Se conoce como "espeleosocorro" a la técnica de rescate empleada para evacuar a una persona herida que haya sufrido un accidente en una cavidad subterránea.
Los socorristas que intervienen en un rescate subterráneo son espeleólogos experimentados (que dominan previamente las técnicas de progresión, instalación, autosocorro y primera intervención en accidente) y que han recibido una formación específica como espeleosocorristas. Entre ellos, algunos se especializan en áreas concretas como medicina, desobstrucción, comunicaciones o espeleobuceo. Esta última disciplina es particularmente difícil y arriesgada, como quedó patente en la operación de rescate de la cueva Tham Luang en Tailandia.
La mayor parte de los espeleosocorristas son voluntarios, aunque también hay algunos profesionales: los pertenecientes a los grupos de rescate de las fuerzas armadas y bomberos, entre los cuales cuentan con efectivos para rescate espeleológico. En cualquier caso, dentro de la cavidad, todos ellos actúan bajo las órdenes de un mismo Coordinador de Espeleosocorro.
Los rescates en cavidad son muy pocos, comparados con los que se efectúan en la superficie (accidentes de montaña, por ejemplo). No obstante, el despliegue logístico necesario para resolverlos requiere la movilización de una gran cantidad de personas y medios, por lo que suelen tener gran repercusión mediática.
En general, los rescates subterráneos son gestionados primeramente por las estructuras locales de Atención de Emergencias. Tras la valoración de los técnicos, se evalúa si el rescate es resoluble con los medios de que disponen los grupos profesionales (la mayor parte de los accidentes espeleológicos se tratan de personas que han caído accidentalmente a una sima). Si no es así, porque el accidente ha ocurrido en un sector más profundo de la cavidad, suele ser necesario movilizar al espeleosocorro local; si hay alguna dificultad adicional, no es raro recurrir a la ayuda de los grupos de espeleosocorro de territorios limítrofes.
La logística general de los rescates suele estar a cargo de las estructuras locales de Protección Civil, y en una gran parte consiste en trabajo exterior (transportes, compras, alojamiento, comunicaciones, mantenimiento, suministro energético, gestión...); del trabajo a realizar en el interior de la cavidad suelen encargarse los espeleosocorristas.
Operativamente, la actividad de los grupos de espeleosocorro se controla desde un Puesto de Control (PC), instalado en la localidad más cercana a la cavidad. En la entrada de la misma se instala un Puesto de Boca (PB) que sirve de enlace entre el PC (por radio) y los rescatistas dentro de la cavidad (mediante diferentes sistemas, dependiendo de la morfología de la cavidad y la distancia a la que se encuentre el accidentado). Dentro de la cueva, los espeleosocorristas actúan en grupos de 6-8 personas, a las órdenes de un Jefe de Equipo; cada equipo se sitúa en un tramo concreto de la cavidad, encargándose de instalar el material necesario para salvar cada una de las dificultades que presente (tirolinas, polipastos, contrapesos, etc.).
Un rescate no muy complicado puede durar 2-3 días. Por ello, desde el PC se controla a cada uno de los socorristas para saber dónde se encuentra, cuántas horas lleva trabajando y cuándo debe descansar. En espeleosocorro se respeta estrictamente la norma de que tan importante como sacar al herido es que no se produzca un sobreaccidente.
Rescate en Riesending 2014
Espeleobuceadores pertrechados para una inmersión.
Simulacro del Espeleosocorro Vasco (Artekona 2010)
Los grupos de espeleosocorro se organizan en estructuras diversas, generalmente a nivel provincial o regional, según el carácter heterogéneo de los espeleólogos voluntarios que los conforman. En algunos países como Francia o el Reino Unido existen asimismo estructuras estatales que aglutinan las anteriores, e incluso la Unión Internacional de Espeleología cuenta con una Comisión de Espeleosocorro. Se trata generalmente, sin embargo, de estructuras de coordinación sin capacidad operativa, la cual está a cargo de cada grupo de espeleosocorro regional. Es habitual la colaboración entre grupos vecinos, tanto en formación y entrenamiento (cursos, simulacros), como en rescates reales. No es raro, asimismo, que espeleosocorristas de un país se desplacen a donde se requiera su intervención, sea con apoyo de las instituciones o a sus expensas; son los casos de los rescates de Inti Machay (Perú) o Tham Luang (Tailandia).
El auge de la espeleología en Europa tras la II Guerra Mundial produjo un aumento del número de expediciones, y por tanto de la probabilidad de accidentes. El principal hito de la historia del espeleosocorro tuvo lugar en Isaba (Navarra, España), con el accidente que en 1952 sufrió el espeleólogo Marcel Loubens en la Sima de la Piedra de San Martín. El desenlace dramático del rescate de Loubens (que falleció en la cavidad, y tuvo que ser enterrado in situ ante la imposibilidad de evacuar el cuerpo) hizo patente las graves carencias de las técnicas de rescate en el medio subterráneo. Quedó en evidencia que, en caso de accidente, los espeleólogos no podían esperar ayuda de los equipos de rescate exteriores; se hizo necesario, por tanto, que ellos mismos desarrollaran técnicas de espeleosocorro.
Los primeros pasos para la organización formal del rescate en cavidades tuvieron lugar en los años 60: en 1962 se celebró en Bruselas el I Congreso de Espeleosocorro. Los grupos locales comenzaron a realizar maniobras como la que los vascos realizaron en 1966 en la Sima del Vizcaíno (Aralar). Asimismo, se crearon estructuras regionales para articular los esfuerzos de los diversos grupos, como la que en 1967 coordinó a los espeleosocorristas voluntarios de Sola y Bearn, y que se encargó del rescate de Arphidia 1969, donde un espeleólogo resultó con fractura de fémur tras el desprendimiento de unos bloques. Este tipo de estructuras fueron coordinándose en iniciativas como la que en 1977 dio origen al Spéléo Secours Français, coordinadora estatal de los grupos de espeleosocorro franceses.
Rescate en Riesending 2014.
Puesto de Boca en el accidente de la Sima de la Piedra de San Martín (1952).
La exploración de cuevas es, por su naturaleza, una actividad potencialmente peligrosa, aunque el riesgo de un accidente, y de su gravedad, claramente varían de una cueva a otra. En todos, hasta en el más simple de los casos, el rescate de una persona lesionada de una cueva plantea problemas que son diferentes a los que encontramos en la superficie. Una cueva es un entorno relativamente hostil, esta completamente oscuro más allá de la zona de entrada y puede haber otros peligros potenciales, incluyendo agua, bajas temperaturas, pasajes estrechos y verticales . Por lo tanto, hay una necesidad de equipos especializados que estén preparados con las ultimas técnicas de rescate.
La Organización Francesa de Rescate en Cuevas tiene registros que se han mantenido desde los primeros años de 1900, pero se cree que el primer equipo de rescate de cuevas organizado formalmente del mundo fue fundado en Yorkshire, Inglaterra, en 1934 (Eyre & Frankland, 1988). Actualmente, más de 20 Paises tienen organizaciones activas de rescate de cuevas. La Unión Internacional de Espeleología proporciona un foro para grupos de espeleosocorro por el cual pueden comunicarse e intercambiarse información, se Organizan seminarios donde es posible practicar nuevas técnicas basadas en recates realizados.
Los registros de rescate se publican en revistas nacionales, a menudo con detalles y análisis completos. Además, muchas organizaciones mantienen registros detallados de sus rescates y por lo tanto es posible generar estadísticas sobre la diversidad de accidentes en espeleología que requieren rescate.
Por ejemplo: Las estadísticas de Estados Unidos muestran que la mayoría de los incidentes (c. 30%) involucran trabajo vertical de espeleología y cuerda. Esto es seguido por espeleologos que se han perdido o han experimentado fallos con la iluminación (18%); problemas de agua, incluyendo ser atrapado por inundaciones (14%); atrapamiento (10%); caída de rocas, hipoxia y problemas médicos, cada uno con un 5% o menos (Hempel & Fregeau-Conover, 2001).
Frankland (1991) proporciona estadísticas sobre las causas de lesiones o muerte a los espeleologos británicos: caídas (61%), roca caída (15%), ahogamiento (12%), Hipoxia 21%), y otros (10%). Un análisis más detallado de las estadísticas de rescate de cuevas para el Área de Yorkshire Dales (Forder, 2001) muestra que la mitad de entre 1935 y 2000 se produjeron inundaciones o caídas y se contabilizaron una cuarta parte de todas las muertes, las inundaciones 13%.
El 80% de los britanicos involucrados en rescates y en los Estados Unidos, el 90% se Devia a espeleologos inexpertos o mal equipados (Hempel & Fregeau-Conover, 2001).
Las estadísticas anteriores ilustran que los espeleologos inexpertos y mal equipados son la mayoría y que se accidentan, generalmente en subidas cortas, desprotegidas o en verticales con cuerdas y escaleras, son los accidentes más comunes. En tales caídas las fracturas de extremidades inferiores es la lesión más común, seguida de cerca y quizás sorprendentemente por fracturas espinales, casi en su totalidad sin dañar a la medula espinal. Las lesiones espinales plantean dificultades particulares y mas complicadas para el equipo de rescate.
El rescate del espeleólogo perdido requiere que los equipos de espeleosocorro tengan conocimiento y recursos para la búsqueda sistemática y rápida en cuevas complejas o en varias cuevas en un Área. La velocidad en cualquier rescate es crítica, porque incluso si los espeleologos no están heridos están en peligro de hipotermia. Lloyd (1964) encontró que la muerte por hipotermia podría ocurrir dentro de media hora después de la aparición de los primeros síntomas. La prevención de la hipotermia en la víctima perdida, atrapada, o accidentada es una consideración importante del equipo de rescate, que suelen llevar en el equipo mantas de supervivencia , paquetes de calor, aislante. etc..
Cuando una persona se lesiona un factor crítico para el Éxito de rescate es el tiempo empleado en alertar del accidente a los grupos de rescate. La dificultad de la cueva y la profundidad del lugar del accidente significa que puede haber horas o incluso días entre una lesión y la llegada del equipo de rescate. Por lo tanto, la disponibilidad de equipos básicos de supervivencia y el conocimiento de Los primeros auxilios entre el grupo de la víctima aumentan la probabilidad de un rescate exitoso.
Muchos sistemas de cuevas se inundan y a menudo se inundan de forma muy rápida. Se requiere un cuidado especial en los niveles más bajos de las cuevas y cerca de los sumideros el nivel del agua puede elevarse excepcionalmente rápido. Cuando las aguas nos impiden una salida segura, la Única opción es buscar una posición por encima del nivel máximo de agua, que a veces puede deducirse por las paredes cubiertas de espuma o barro o vegetación alojada en grietas y grietas.
Algunas cuevas que experimentan frecuentes inundaciones en sus entradas han designado puntos donde espeleologos atrapados pueden esperar con seguridad el rescate (p. ej., Peak Cavern, Inglaterra). Por lo general es es aconsejable esperar hasta que el equipo de rescate llegue a menos que este absolutamente seguro de que el nivel del agua ha bajado lo suficiente para una salida segura.
No es prudente moverse contra un inundación, y excepcionalmente peligroso es intentar ascender o descender por cuerdas o escaleras cuando la cueva está inundada.
El peor desastre de la espeleología en Gran Bretaña fue en Mossdale 1967 cuando seis espeleólogos perdieron la vida como resultado de una inundación repentina inesperada.
Hay Libros y artículos que a menudo contienen información sobre las cuevas que se sabe que se inundan y un espeleólogo sabio comprobará el clima antes de entrar en tales cuevas. Sin embargo, la precipitación intensa no es siempre predecible y en el Área.
En Mossdale el 3 de mayo de 1986, otra inundación repentina causo seis llamadas de rescate diferentes. Esta vez solo hubo un solo muerto.
Rescatar a una persona con Hipoxia requiere tanto una respuesta rápida y gran cuidado ya que los accidentes por hipoxia o intoxicación podrán resultar con la muerte del rescatador, así como la de la víctima. Los equipos de rescate y recuperación utilizan equipos de respiración o despejan la atmosfera peligrosa. Menos obvio, es que la respiración en un espacio confinado aumenta el dióxido de carbono y reduce el oxigeno , por lo que si no tiene una mínima ventilacionn puede hacer que perdamos la consciencia y por consiguiente la vida.
Por ejemplo, en Inglaterra en 1976 seis espeleologos exploraban un sumidero a pulmón libre de 8 m de largo, en Langstroth Pot, con una pequeña campana de aire donde se podía hacer una pequeña respiración a mitad de camino. Desafortunadamente usaron el oxigeno en la campana de aire, reemplazándolo con dióxido de carbono y hubo tres muertes.
Cada situación de rescate es diferente y no hay fórmula exacta para lo que debe hacer. En las expediciones en zonas remotas y en la mayoría de cuevas verticales se pone énfasis en el autorescate, que en este contexto significa que los miembros del equipo de la víctima sepan técnicas de rescate, por también, por lo menos nociones básicas y un curso de primeros auxilios.
Los espeleólogos que realizan autorescate deben evaluar el grado de lesión y la disponibilidad de un rescate externo antes de intentar sacar a la víctima de la cueva ellos mismos. Algunos los rescates no pueden esperar a un equipo externo; por ejemplo, si la víctima está atrapada en la cuerda colgando en un arnés que deben ser liberados lo más rápido posible el síndrome de arnés se produce rápidamente. Si los espeleólogos están entrenados en primeros auxilios y técnicas de rescate, especialmente los necesarios para el rescate en cuevas verticales (Warild, 1994), entonces se incrementa la probabilidad de un autorescate exitoso. Sin embargo, un grupo no entrenado probablemente no lograra rescatar a una víctima gravemente herida de las profundidades de una cueva.
Los pasajes inundados (sumideros) plantean problemas particulares. Solo los espeleobuceadores pueden rescatar a otros espeleobuceadores si tienen un fallo en el equipo o un accidente. Los espeleobuceadores también se han utilizado para sacar espeleologos atrapados por sifones o crecidas repentinas y que les obliga a quedarse en el sitio, sin lesiones, atrapados más allá de los pasajes de las cuevas inundadas.
Probablemente los primeros rescates acuaticos fue en 1969 cuando un espeleólogo atrapado e inconsciente en Meregill Hole, Inglaterra, fue llevado a través de un sumidero con una máscara de buceo sujeta a su cara. Sobrevivió la inmersión, pero murió de hipotermia poco después. Desafortunadamente muy pocos incidentes de estos tienen un final exitoso, y la recuperación del cuerpo plantea sus propios problemas