Las sustancias radiactivas y las personas.

La vida media de los radionúclidos

Aun cuando la substancia penetra en la cadena alimenticia, tal como se acaba de describir, si su vida media es muy breve (de segundos, o minutos) no creará peligro alguno, puesto que 1a mayor parte del material se habrá desintegrado mucho antes de su entrada. Y en forma análoga, si la vida media se mide en millones de años, se producirá una cantidad insignificante de radiación durante la vida. En nuestro ejemplo anterior, la vida media del 90Sr es de aproximadamente 28 años. Así pues, este isótopo posee la propiedad de ser incorporado al tejido vivo y, si se absorbe en cantidad suficiente, podrá crear una radiación significativa.

Efectos de la radiación sobre las células vivas

La radiación puede expulsar a los electrones de los átomos con los que chocan. Este daño puede afectar a ciertas moléculas que son necesarias para la célula. Estas radiaciones reciben el nombre de ionizantes y son evidentemente las más peligrosas.

Una de estas moléculas es el ácido desoxirribonucleico (DNA), que contiene toda la información genética que se requiere para el desarrollo y la conservación de la célula. El DNA constituye un blanco sensible a la radiación, y cuando una célula recibe radiación, las cadenas del DNA tienden a romperse en fragmentos. Si la velocidad de suministro de la radiación es pequeña, los mecanismos de reparación de la célula podrán sellar las roturas de las cadenas, pero más arriba de determinada velocidad el proceso de reparación no puede mantener el paso, y la fragmentación del DNA se hace irreversible.

Los tipos de células difieren considerablemente en su sensibilidad a la radiación. Por regla general, los que se dividen con mayor rapidez son aquellos que la radiación destruye más fácilmente. Dichos tipos comprenden las células de la médula ósea, que elabora los glóbulos, leucocitos, los eritrocitos y las plaquetas de la sangre; las que revisten el tubo gastrointestinal y los folículos pilosos, así como las células productoras de esperma. Por el contrario, las células musculares y nerviosas, que no se dividen en el adulto, son muy resistentes incluso a grandes dosis de radiación. Sin embargo, esta regla no es invariable. En efecto, ni los linfocitos, ni los óvulos se dividen en circunstancias normales, pero ambos son sumamente fáciles de destruir por radiación.

Desde hace algunos años, se sabe que la radiación constituye una inductora poderosa de mutaciones, las cuales se producen cuando el DNA es alterado en alguna forma. En ocasiones tan notorias que los cromosomas muestran un aspecto anormal al contemplarlos bajo el microscopio. Otros cambios son mucho más sutiles y tienen lugar solo durante un trecho diminuto del DNA.

La importancia de las mutaciones, cualquiera que sea su tipo, radica en que: 1) pueden producir cambios en la función de los genes a los que afectan, y 2) pueden ser transmitidas a las células hijas.

Efectos sobre el cuerpo entero

Resulta apropiado dividir dichos efectos en: "somáticos, o sea aquellos que se limitan a la población sometida a la radiación, y los genéticos, o sea los que son heredados por generaciones subsiguientes.

Efectos somáticos tempranos: enfermedad por radiación

En diversas ocasiones, durante los últimos 75 años, grupos de personas han estado expuestos a grandes dosis de radiación ionizante por periodos que han ido desde unos segundos a algunos minutos. Los holocaustos de Hiroshima y Nagasaki, y los accidentes ocurridos en instalaciones nucleares civiles proporcionan mucha información acerca de lo que la radiación puede hacer cuando se administra en grandes cantidades al cuerpo durante un breve periodo. Consideremos primero el resultado más simple y terrible del efecto de la radiación, esto es, la muerte. La figura muestra la relación entre la dosis administrada a una población de animales y el porcentaje de población que sobrevive tres semanas o más a la exposición. Hasta una dosis aproximada de 250 rads prácticamente todos sobreviven. Cuando la dosis se eleva por encima de este punto, la supervivencia empieza a disminuir abruptamente, y por encima de 700 rads, todos mueren.

Acaso significa esto que las dosis inferiores a 250 rads no producen efecto observable alguno? En absoluto. Incluso si los individuos expuestos no mueren, pueden enfermar gravemente. A dosis que oscilen entre 100 y 250 rads, la mayoría de las personas sufrirán fatiga, nausea, vomito, diarrea y perdida moderada de cabello a los pocos días de la exposición, pero la mayoría se recupera por completo de la enfermedad aguda. En cambio, en el caso de dosis que fluctúen entre 400 y 500 rads, la perspectiva no es tan buena.

Efectos somáticos diferidos

De los efectos somáticos tardíos de la radiación (esto es de los que tienen lugar meses o años después de la exposición), ninguno ha sido mejor estudiado ni objeto de mayor preocupación que el aumento de frecuencia de cáncer en los que alguna vez fueron sometidos a radiación. Antes que se conocieran los peligros de la radiación, los trabajadores de los primeros tiempos no adoptaban precaución alguna en la manipulación de materiales radiactivos y sufrieron una frecuencia mucho mayor de cáncer de la piel. Cabe mencionar también el celebre caso de las trabajadoras de las esferas de reloj de radio en los años veinte. Pintaban las esferas de los relojes con la pintura fosforescente del radio que se utilizaba en la época y acostumbraban meterse el extremo del pincel a la boca antes de aplicar la pintura a la cara de la esfera. En años ulteriores, este grupo experimento una frecuencia muy alta de tumores óseos. Los supervivientes de los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki presentaron muchos más casos de leucemia, en los 10 años que siguieron a los bombardeos, de lo que habría podido esperarse de un grupo de aquel tamaño y, más tarde, la frecuencia de otros tipos de cáncer parece aumentar también.

La terapéutica médica proporciona también enseñanzas. Por ejemplo, los niños nacidos de mujeres cuya pelvis fue sometida a rayos X durante el embarazo presentan un riesgo mayor de contraer leucemia que aquellos cuyas madres no han experimentado esa exposición.

El cáncer no constituye el único efecto somático tardío. Presentan también propensión a la formación de cataratas en el cristalino. Además, un acortamiento de la vida.

Efectos genéticos

Consideremos ahora esos efectos de la radiación que no se manifiestan en el individuo, sino que producen mutaciones en el material genético de las células reproductoras (los espermatozoides y los óvulos) que se transmiten a las generaciones sucesivas. En todos los sistemas experimentales estudiados en el laboratorio se ha demostrado que la radiación constituye un poderoso elemento causante de mutaciones.

Las sustancias radiactivas en la cadena alimenticia.

Las radiaciones pueden afectarnos de diferentes maneras. La más grave es aquella en que ingerimos la sustancia radiactiva y la incorporamos a nuestro cuerpo. Durante largos periodos de tiempo puede estar desintegrándose en nuestro interior. La naturaleza química de una substancia es lo que determina si puede o no penetrar en la cadena alimenticia y ser adquirida por los animales, las plantas y finalmente por el hombre. Por ejemplo, el Sr-90, un producto radiactivo secundario de las pruebas atmosféricas de armas nucleares, se parece al calcio desde el punto de vista químico. Es absorbido, pues, por las plantas, de donde es ingerido por herbívoros, como las vacas. Al igual que el calcio, se concentra luego en la leche de los animales y pasa a formar parte de la dieta humana. En el hombre se convierte en parte estructural de los huesos, junto con el calcio ingerido. Por consiguiente, a medida que la desintegración radiactiva prosigue, las células del hueso y de la medula se convierten en el blanco directo de la radiación proveniente de esta fuente.

Otro isótopo importante de la precipitación radiactiva es el Cs-137 (vida media = 30 años), que es químicamente similar al potasio. Se acumula en los tejidos musculares, en tanto que el Sr-90 lo hace en los huesos y la leche. El Cs-137 constituye, por consiguiente, una fuente más importante de radiactividad en la dieta de los esquimales, que comen carne de caribú. El primer paso en esta concentración altamente eficiente lo proporciona el liquen ártico, planta que obtiene su alimento mineral directamente de las partículas de polvo que se posan sobre ella. Es por esta razón que el liquen reúne el polo de la precipitación radiactiva de modo particularmente eficiente. En el verano, el caribú se desplaza hacia el norte de la tundra, y allí vaga por extensas regiones en busca de liquen, que constituye una parte importante de su dieta. Luego, los esquimales comen el caribú, que a veces es su único alimento, de este modo obtienen la concentración mayor en la cima de la cadena alimenticia.