Misiones parroquiales o populares en España en los s. XVI-XX. El Padre Tarín en Coria del Rio (1898)

Introducción

En la época del Barroco tras el Concilio de Trento las misiones populares llamadas “Santas Misiones” se convirtieron en el instrumento principal de adoctrinamiento del pueblo llano, con objeto de desterrar la ignorancia o tibieza religiosa, los pecados públicos y enemistades, las supersticiones e idolatrías.

Los antecedentes de “La Santa Misión”, hace que nos remontemos al s. XIII, en el que grupos de frailes dominicos y franciscanos recorrían las ciudades y los pueblos predicando el verdadero sentido del Evangelio y las virtudes necesarias para la salvación. Estos predicadores itinerantes de las órdenes mendicantes destacaban la necesidad de la conversión y del arrepentimiento manifestado en el sacramento de la confesión como puerta de reconstrucción de la fe y de la renovación espiritual del cristiano. Sin embargo, las misiones no adquirirían la forma sustancial con las que se practicaban entre los s. XVI-XX sino tras la Contrarreforma católica después del Concilio de Trento, en que se toma como modelo y metodología de conversión la propuesta por los “Ejercicios Espirituales” de S. Ignacio de Loyola. Las “Santas Misiones” con otro formato intentan trasladar al pueblo, en una grandísima parte analfabeto, el método propuesto por San Ignacio de Loyola pero de manera visual, sencilla y emotiva; y ello mediante una serie estructurada de predicaciones impartidas muchas veces en calles y plazas a grandes masas de gente.

Las Santas Misiones fueron campañas de instrucción y vivencias religiosas encaminadas a la mejor formación doctrinal y moral de los fieles mediante una adaptación del mensaje cristiano a la religiosidad popular, no aceptada por la Iglesia institucional, pero de la que sí se podía aprovechar muchos aspectos válidos y se podían purificar otros. Así, las misiones populares sirvieron para tender puentes durante los siglos XVI-XX entre el catolicismo intelectual y teológico, muy influido por el racionalismo renacentista, con la religiosidad popular heredera de concepciones medievales de la vida cristiana. Las misiones populares pretendían también contribuir a la mejora de la moral y la práctica religiosa, pero sobre todo en lugares apartados y pobres, donde el clero secular se consideraba menos preparado o insuficiente, o donde también faltaban órdenes religiosas que mantuviesen directamente una acción evangelizadora o docente. Todas las órdenes religiosas masculinas desarrollaban de una manera u otra con su sello propio a través de la predicación una importante labor pastoral y se consideraban a sí mismas como “misioneras”. Aunque en las misas de los domingos, la plática del cura jugaba un papel destacado en la explicación del mensaje cristiano y el comentario del evangelio (recordemos que se leía en latín) en general la preparación del clero rural era muy deficiente. Por eso, en determinadas momentos o épocas del año los sermones adquirían en una mayor trascendencia, como las solemnes fiestas ordinarias y extraordinarias, los cultos de las hermandades, la cuaresma, eran situaciones en que se invitaban de manera extraordinaria a prestigiosos oradores venidos de un convento de la ciudad. Pero eso no bastaba sino que se necesitaban campañas periodicas de predicación intensiva. Al igual que todas las órdenes contaban con predicadores en sus filas, también disponían de un “equipo de misioneros” preparado para ir allá donde el obispo consideraba conveniente y factible que se celebrasen una Santa Misión.

Era facultad exclusiva del obispo de una diócesis aprobar para una parroquia concreta y un momento dado, una Santa Misión y a su equipo misionero encargado, ya en el s. XIX también debían de aprobar el programa de actos de la misión, reflejado a veces en un cartel. Mediante una carta al obispo comunicaba al párroco su beneplácito para la misión y otros detalles, así como las indulgencias plenarias que alcanzarían los fieles participantes (en principio todos los habitantes del lugar) y aceptar las personas que actuarían como patrocinadores pues debían correr con gran parte de los gastos. De esta manera el obispo coordinaba todo y favorecía un clima de colaboración entre misioneros y clero secular. El obispo en correspondencia con una misión popular podía reafirmar su autoridad sobre las parroquias, que en última instancia gobernaba, y el control moral y pastoral de sus fieles.

Grandes misioneros de la Edad Moderna fueron junto al pionero español S. Ignacio de Loyola, S. Vicente Paul y S. Francisco de Sales en Francia, S. Pedro Canisio en Alemania; y en España S. Tomás de Villanueva, S. Juan de Ávila, el beato fray Diego José de Cádiz, S. Antonio María Claret y el Padre Tarín, estos dos últimos a finales del s. XIX. Precisamente el fin de la I República Española y la Restauración Monárquica con la constitución de 1876 que restableció la religión católica como la confesional del Estado, esto fomentó un clima favorable para las misiones populares cuando la Iglesia española se veía enfrentada a la amenaza cierta de un anticlericalismo creciente.

Metodología y secuencia de la Santa Misión

La Santa Misión era una actuación diocesana extraordinaria en una parroquia o población para conseguir en un periodo breve la catarsis religiosa de sus habitantes, es decir una conversión emotiva y vibrante de las conciencias, especialmente de aquellas personas consideradas más irreligiosas o rebeldes. Las misiones estaban a cargo de misioneros de distintas órdenes religiosas, entre las que más se prodigaban estuvieron los jesuitas y los capuchinos. Los misioneros solían ser al menos tres o cuatro, dirigidos por uno misionero responsable.

Según la forma de instruir a los católicos podríamos distinguir dos tipos de misiones populares: las misiones catequéticas y las misiones penitenciales que solían coincidir con la cuaresma considerado el periodo más favorable. Los actos celebrados en uno u otro tipo de misión eran ligeramente distintos. En las misiones catequéticas la forma en que se exponía la doctrina solía se más moderada, mientras que en las penitenciales se buscaban efectos más impactantes y teatrales en conexión a la vivencia inmediata de la Pasión de Cristo. En unos casos se usaba preferentemente el Rosario público para las piadosas procesiones y en las otras los Vía Crucis muy apropiados en caso de que la “Santa Misión” coincidiera con la Cuaresma. La cuaresma se consideraba un tiempo privilegiado para las misiones por eso era más habitual que se hiciesen en ese periodo.

Las misiones parroquiales duraban casi siempre dos semanas con una periodicidad muy irregular pero que en el s. XIX en las poblaciones de Andalucía se podría estimar de una vez cada 10-20 años. Los objetivos propuestos en las misiones eran varios, aunque el principal era instruir al pueblo a través de sermones para adultos en su mayor parte analfabetos dados por la tarde es decir al toque de las oraciones del “ave María”, cuando los hombres habían vuelto del trabajo en el campo, también eran muy importantes las sesiones de catecismo con los niños dadas a mediodía. Otros objetivos, no menos sustanciales eran los siguientes: intervenir para solucionar pleitos y discordias (como rencores, matrimonios clandestinos, enemistades, etc.); ayudar a los sacerdotes locales; potenciar las cofradías de caridad que en esos momentos acudían a visitar a enfermos y pobres; reconocer a los necesitados y suminístrales limosnas u otras ayudas, visitar las comunidades religiosas; amonestar a pecadores y pecadoras públicas, todo para llegar, finalmente, a alcanzar el objetivo esencial: la confesión general (como signo de arrepentimiento) y la comunión general. El éxito estadístico de una misión se medía por el cómputo final de confesiones y comuniones suscitadas.

Las misiones empezaban con el recibimiento de la feligresía y de las autoridades de los misioneros a la entrada de la población. Al día siguiente se hacía el llamado “Asalto” que era una llamada callejera a modo de pregón de los misioneros por las calles con sus campanillas invitando en todos los barrios del pueblo incluidos los más marginales a concurrir a la misión, anunciando sus actos. Se usaban para ello las saetas o saetilllas como composiciones cantadas de pequeño formato muy pegadizas que servían a modo de pregón dado en las esquinas para la llamada a concurrir a los distintos actos misionales.

Aparte de los sermones vespertinos ordinarios, algunos días se celebraban los víacrucis y rosarios públicos (estos algunas veces celebrados al alba) cantados en la calle donde también se incluía un sermón dado desde un balcón. Los cantos a veces incluidos en los rosarios y víacrucis estaban especialmente compuestos para esa campaña misionera. Tenían un fuerte contenido emocional y al estar compuestos en castellano se les hacia a la gente comprensible lo que no pasaba con el resto de la liturgia que estaba en latín. Las canciones que se entonaban en los actos de misión eran muy variadas; llegando algunas de ellas hasta nuestros días, como por ejemplo: A Misión os llama(“A Misión os llama, / errantes ovejas, vuestra tierna Madre/ la Pastora excelsa...”), Venid y vamos todos (“Venid y vamos todos / con flores a porfía. Con flores a María, / que Madre nuestra es...”), o Perdona a tu pueblo, Señor (“Perdona a tu pueblo, Señor, / perdona a tu pueblo, / ¡perdónale, Señor!...”).

Para hacernos una idea de esas celebraciones vespertinas de las misiones en el s. XVIII recogemos el siguiente testimonio:

“En esta processión se irá cantando el rosario y letanía de la Virgen. O se visitarán las cruzes hasta la primera cruz se cantará el psalmo Miserere, en tono fúnebre o otra cosa semejante. En llegando a la cruz se toca una campanilla y todos postrados vesan la tierra. Léese el passo, dízese la oración y el missionero haga una brevíssima plática sobre el passo, acomodándolo a hazer el Acto de Contrición, con que ha de concluir y luego un Paternoster y Ave María y tocar la campanilla, vesar la tierra diziendo: Alabado sea el Santíssimo, etc. y callados meditando passar a la segunda cruz y hazer lo mismo. Y acabadas todas bolver rezando la corona a coros y letanías y subirse al púlpito” [BOZETA, Fr. Gonzalo agustino: “Sermones de missión”. p. 58].

Un día se hacía la confesión general, pues la confesión sacramental es considerada una forma esencial de reconciliar las almas con Dios y devolverlas a al vida de la fe, pues ante Dios todos somos pecadores. El penúltimo día se solía hacer la “procesión de penitencia” conocido como “Acto de Contricción”en el contexto de un vía crucis especial habitualmente presidido por una imagen de un Crucificado o Nazareno que solemnizaba el acto y donde participaban a cara descubierta algunos portadores de cruces y cadenas a los pies. En las procesiones penitenciales celebradas en cuaresma el cortejo solía guardar la composición que relatamos a continuación. Precedía la cruz parroquial con ciriales, a continuación los niños con hábitos de penitentes, crucecitas en las manos y coronas en la cabeza y seguían los penitentes. Seguían los penitentes que eran los hombres que querían manifestar mayor arrepentimiento o conversión durante la misión podían llevar lo los pies descalzos a veces una cruz al hombro o cadenas arrastrando de los pies. A continuación los hombres en general, seguidos de las autoridades, después la Cruz Misional rodeada por los misioneros y el clero. A veces seguía por un paso Cristo Nazareno o Crucificado y por último las mujeres vestidas de negro. El orden era semejante para esta “procesión de penitencia” o “Acto de Contricción” si esta tenía el formato eucarístico, pero en este caso guardaba mayor parecido a la procesión del Corpus Christi e iba el Santísimo presidiendo la misma, esto era más común en “misiones catequéticas”. Si se celebraba una procesión eucarística los niños iban en ese caso también delante pero vestidos de angelitos y se colocaban también altares en las calles.

El broche final de la misión, era la comunión general que tenía lugar el domingo o coincidiendo con un día de fiesta en la Misa Mayor, a veces la misa final era concelebrada y presidida por el mismo obispo. Importante era en esa misa un acto de perdón entre los enemigos que se confirmaba con un juramento ante la “Cruz de la Misión”. Después de la misa “la Cruz de la Misión” se colgaba de una de las paredes de la iglesia como recuerdo de los frutos de la misión y para refrescar a quienes la viesen su devoción y memoria de la misma misión para todo el pueblo. En ocasiones ya estaba preparado también un retablo devocional de azulejos en la fachada de la casa de alguien importante que había corrido con sus costes y que era bendecido y permanecía también como recuerdo para el pueblo. Finalmente era muy conmovedor el acto de acompañar y despedir toda la gente a los misioneros a la salida del pueblo y así concluía todo.

El padre Francisco de Paula Tarín en Coría del Río

Mucho reconocimiento tuvo en esta localidad la misión dirigida poe el jesuíta P. Tarin, cuya memoria perduró tanto por la fama de santidad que precedía a este misionero como por los frutos de evangelización que tuvo la misión sostenida por este misionero en enero de 1898.

Según costa en la obra biográfica de Risco de 192X, el padre Tarín estuvo de Misión en Coria del Río desde el 14 de enero del 1898 hasta el 23 de Enero domingo por la mañana (diez días incompletos), venía del Cornil donde mantuvo un frúctifera "misión novena" a una advocación de la Virgen de mucha devoción cuya presencia se dio desde el 7-13 de Enero.

El Padre Francisco de Paula Tarín (1845-1910) famoso misionero jesuita fallecido en Sevilla y enterrado en la Iglesia de los Padres Jesuitas de la calle Trajano. Denominado Apóstol del Corazón de Jesús por predicar el amor de Cristo simbolizado en su corazón, recorriendo sin descanso y a un ritmo frenético los pueblos y ciudades de Andalucía y de otras regiones de España. Fue declarado Venerable en 1987 por su santidad por el Papa Juan Pablo IINos consta que el padre Tarín despues de su arduo trabajo misionero ( le valió el sobrenombre de León de Cristo y Apostol del Corazón de Jesús) durante el día, aprovechaba la noche para atender a la correspondencia y escribir a veces hasta cinco cartas ya que solía dormir muy poco. Las cartas que escribía estaban relacionadas con su actividad misionera y en muchos casos se dirigían a los contactos que tenía en los disitntos pueblos donde iba a misionar, sus párocos y patrocinadores de una misión. Así estando en Coria del Río por el matasello de la carta se sabe que escribió a Dña Clara del Villar que deseaba que se celebrase una misión en Carmona cuando su programa estaba ya completísimo por muchos meses. Francisco Tarín por tanto se veía desbordado por la multitud de cartas que recibía requiriéndolo en distintos lugares de la geografía de nuestro país en particular del la mitad sur de España. En la referida carta le comenta a dicha señora de Carmona que se ponga en contacto con su superior para que pueda incluir es población en uan futura misión cuando su superior considere oportuno ya que los próximos mesaes está todo su programa cubierto, señalando su propia imposibilidad para atender tantas demandas como le llegan.

El periplo del padre Tarín tiene las siguiente fechas 1 Enero en Córdoba predicando una novena, 7 de Enero "novena-misión" en el Coronil, 15- 22 de Enero Misíón en Coria del Río, 23 Enero domingo pasa por su convento de referencia en la calle Trajano en Sevilla e imparte doctrina , día 24 novena en Medina Sidonia etc. Una jornada del padre Tarín comenzaba con el Rosarios de la Aurora, seguía con el sermón de la mañana, misión especial para los niños, conferencias para mujeres y jóvenes. Por la noche realizaba los sermones más fuertes en plazas o iglesias, que iban seguidos de confesiones hasta la madrugada.

Según nos refiere D. Pineda Novo en los diez días en que pernoctó en Coria el P. Tarín desarrolló una gran actividad, permaneciendo durante largas horas en el confesionario, organizaba el Rosario de la Aurora, explicaba la Santa Misa cuantas veces esta se celebró, llegó a pronunciar hasta cuatro sermones diarios destacando el sermón de los ejercicios diarios de la noche , visitó en diversas ocasiones las escuelas para explicar el catecismo a los niños y exhortó a algunos devotos para fortalecer el Apostolado de la Oración.

Durante su misión en Coria del Río da el espaldarazo para consolidar una sección sobre todo de mujeres dedicadas al Apostolado de la Oración, que se constituyen en esa asociación piadosa con especial devoción al Sagrado Corazón fervorosamente propagada por la Compañia de Jesús de S. Ignacio de Loyola. En la practica el Apostolado de la Oración estaba formado por mujeres con actos de piedad propio de esta asociación católica que a su vez actuaban en compañia de otros hermanos benefactores para dar culto al Sagrado Corazón de Jesús, imagen que llegaría posiblemente con la renovación del Sagrario de la Iglesia que se efectuó en la primera década del s. XX. Por otra parte el Padre Tarín fundó durante su misión otra congregación piadosa de mujeres las Siervas de la Virgen o conocidas comos Servitas que aparte de los actos de piedad correspondientes a sus reglas darían culto a la Virgen de la Soledad ( el séptimo Dolor de María) en su ermita, en la practica haciendose cargo del cuidado de la imagen y del nombramiento de la ermitaña que habría de ocupar la casa con que la Hermandad de la Soledad contaba junto a su ermita. Regla cuarta de la Congregación de las Siervas de María : "Será obligación de la Congregación cuidar del aseo, conservación y custodia de la ermita donde se halla la imagen de María Santísima con el título de Ntra. Sra. de la Soledad, así como de sus ropas y alajas" (Historia de la cofradia de Ntra. Sra, de la Soledad de D. Pineda Novo pag. 48). En el mismo libro se recoje como en su función de la Congregación Servita de mujeres, quienes como "ermitañas" cuidadoras y camareras toman la decisión de ceder como ermitaños a los padre Filipenses la casa en 1949 y por tanto una parte de sus atribuciones (decisión que finalmente no se llevaría a efecto).

No nos consta que el Padre Tarin hiciese un regalo en forma de azulejo devocional en esta ocasión auque es un dato por investigar. En Coria del Río hay dos retablos de fachadas colocados en conmemoración de misiones antiguas. Uno está en la casa de “ pepa la Diego “ con un crucifijo que muestra debajo el purgatorio. En su momento tuvo debajo una frase que decía, “sal si puedes”. Como este azulejo estaba antes en cara de la casa que daba a la calle Colón, de ahí el nombre popular de esta calle de Salsipuedes. Otro retablo con origen en una Santa Misión es el que representa a La Santísima Trinidad, que se encuentra en la fachada de una casa frente a la Esquina del Reloj, pudiese ser porque los misioneros fuesen de la Orden Trinitaria.

Entre otros actos más destacados de la misión estuvo la comunión de los niños de las escuelas, y en la noche del viernes el Acto del Perdón donde el Cristo de la Veracruz trasladado desde su ermita del Cerro a la parroquia se hizo presente en la noche del viernes 21 de Enero, permaneciendo en ella hasta el ejercicio del sábado noche ( cuyo sermón versó sobre la Religión y la Ciencia) en que regresaría en procesión a su ermita incluyendo en ella la Bendición Papal otorgada por el P. Tarín a todo el pueblo de Coria. Finalmente el domingo día 23 probablemente tras la Misa Mayor salió a la una de la tarde aclamado y acompañado por un numeroos y fervoroso público hasta las afueras de Coria donde le esperaba un carruaje para trasladarlo a Sevilla.

El acto final de la misión no obstante estaría presidido por el arzobispo de Sevilla D. Marcelo Spínola, el lunes día 24 de Enero correspondiendo a misa de clausura y ceremonia del sacramento de la confirmación. Los fieles en cabezados por el pároco D. Enrique Titos Garzón recibieron al obispo con banda de música y cohetes a las afueras del pueblo a las 9:30 h, para a continuación dirigirse a la Parroquia. Allí el arzobispo estuvo administrando el santo sacramento de la confirmación a 1760 personas, incluyendose niños pero también muchas personas mayores que anteriormente no lo habían recibido no sólo de Coria sino también de los pueblos vecinos de La Puebla, Almensilla y Palomares. La ceremonia se prolongó hasta las tres de la tarde en la que hubo la comida. La salida del arzobispo se produjo sobre las cinco en circunstancias parecidas a las de la llegada ofreciendo el obispo antes de su partida al párroco una cantidad de 125 pesetas para sufragar necesidades de los pobres de la villa. El que el obispo acudiese a visitar al final la misión y sus obras de caridad parece que era algo muy habitual entre los s. XIX y XX, pues las misiones tenían una sensibilidad especial con los pobres de las parroquias. También lo era hacer coincidir la presencaia del obispo en una misión con las confirmaciones de la gente que faltaban por recibirla en los últimos 5-7 años en que solía visitar a cada parroquia.

En esa misma noche del lunes en que estuvo el arzobispo Spínola en Coria,tuvo lugar un acto en cierto modo de contraprogramación a la misión del P. Tarin en los días anteriores. Se trataba de la conferencia sostenido por el D. José Marcial Dorado (firmaba a veces con el seudonimo Figaro) militante republicano, periodista, hijo de un pastor protestante sevillano y orador, quien en la misma noche del lunes 24 de Enero impartió en el casino republicano situado en la C/ Cervantes nº 54 la conferencia "La gran Figura de Cristo". Intervinieron también en este meeting otros oradores republicanos llegados a la villa desde Sevilla en el vaporcito que salía a las cuatro de la tarde. Según relata el órgano de prensa del Partido Republicano El Baluarte con este acto se trataba de reafirmar el espíritu liberal del pueblo de Coria y protestar por "las doctinas reaccionarias" del P. Tarín indicando el mismo periódico en otro lugar una crítica al párroco de la iglesia de la Estrella que "ni porque trae padres Tarines, consigue devolver al redil a su rebaño".

Fuentes

Rico Callado, F.L.. Las misiones interiores en la España del siglo XVII-XVIII, Tesis doctoral . Univ. Alicante (2003)

Risco, Alberto: El Padre Francisco de Paula Tarín, de la Compañía de Jesús: Apuntes biográficos. Madrid. Razón y Fe. 1921.

Pineda Novo, D. La Hermandad de la Vera Cruz de Coria del Río. Su historia y sus vivencias.2006

Callahan, William James: "La Iglesia católica en España". Ed. Crítica. Barcelona 2007.