El misterio del rio Xingú.

Prodigio en el río Xingú.

Jorge Wagensberg

Hacia el fin de la tarde, con el sol ya bajo, a nuestra izquierda, vimos proyectada sobre la vegetación de la orilla derecha una imagen oscura que nos acompañaba, con la misma velocidad que nuestra lancha, navegando sobre los árboles. La espesura era una maraña densa de lianas y trepadoras. No fue difícil reconocer en esta imagen la sombra de nuestra embarcación. Movimos los brazos saludando a la imagen y ésta respondía simultáneamente. El problema es que aquél no era el lugar intuitivo de la sombra. Una observación más detallada reveló que había otra barca similar invertida, viajando en el mismo sentido, con la tripulación cabeza abajo, las dos imágenes pegadas por el fondo de la barca y respondiendo también simultáneamente, a nuestras señales. Pero había más... Descubrimos en la superficie del agua, entre la lancha y la orilla, otro par de imágenes que igualmente nos acompañaba. Nos distanciábamos de la orilla y las imágenes desaparecían, Nos acercábamos a ella y reaparecían. Cuanto más deprisa iba la lancha más nítidas eran las imágenes de las cuatro barcas.

Son palabras de Carlos Argüello profesor de la Universidad del Estado de Mato Grosso, en Bruil, y director de un programa de formación para profesores indígenas. El fenómeno es raro (improbable que se den las condiciones óptimas) y sobrecogedor (aparición crepuscular para cerrar un día agotador). Los indios tienen su propia explicación mágica desde hace poco, porque el fenómeno no es visible a la velocidad que alcanza una canoa de remos. El profesor Argüello se pone en la piel de los nativos y comparte con ellos un instante místico. Pero hay otra cuestión, la inversa: ¿qué hacer para que los indios se pongan en la piel de Argüello y compartan con él algo de inteligibilidad científica?

Se requieren apenas dos detalles de la óptica Geométrica: la ley de reflexión de la luz (ángulo de incidencia igual a ángulo de reflexión) y algo del funcionamiento de la retina del ojo (una pantalla sensible que retiene las imágenes durante un breve momento). La comprensión es sencilla pero elaborada. Argüello la repasa mentalmente mientras la barca se acerca a su destino:

Uno: la tangente del ángulo que forman los rayos del sol con la horizontal multiplicada por la distancia que separa la barca de la orilla, debe ser menor que la altura de la vegetación. De otro modo, la imagen se sale de la improvisada pantalla.

Dos: la imagen de la barca erguida es la formada por la luz después de reflejarse en el río que luego intercepta la barca, mientras que su imagen siamesa invertida es la formada por la luz interceptada por la barca que luego se refleja en el río. La imagen del otro par de barcas en el agua no es más que (parte de) la reflexión sobre el río de (todo) lo que se yergue en su orilla.

Y tres: la pantalla vegetal sólo es una buena pantalla cuando el ojo enfoca la imagen (en reposo respecto del ojo) y la pantalla se mueve detrás difuminando los contornos en un fondo verde que será tanto más homogéneo cuanto mayor sea la velocidad de la barca.

¡Qué compleja sencillez! ¿Cómo contar todo eso a sus amigos? Al llegar a la aldea, Argüello los reúne en la oscuridad de la Oca (la gran casa indígena colectiva) y pide una linterna, un pedazo de vidrio y una piedra. El prodigio del río Xingú se reproduce ahora a placer. El prodigio se ha comprimido hasta su esencia. Y su compresión es su comprensión. El prodigio se ha reducido, pero para algunos la emoción ha aumentado. Es la emoción de la inteligibilidad científica.

Jorge Wagensberg es el director del Museo de la Ciencia Fundación La Caixa (Barcelona).