Esta breve historia de los episodios domésticos de una familia está colocada en nuestras Biblias inmediatamente después del libro de Jueces y con mucha razón, pues, por una parte, refiere hechos sucedidos durante la época de los jueces y, por otra, enlaza admirablemente con el Libro Primero de Samuel, por la breve genealogía desde Rut hasta David, que aparece al final. No se nos refieren aquí milagros, leyes, guerras ni revoluciones, sino las peripecias de dos mujeres: Noemí, primero en su aflicción y después en su consuelo; Rut, primero en su conversión a la fe de Israel y después en su promoción a figurar en la genealogía del Mesías. El propósito de este libro es: I. Mostrarnos la admirable línea que la providencia de Dios sigue hasta en los menores detalles de nuestra vida (v. 1 S. 2:7 8; Sal. 113:7–9). II. Llevarnos a Cristo, descendiente de Rut (Mt. 1), parte de cuya genealogía hallamos al final de este libro. En la conversión de Rut la moabita y su inclusión entre los antepasados de Jesús, hallamos como un tipo del llamamiento de los gentiles a entrar a su debido tiempo en comunión con nuestro Señor Jesucristo. En el capítulo 1 vemos las aflicciones de Noemí y Rut. En el 2, algunos ejemplos de la laboriosidad y humildad de estas mujeres. En el 3, la alianza que vinieron a concertar con Booz. Y en el 4, el feliz asentamiento en aquel lugar. Recordemos que la escena se lleva a cabo en Belén, lugar donde nació nuestro Salvador.
En este capítulo vemos la aflicción de Noemí: I. Forzada a emigrar al país de Moab, a causa del hambre que se abatió sobre Israel (vv. 1, 2). II. Luego la vemos de luto por la muerte de su esposo y de sus dos hijos (vv. 3–5). III. Como buena suegra, deseosa de hacer el bien a sus nueras (vv. 6–18). IV. Como pobre anciana, que regresa a su país de origen (vv. 19–22).
Versículos 1–5
Las primeras palabras del libro nos fijan la fecha de este relato: Aconteció en los días en que gobernaban los jueces (v. 1). Y, por cierto, debió de ocurrir hacia el comienzo de dicha época, ya que Booz el que se casó con Rut, era hijo de Rahab, la que recibió a los espías en tiempo de Josué. (Nota del traductor: Si la genealogía de 4:21–22—así como la de Mt. 1:5—carece de «huecos», resulta muy difícil aceptar la cifra de 340 años, propuesta por L. Wood, Charles Ryrie, etc., para el período de los jueces.
Tiene mayores probabilidades la opinión de que varios jueces actuaron en diversas partes del país con lo que las respectivas fechas se solaparían lo suficiente para darnos una cronología aceptable.) La fecha más probable es la de tiempos de Gedeón, pues sólo en su tiempo leemos que se cerniese sobre Israel el hambre a causa de la invasión de los madianitas (Jue. 6:3–4).
I. Vemos, pues, hambre en el país de Canaán, que fluía leche y miel. Éste era uno de los castigos con que Dios había amenazado a su pueblo a causa de sus pecados (Lv. 26:19, 20). Tenía el país reposo, pero no tenía pan, ni siquiera en Belén, que significa casa del pan. Una tierra fértil se torna estéril, para correctivo y freno de la lujuria y vana ostentación de sus habitantes.
II. Relato de una familia azotada por el hambre: la de Elimélec, que significa mi Dios es rey. Su mujer se llamaba Noemí, que significa dulce, amable o placentera. Pero los nombres de los hijos eran (hebr.) Mahlón y Khilyón, que significan, respectivamente, enfermizo y consumido, quizá por alguna debilidad congénita.
III. Traslado de la familia de Belén a Moab, al otro lado del Jordán, a causa del hambre (vv. 1, 2). Parece ser que había suficientes víveres en Moab, mientras en Israel reinaba la escasez. Allá se fue Elimélec a vivir por algún tiempo, como lo habían hecho, en ocasiones similares, Abraham a Egipto e Isaac al país de los filisteos.
1. El interés de Elimélec por proveer para su familia, llevándose consigo a su mujer y a sus dos hijos, lo cual es digno de alabanza.
2. Pero ya no es tan recomendable su traslado al país pagano de Moab. Al estar Israel bien aposentado en Canaán, ¿qué motivo tenía él para emigrar a Moab, que no lo tuvieran también sus vecinos? Igual que muchos de sus paisanos, si se hubiese contentado con la misma parquedad de provisiones y hubiese tenido esperanza de mejores días, no habría deshonrado a Dios con su impaciencia, ni habría debilitado las manos de sus hermanos con este mal ejemplo. Cansarse pronto del lugar en que Dios nos ha colocado, y pensar en traslados tan pronto como surge el menor inconveniente, es señal de un ánimo inestable, desconfiado y descontentadizo. Y, si tenía que trasladarse, ¿por qué al país de Moab? Si hubiese preguntado e investigado, es muy probable que hubiese hallado acomodo y sustento en alguna tribu de Israel, especialmente en las del otro lado del Jordán, que lindaban precisamente con el país de Moab.
IV. Casamiento de sus dos hijos con dos moabitas, después de la muerte de él (v. 4). Esto estuvo mal hecho, en lo que están de acuerdo los comentaristas. La versión caldea dice: Transgredieron el decreto de la palabra de Dios al tomar mujeres extrañas. No se ve que las mujeres fuesen prosélitas de la religión israelita, pues de Orfá se nos dice que se volvió a sus dioses (v. 15). Una tradición, sin fundamento alguno, de los judíos dice que Rut era hija de Eglón, rey de Moab.
V. Muerte de Elimélec y de sus dos hijos, y la condición de desconsuelo a la que se vio reducida, por ello, Noemí. Murió su marido (v. 3) y, poco después de casarse, murieron sus dos hijos (v. 5). La versión caldea dice: Sus días fueron acortados; sin duda, por haber transgredido la ley al casarse con mujeres
extranjeras. Al perder al marido, Noemí dependía completamente de sus hijos. ¡Cuán desconsolada debió de quedar Noemí al verse desamparada de sus dos hijos y de su marido! Al venir estas dos cosas de repente, pérdida de hijos y viudez, ¿quién la consolará? (Is. 47:9; 51:19). Sólo Dios puede consolar a quienes de tal manera se hallan abatidos.
Versículos 6–18
I. El afecto que Noemí conservaba hacia su país de origen (v. 6). Aunque el país de Moab le había ofrecido por algún tiempo sustento y cobijo en días de necesidad, no pensaba en permanecer allí para siempre; sólo podía satisfacerla la tierra santa, en la que se hallaba el santuario de Dios.
1. Dios, por fin, tuvo misericordia de su pueblo y les visitó dándoles pan (v. 6). La abundancia es don de Dios. Su misericordia en visitarles con pan, es decir, con alimento corporal, era tanto más apreciada cuanto más severa había sido el hambre, pues los bienes se aprecian mejor cuando nos han faltado anteriormente.
2. Noemí recibió, pues, buenas noticias de que en Belén había pan; así que pensó volver de inmediato allá. Aunque tengamos razones buenas para hallarnos en algún mal lugar, no debemos quedarnos allí cuando las razones han cesado de existir. Una ausencia forzada de las ordenanzas de Dios, y una presencia forzada entre los malvados, son grandes aflicciones; pero sólo se convierten en pecado cuando cesa la fuerza mayor, y la persona continúa allí por su propia elección. El país de Moab se había convertido para Noemí en un lugar de melancolía, y desea volver a Canaán. Si la tierra nos resulta amarga es para que suspiremos por ir al Cielo.
II. El afecto que le profesaban sus nueras, especialmente Rut, al que ella correspondía con el mismo afecto.
1. Fueron tan amables que se ofrecieron a acompañarla en el viaje de regreso a la región de Judá. Con esto vemos, por una parte que ella, como fiel israelita, se había portado amablemente con ellas y se había ganado su cariño y, por otra parte, que Orfá y Rut tenían un justo sentido de la amabilidad de su suegra. Habían permanecido unidas, aun después de la muerte de aquellos por quienes les venía la mutua relación. Aunque las nueras retenían su devoción a los dioses del país (v. 15), y Noemí se mantenía fiel al Dios de Israel, esta discrepancia no era obstáculo al afecto que se tenían, mostrado en la práctica de los mutuos deberes. Nueras y suegras se hallan, con frecuencia, enfrentadas (Mt. 10:35), por lo que resulta más digno de alabanza el que convivan en paz y amor.
2. Cuando habían caminado juntas algún trecho, Noemí las invitó tiernamente a que volvieran cada una a la casa de su madre (v. 8), con esto les sugirió que sus respectivas madres les resultarían más agradables que la suegra, especialmente cuando sus madres tenían casa y ella no tenía por ahora ni siquiera un lugar propio donde reclinar la cabeza. Las despidió, pues:
(A) Con agradecimiento: Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo (v. 8).
(B) Con oración. Cuando dos amigos se despiden, bueno es que se despidan con oración. Las despide con una bendición en que menciona por dos veces el nombre de Jehová, el Dios de Israel, único Dios verdadero, a fin de exhortarlas a que alcen sus ojos a quien es la única fuente de todo bien (Stg. 1:17). Y añade: Os conceda que halléis descanso, cada una en casa de su marido (v. 9); con ello les deseaba un feliz y próspero nuevo matrimonio.
(C) Con gran afecto: Las besó, y desea tener mucho más y mejor que dejarles, pues no tenía ni plata ni oro. No obstante este beso de despedida era el sello de una profunda y sincera amistad.
3. Las dos jóvenes viudas no querían separarse de su buena suegra, tan fuertemente las había ganado la buena conducta de esta piadosa israelita: Ciertamente nosotras iremos contigo a tu pueblo (v. 10). Es un ejemplo, poco frecuente, de afecto a una suegra y una evidencia de que, a través de ella, se habían formado una buena opinión del pueblo de Israel. Incluso Orfá, que después se volvió a sus dioses, parecía ahora resuelta a marchar con Noemí.
4. Noemí resolvió disuadirlas de que marchasen con ella (vv. 11–13).
(A) Les hizo ver la desolación en que se hallaba. Si hubiese tenido otros hijos en Canaán con quienes ellas pudieran casarse de nuevo, les serviría de aliento para esperar asentarse cómodamente en Belén.
Pero una de las mayores penas que sentía era que, en la pobre condición a la que se veía reducida, no estaba en su mano hacer por ellas lo que desearía, por lo que se lamenta de la aflicción que, por esta causa, les había sobrevenido a ellas. Los ánimos generosos soportan sus propios reveses mejor que el pesar que de ellos se les deriva a otras personas. Noemí soportaba su indigencia mejor que el pesar de sus nueras.
(B) ¿Hizo bien Noemí al tratar de disuadir a sus nueras de que marchasen con ella, cuando habría podido salvarlas de la idolatría de Moab y llevarlas a la fe y a la adoración de Israel si hubiesen venido con ella? No cabe duda de que Noemí lo deseaba, pero: (a) Si venían con ella, no podía tomarlas a su cargo ni imponerles las creencias. Quienes hacen profesión de fe sólo por complacer a sus parientes o amigos, suelen ser conversos de poco valor y de corta duración. (b) Si venían con ella, había de ser porque así lo deseaban libremente y, en tal caso, convenía que se sentasen primero a calcular el costo, como deben hacer todos los que profesan la fe cristiana.
Siempre es bueno que se nos advierta del lado oscuro de las cosas, no sólo del lado rosa. Éste es el método que siguió nuestro Salvador con aquel que, en un momento de gran entusiasmo, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. «Ven, ven—vino a decirle el Señor—, ¿te atreves a llevar la vida que yo llevo? El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. Toma nota de esto, y considera luego si tendrás corazón para compartir su suerte» (Mt. 8:19, 20). Y así es como trata Noemí con sus nueras. Los pensamientos que maduran en resoluciones mediante seria consideración llevan las de perdurar en el corazón, mientras que los que maduran demasiado pronto suelen corromperse con suma facilidad.
5. Orfá no necesitó muchas razones para persuadirse a seguir la corrupción de su corazón y volverse a su país, a la casa de su padre y a su parentela y, con ello, a sus dioses falsos, ahora que tenía la oportunidad de escuchar un llamamiento eficaz para dejarlos. Ambas alzaron otra vez su voz y lloraron (v. 14), profundamente impresionadas por las palabras de Noemí. Pero tuvieron en una y otra un efecto distinto: mientras los inconvenientes expuestos por Noemí retrajeron a Orfá y la inclinaron a volverse a su país, a Rut la corroboraron en su resolución de marchar con su suegra. En efecto:
(A) Orfá besó a su suegra, esto es, se despidió afectuosamente de ella, pero la dejó para siempre. Este beso mostraba que sentía mucho partirse de ella, pero no lo suficiente para dejar su país en atención a ella. Así es como muchos tienen cierta estima de Cristo y sienten algún afecto hacia Él, pero no llegan a salvarse por falta de decisión a dejarlo todo, o lo que más aman, por seguirle. Le aman, pero le dejan, porque no le aman lo suficiente para preferirlo a todo lo demás, como le pasó al joven rico que se marchó, aunque triste, de Cristo (Mt. 19:22).
(B) Pero Rut se quedó abrazada a ella. No se nos dice si ya tenía resuelto seguirla desde el momento en que salieron de casa, pero lo cierto es que tomó su resolución correcta en el momento oportuno.
6. Todavía intentó Noemí persuadir a Rut a que se volviera, tratando de convencerla con el ejemplo de su compañera: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella (v. 15). Como si dijese: «Si has de volverte, ésta es la hora. Ésta es la prueba más dura de tu constancia; si pasas esta prueba, serás mi hija para siempre».
7. Rut pone fin a este debate con la más solemne profesión de la decisión que había tomado de no dejarla y de no volver a su país ni a sus dioses: No me insistas (lit.), donde el hebreo usa el adverbio fuerte al para expresar la negativa (vv. 16, 17).
(A) No existen expresiones más hermosas ni valientes que las que usa Rut en esta ocasión. Como dice el Dr. Ryrie, «la afirmación que hace Rut de su compromiso es quizá la más bella de toda la literatura». Y el profesor barcelonés C. Muñoz Espinalt ha escrito que una mujer que no se emocione al leer este pasaje denota un nivel muy bajo de femineidad. Ahora precisamente que su cuñada se ha marchado, parece Rut cobrar nuevos ánimos y expresarse con mayor valentía, lo cual es un ejemplo de la inclinación que la gracia de Dios puede llevar a cabo en un corazón para que resuelva escoger la mejor parte, como María de Betania. (a) Suplica a su suegra: No me insistas a que te desampare para volverme de seguirte (lit.). No quiere de ningún modo que siga rogándole que se marche de ella. (b) Especifica con todo detalle su resolución de adherirse a ella y no dejarla jamás; habla el lenguaje de quien ha resuelto entregarse a Dios e ir al Cielo. Primero, irá con ella adondequiera que vaya, aunque sea a un país que nunca ha visto, por muy lejos que esté de su propio país y por áspero que sea el camino que su suegra siga. Segundo, vivirá con ella dondequiera que viva, aunque sea en una cabaña y aun con un alojamiento similar al de Jacob cuando éste tuvo una piedra por almohada. Tercero, compartirá los intereses, los gozos y las penas de su pueblo: Tu pueblo será mi pueblo. Cuarto, lo que es más importante, renuncia para siempre a los ídolos y
abraza la fe del verdadero Dios, el Dios de Israel: Y tu Dios será mi Dios. Quinto, no sólo quiere estar unida a su suegra en vida, sino también en muerte y sepultura: Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Está gozosa de dormir el sueño de la muerte en el mismo lecho de su suegra, sin desear que ni aun sus huesos sean devueltos a su país de origen, Moab. (c) Finalmente, respalda su resolución con un voto solemne: Así me haga Jehová, y aun me añada (antigua forma de imprecación), que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos.
(B) La actitud de Rut es un modelo de conversión absoluta a Dios. Como ella, nosotros también hemos de estar dispuestos: (a) A tomar al Señor por nuestro Dios para siempre y ser consecuentes con esta decisión. (b) Al tomar al Señor por Dios nuestro, hemos de tomar también por nuestro su pueblo, sin condiciones, aunque sean pobres, despreciados, imperfectos. (c) Resueltos a compartir la suerte del pueblo de Dios, hemos de soportar las vicisitudes y adversidades que ellos hayan de soportar, y compartir sus penas y sus alegrías.
8. Noemí no tuvo nada más que replicar a las palabras de Rut: Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más (v. 18). Esto era precisamente lo que Noemí deseaba; que Rut tomase conciencia de lo que significaba marchar con ella a un país extraño y resolviese acompañarla con toda libertad.
Versículos 19–22
Noemí y Rut, tras un fatigoso viaje, llegaron, por fin, a Belén. Y llegaron muy a tiempo: al comienzo de la siega de la cebada (v. 22), que era la primera de las cosechas, antes de la del trigo. Así tenían la oportunidad de proveerse para el invierno.
I. La conmoción del vecindario de Belén ante la llegada de ellas: Toda la ciudad se conmovió por causa de ellas (v. 19). Sus convecinas se reunieron en torno de ella, para darle la bienvenida y preguntarle cómo se hallaba. Al verla ahora viuda y sin hijos, y acompañada de una nuera, también viuda, suscitó la compasión del vecindario de la pequeña ciudad. Por eso decían: ¿No es ésta Noemí? Como dice el adagio español: ¡Quién te ha visto y quién te ve! Quienes la conocían de antiguo estaban sorprendidas de verla envejecida y alterada por las aflicciones. Los pesares y las aflicciones alteran el rostro de las personas hasta hacerlas irreconocibles. Dios, por medio de su gracia, nos prepara para tales cambios, especialmente para el gran cambio que es la muerte.
II. La reacción de Noemí ante las preguntas de antiguas vecinas y compañeras: No me llaméis Noemí (que significa placentera), sino llamadme Mara (es decir, amarga), porque en grande amargura me ha puesto el Shadday (Todopoderoso o, mejor, Todosuficiente) (v. 20).
1. Menciona primero, aunque sin murmurar contra la Providencia, su cambio de situación económica: me fui llena (al menos, con el marido y los hijos vivos), pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías: viuda y sin hijos y, probablemente, sin otros bienes que el vestido que llevaba, después de haber tenido que vender sus bienes y sus enseres (v. 21). En esto reconoce la mano de Dios, lo cual es una buena consideración, pues quien tiene fe en el Dios que vacía, puede confiar en el Dios que sabe cómo volver a llenar.
2. En conformidad con este cambio que se ha obrado en su situación, les pide que no la llamen por su antiguo nombre, sino con otro que cuadre mejor a su estado actual: «No me llaméis Noemí pues ya no hay en mí nada placentero, ni para mí misma ni para mis amistades, sino llamadme Mara, pues estoy llena de amargura». Si Dios ha decidido amargarla de momento, se somete a sus inescrutables designios. Una aflicción bien llevada, siempre nos hace bien: «La tribulación produce paciencia» (Ro. 5:3).
I. Dios envía un mensaje especial por medio de un ángel (vv. 1–5).
II. Se nos da también una idea general de la situación de Israel durante la época de los jueces. 1. Su adhesión a Dios mientras vivieron Josué y los ancianos de la anterior generación (vv. 6–10). 2. Su posterior idolatría (vv. 11–13). 3. El desagrado de Dios y los castigos que les envió (vv. 14–15). 4. La compasión que tuvo de ellos, mostrada en los líderes que hizo surgir entre ellos para librarles (vv. 16–18). 5. Su recaída en la idolatría (vv. 17–19). 6. El punto final que Dios, en su ira, puso a los éxitos primeros de su pueblo (vv. 20–23).
Versículos 1–5
Uno de los grandes privilegios de Israel fue recibir del Cielo frecuentes mensajes, ya de reproche, de corrección o de instrucción, según los casos. Además de la palabra escrita que tenían delante, con frecuencia oían a sus espaldas palabra que decía: Éste es el camino (Is. 30:21). De este modo comienza
aquí el modo como obraba Dios con ellos. En estos versículos tenemos un sermón de avivamiento que les fue predicado cuando su estado espiritual se iba enfriando.
I. El predicador fue el ángel de Jehová (v. 1). Por la nomenclatura y el contexto, no cabe duda de que se trata del «ángel del pacto», esto es, el propio Señor preencarnado, como se había aparecido antes a Josué (Jos. 5:14–15) y, después, a Gedeón (6:11 y ss.), a los padres de Sansón (13:3 y ss.), etc.
II. Las personas a las que fue predicado el sermón: Todos los hijos de Israel (v. 4). ¡Gran congregación para tan gran predicador! El lugar es llamado Boquim (v. 1), pues se ganó el nombre en esta ocasión. Todo Israel merecía el reproche y la advertencia que aquí se le dieron.
III. El mensaje fue corto, pero muy directo. Dios les dice aquí claramente: 1. Lo que había hecho por ellos (v. 1). Los había sacado de Egipto, país de esclavitud y fatigas, a Canaán, tierra de reposo, libertad y abundancia. 2. Lo que les había prometido: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros. 3. Lo que esperaba razonablemente de ellos (v. 2): Que, al haber entrado en pacto con Jehová su Dios no habían de pactar con los moradores de la tierra, que eran enemigos de Dios y de Israel: y que, al haber levantado altar y santuario a Dios, debían derribar los idolátricos altares de los cananeos, para que no sintieran la tentación de adorar y servir a los dioses. 4. Que, precisamente en esto, en lo que más había insistido Dios, ellos le habían desobedecido: Vosotros no habéis atendido mi voz. 5. Lo que ellos habían de esperar a causa de esta locura (v. 3). Se engañan los que esperan sacar provecho de la amistad de los enemigos de Dios.
IV. Es muy notable el éxito que tuvo este sermón: El pueblo alzó su voz y lloró (v. 4). Pero esto no bastaba; lloraron, pero no se enmendaron, pues no se nos dice que destruyesen los vestigios de idolatría que había en medio de ellos. Debían haber roto sus relaciones con sus enemigos cosa que no hicieron. Siempre nos es más fácil emprender un camino malo que dejarlo una vez emprendido. Más fácil es al creyente formar amistades con los no creyentes que romperlas después de formadas. Hay muchos que parecen derretirse por la acción de la Palabra de Dios, pero se endurecen de nuevo antes de ser echados en el nuevo molde. No obstante, este llanto general: 1. Dio al lugar un nuevo nombre (v. 5): lo llamaron Boquim que significa los que lloran. 2. Les impulsó a ofrecer allí sacrificios a Jehová, bajo la llamada encina del llanto (Gn. 35:8), al norte de Betel, sin intentar por eso levantar allí un nuevo santuario, diferente del de Siló, donde estaba el altar de Dios.
Versículos 6–23
El ángel había predicho que los cananeos y sus ídolos les habían de ser lazo y trampa a los israelitas. Ahora, el historiador va a demostrar que así fue; y, para que esto aparezca más claro, echa una mirada retrospectiva para que se tome nota: 1. Del feliz asentamiento del pueblo en el país de Canaán. Después de bendecir al pueblo, Josué les había despedido para que fuesen a tomar pacífica posesión de la tierra (v. 6). 2. De su perseverancia en la fe y el temor del santo nombre de Dios mientras vivió Josué (v. 7). 3. De la muerte y sepultura de Josué, lo cual fue un golpe fatal para los intereses de la verdadera religión en Israel (vv. 8–9). 4. Del surgimiento de una nueva generación (v. 10), la cual estaba tan enteramente entregada a las cosas del mundo, que les importaba muy poco del verdadero Dios y del servicio que debían prestarle, por lo que fácilmente se desviaron hacia los falsos dioses y sus abominables supersticiones.
Se nos da, a continuación, una idea general de la secuencia histórica de Israel durante el período de los jueces:
I. Israel abandonó a su Dios. En general, hicieron lo malo; nada peor pudieron hacer que provocar así a Dios, y nada más perjudicial para ellos mismos, y lo hicieron ante los ojos de Jehová (v. 11). En particular:
1. Dejaron a Jehová (v. 12; y, de nuevo, en el v. 13); éste fue uno de los dos grandes males que hicieron (V. Jer. 2:13). Se habían unido, por pacto, a Jehová, pero ahora lo abandonaron, como una mujer que se separa traidoramente de su marido.
2. Después de abandonar al verdadero Dios, no se hicieron ateos, pues no eran tan necios como para decir: No hay Dios (Sal. 14:1; 53:1), sino que se fueron tras otros dioses; les quedaba algo de su antigua condición, puesto que deseaban tener algún dios, pero estaban tan corrompidos que multiplicaban sus dioses, cualesquiera fuesen éstos, y seguían así la forma, no la norma, del culto religioso. Baalim significa señores, Ashtaroth significa estrellas, de la raíz babilónica Istar, ya que los israelitas cambiaron el primitivo nombre Astarté en Ashtoreh, que es el singular (deidad femenina) de Ashtaroth. Así se hicieron muchos dioses y muchos señores.
II. El Dios de Israel fue provocado a ira por ello, y los entregó en manos de sus enemigos (vv. 14, 15). 1. La balanza de la victoria se inclinó de la parte contraria. Dios estaba dispuesto a conceder el éxito a quienes no le habían conocido ni le habían pertenecido, antes que a quienes, después de conocerle y pertenecerle, le habían abandonado. 2. La balanza del poder se volvió igualmente, por supuesto, contra ellos.
III. El Dios de infinita misericordia tuvo compasión de ellos en sus momentos de apuro, aunque ellos se habían metido en el apuro por su insensatez y su pecado, y les proporcionó liberación.
1. La fuente de esta liberación. Brotó puramente de la tierna compasión de Dios; la razón se hallaba dentro de Sí mismo, no en los merecimientos de ellos. Ellos mismos gemían bajo la opresión de sus enemigos (v. 18), más bien que bajo la opresión de sus pecados, pero aun así Jehová era movido a misericordia, puesto que ahora es el día de su paciencia y de nuestra prueba, a pesar de que ellos (como también nosotros) no merecían otra cosa que perecer bajo la maldición de Dios.
2. Los instrumentos de su liberación. Dios levantaba jueces de entre ellos, conforme lo requería la ocasión; hombres a quienes Dios capacitaba por modos extraordinarios y con poderes especiales para reformar y libertar a Israel, y con quienes Jehová estaba para coronar sus empresas con magníficos resultados. Obsérvese: (A) Que, aun en los días de mayor degeneración y de mayor agobio para la Iglesia, habrá quienes sean capacitados por Dios para reavivar lo mortecino y enderezar lo torcido. (B) Que Dios reviste de prudencia y valor a ciertos hombres, y les da corazón y ánimos para actuar y aventurarse a empresas difíciles. Todos los que de alguna manera son una bendición para su país, han de ser considerados como un regalo de Dios.
IV. Los degenerados israelitas no se reformaban de modo efectivo y permanente, ni siquiera mediante la acción de los jueces (vv. 17–19). Habían sido desposados con Dios, pero quebrantaban el vínculo conyugal y se prostituían con otros dioses. La idolatría es adulterio espiritual. Se corrompían más que sus padres (v. 19), como esforzándose en superarles, en multiplicar dioses extraños e inventar formas de adoración profanas e impías, en flagrante contradicción a los esfuerzos de los reformadores.
V. La justa decisión de Dios, por ese motivo, de continuar castigando al pueblo con la vara del escarmiento. Después de la muerte de Josué, fue poco lo que se hizo, durante mucho tiempo, para echar del país a los cananeos: Israel era indulgente con éstos y se iba familiarizando con ellos, por lo que Dios resolvió no volver a arrojarlos (v. 21). Dios abandonó a Israel a sus propios temores y a sus propios engaños (V. Is. 66:3, 4). De manera semejante, los hombres ceden a sus malvados deseos y corruptas pasiones, por lo que Dios les entrega justamente en manos de su propia corrupción bajo el poder del pecado (v. Ro. 1:28), con lo que se precipitan rápidamente en la más completa ruina.
II. La puntual observancia con que cumplió Rut esas instrucciones (vv. 6–7). III. El amable trato que le dispensó Booz (vv. 8–12). IV. Regreso de Rut a casa de su suegra (vv. 16–18).
Versículos 1–5
I. Es admirable y digno de imitación el interés que tiene Noemí por el bienestar de su nuera, y está decidida a verla bien casada. En su prudencia, planeó para su nuera lo que la modestia de ésta le impedía planear para sí misma (v. 1). Obró así: 1. En atención al hijo difunto, para que alguien levantase descendencia por la que se preservara de la extinción la familia. 2. En atención y gratitud a la propia nuera, que tan fiel y respetuosamente se había comportado con ella. «Hija mía—le dice, considerándola como hija suya—, ¿no he de buscar hogar (lit. Lugar de descanso) para ti donde te vaya bien?»; es decir, el acomodo de un buen matrimonio, ya que el estado matrimonial es, o debería ser, un estado de descanso, no de ocio, para la juventud. Es así como se asientan los afectos volubles y reposa el corazón. Son verdaderamente casquivanos los que no se asientan con el matrimonio.
II. El método que usó para procurar el matrimonio de su nuera fue muy extraordinario y hasta puede parecer sospechoso. Si en él se halla algo impropio, la culpa ha de cargarse a Noemí, quien empujó a su nuera a ello, sabiendo, o debiendo saber, mejor que Rut, los usos y costumbres de Israel.
1. Es cierto que Booz, al ser pariente cercano del muerto y (por lo que Noemí sabía) el más próximo de los vivos, estaba obligado por la ley a casarse con la viuda de Mahlón, hijo mayor de Elimélec, y muerto sin descendencia. Noemí viene a decir: «¿Por qué no le hemos de recordar la obligación que tiene?»
2. Era el tiempo apropiado para recordarle esto a Booz, ahora que él se había puesto en contacto con Rut por estar ella continuamente espigando durante toda la siega, y él se disponía a aventar las cebadas en la era (v. 2).
3. Noemí pensó que Rut era la persona apropiada para hacer la petición; quizás era la costumbre en el país que fuese la mujer quien tomase la iniciativa en la propuesta de matrimonio en casos como éste, como parece respaldado por Deuteronomio 25:7–9. «Lávate, pues, y úngete, y vistiéndote tus vestidos, vete a la era» (v. 3), le dijo. Es probable que estuviese invitada a cenar allí. Pero no debía hacer saber sus propósitos hasta que se dispersara la compañía y se retirase Booz a descansar.
4. La forma en que Rut se acercó a Booz para descubrirle los pies y acostarse junto a él, parece a primera vista sospechosa y no muy casta; pero no cabe duda de que esas expresiones son correctas y no implican un eufemismo para cubrir el acto sexual. Noemí no pretendió otra cosa, ni Rut la llevó a cabo, que dar a entender a Booz que le correspondía tomar por esposa a Rut. Por otra parte, sabía que Booz era un hombre virtuoso y temeroso de Dios, y que Rut era una joven modesta, casta y cuidadosa de su casa (Tit. 2:5). Si lo que Rut hizo hubiese implicado algo poco decente, podemos estar seguros de que Noemí no habría sido tan imprudente como para incitar a su nuera a ello y enajenarse así el afecto y la amistad de un hombre tan bueno y tan importante como Booz. Por otra parte, Rut tenía el suficiente sentido y más que la suficiente virtud para haber rechazado la idea de Noemí si en ella hubiese visto algo pecaminoso. Al ser algo correcto, Rut no dudó en responder a su suegra: Haré todo lo que tú me mandes (v. 5).
Versículos 6–13
I. Cuán bien llevaba Booz su negocio. 1. Como era costumbre, estaba con sus criados, mientras éstos aventaban la parva, para dirigir la faena y hacer que se llevase a cabo con el debido esmero. 2. Al haber mayor faena que de ordinario, trataba a sus criados de modo también más que ordinario y, para animarles, comía y bebía con ellos. 3. Después de la cena y, probablemente, de una breve sobremesa, Booz se retiró a dormir a hora conveniente, ya que había tenido su primer sueño a medianoche (v. 8). 4. Tenía su lecho a un lado del montón de grano (v. 7). Era sencillo, como su antepasado Jacob y, como él, si era conveniente, podía dormir en el granero o sobre la paja.
II. Vemos también cuán perfectamente cumplió Rut con lo que su suegra le había mandado. Al despertar Booz y percatarse de que alguien dormía a sus pies, preguntó quién era; a lo que Rut respondió declarándole su nombre y el objetivo que perseguía (v. 9): ponerse bajo su protección, ya que él era la persona designada por la ley de Dios para tal cometido: «Extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano (lit. redentor) y, por tanto, tienes el derecho y el deber de redimir de la ruina una familia y una hacienda».
III. El favor que Rut halló a los ojos de Booz. Éste sabía que la petición de ella era justa y honesta, y correspondió como debía, sabedor que no era una pasión sensual lo que la había llevado a los pies de él, por lo que mantuvo valientemente su honor y el de ella.
1. La alabó y le habló amablemente, llamándola «hija mía» (v. 10), como a mujer de virtud eminente, pues había obrado excelentemente al dejar su propio país y venirse a Israel con su suegra, para vivir con ella y mantenerla. Ya la había bendecido por esto (2:12); pero ahora dice: Has hecho mejor tu postrera gracia que la primera (v. 10), puesto que no se había visto atraída por deseos juveniles, sino por el bien de la familia, al desear un segundo casamiento.
2. Le prometió casarse con ella (v. 11): «No temas que yo te reproche o menosprecie; yo haré contigo lo que tú digas, pues eso es lo que la ley demanda y no tengo razón alguna para rehusar, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa» (v. 11).
3. Se lo prometió condicionalmente, ya que había otro pariente, más próximo que él, a quien pertenecía el derecho de redención (v. 12). Booz mismo se ofreció a hacerle al otro la propuesta y ver cómo pensaba. Si el otro rehusaba cumplir con su obligación, él estaba dispuesto a redimir la hacienda, casarse con la viuda y reconstruir así la familia. El obispo Hall compendia así todo el asunto: «Booz, en lugar de tocarla como un lascivo, la bendice como un padre, la anima como amigo, se ofrece como pariente cercano, la recompensa como patrono y la despide cargada de esperanzas y regalos, no menos casta, sino más feliz de lo que vino».
Versículos 14–18
I. Cómo despidió Booz a Rut. 1. Con una buena advertencia (v. 14): No se sepa que vino la mujer a la era, no tanto por visos de indecencia como para respetar el derecho del otro pariente más cercano. Aunque el texto parece insinuar que Booz dijo estas palabras en su interior, caben pocas dudas de que también se lo dijo a Rut. 2. Con un buen presente, muy apreciable para su suegra, prueba evidente de que la enviaba sin disgusto, sino muy complacido con la visita de Rut. Hizo que ella se quitara el manto (o, más bien, velo grueso) que llevaba encima, y en él depositó Booz seis medidas de cebada. Si atendemos al peso que podía llevar una mujer, aun siendo joven y fuerte, estas medidas no podían ser efás (habrían sido un peso de unos 250 kilos), sino omeres (unos 20 litros) o seahs (unos 70 litros) y aun esto último sería demasiado peso para ella. Es, por ello, lo más probable que la medida fuese el omer.
II. Cómo recibió Noemí a Rut. Le preguntó: ¿Qué hay, hija mía? (v. 16). Como si dijese: «¿Eres ya novia o no? ¿Hemos de regocijarnos o no?» Así que Rut le contó cómo estaba el asunto (v. 17), a lo que la suegra: 1. Le aconsejó que estuviese satisfecha con lo hecho hasta entonces (v. 18): Estate tranquila, hija mía, hasta ver cómo acaba la cosa. 2. Le aseguró que Booz era digno de toda confianza como hombre que habría de hacer cuanto estuviese en su mano para llevar a feliz término este asunto: porque ese hombre no descansará hasta terminar hoy mismo este asunto.
Historia de Débora y Barac. I. Israel se aparta de Dios (v. 1). II. Israel, bajo la opresión de Jabín (vv. 2–3). III. Débora, juez de Israel (vv. 4–5). IV. Israel es rescatado de las manos de Jabín por la acción concertada de Débora y Barac (vv. 6–24).
Versículos 1–3
I. Apostasía de Israel: Volvieron a hacer lo malo. 1. La extraña fuerza de la corrupción, que precipita a los hombres en el pecado, por mucha que sea la frecuencia con que ellos experimentan sus fatales consecuencias. 2. Los malos efectos que suele tener una tranquilidad demasiado larga. El país había estado tranquilo durante ochenta años (3:30), lo cual debería haberlos confirmado en su adhesión a Dios, pero, por el contrario, los volvió presuntuosos y confiados. 3. La gran pérdida que supone para una nación la muerte de los buenos gobernantes: Después de la muerte de Eúd, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová.
II. Israel es oprimido por sus enemigos. Como ellos abandonaron a Dios, Dios los abandonó a ellos, y vinieron a ser presa fácil de cualquier opresor. Jabín era rey de Hazor, como lo había sido otro del mismo nombre, quizás antepasado suyo, al que Josué derrotó y mató, incendiando después su ciudad (Jos. 11:1, 10). Parece ser que andando el tiempo, la ciudad fue reedificada. Jabín y su general Sísara oprimieron con crueldad a los hijos de Israel por veinte años (vv. 2–3). Lo que agravó esta opresión fue que estos cananeos habían sido vencidos y subyugados anteriormente por los israelitas, conforme habían sido sentenciados de antiguo a ser siervos de los semitas (Gn. 9:25), y habrían estado ahora bajo los pies de Israel si no hubiese sido por la pereza, la cobardía y la incredulidad del pueblo de Dios.
III. Israel se vuelve a Dios: Clamaron a Jehová (v. 3), cuando se vieron en apuros, sin vislumbrar otra salida.
Versículos 4–9
Por fin llegó el día feliz de los redimidos, cuando Israel iba a ser librado de las manos de Jabín.
I. La preparación del pueblo para esta liberación, mediante el gobierno y el don profético de Débora (vv. 4–5). Su nombre significa abeja, y ella correspondió a su nombre por su laboriosidad, sagacidad y gran utilidad para la nación; dulce para sus amigos y dolorosa para sus enemigos. Era esposa de un tal Lapidot, que significa lámparas. Dicen los rabinos que se había dedicado antes a confeccionar mechas para las lámparas del tabernáculo, con lo que Lapidot vendría a ser un apelativo de oficio, más bien que el nombre de su marido. En todo caso, le venía muy bien ese apelativo, como mujer de luces, por su extraordinaria prudencia y sabiduría. Lo que de cierto se nos dice de ella es que:
1. Era una mujer que tenía comunión íntima con Dios, pues era profetisa.
2. Estaba dedicada totalmente al servicio de Israel. Era juez de Israel en el tiempo en que Jabín los oprimía. Juzgaba, no como princesa que ostenta una autoridad gubernativa, sino como profetisa (hebreo nebiah—femenino de nabí), es decir, transmisora de los mensajes de Dios al pueblo.
3. Se nos dice que habitaba (o, según prefieren traducir otros, se sentaba), debajo de una palmera, la cual se llamó, a raíz de esto, la palmera de Débora. Ya fuese que su casa estuviese cercana a esa palmera, o que ejerciese su oficio al aire libre, lo cierto es que la palmera era un buen emblema de la justicia que administraba, la cual se crece ante la oposición, como la palmera bajo presión.
II. El plan proyectado para la liberación de Israel. Débora no era la persona adecuada para ponerse al frente de un ejército, al ser mujer, pero ella fue la que designó como general a Barac de Neftalí. Ni éste podía hacer nada sin la cabeza de Débora, ni ella podía hacer nada sin las manos de Barac; pero entrambos formaron un libertador completo y obtuvieron una liberación total.
1. Bajo la dirección de Dios, ella ordenó a Barac juntar una tropa y hacer frente a las fuerzas de Jabín, mandadas por Sísara (vv. 6, 7). Es posible que Barac hubiese meditado por largo tiempo sobre el modo de combatir al enemigo, pero había dos cosas que le desanimaban:
(A) Necesitaba que se le comisionase para formar un ejército. Y esto es lo que hizo Débora bajo la dirección de Dios y el sello del Cielo, ya que, como profetisa, podía darle la garantía necesaria: «¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en et monte de Tabor …?» (a) Le indica el número de hombres que ha de emplear: Diez mil (b) De dónde los ha de sacar: Únicamente de su tribu y de la de Zabulón que era colindante. (c) Dónde los ha de juntar: En el monte de Tabor, en la próxima vecindad.
(B) Cuando él tuvo preparada la tropa, no sabía de qué forma había de atacar al enemigo, pero Débora le dijo: «Yo atraeré hacia ti … a Sísara … con sus carros y su ejército». Además, le prometió completo éxito: «Y lo entregaré (ella hablaba de parte de Dios) en tus manos.
2. A petición de Barac, ella promete acompañarle hasta el campo de batalla, ya que:
(A) Barac insistía mucho en la necesidad de que ella estuviese presente, con lo que él se sentiría más confiado que con todo un consejo de guerra (v. 8): «Si tú vienes conmigo para instruirme y aconsejarme, haciéndome saber la voluntad de Dios en cualquier dificultad, yo iré de muy buena gana y no temeré los carros herrados; pero si no vienes conmigo, no iré». Ninguna satisfacción mayor para él que tener consigo a la profetisa, para dar ánimo a los soldados y para pedirle consejo cuando lo requiriese la oportunidad.
(B) Débora le prometió ir con él (v. 9). No había peligro ni fatiga que pudiera desanimarla de hacer todo cuanto estuviera en su mano para el servicio de su país. Débora era el «vaso más frágil», sin embargo, su fe era más fuerte. Y aun cuando condesciende a ir con Barac, ante la insistencia de éste, le echa en cara con suave ironía, su falta de resolución y bravura. «Mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, como lo habría sido si hubieras marchado solo, porque en mano de mujer entregará Jehová a Sísara», esto es: (a) El mundo atribuirá la victoria a las manos de Débora. (b) Dios completará la victoria por mano de Jael. La labor de estas dos mujeres eclipsará la gloria de Barac.
(C) No obstante esta reconvención de Débora, Barac estima el éxito de su empresa mucho más que su propio honor y, por consiguiente, no retira su petición.
Versículos 10–16
I. Barac pide voluntarios y pronto tiene presta su cuota de soldados (v. 10). Aunque las tribus de Zabulón y Neftalí fueron las principales en aportar fuerzas, del cántico de Débora se desprende que algunos soldados habían venido de las tribus de Manasés e Isacar también (5:14–17), mientras que Rubén no había enviado los refuerzos que se esperaban de esa tribu. El versículo 11, paréntesis acerca del traslado de Héber al valle de Zaanaim, junto a Cedes, tiene por objeto introducir lo que sigue después acerca de la hazana de Jael, mujer de Héber cineo.
II. Sísara entra en el campo de batalla con un ejército muy numeroso y poderoso (vv. 12, 13). La confianza de Sísara estaba principalmente en sus carros herrados; por eso se hace mención especial de sus 900 carros herrados (v. 13) tan efectivos para la destrucción del enemigo, como ya explicamos en otro lugar.
III. Débora da la orden de ataque (v. 14). Dice Flavio Josefo que, cuando Barac vio desplegado el ejército de Sísara, y en ademán de rodear el monte de Tabor en el que se hallaban las tropas de Israel, su corazón desfalleció, pero Débora le animó a descender contra el enemigo: «Jehová ha entregado a Sísara en tus manos». Bien le vino a Barac tener consigo a Débora, pues ésta suplió lo que a él le faltaba: 1. De sabiduría, pues le dijo: «Éste es el día». 2. De valentía, pues le dijo: «¿No ha salido Jehová delante de ti?»
IV. Es Dios mismo quien derrota al ejército enemigo (v. 15). No fue tanto lo que hizo Barac con su ataque por sorpresa, como lo que hizo Dios desde el Cielo, para derrotar completamente a Sísara. «Desde los cielos pelearon las estrellas»—cantó después Débora (5:20). Dice Josefo que estalló una tremenda tormenta de granizo, y grandes piedras cayeron sobre los rostros de los enemigos haciéndoles retroceder; de tal forma que vinieron a ser fácil presa de Israel con lo que se cumplió la profecía de Débora: «Jehová ha entregado a Sísara en tus manos».
V. Barac persiguió al ejército en fuga, hasta el cuartel general de las fuerzas enemigas en Haroset (v. 16) y no perdonó la vida a ninguno de los que Dios había entregado en su mano: No quedó ni uno.
Versículos 17–24
Hemos visto la completa derrota del ejército cananeo. Ahora vemos:
I. La caída de su general, Sísara. Observemos los pasos contados de la caída de este poderoso capitán:
1. Descendió del carro, y huyó a pie (vv. 15, 17). ¡Qué miseria de hombre, vencido y desmontado! El que tanto confiaba en sus carros herrados para atacar, tiene que confiar en sus propios talones para escapar.
2. Al no tener baluarte ni lugar propio donde refugiarse, buscó cobijo en las tiendas de los cineos. Lo que le animó a cobijarse allí fue que, en aquel tiempo, había paz entre Jabín rey de Hazor, el amo de Sísara, y la casa de Héber cineo, en la que Sísara se refugió. Pensó, con falso fundamento, que allí estaría a salvo.
3. Jael le invitó a entrar y le dio la bienvenida. Es probable que estuviese ella a la puerta de la tienda para ver si alguien le daba noticias del resultado de la batalla. Con todo disimulo: (A) Jael le invitó a entrar. Es probable que, al ser su marido descendiente del suegro de Moisés, esperase la oportunidad de hacer algún favor a los hijos de Israel. (B) Le trató con toda amabilidad, como huésped invitado, para que se sintiera seguro en su casa. Podemos suponer que procuró que no se hiciese ningún ruido allí, a fin de que él se durmiese profundamente y cuanto antes. Ahora que Sísara se creía tan seguro, es cuando menos estaba a salvo.
4. Al estar él profundamente dormido, tomó Jael una estaca puntiaguda, como las usadas para fijar en el suelo las tiendas de campaña, y un martillo o mazo, y le metió la estaca por las sienes hasta coserlo con el suelo (v. 21). Tenía, sin duda, la garantía divina para hacer esto (V. el v. 23), por lo que su caso no puede, sin más, ser imitado, puesto que nadie puede arrogarse ahora una similar comisión de parte de Dios. Se deben observar religiosamente las leyes de la amistad y de la hospitalidad, y hemos de aborrecer aun el pensamiento de traicionar a cualquier persona a la que hayamos invitado y animado a poner su confianza en nosotros. Lo mismo que en el caso de Eúd con respecto a Eglón, podemos estar seguros de
que Jael era consciente del impulso divino que la movía a llevar a cabo aquella acción y a quedar satisfecha con el feliz resultado de su estratagema. El que pensaba destruir a Israel con la multitud de sus carros herrados, quedó destruido con una estaca de madera.
II. La gloria y el gozo de Israel por este triunfo. 1. Barac, el general del ejército israelita, encuentra muerto a su enemigo (v. 22); no cabe duda de que se quedaría ampliamente satisfecho de la parte que le cabía en este triunfo y de la gloria que se le seguía a Dios, así como de la confusión de sus enemigos. 2. Israel quedó totalmente libre de las manos de Jabín, rey de Canaán (vv. 23, 24). Con la victoria de este día, no sólo se sacudió de encima su yugo, sino que prosiguieron después victoriosamente contra él, hasta destruirle por completo.