáb. Unos piensan que era ése el nombre propio de la reina de Nínive. Otros leen hatstsáb, litera, y explica que se refiere a la persona transportada en la litera, es decir, a la reina. «Según otros …, es más bien la estatua de la diosa Ishtar, rodeada de sus prostitutas sagradas, o la diosa Zib» (Buck). Según Feinberg, «basta con traducir literalmente la palabra hutstsáb» («está fijado o decretado») y, en este caso, «sus criadas» (las que sirven) serían, según el mismo Feinberg, «sus habitantes», esto es, los habitantes de Nínive, «quienes hacen gran lamentación y se golpean el pecho llenos de angustia».
Versículos 8–10
1. Nínive (v. 8) había sido otrora como un gran lago de aguas que la defendían, pero ahora eran aguas que se le escapaban por todas partes. Dice Buck: «Los defensores de Nínive ya no ofrecen resistencia, sino que huyen de la ciudad por todas partes como las aguas huyen de los aljibes agrietados (Jer. 2:13)». Y no hay modo de detener a los que huyen. Escapan tan aprisa que ninguno se vuelve a mirar atrás.
2. Por medio del profeta, Dios exhorta (v. 9) a los invasores a saquear la ciudad. Las riquezas de Nínive eran proverbiales. Las crónicas de Babilonia, descubiertas hacia el año 1920, dicen que, tras la conquista de Nínive, «fueron incalculables las riquezas de que se apoderaron» los asaltantes (citado por Buck). Tanto es así que los medos y los babilonios que se apoderaron de la ciudad, decoraron sus respectivas capitales—Ecbatana y Babilonia—«con oro y plata en cantidad que no ha sido igualada en ningún período de la historia» (Feinberg).
3. Las tres primeras palabras del versículo 10 son sinónimos bien escogidos, tanto por su significado de completa destrucción, como por su sonido (hebr. buqáh, mebuqáh, mebullaqáh), con el que imitan— según Feinberg—«el vaciado de una botella». La descripción del desaliento es impresionante e insuperable: corazones que desmayan, rodillas que tiemblan, riñones (aquí, origen de la fuerza procreadora) que se estremecen (lit.), y rostros que cambian de color, y pasa de la palidez del pánico al rojo vivo de la emoción sobresaltada.
Versículos 11–13
1. El león, al que se alude tan repetidamente en estos versículos, era representado especialmente en Asiria (cuya capital era ahora Nínive), por invadir ferozmente los asirios a los pueblos circunvecinos. Se le ve representado allí de muchas maneras: a veces, con alas; a veces, con cabeza humana. De un modo u otro, los leones figuran con frecuencia en las antiguas esculturas asirias.
2. La predicción se cumplió de tal forma (v. 11: «¿Qué es de la guarida de los leones, etc.?»), que pasaron después sobre las ruinas de Nínive algunos ejércitos extranjeros sin que se apercibiesen de que en aquel lugar había existido una ciudad. Según información que nos ofrece Feinberg, el rey de Asiria Tiglat-piléser I se jactaba de haber derrotado a sesenta reyes. Después de vencer a cinco de ellos al comienzo de su reinado, hizo correr la sangre de los guerreros por los valles y montes, hasta llegar a jactarse de que había teñido de rojo un monte. Les cortaba la cabeza a los enemigos y las apilaba fuera de las ciudades como si fuesen montones de trigo. También incendiaba y devastaba las ciudades. Tiglat- piléser III y Senaquerib no se quedaron cortos. No es extraño, pues, que el sagrado texto hable en el versículo 12 en los términos en que lo hace.
3. Pero Yahweh de las huestes no es como uno de los reyes a los que los reyes asirios trataban como a los corderos que se llevan al matadero. Él (v. 13) va a pagar a los asirios con la misma moneda que ellos han puesto en circulación. Los mensajeros que menciona la frase final del versículo son los que el rey asirio enviaba para recoger los tributos de los países conquistados. ¡Palabras terribles son éstas de parte de Yahweh en el versículo 13! En Romanos 8:31 leemos que, si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? Pero el reverso de esta frase es terrible: Si Dios está contra un individuo o contra una nación a causa del pecado, ¿quién defenderá? Se cumple así, una vez más, la promesa hecha a Abraham (y, después, a Jacob): «Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré» (Gn. 12:3).
I. Se acusa aquí a la ciudad de Nínive de grandes pecados: homicidio (v. 1), prostitución y hechicería (v. 4) y una general perversidad (v. 19). II. Se amenaza a Nínive con pagarle en la misma moneda: sangre por sangre (vv. 2, 3) y vergüenza por pecados vergonzosos (vv. 5–7). III. Se ponen ejemplos de desolaciones semejantes a ésta, llevadas a cabo en otros lugares por pecados como los de Nínive (vv. 8– 11). IV. Se predice la destrucción de todas aquellas cosas de las que dependía Nínive (vv. 12–19).
Versículos 1–7
En estos versículos se describen los crímenes y la ruina de Nínive.
1. «¡Ay de ti, ciudad sanguinaria!»—así comienza el v. 1—. Como dice Buck, «las inscripciones asirias, sin duda, confirman esta acusación». Y, de mano del propio Asarhaddón (681–669 a. de C.), cita casos realmente horripilantes, de los que escogemos el siguiente: «Colgué—dice el propio Asarhaddón— las cabezas de Sanduarri y de Abdimilkutte del cuello de sus notables para manifestar a la población el poder de Asur, mi señor; y así les hice marchar por la larga calle principal de Nínive, mientras cantores con sus arpas les acompañaban». Cosas similares refiere su sucesor Asurbanipal (669–633 a. de C.).
2. Los versículos 2 y 3 nos presentan un resumen inimitable de la batalla. Dice Buck: «Sin darnos detalles, sólo por sus frases cortadas y vigorosas, el profeta nos pinta una imagen de la rapidez del asalto, de su éxito feliz y de la mortandad extraordinaria».
3. En los versículos 4–7 se nos explica la causa de esta tragedia: los graves y numerosos crímenes de Nínive: lujuria, hechicería, ocultismo, prostitución sagrada. En todo esto sobresalía esta «ramera de hermosa gracia» (v. 4). Pero, como en 1:13, «Yahweh de las huestes le dice de nuevo (v. 5): Heme aquí contra ti». El Dios de Israel la va a desnudar y despojar. La imagen está tomada de la mayor afrenta que puede hacerse a una mujer oriental (comp. con Is. 47:3; Ez. 16:37–41). Lo de «echaré sobre ti inmundicias» (v. 6) es, según Buck, una alusión «al tratamiento deshonroso e ignominioso con que Yahvé castigará a Nínive». Tendrá que sufrir (v. 7) sin que nadie se compadezca de ella (comp. con Lm. 1:2, 9).
Versículos 8–13
1. Una circunstancia que agrava el pecado de Nínive es que debía haber aprendido a escarmentar en cabeza ajena, al ver (v. 8) lo que le había sucedido a Tebas (hebr. No-Amón, «ciudad de Amón»), capital del Egipto Superior. Dicha ciudad había poseído la más alta civilización antigua del mundo, y fue capital de los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX. Su arquitectura fue la admiración de los romanos y de los griegos; éstos la llamaron Dióspolis, «ciudad de Zeus». «Estaba situada a ambos lados del Nilo. Homero la describe como la ciudad de las cien puertas. Las ruinas cubren un área de 27 millas. Amón, el dios principal de los egipcios, es representado con cuerpo de hombre y cabeza de carnero» (Feinberg). Jeremías 46:25 y Ezequiel 30:14–16 profetizan la ruina de Tebas, que tuvo lugar el año 663 a. de C., a manos del rey de Asiria Asurbanipal. Además, Tebas tenía muchos aliados (v. 9): Etiopía, Somalia, Libia. Tuvo incluso reyes de origen etiópico, como Taharca (689–663 a. de C.) y Tanutamón (663–659 a. de C.).
2. El versículo 10 refiere detalles que eran corrientes entre los antiguos (v., por ej., 2 R. 8:12). Igual que Babilonia después, también Nínive cayó (v. 11) en medio de una orgía, con vino abundante, pero lo de «tú también serás embriagada» no se refiere al vino material, sino a beber la copa del furor de la ira de Yahweh, como en tantos otros lugares del Antiguo y del Nuevo Testamento. Es curioso hallar aquí lo de «serás encerrada» (lit. escondida), pues hasta sus ruinas quedaron ocultas hasta que fueron descubiertas el año 1842. Buck, sin embargo, vierte el verbo alam por «desmayarse», y explica que «las tinieblas delante de los ojos parecen haber establecido la relación entre cubrir y desmayarse».
3. En dos figuras (vv. 12, 13) expresa Nahúm la facilidad con que va a caer Nínive: (A) Como las brevas maduras (v. 12) que, a poco que se sacuda la higuera, le caen en la boca al que la sacude. (B) Como un ejército de mujeres, sin entrenamiento ni valor guerreros, incapaces de defender una ciudad (v. 13). Con tan pequeña resistencia (¿exagerada poéticamente?) los enemigos entrarán sin hallar ningún obstáculo y prenderán fuego a la ciudad.
Versículos 14–19
1. Irónicamente (v. 14), Nahúm exhorta a los ninivitas a prepararse para la defensa de la ciudad; deben darse mucha prisa, y hacer más y más ladrillos, a fin de reparar prontamente las brechas abiertas por los enemigos en los muros. Pero, aunque los defensores lleguen a ser (vv. 15–17) tan numerosos como las langostas y las estrellas del cielo, serán atacados y destruidos precisamente como se ataca y se destruye a una plaga de langostas. La imagen que presentan los versículos 16 y 17 connota el hecho de que, «cuando hace frío, las langostas acampan en los muros en busca de un poco de calor y allí se quedan como aletargadas. Pero cuando llegan los primeros calores del sol, las langostas recobran su agilidad, levantan el vuelo y no se sabe adónde vuelan» (Buck).
2. Con una imagen frecuente en las Escrituras (v., por ej., Sal. 76:6), los «pastores» (v. 18), es decir, los reyes o gobernantes, y los bravos guerreros «se han dormido» y «reposan», no en el sentido que dichos verbos tienen cuando se aplican a los justos que descansan de sus trabajos (v., por ej., Ap. 14:13), sino como «una expresión eufemística para decir que murieron (cf. Jer. 51:39, 57)» (Buck). Y, muertos los pastores, las «ovejas» se dispersaron (v. 18b) por los montes sin que haya quien las pueda volver a reunir.
3. La fractura (lit.) es incurable (v. 19); lo es: (A) porque el designio de Dios es irrevocable; (B) porque, en vez de acudir en ayuda suya, los pueblos sojuzgados por Asiria batirán (v. 19b) palmas de regocijo.
4. La última frase del versículo 19 «porque, ¿sobre quién no pasó (esto es, no descargó) continuamente tu maldad?» da la razón teológica del castigo de Nínive. «Su destrucción—dice Buck—es una vindicación de la santidad y justicia de Yahvé». Sin embargo, como hace notar Feinberg, «somos injustos con Dios si pensamos que eso era lo que Él prefería hacer con Asiria. Dios se deleita en bendecir, y sólo juzga cuando debe hacerlo … Pero Nínive escogió la vergüenza y la ruina» (v. Ro. 2:4–8). ¡No seamos complacientes con nosotros mismos! Digámoslo con palabras de nuestro Salvador: «Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente» (Lc. 13:3b, 5b).